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La jerga de los verdugos

Fuentes: Rebelión

Este lunes 25 de abril, el diario colombiano El Tiempo publicó una entrevista que le concediera Juan Manuel Santos a la periodista María Isabel Rueda. Luego de repasar asuntos domésticos, abordaron el tema de las relaciones con Venezuela. Más concretamente, el estatus de la relación entre los presidentes. Demasiado eufemismo todavía. El tema fue: la […]

Este lunes 25 de abril, el diario colombiano El Tiempo publicó una entrevista que le concediera Juan Manuel Santos a la periodista María Isabel Rueda. Luego de repasar asuntos domésticos, abordaron el tema de las relaciones con Venezuela. Más concretamente, el estatus de la relación entre los presidentes. Demasiado eufemismo todavía. El tema fue: la palabra de Chávez.

«¿Chávez sí tendrá palabra?», interrogó incisiva la periodista, como quien formula una pregunta retórica. «Extraditamos a Makled a Venezuela. ¿Qué hay a cambio de Venezuela hacia Colombia?», se quejó Rueda. Luego, disparó: «¿Ha hablado con Chávez sobre la posibilidad concreta de que nos mande a los jefes guerrilleros para acá?».

Santos respondió, demasiado evasivo para el gusto de la periodista: «El presidente Chávez me ha reiterado en todas las reuniones que no va a permitir que los campamentos de la guerrilla se mantengan en Venezuela». Rueda ripostó: «¿Pero siguen en Venezuela?». Santos: «Hemos podido detectar una actividad de la guerrilla mucho más presencial en el lado nuestro de la frontera… Lo que espero es que el presidente Chávez cumpla con su palabra de no protegerlos allá».

Según El Tiempo, Chávez es un hombre sin palabra. ¿La tendrá alguna vez? No se pierda la respuesta de Santos: «… tenga la certeza de que en el momento en que detectemos alguno de esos campamentos, inmediatamente se lo comunicaré al presidente Chávez y lo veremos». Amanecerá y veremos. Si el hombre tiene palabra.

Acto seguido, en un intento por despejar las dudas que, sin embargo, ya quedaron sembradas, adoptó un tono condescendiente, como el del aventajado que desea disculpar a su par problemático: «La verdad es que él ha colaborado. En eso no tengo reparos. Nos ha entregado peces gordos de la guerrilla y del narcotráfico». Rueda no se dio por vencida: «No me parece que usted tenga un pelo de ingenuo. ¿Pero será que tiene bien medido hasta dónde se le puede creer al presidente venezolano?». El colofón de Santos: «Tengo muchísimos defectos, pero ingenuo no soy. Y frente a Chávez, menos. Pero mire, María Isabel, para tranquilizar a los escépticos: el sábado llamé al presidente Chávez y le dije que un tipo muy importante para nosotros de las Farc llegaba en un vuelo de Lufthansa esa tarde a Caracas y que si lo podía detener. No titubeó. Lo mandó capturar y nos lo va a entregar… Es otra demostración de que Chávez está cumpliendo su palabra».

Cosa curiosa: el mismo día, el extracto de la entrevista fue replicado en forma de breve nota de prensa por las transnacionales de noticias, que casi siempre intitularon, no por casualidad, Santos confia en la palabra de Chávez. Por su parte, el Correo del Orinoco decidió emplear la frase como antetítulo de una nota intitulada Presidente colombiano agradece a Chávez por fortalecer lucha contra el terrorismo.

Mientras Chávez, según la versión construida laboriosamente por los medios de la oligarquía colombiana, es un hombre sin palabra, y mientras Santos la utiliza a conveniencia, en Venezuela reina el silencio oficial. Hosco, punzante silencio apenas interrumpido por un insólito comunicado que celebra la detención de Joaquín Pérez Becerra en nombre de un tal «compromiso inquebrantable en la lucha contra el terrorismo». Lo único peor que guardar silencio frente a la injusticia, es repetir la jerga de los verdugos.

Un silencio muy parecido al que sigue rodeando el caso de José Joel Torres Leba y José Agustín Gamboa Durán, militantes del Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora, secuestrados, torturados y asesinados entre el 12 y el 14 de abril pasados, en Barinas. Silencio doloroso, insoportable, inexplicable, sólo interrumpido por algún funcionario policial para sugerir la venganza como «móvil». Un simple y vulgar ajuste de cuentas para disimular una injusticia de siglos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.