Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
El presente texto incorpora las reflexiones realizadas por Marcelo Badaró Mattos en «La necesidad de una política: las elecciones brasileras de 2014 y los dilemas de la izquierda socialista en eel segundo turno». (http://www.correiocidadania.
¿En qué difiere el debate actual de los anteriores?
Desde las elecciones de 2002, la polarización final del proceso electoral para presidente de la República se dio entre el PT y el PSDB. En las elecciones de 2002, el voto crítico por Lula fue relativamente consensual. La experiencia del gobierno Lula, en tanto, frustró ese voto por los motivos largamente expuestos: el mantenimiento de los fundamentos de la política económica (intereses elevados, cambio fluctuante, superávit primario, metas de inflación…), y la profundización de la privatización de la educación (por medio del traspaso de recursos públicos -FIES, ProUni- hacia los grupos económicos liderados por los fondos de inversión), la contrarreforma de la previsión social, abriendo camino para el régimen de capitalización en beneficio del sector financiero (FUNPRESP), y la tentativa de quebrar el carácter público de las universidades con la imposición de la EBSERH y la adopción del modelo gerencial bresseriano del Reuni y, finalmente, la regresión de la reforma agraria, el aumento del uso del aparato represivo contra los movimientos sociales, la opción por el neoextractivismo y por el recrudecimiento de las expropiaciones, las reformas laborales en etapas, y la intervención militar en Haití; en suma, no creo necesario seguir ejemplificando que el gobierno Lula y, todavía más, el gobierno Dilma, siguieron un rumbo congruente y consistente con los intereses del gran capital.
Esta evaluación es compartida por los propios dueños del mundo. Fueron las opciones de política económica la política de alivio a la pobreza para mantener la gobernabilidad, que llevaron al país a obtener el «grado inversor» de la banca internacional. No menos simbólica fue la elección de Lula da Silva como personaje ejemplar por la cúpula planetaria del capital en Davos (Foro Económico Mundial), concediéndole el reconocimiento de «Estadista Global» en 2010. Ante la incertezas de una crisis tectónica, el capital celebraba el desempeño «pro-sistémico» de Lula da Silva. En la misma onda, el diario francés Le Monde, lo eligió como «Hombre del Año» en 2009; el diario español El País lo homenajeó con el título de «Personaje Ibero-Americano de 2009»; el vetusto Financial Times lo designó como una de las 50 personalidades que moldearon la década. No sería un exageración afirmar que esa evaluaciones, en el curso de 2005, impidieron el impeachment (proceso de juicio político) de Lula da Silva cuando la crisis del llamado «mensalão».
¿Qué cambió desde entonces?
Obviamente, ni Lula da Silva, ni Dilma Rousseff, abandonaron sus compromisos con el gran capital, ni sus gobiernos giraron a la izquierda. El modelo económico y social pro-capitalista no fue alterado en sus fundamentos. No obstante, el reciente pronunciamiento de The Economist (1) indica claramente que importantes centros del pensamiento de la alta burguesía, anhelan el fin del gobierno Dilma, en pro de Aécio Neves. Confirmando su compromiso con la banca internacional, el candidato ya indicó al brazo derecho de George Soros en Brasil, Armínio Fraga, como su ministro de economía. Lo que no es un dato irrelevante de la coyuntura.
La contienda nada tiene que ver con derecha e izquierda, sino con disputas en el bloque de poder considerando las expectativas de las fracciones burguesas dominantes frente a la crisis. Lula da Silva contaba con el apoyo del gran capital por conseguir armonizar los grandes intereses burgueses, posiblemente no con la celeridad y profundidad deseada, pero entregando algo sumamente preciso para el capital: la estabilidad política. Atenuando e incluso domesticando a los sindicatos aliados que restringieron sus acciones a pautas estrictamente salariales, a despecho de las proclamas aquí y allá en pro de la reducción de los intereses y de la reducción de la jornada laboral, demandas que simplemente fueron ignoradas por los gobiernos de Lula da Silva y Dilma. Conforme el presidente de la CNTE, la actual presidenta, a lo largo de 4 años, no dialogó directamente con los representantes de la Confederación (2). Aunque el Movimiento de los Sin Tierra haya seguido en lucha por la reforma agraria, Lula la trabó «en nombre de los héroes del siglo XXI, los agro-negociantes del agro-combustible» conforme lo declaró, y Dilma retrocedió los nuevos asentamientos (asignación de tierras a los campesinos) al tiempo del general (Eugenio) Figueiredo.
Pero la economía brasilera fue profundamente afectada con la profundización de la crisis económica mundial. Las locomotoras de las exportaciones brasileras (sectores agro y mineral) fueron golpeadas por señales de crisis, también en China, provocando la caída acentuada de precios de los commodities después de la bonanza. En cuanto a los estratos inferiores de la economía, las señales de que los negocios están bajo riesgo son evidentes: caída de los precios de los precios de los commodities, afectando a agricultores ligados al agro-negocio, quiebras de comercios y sectores de servicios, ampliación de la capacidad ociosa y pérdida de competitividad de la industria. Estas señales alimentan el deseo de un gobierno «pura sangre» por parte de diferentes estratos.
En la evaluación del gran capital es hora de imponer un nuevo apriete de cinturón a los trabajadores, reducir los impuestos a los de arriba, cortar los gastos públicos en nombre del ajuste fiscal pues, sin eso, dicen sus portavoces -más la sangría del pago de los intereses, las privatizaciones con recursos públicos, la financiarización de la educación, salud, previsión social-, la exportación de commodities, podría entrar en zona de crisis peligrosa con desdoblamientos imprevisibles.
