Los flujos de inversión extranjera directa (IED) se han incrementado a nivel mundial en 2005 en un 29% respecto a 2004, luego de crecer un 27% en 2004 respecto al año anterior. Estos datos muestran la tendencia al aumento de este particular flujo de capitales dentro de un nuevo ciclo de expansión mundial. Los países […]
Los flujos de inversión extranjera directa (IED) se han incrementado a nivel mundial en 2005 en un 29% respecto a 2004, luego de crecer un 27% en 2004 respecto al año anterior. Estos datos muestran la tendencia al aumento de este particular flujo de capitales dentro de un nuevo ciclo de expansión mundial.
Los países en desarrollo están tomando cada vez más protagonismo en lo que a IED se refiere: no sólo por el hecho de que los flujos atraídos por estos países han aumentado, sino también por el hecho que esos mismos países se vuelven en emisores de inversiones. En 2005, las corrientes de IED hacia países en desarrollo alcanzaron su máximo nivel histórico, con la astronómica cifra de 334.000 millones de dólares. Esto representó nada menos que el 36% del total global de tales flujos. A su vez, los mismos países enviaron al exterior el monto nada despreciable de 133.000 millones de dólares, implicando un 17% de las salidas mundiales de IED.
En particular, de los 916.000 millones de dólares movilizados en 2005, 65 mil millones tuvieron como destino América Latina, representando apenas 7% de ese total, y poco más del 20% de la IED destinada a países en desarrollo. El continente sigue perdiendo peso tanto en el escenario mundial como en el marco de los países en desarrollo.
Más allá de esa situación, en Latinoamérica se registraron grandes flujos de inversiones, principalmente destinados a los sectores de hidrocarburos y minero, dadas las beneficiosas condiciones de las que gozan estos bienes en los mercados internacionales. Se destacan algunos casos como Venezuela, que recibió nada menos que mil millones de dólares hacia el sector petrolero y Colombia, que superando al anterior contó con 1200 millones por concepto de IED en dicho sector. Esto muestra que las políticas de atracción de inversión extranjera son muchas veces independientes de las orientaciones políticas de los gobiernos, en especial en América Latina, donde tanto unos tipos de gobiernos como los otros han abierto los brazos a estos grandes contingentes de capitales que en la mayoría de los casos invierten en la explotación de recursos naturales no renovables. A pesar de la recurrente invocación a revertir políticas públicas neoliberales, en sectores como los hidrocarburos, la presencia privada sigue siendo dominante.
La minería, por su parte, registró otro tanto de ingresos por IED. Nuevamente Colombia se destaca, apareciendo como fuerte receptor: solo en 2005 entraron en ese país 2.000 millones de dólares en inversiones mineras. Por su parte Chile recibió 1.300 millones, mientras Perú 1.000 millones. Argentina, un poco más atrás, recibió la nada despreciable cifra de 800 millones de dólares hacia ese sector.
Brasil se destaca en 2006 como un exportador neto de IED, lo que constituye un hecho inédito en el país. Las cifras son contundentes a este respecto: a octubre de 2006 había recibido poco más de 13.600 millones de dólares en el año, mientras envió al exterior la elevadísima suma de 22.800 millones de dólares (según artículo de E. Nepomuceno en El País de Madrid, 10 Diciembre 2006). Del total enviado al exterior, la mayor parte (13.200 millones de dólares) corresponde a la compra de la minera canadiense INCO por la análoga brasileña Vale do Rio Doce. Esta enorme compañía se ubica en el onceavo lugar entre las mayores 500 empresas de América Latina y es la segunda en el mundo en su segmento.
Brasil es un caso realmente interesante. Cuenta con salidas de IED mayores a los ingresos tal como sucede con un país desarrollado del norte, y sin embargo sigue siendo un país emergente. La distribución del ingreso es un factor que le juega en contra al gigante de América Latina, que invierte grandes sumas de dinero en el exterior cuando internamente presenta impresionantes carencias y desigualdades. La salida de capitales puede resultar una muestra de fortaleza económica por un lado, pero muestra por otro, una vez más, que esa dinámica no genera equidad.
Otro aspecto curioso que surge del informe de UNCTAD, es que mientras la tendencia mundial muestra que los países se liberalizan cada vez más respecto a la entrada de IED, unos pocos se protegen, o reniegan de esa apertura que ven favorable cuando la practican los demás. A través de los últimos años más y más países fueron modificando sus legislaciones a favor de la IED, ya que el aumento en el número de países modificantes va acompañado del aumento en la legislación a favor de esta.
Según el informe, «Tanto en la Unión Europea como en los Estados Unidos se ha manifestado una creciente preocupación por las adquisiciones extranjeras propuestas».
Un ejemplo ilustrativo es el de la reciente compra de una compañía de administración de puertos y transporte marítimo de Gran Bretaña por parte de una poderosa empresa de Emiratos Árabes. La compañía operaba en Estados Unidos y las reacciones al respecto consistieron en una ola de protestas en ese país argumentando motivos de seguridad.
Toda esta ola de legislación sobre IED va de la mano de acuerdos comerciales bilaterales cada vez más complejos y que contienen un gran número de asuntos y temas sensibles que son negociados en esta forma porque en la Organización Mundial del Comercio están atascados. Así, los países más fuertes ganan terreno en las negociaciones bilaterales frente a los más pobres, mientras «esperan» que temas como agricultura (de especial interés para los países del sur) se discutan «como corresponde» en el ámbito democrático y de consensos que se practica en la OMC. Mientras tanto, las naciones subdesarrolladas siguen esperando los prometidos milagros provenientes de las mismas inversiones de siempre de los países del norte. Los países del sur habrán aumentado su peso como fuente de IED, pero ciertas cosas no han cambiado.