Traducción Susana Merino
«Todavìa esta tierra
Va a cumplir con su ideal
Todavìa va a volverse
Un inmenso Portugal»
(Chico Buarque/Rui Guerra)
«Pero es demasiado pronto para decir que Dilma logrará concentrarse en una visiòn global. Con el agregado, que no es irrelevante, de que la actual trayectoria brasileña podría llevar a la formación de la primera potencia tropical global. ¿Sería sólo sub-imperial? ¿Sería sólo cordial? ¿O sería una nueva especie mutante, impredecible de sub-imperialismo benigno? (Pepe Escobar, Asia Times/Rebelion, 03/11/2010).
La elección de Dilma Roussef debería prestarse para la realización de ejercicios teóricos sintéticos, de preferencia cortos, para ser leídos en estos tiempos de bajo prestigio de la razón. El tema es más que de actualidad. Los poquísimos dueños de los medios y el puñado de dueños del mundo y sus poderosísimos ventrílocuos se apresuran a mostrar a la presidente en su estreno los caminos preferidos de sus negocios mundiales. La expresión nacional de esos ansiosos monopolizadores se muestra preferentemente a través de dos proyectos a los que provisoriamente podemos denominar imperialismo benévolo e imperialismo malévolo.
La pelea entre esos dos proyectos cerrará un ciclo histórico iniciado con la revolución portuguesa de 1945/47, de la cual derivó Brasil, parte desgajada del imperio portugués en el siglo XIX, siempre firme subordinado, por lo tanto a los deseos de la acumulación mundial de capital. Brasil alcanzaría a ser entonces la máxima expresión capitalista mundial, polifónicamente alentada en prosa o en verso a ser potencia del capital financiero o monopolista. El imperialismo benévolo anticolonial galopa en el proyecto del núcleo dirigente del PT. Se realizará a través de la Unasur, de una política exterior independiente y democrática, fuerte apoyo estatal a los grupos monopolistas nacionales y mediante altas tasas de crecimiento económico unida a políticas sociales distributivas. Muy distinto del imperialismo malévolo de carácter colonial representado por las fuerzas del PSDB-DEM, a regañadientes de las democracias populares y de sus procesos de emancipación política, como también de las políticas estatales más autónomas frente a los capitales privados especialmente foráneos.
Es imposible detener la marcha de Brasil hacia su destino imperialista. El capital monopolista, tanto nativo como extranjero, domina la abrumadora mayoría de las actividades capitalistas. Siendo mayoritario el extranjero en los sectores màs dinámicos y estratégicos.
Todas las fuerzas del statu quo quieren alcanzar ese anunciado destino de gran potencia comenzando por los militares. Un imperialismo benévolo, sin su componente belicista que evolucionará en el espacio regional sin tener una potencia competidora, excepto los EEUU.
No existiendo disputas hegemónicas exacerbadas y recientemente sepultadas las aspiraciones derivadas de las manipulaciones de la Guerra Fría, una atmósfera de concordia y de unidad crece como forma de realización de las aspiraciones nacionales.
El sentido del futuro
El imperialismo benévolo, definición eludida por los medios y otras fuerzas del statu quo y reemplazada por la categoría potencia marcharía rumbo a un nuevo milagro económico, ahora también social, como redentor de la miseria. Este milagro se derivaría de las ganancias del pre-sal y por la irresistible expansión del mercado interno y un fuerte impulso exportador, ejes de una espiral virtuosa más brillante que la cúpula de la catedral de Santa Sofía.
Con todo, cuanto más se afirma el Estado mayor petista en esa ruta, tanto más abandona sus contenidos emancipatorios originales, clavado a la estaca del centro conservador, flirteando con la derecha, a los cuales se ve obligada a aliarse para permanecer en el poder y ampliar su propio espacio. Eso implica una derechización del poder, una regresión ideológica de des-emancipación creciente, forma particular de ese neoliberalismo social, neodesarrollista, anticolonial. En su benevolencia se asemeja en cierto modo a la trayectoria de sus cómplices rusos y chinos. No es casualidad que Brasil se haya denominado la Rusia tropical.