Para empeorar, según la evaluación del Estado Mayor del Capital, las jornadas de junio de 2013 patentaron que finalmente el gobierno no estaba cumpliendo con su diferencial: el mantenimiento de la estabilidad y del orden capitalista. El crecimiento del número de huelgas es percibido como una amenaza al feroz ajuste de la economía, que tanto Dilma como Aécio tienen en agenda, y que será encaminado por modus operandi distintos, como la pre-nominación de Armínio Fraga permite anticipar
Los resultados de las elecciones para el parlamento expresan ese cambio, en favor de los sectores más reaccionarios de la sociedad, sustentando una pauta moralista de cuño medieval, explícitamente de derecha, compuesta por serviciales del capitalismo monopolista. Así, la preocupación con la futura gobernabilidad de un gobierno Aécio fue mitigada por la evaluación de que una nueva mayoría de derecha podría dar sustento a su gobierno.
Eso no quiere decir que el gran capital abandonó al gobierno gerenciado por el PT. Las donaciones de los bancos y las constructoras son mayores para Dilma, pero el Estado Mayor del Capital ciertamente percibe que existe una deslocalización entre sus propias expectativas (de que otro mandato del PT podría ser una alternativa racional, aunque poco ambiciosa, pero muy prudente bajo el punto de vista del control social de los subalternos) y su base social, crecientemente insatisfecha con el gobierno Dilma Rousseff. La señalización de que tal contradicción debe ser resuelta, optando con determinación por Aécio, fue claramente expuesta en el artículo de la revista The Economist.
La izquierda socialista está delante de un cuadro complejo
Su crítica al gobierno Dilma no puede ser confundida con la de las fracciones burguesas e imperializadas. Eso exigirá de la izquierda la capacidad de un diálogo pedagógico con los trabajadores y sus organizaciones.
Muchos militantes votarán por Dilma, percibiendo los movimientos de la derecha y del gran capital. El diálogo solamente será posible sin esquematismo y consignas congeladas. No basta con recluirse en el posicionamiento de que «tanto hace Dilma o Aécio», en favor del voto nulo, pues, de ese modo, nada se estaría haciendo para interpelar al proletariado en relación a la inmensa inflexión a la derecha que ocurre en Brasil.
En ese sentido, la agenda propuesta por Marcelo Badaró es muy importante. Aunque no sea previsible un encuentro unificado de la izquierda socialista presentando una lista de exigencias para el voto crítico a Dilma, la tarea programática sigue siendo prioritaria para que la izquierda socialista pueda cumplir un papel protagónico y educativo. Retomo la síntesis de Valério Arcary (3), incorporada en el texto de Badaró: «Si hubiese una minúscula posibilidad de que en un cuarto mandato del PT, Dilma estuviese dispuesta a hacer una reforma fiscal con impuestos rigurosos sobre las grandes fortunas, manifestase la intención de romper con los chantajes del rentismo y, apoyada en la movilización de los trabajadores, realizara un auditoria y suspensión de la deuda pública. Si estuviese comprometida en garantir un aumento de verdad en el salario mínimo, o una política de combate a la privatización de la educación, de la salud, del transporte urbano y de la seguridad. Si hubiese una mínima posibilidad de que Dilma tomase la iniciativa por la legalización del aborto, por la criminalización de la homofobia, de la legalización del consumo de psicotrópicos. Si Dilma anunciase el retiro de las tropas de Haití». (ver artículo de Arcary en Correspondencia de Prensa, 11-10-2014)
Evidentemente, Arcary colocó puntos a título de ejemplos, inclusive para fundamentar su posicionamiento por el voto nulo es, por eso, que otras reivindicaciones deberían ser agregadas, como por ejemplo, el cumplimiento del 2° Plan Nacional de Reforma Agraria, originalmente elaborado por Plínio de Arruda Sampaio (1930-2014) en ocasión de las elecciones en 2002 y nunca implementado. El Encuentro Nacional de Educación, realizado en agosto de 2014, esbozó otra agenda para la educación distinta a la del capital, que se impone hoy en el país. El previsible rechazo y desconsideración de esa agenda, podría convertirse para los militantes que a favor del voto nulo, en un acto pedagógico, abriendo un campo de diálogo/formación política con los trabajadores y mismo para una discusión del voto crítico, desprovisto de ilusiones pueriles en torno a que un cuarto mandato del gobierno alteraría la actual orientación pro-capitalista.
La discusión permitiría unificar y viabilizar la unidad de acción capaz de materializar el frente de izquierda. El voto crítico por Dilma, sustentado por sectores del PSOL, y el voto nulo (PCB, PSTU, y sectores del PSOL), tendría un referente programático que podría contribuir para que los trabajadores estuviesen mejor armados teórica y organizativamente para enfrentar los ásperos desdoblamientos del proceso electoral.
* Roberto Leher, investigador y profesor titular de Políticas Públicas en Educación de la Facultad de Educación de la UFRJ (Universidad Federal de Río de Janeiro) y del Programa Pos-Graduación.
Notas
1) The Economist, 18 Out. 14, Brazil’s presidential election. Why Brazil needs change http://www.economist.com/news/
(2) Vanilda Oliveira, A Dilma precisa receber e ouvir os trabalhadores em Educação, CUT Nacional, 20/03/14, disponível em:
http://www.cut.org.br/
(3) Valério Arcary. Não declares que as estrelas estão mortas só porque o céu está nublado, Correio da Cidadania, disponível em: http://www.correiocidadania.