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Jelinek, Premio de Literatura 2004

La insoportable levedad del Nóbel

Fuentes: Rebelión

Confieso mi ignorancia, jamás había oído hablar antes de Elfriede Jelinek, quien acaba de recibir, hace unas horas, el Premio Nóbel de Literatura. Unirá su apellido a los de Odysseus Elitis, Henry Martinson, Eyvind Johnson, Samuel Yosef Ganon, Johannes Jensen, Franz Sillanpaa, Erik Karlfeld y Carl Spitteler. ¿Quiénes son esos señores? Pues Premios Nóbel de […]

Confieso mi ignorancia, jamás había oído hablar antes de Elfriede Jelinek, quien acaba de recibir, hace unas horas, el Premio Nóbel de Literatura. Unirá su apellido a los de Odysseus Elitis, Henry Martinson, Eyvind Johnson, Samuel Yosef Ganon, Johannes Jensen, Franz Sillanpaa, Erik Karlfeld y Carl Spitteler. ¿Quiénes son esos señores? Pues Premios Nóbel de Literatura otorgados a lo largo de los años cuyo anonimato ha persistido durante los tiempos siguientes, pues ni siquiera el alto galardón logró extraerlos de su remota oscuridad.

Sin embargo, parece que Jelinek, pese a su escasa reputación internacional, es una autora que se ha caracterizado por defender causas justas. Se ha pronunciado contra la violencia ejercida a las mujeres, se ha opuesto a los partidos de extrema derecha, se ha declarado a favor del movimiento feminista. Esas son buenas referencias. En 1974 se unió al Partido Comunista, del cual se separó en 1991.

Se especuló que este año debía recibirlo una mujer y las candidatas favoritas eran la canadiense Margaret Atwood y la estadounidense Joyce Carol Oates. Jelinek es la primera mujer en obtener el galardón desde que fuera otorgado, en 1993, a Toni Morrison y es la décima en alcanzarlo desde que el premio fuese creado en 1901. El eurocentrismo es evidente: este es el séptimo escritor europeo en recibirlo en el último decenio.

El comité de la Academia Sueca justificó ayer la concesión del galardón a Jelinek por «el flujo musical de voces y contravoces en sus novelas y obras de teatro que, con un celo extraordinariamente lingüístico, revelan el absurdo de los clichés sociales y su subyugante poder». La Academia también tuvo en cuenta «el flujo musical de su voz en novelas y piezas teatrales, con un extraordinario celo lingüístico, que revelan el absurdo de los estereotipos sociales». El público ha podido acercarse a su obra a través del cine gracias al filme «La pianista», del director Michael Haneke, con la actriz francesa Isabelle Huppert.

Usualmente el Premio Nobel es otorgado a favor de integristas del inmovilismo social o del retroceso público como han sido Paz, Brodsky, Canetti, Milosz, Singer, Eliot, Gide y Bunin y, últimamente, al racista colonizado Vidia Naipaul. De cuando en cuando, es cierto, se honra a figuras del liberalismo, a aquellos que han compartido los ideales de la izquierda avanzada como son los casos de Günther Grass, Saramago, Soyinka y García Márquez.

El lauro a Camilo José Cela fue recibido con estupor en España donde era una figura generalmente detestada por su conocido papel de soplón de la policía española en tiempos de Franco. En tiempos ya remotos se honró al mediocre Echegaray en 1904 y al autor comercial Jacinto Benavente en 1922, también con estupefacción irritada de muchos españoles. En Rusia el gran escándalo del premio a Pasternak, en 1958, fue compensado entregándolo a Sholojov en 1965, pero equilibraron esa concesión otorgándoselo a Solshenytsin en 1970.

Jean Paul Sartre rechazó el Premio Nobel porque no quería ser olvidado por la historia, destino obligado, según él, de todos aquellos que alientan se le erijan estatuas mientras viven. Miguel Ángel Asturias recibió el Premio cuando aceptó ser embajador de una de las peores dictaduras que han asolado Guatemala. En esos tiempos se decidió concederlo a Alejo Carpentier pero su fallecimiento impidió que lo recibiese seis meses más tarde. Jorge Luis Borges solía decir que el deporte favorito de los suecos era no darle el Premio Nobel, pero su aceptación de honores de parte del detestado criminal Augusto Pinochet influyó mucho en impedirle obtener el galardón.

La Academia Sueca está integrada por dieciocho miembros y el secretario permanente, Horace Engdahl, hace esfuerzos por paralizar las intensas pugnas de poder que ocurren en su seno. Actualmente hay tres miembros que no acuden a las sesiones como protesta por no haberle otorgado la recompensa al autor de los Versos Satánicos, Salman Rushdie. Uno de los académicos protestantes, Lars Gyllenstein, publicó un libro denunciando las intrigas en el interior de la institución.

El Premio ha tenido sus momentos de gloria como ocurrió en 1935 cuando se le concedió el galardón de la paz al periodista Karl von Ossietsky, furibundo antinazi y Adolfo Hitler prohibió a todos los alemanes que aceptasen la recompensa en el futuro.

Pese a la relativa oscuridad de Jelinek, el premio de este año cae dentro de la categoría de los justamente otorgados.

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