«La conciencia solidaria es la conciencia que oculta que uno es responsable y causa de lo que le pasa al otro» En el plazo de seis meses han muerto 1.100 personas africanas intentando arribar a tierras canarias. Estas 1.100 muertes se presentan como datos fríos a la conciencia media occidental. Y consciente de esta situación […]
«La conciencia solidaria es la conciencia que oculta que uno es responsable y causa de lo que le pasa al otro»
En el plazo de seis meses han muerto 1.100 personas africanas intentando arribar a tierras canarias. Estas 1.100 muertes se presentan como datos fríos a la conciencia media occidental. Y consciente de esta situación el delegado del gobierno español habló, claramente afectado, de «enorme drama humano». Después añadió, dirigiéndose a las personas que viven de lejos el problema: «deberíamos ser más solidarios con esa pobre gente». La afectación de la conciencia depende del grado de su cercanía o lejanía a los problemas. Sólo basta pensar que si entre esos mil cien muertos se hubiera encontrado un solo canario, el despliegue informativo y el despliegue de mecanismos institucionales hubiesen sido impresionantes.
La sociedad canaria, respondiendo a la solicitud del delegado del gobierno, vive con pena ese drama y practica la solidaridad con esa «pobre gente». Pero al mismo tiempo sabe que es un problema que afecta a su tranquilidad, a su seguridad y a su bien vivir. Así que reclama la actuación del Estado para que devuelva a los inmigrantes a sus países de origen. La sociedad canaria es solidaria, pero no hasta el punto de que desequilibre su estabilidad económica y social. Planteadas así las cosas, la muerte de esas 1.100 personas se presenta como un hecho desgraciado del que nadie es responsable ni causa. En todo caso, de acuerdo con esta misma ideología, son responsables los propios africanos o los gobernantes de los países de donde emigran esas personas.
Pero resulta que vivimos en la época de la globalización, donde todos dependemos de todos, y donde algunos, un puñado de capitalistas monopolistas, están en todas partes poniéndose las botas. Y si todos dependemos de todos, también en el terreno de la pobreza eso será cierto. No se puede analizar la pobreza sin su interrelación con la riqueza. Sin embargo, en el caso que nos ocupa se defiende lo contrario: que cada uno se busque la vida por su cuenta. Se parte de la idea de que nadie tiene culpa de que el otro se muera de hambre o se muera intentando no morirse de hambre. De manera que la conciencia solidaria no es el medio para resolver este problema, puesto que la conciencia solidaria es la conciencia que oscurece que uno es causa y responsable de lo que le pasa al otro.
Esas 1.100 personas buscaban un trabajo. Necesitaban satisfacer un mínimo de necesidades básicas para estar vivos, aunque como es normal también aspiraran a satisfacer necesidades superiores. Querían vivir los gozos de la sociedad europea occidental. Pero eso es lo que pretendían ser y no lo que eran. Eran trabajadores en paro, trabajadores enajenados de los medios para producir riqueza, trabajadores irrealizados. Eran trabajadores en potencia y querían a ser trabajadores en acción. Pero no pudieron realizar este tránsito. Y no pudieron porque el capital no acude a Africa. Y el capital no acude a Africa porque el capital no actúa en función de la necesidad humana, en función de la necesidad de solucionar la infinita pobreza que asola a ese continente, sino en función de conservar el valor del capital y multiplicarlo. Por lo tanto, la forma capitalista de producir la riqueza no es una forma válida para solucionar la pobreza. Puesto que no tiene como fin la satisfacción de las necesidades humanas sino la conservación y multiplicación del capital.
En Europa occidental hay suficiente capital ocioso para solucionar la pobreza africana. Cuando en una sociedad hay tanto derroche, tanto exceso y tanto lujo, como ocurre en la europea occidental, eso es un indicador de que hay mucho capital ocioso. Es una sociedad del despilfarro y de la frivolidad, de la exuberante superficialidad y de la indigna vanidad, de desmedidas acumulaciones de riquezas en manos de unos pocos y de las muchas limitaciones en los muchos. No obstante, esta sociedad, tanto en su condición de sociedad burguesa como de sociedad cristiana, hace de la dignidad humana el principal valor ético, la ensalza como el más apreciado de los valores, la presenta como el pilar más firme sobre el que se asienta la sociedad occidental. Sin embargo, vista las cosas no de puertas adentro sino en su relación con las sociedades africanas, las sociedades occidentales se muestran como sociedades que atentan contra la dignidad humana, que no la respetan, que la desprecian, que derrochan capital cuando hay poblaciones enteras que se mueren de hambre. Es una sociedad totalmente enajenada, que vive mirándose en un espejo totalmente engañada de sí misma, pues viviendo dentro del más grosero materialismo se quiere hacer pasar como una sociedad altamente espiritualista. Defiende la dignidad como el más alto de los valores, pero al tiempo no deja de atentar contra ella. ¿Qué conciencia es la humana que hace convivir la infinita pobreza con el execrable derroche? La conciencia burguesa del mundo, la conciencia que ha hecho del dinero su principal valor, la conciencia que no puede imaginar un mundo donde los hombres no se exploten los unos a los otros.