Dirigiéndose rumbo a su cima, quitándose los ropajes emancipatorios, acentúa el predominio de la bandera anticolonial como afirmación del Estado nacional. Hecho que paradójicamente lo debilita y lo convierte en una probable víctima de las fuerzas del imperialismo malévolo contra las que Dilma, sólo en la segunda vuelta, pudo lograr una victoria importante. Puede decirse que la marcha de Brasil como potencia benévola y bienhechora va debilitando su proyecto nacional. Esto sucede bajo el imperio de la permanencia sucesiva y prolongada del núcleo original del PT, cuyo penúltimo episodio fue el desalojo del PSOL y el último la salida de Marina Silva. Se repite así la reciente regresión histórica del PMBD y grosso modo, del bloque de fuerzas derrotado por el golpe de 1964.
El momento histórico
Pero el momento histórico es diferente y el sentido del proceso también. Debido a la histórica ausencia de una burguesía nacional autónoma, democrática, popular y dirigente, la nueva pequeña burguesía, o la clase media como quiera llamársela, en su afán de realización social se presenta en la escena, para susto de las viejas clases medias, con su incontenible apetito de poder a cualquier costo y en un impresionante ballet para poder mantenerse allí. ¿Quién si no el Estado le permitiría realizar una tarea tan propiamente burguesa? Él es el capitalista colectivo a través del cual ese estrato burgués se afirma entre las potencias del capital como gran capital -debilitado a propósito por las privatizaciones, tal es su sentido, subvirtiendo así el juego del monopolio privado. El Estado aniquilado por el golpe del 64 contaba con fuerte presencia nacionalista, en un momento histórico que amenazaba con llevar al poder a crecientes mayorías populares antiimperialistas y pasar así a construir un capitalismo nacional autónomo y soberano, popular y democrático. Dicho proyecto, así como también el socialismo chileno y otros enamoramientos nacionalistas –populistas, en la vulgata pro-colonial-, fue debidamente liquidado por la larga marcha de la contrarrevolución capitalista, como señalaron Florestán Fernandes y muchos otros. Se impuso la revolución monopolista como obra maestra de las dictaduras.
Mientras tanto, este estado de pequeñas nuevas burguesías urbanas en el poder y de los movimientos sociales bajo tutela, la conducción del PT y sus aliados desea afirmar su autonomía en los negocios nacionales y en la mundialización del imperialismo brasileño, benévolo y democrático. O mejor aún para la mundialización solidaria pro imperialista capaz de insertar mundial y dinámicamente los negocios del capital monopolista nativo con un mínimo de autonomía. Y hasta en forma económicamente sustentable como quiere una parte de esos negocios que generosamente apoyaron la candidatura de Marina Silva.
El proyecto neodesarrollista de esas fuerzas, señala el rumbo del Brasil. Potencia imperialista, anticolonial y antibelicista. Sin embargo decidida a instalar, de manera inquebrantable, un complejo industrial-militar adecuado a su condición de potencia terrestre y ahora más que antes Atlántica, debido al pre-sal. Esto obliga a exigir la soberanía de las aguas territoriales brasileñas como vehementemente lo expresara el ministro Nelson Jobim en conferencia en Copacabana (BBC-Brasil, 3/11/2010). Una compleja miscelánea sin duda. Nada más complejo que el curso de las evoluciones burguesas conservadoras.
El nuevo mito redentor
Cuidado con el mito de la erradicación de la miseria, expresamente servido como donación de cierto valor a una minoría secularmente hambrienta que no viene acompañada de la promesa de universalización de los derechos republicanos o con la de una democracia como creciente poder de las mayorías políticamente emancipadas de la república. Ni como expresión de control sobre la producción social, ya sea sobre el capital financiero, los medios de comunicación, la ciencia y la tecnología, la función social de la tierra o el medio ambiente. En fin, el anunciado final de la miseria no viene acompañado por la emancipación nacional y social, como si la miseria fuera atributo exclusivo de las mayorías trabajadoras, de los miserables y no de la sociedad de la miseria que produce y reproduce sus privilegiados como forma histórica del capital, colonial y esclavista. Como si la miseria fuese una forma de producción «miseriabilizante» de la riqueza.
Finalmente los dos proyectos imperialistas en disputa, colonial y anticolonial, promueven una guerra de vida o muerte para ver quién, con más celo, carga con los despojos del país heredado de la contrarrevolución capitalista.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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