Con gran asombro y satisfacción me he enterado de que hay algunas personas inteligentes en Chile que están apoyando una salida al mar de Bolivia. Recientemente, el historiador y diplomático chileno Oscar Pinochet de la Barra ha publicado su libro «Chile y Bolivia: ¡Hasta cuándo!». En este ensayo el señor Pinochet de la Barra manifiesta […]
Con gran asombro y satisfacción me he enterado de que hay algunas personas inteligentes en Chile que están apoyando una salida al mar de Bolivia. Recientemente, el historiador y diplomático chileno Oscar Pinochet de la Barra ha publicado su libro «Chile y Bolivia: ¡Hasta cuándo!». En este ensayo el señor Pinochet de la Barra manifiesta su preocupación por la forma como el problema de la mediterraneidad de Bolivia se está enfrentando ahora. Comparto plenamente el criterio de este destacado historiador. Piensa él que los tratados no tienen el carácter de «intangibles», es decir, todo tratado se puede cambiar si las todas las partes comprometidas están de acuerdo en hacerlo. El tratado de «Paz y Amistad de 1904» entre nuestros países no fue, por parte nuestra, de los chilenos, un tratado que se hiciese ni con el espíritu de la amistad ni tampoco de la paz con Bolivia. Además, fue hecho con una visión muy miope e injusta. Y la prueba de ello es que a más de cien años de esa guerra y de la firma de ese tratado, el conflicto entre nuestros países sigue pendiente. No puede haber una paz estable entre nuestros países si es que nosotros, los chilenos no damos un paso para revisar este tratado y devolverle una parte del territorio marítimo a Bolivia. Creo que el pueblo boliviano tiene todo el derecho a exigir a una revisión de este tratado que fue firmado mediante la coerción de las fuerzas militares chilenas de ocupación en el territorio de nuestra república hermana. Concuerdo con este historiador que la pérdida del litoral a Bolivia le ha significado no sólo una pérdida territorial, sino también la posibilidad de un mayor desarrollo económico.
Bolivia es un país muy rico en minerales, entre otros tiene estaño (es el quinto productor mundial de ese metal); tiene hierro, un metal de carácter estratégico; cinc; volframio, que es importante para la producción de acero; petróleo y gas natural, que son también productos estratégicos y que serán cada vez más cotizados en el ámbito mundial. Aparte de estos productos minerales, Bolivia es muy rico en producción agrícola. En cambio, Chile tiene abundancia de cobre (es el principal productor en el ámbito mundial); también posee hierro, cinc y molibdeno (metal duro que se utiliza para el acero), además de otros minerales. Chile ocupa el primer lugar como exportador de harina de pescado a nivel mundial. Tenemos una industria bastante desarrollada que no tiene Bolivia y estamos en expansión. Y esa industria necesita de energéticos de los que no tenemos en cantidad suficiente. Una integración de nuestros países que se complementan sería enormemente beneficiosos para ambos y con eso se eliminaría el obstáculo para integrar a los otros países latinoamericanos, o al menos, en un comienzo a los países vecinos.
Es absurdo seguir justificando el aumento de los gastos militares en Chile por el encono boliviano. Creo que si este problema, que es un tremendo obstáculo para nuestra integración latinoamericana no se soluciona por el método diplomático y pacífico, Chile lo único que está haciendo es crear una situación insostenible que, a la larga, perjudica a todas las naciones latinoamericanas y, por supuesto, a nosotros mismos. Por otro lado, hay que ser muy ciego y corto de entendedera para creer que los bolivianos van a ceder sobre su derecho a salir de su mediterraneidad sólo porque los chilenos compramos más armas y aumentamos aún más nuestras fuerzas armadas.
Algunos historiadores chilenos fuertemente influidos por un nacionalismo estrecho y aberrante han tratado de justificar este tratado con el argumento de que Bolivia nunca tuvo realmente derecho al mar y que, en cierta forma, los puertos bolivianos eran parte del territorio de lo que antiguamente se llamó «La capitanía general del reino de Chile». Ese argumento es falso y las razones que da Pinochet de la Barra son incuestionables.
La salida al mar de Bolivia tiene que ser por territorio que anteriormente le perteneció a Bolivia, de manera que todo intento de tratar de hacerlo por territorio que fue del Perú (Un corredor entre Chile y Perú) es una forma de alargar y de desviar este problema y, en el fondo, ningún intento serio de solución definitiva. Por otra parte, un enclave en la costa al norte de Antofagasta no sólo sería una solución histórica, sino que sería una solución excelente para ambas naciones, porque eso permitiría un desarrollo económico más estable en una zona que hoy está casi deshabitada producto del cierre de la industria salitrera que fue el motivo principal que impulsó a los capitalistas chilenos a esa guerra de saqueo.
Hoy por hoy nuestros países necesitan integrar sus economías y para eso debemos eliminar las barreras aduaneras y permitir el tránsito libre de las personas. Si así enfrentamos este problema, o sea con un enclave en la costa en territorio que le perteneció a Bolivia, no habría dificultades para trasladar las mercancías entre nuestro país hermano y el enclave. Y por supuesto este enclave no podría ser tan pequeño que fuese sólo simbólico. Debe ser suficientemente grande y en una zona que se preste para construir uno o dos puertos, al menos. Por ejemplo en aquella zona en que antes existió el puerto boliviano de Cobija. Al desaparecer este conflicto se abriría la posibilidad de un mayor entendimiento y cooperación en todos los terrenos económicos y repito, Chile saldría ganado con la amistad boliviana y el acceso a los energéticos que Bolivia posee en abundancia y que los chilenos necesitamos con urgencia. Creo que los militaristas y los «nacionalistas» chilenos son fuerzas del pasado que mantienen una política absoleta que no encaja con las necesidades y la realidad actual. El escenario de hoy no corresponde al escenario de diez años atrás. El mundo cambia muy rápidamente aunque muchos no se den cuenta de ello. Hoy vivimos un período de integración en grandes zonas económicas dejando atrás a los pequeños estados nacionales y sus mercados internos, y Latinoamérica necesita esa integración desde el río Grande hasta la Patagonia para el desarrollo y la liberación económica de las garras del Imperio. Cualquier otra política contraria no es una política que sirva a los intereses de las grandes masas en Latinoamérica, sólo a capitalistas de mentalidad feudal que no están interesados en los problemas de las grandes mayorías y que favorecen a las multinacionales norteamericanas.