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La inversión improductiva

Fuentes: Rebelión

La inversión extranjera (IE) ha vuelto a fluir hacia América latina, aun cuando no ha llegado a los torrentes de la década pasada. Con un aumento del 44 por ciento en los volúmenes entre el 2003 y el 2004, los dirigidos a la región superaron los 56 mil millones de dólares, de los cuales un […]

La inversión extranjera (IE) ha vuelto a fluir hacia América latina, aun cuando no ha llegado a los torrentes de la década pasada. Con un aumento del 44 por ciento en los volúmenes entre el 2003 y el 2004, los dirigidos a la región superaron los 56 mil millones de dólares, de los cuales un 61 por ciento se canalizó hacia Brasil y México, las dos principales economías de la región. En un tercer lugar se ha ubicado Chile, con el 13,5 por ciento del total pero el mayor monto en relación al tamaño de su economía.

Se trata de un importante quiebre en la tendencia de la IE, que desde finales de la década de los noventa no registraba cifras positivas. Aun así, una observación más detallada revela que Uruguay, Paraguay, Bolivia, Ecuador y Venezuela mantienen números negativos, en tanto Perú y Argentina cifras muy discretas.

La CEPAL, que es el organismo que realiza este catastro, evalúa el panorama 2004 como «muy positivo para la región», pero advierte con claridad que ello no significa que los países latinoamericanos «hayan resuelto sus problemas relacionados con los escasos beneficios que les reporta la operación de empresas transnacionales en su territorio».

Los capitales que fluyen a la región expresan un nuevo fenómeno. Al no haber privatizaciones, las que ya se efectuaron en la región durante la década pasada con los programas de reformas estructurales, las inversiones están hoy orientadas a la compra de activos de empresas privadas, en procesos de fusiones y adquisiciones. Un fenómeno, dinámico si se quiere, pero que no ayuda en los procesos productivos, al no generar más empleo ni mayor capacitación.

La CEPAL observa que, pese al aumento de la IE durante el 2004, el porcentaje de captación de capitales ha disminuido de manera sostenida en América latina, lo que «refleja una evidente limitación de su capacidad para competir por nuevas inversiones de mejor calidad, entre otras cosas en producción de tecnología avanzada, centros de investigación y desarrollo y nuevos servicios». Por tal evidencia, el organismo económico sugiere a los países, como ya lo ha hecho antes, pero con pocos efectos, concentrarse en la atracción de inversiones extranjeras de mejor calidad, «para lo que tendrían que adoptar una estrategia más ingeniosa de formulación de políticas». De lo contrario será el mercado la única guía para estas inversiones, lo que, ya sabemos, no augura un camino, ni a corto ni mediano plazo, a un verdadero desarrollo, que no es solo económico sino también social.

Chile, cuyas autoridades presumen del aumento del 73 por ciento de la IE el 2004, no escapa a este problema. Es más, podemos afirmar que es un ejemplo de este problema. De los 7.600 millones de dólares ingresados durante el año pasado (según CEPAL), un 55 por ciento se orientó a compras, traspasos u operaciones financieras por parte de transnacionales como Endesa España, Telefónica, Methanex y Telmex. Otra proporción de la IE se destinó a la minería y a las autopistas concesionadas, sectores que si bien inciden en las cifras de crecimiento, no contribuyen en una mejoría de los patrones productivos.

La ACJR coincide con la CEPAL en la necesidad de diseñar estrategias capaces de atraer inversiones extranjeras de mejor calidad. Esto es, generar mecanismos, como el proyecto de royalty a las extracciones mineras -el cual habría que extenderlo hacia todas las actividades de extracción de recursos naturales- o un nuevo sistema de encaje al ingreso de capitales, que trasladen la IE desde sectores de bajo valor agregado y escasos empleos hacia sectores productivos, de mayor tecnología, que estimulen el conocimiento y la capacitación. Sólo de este modo, que puede hacerse vía incentivos tributarios, puede alcanzarse una mayor relación entre crecimiento económico y desarrollo social.

Pablo Ferrero, Alianza Chilena por un Comercio Justo y Responsable