Uno de los mitos que se reproduce en gran número de medios de información económica en España (reproducido también en los rotativos de mayor difusión del país) es que en momentos de recesión como el que ahora vivimos es importante no subir los impuestos, pues ello reduciría la demanda (al sustraer recursos a la renta disponible a la población) y con ello, el estímulo económico y la creación de empleo. En realidad, la teoría neoliberal indica que en momentos de recesión hay que bajar los impuestos a fin de estimular la demanda y el consumo. El Presidente Reagan fue el que introdujo esta teoría (a la cual se refirió el candidato Bush senior cuando competía con el candidato Reagan en las primarias del partido Republicano, como «voodoo economics», es decir, economía de los brujos), reduciendo los impuestos (de la gente más rica) que, según él, estimularía la economía, generando más recursos al estado. La realidad es que tal reducción de impuestos a las rentas superiores creó un enorme déficit del estado, lo cual era, en realidad, el objetivo real de su política, utilizando este déficit para argumentar que había que reducir el gasto público (incluyendo el gasto público social) para disminuir y/o eliminar el déficit. Tal «voodoo» economics» se ha transformado en la política de los establishments europeos tales como el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Tal reducción de impuestos de los ricos originó, sin embargo, grandes déficits y una elevada deuda pública (tal como muestro en mi artículo «Las Políticas Fiscales Neoliberales», Público, 08.07.10). Este aumento de los déficits y la deuda pública se utiliza como argumento para exigir, ahora, una reducción del gasto público (incluyendo el social) con el fin de disminuir el déficit. Tal postura es parte integrante del dogma económico neoliberal, reproducido a base de fe y no de evidencia empírica que lo sustente.
La otra alternativa, la de subir los impuestos, es desechada, pues, se nos dice, disminuiría la demanda y el estímulo económico. Dado que la mayoría de la población prefiere pagar el número más bajo posible de impuestos, entonces, aquel mensaje cala y se incorpora rápidamente a la sabiduría convencional. Es así como los dogmas se producen y reproducen. Pero como siempre ocurre en nuestro país, un elemento clave para entender quién paga impuestos y cuánto pagan, es la clase social del contribuyente. La gente con más ingresos, los ricos, son los que tienen mayor capacidad de ahorro. Tienen tanto dinero que, incluso después de consumir (consumo de lujo) les queda bastante para ahorrar. Pero lo que se necesita ahora, en un momento de recesión, no es tanto que la gente ahorre, sino que gaste, consuma y estimule la economía.
Pues bien, el Estado debe conseguir dinero de los ricos (a base de aumentar sus impuestos, que han ido descendiendo durante todos estos años) y con tal dinero crear ocupación en los servicios públicos, que están muy poco desarrollados en España. Otro dogma neoliberal, también erróneo, que se promueve y reproduce en España, es que hay demasiados empleados públicos. Nada menos que todo un Ministro de Economía de un gobierno socialista, el Sr. Boyer, en una entrevista en El País («Zapatero me escucha con interés», 11.07.10), decía que el empleo público era demasiado alto en España, más alto que en Alemania («El peso del PIB de la remuneración de los asalariados públicos es el 12% en España, mientras que en Alemania es el 7,5%»). Pero el Ministro Boyer no puede concluir de estas cifras que el número de empleados públicos sea más elevado en España que en Alemania. Si hubiera sido estudiante mío en la asignatura Políticas Públicas I, le habría suspendido. Es un caso claro de cómo no leer las estadísticas. Para comparar empleo público de España con Alemania, por ejemplo, hay que comparar manzanas con manzanas y no con peras. El hecho de que Alemania tenga menos empleados públicos es porque en el sistema de contabilidad nacional, el sector sanitario alemán no está contabilizado en las cifras de empleo del Estado. Al ser su sistema sanitario un Seguro Nacional de Salud en lugar de un Servicio Nacional de Salud, el empleo de tal sistema se contabiliza en un apartado distinto (ver «El empleo público en España no es excesivo. Los errores del informe sobre el coste de la Administración, de la EAE Business School», de Vicenç Navarro, Marta Tur, Miquel Campa y Carlos Carrasco, en www.vnavarro.org, Sección: Economía Política). Cuando se incorpora tal empleo público sanitario alemán en el del Estado, entonces Alemania tiene un empleo público mayor que España. Tal error es semejante al que ocurriría si excluyéramos de la categoría de empleo público a los profesionales sanitarios, cuando la financiación sanitaria dependía de la Seguridad Social. Sería aconsejable que los economistas que dirigen la política económica del país diversificaran sus lecturas y no aceptaran automáticamente los informes procedentes de la banca y del mundo empresarial. De la misma manera que la industria farmacéutica tiene una enorme influencia en configurar la cultura médica (a través de patrocinar y financiar las revistas y congresos médicos), el capital financiero tiene una enorme influencia (junto con el mundo de las grandes empresas) en la cultura económica, a través de medidas semejantes. De ahí que la sabiduría convencional en círculos económicos esté muy influenciada por la Banca, situación que se acentúa todavía más en los gobiernos que se rodean de asesores procedentes o próximos a la banca o al Banco de España (el Vaticano del pensamiento liberal). El dato de que España tiene más empleo público que Alemania procede de un informe (de gran pobreza técnica) publicado por el IESE, financiado por la Banca. Y debido a la escasísima capacidad critica de los mayores medios de difusión del país, se reprodujo ampliamente. En el trabajo citado anteriormente, investigadores del Observatorio Social de España (OSE) mostramos los numerosos errores de tal informe. Pero en una situación que caracteriza la cultura neoliberal dominante en círculos económicos, tal aseveración continúa repitiéndose, ignorando la evidencia brumadora que la cuestiona. Yo rogaría al lector que cada vez que lea un artículo que registre aquella falsedad, le envíe al autor del mismo copia del trabajo del OSE. En realidad, pensaba abrir en mi blog (www.vnavarro.org) una sección (que iba a titular «los errores que se cometen en el discurso político y mediático español) para ir alertando al público de que se están tomando medidas en base a informaciones erróneas, pero tuve que abandonar la idea, pues era un número excesivo.
Todo lo dicho tiene gran importancia, porque lo que el Estado debería hacer es aumentar los impuestos para crear empleo. Si el estado central eliminara todas las reformas fiscales regresivas (que han beneficiado primordialmente a los ricos durante los últimos veinte años) podrían recogerse 66.000 millones de euros, con los cuales se podrían crear más de cuatro millones de puestos de trabajo (ver mi artículo «¿ESTAMOS VIVIENDO POR ENCIMA DE NUESTRAS POSIBILIDADES?«)
El lector se preguntará: ¿y por qué no se hace? Y la respuesta es el enorme poder de los lobbies económicos y el poder de clase (es decir, de los grupos más pudientes) que los poderes políticos (en teoría nuestros representantes) no se atreven a antagonizar. ¿Entiende usted lector, por qué las clases populares están cada vez más frustradas con nuestros representantes?
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