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La leyenda del déficit

Fuentes: El tábano economista

Lo que da problemas no es lo que sabemos, sino lo que creemos saber con certeza y no es verdad (Mark Twain)

Las falsificaciones históricas son un instrumento indispensable para mantener el poder, sobre todo en economía. Más aún cuando una parte importante de la población piensa que el orden económico es resultado de una evolución natural, aunque, en general, resulta desarrollada, explicada y difundida por sus dueños. De más está decir que a nadie le importa que el tan mentado orden sea a todas luces injusto y, menos aún, sus consecuencias.

Eso sí, ante la privación de alternativas explicativas (nostra culpa est), los hechos son tal cual como lo describen los poderes establecidos. Estos mitos insistentemente reitedados, de fácil comprensión sin la más mínima oposición, pasan a ser verdades irrefutables que se incorporan al relato. El adoptarlo como cierto abroquela a las sociedades en su defensa, sin revisar sin son realmente incuestionables. Por lo tanto, es muy posible que la falsificaciones historicas sean las mejores aliadas de las clases dominantes, que las aplican metódicamente. 

Los fraudes históricos adoptan muchas formas. Una de ellas se encuentra en la evolución de la teoría económica, y como sostenía J. K. Galbraith en La economía del fraude inocente, siempre favorecen a las clases dominantes. Están basados en supuestos errores de teoría macroeconómica, cubren un territorio muy amplio, que va desde una visión equivocada sobre la naturaleza, estructura y dinámica de las finanzas públicas, hasta las distorsiones provocadas por la desatinada visión que se tiene del funcionamiento del sistema bancario y la política monetaria. En nuestro caso serán las abrumadoras consecuencias del déficit fiscal.

En principio, antes de profundizar en el tema, debe tenerse en cuenta un detalle básico. Siempre que exista un déficit alguien tendrá un superávit, uno no existe sin el otro. Por ejemplo, cuando dicen que China tiene un gran superávit comercial, es porque otros países, principalmente Estados Unidos, tienen déficit, de manera que el comercio mundial queda balanceado entre superavitarios y deficitarios. Por lo tanto, es llamativo que se señale puntillosamente el déficit público y no se diga que, si el Estado tiene déficit, los privados tiene superávit.

Salvado este detalle, tendríamos que abordar el tema de déficit y qué entendemos por él. Debemos tener en cuenta que la teoría ortodoxa, la que todos leemos en los medios hegemónicos de difusión, tiene una histórica obsesión por el mismo y, como veremos, interesada. Entonces, según la conocida teoría neoclásica del déficit, el Estado, un gastador compulsivo, para mantener el equilibrio de sus cuentas debe financiarse cobrando impuestos, emitiendo dinero o endeudándose. Es decir, el gasto del gobierno está limitado a estas tres opciones.

La primera opción, la de cobrar impuestos, implica necesariamente una redistribución de un sector de la economía a otro. No estamos discutiendo de qué sector a cuál. Pero sí tratamos de entender que, con esta visión, si los ricos no pagan impuestos, entonces los no ricos tendrán que afrontar el gasto, en el caso que creyéramos que, para gastar, tenemos que tener financiamiento. Por cierto, elusión, evasión, perdón, blanqueo, o incentivos van en un sentido; subsidios, impuesto indirectos, en otro.

La segunda propuesta, emisión monetaria, teoría cuantitativa mediante, dice que, si generamos un exceso de dinero en relación con la cantidad de bienes de la economía, con pleno empleo y velocidad de circulación del dinero constante, generaremos inflación. Seguramente algunos supuestos nunca fueron mencionados, pero la idea es la que se escucha en cualquier programa de divulgación económica. Si hay en circulación 10 pesos y dos pollos, cada pollo cuesta 5 pesos, si subo la cantidad de dinero (emisión) a 20 pesos, los precios aumentarán a 10 pesos cada pollo.

En el tercero de estos mecanismos, el endeudamiento debe ser repagado a futuro, lo que nos lleva a generar expectativas de financiamiento a través de alguna de las fuentes antes descritas, o bien incurrir en default, otra mentira. De esta manera, la economía neoclásica considera que las tres alternativas de financiamiento del gasto público, de hecho, el gasto público mismo, redundan en una distorsión del equilibrio cuyo resultado es negativo para la economía.

Ahora bien, esta idea es la que nos han impuesto, pero no tiene necesariamente que ser así. Hay otra mirada de la economía y del déficit en sí. Gracias a que el Partido Demócrata norteamericano se encuentra en la misma senda de financiamiento del déficit, aunque con la máquina de hacer dólares, la discusión de los desequilibrios provocados son motivo de debate. Una parte de los teóricos que enarbolan la bandera de la Teoría Monetaria Moderna (TMM), sobre todo Stephanie Kelton, quien asesora al ala izquierda de dicho partido, activó la discusión, abriendo la puerta al debate del déficit entre los países en vías de desarrollo.

Si para poder gastar el Estado necesita recaudar, ¿cómo hicieron los estados durante la pandemia? Según estudios preliminares del Banco Mundial, Argentina alcanzó niveles similares de ayuda a los países desarrollados, ya que las empresas accedieron en un 40 a 45% de algún tipo de asistencia estatal. De acuerdo con el estudioque se lleva a cabo en unos 50 paísesen las naciones más pobres el nivel de ayuda llegó a apenas el 10% de las empresas, mientras que en las desarrolladas llegó a entre el 50% y el 60% de las compañías.

La magnitud de la ayuda por la pandemia es considerable. Con posterioridad al decreto N° 297/20, que estableció el aislamiento social, preventivo y obligatorio, sin mediar ninguna previsión financiera, y con solo dos políticas, Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), se gastaron casi U$S 7.000 millones, que incluían a casi 9 millones de personas y más de 270 mil empresas. En política alimentaria estaban presupuestados U$S 366 millones y en cuatro meses se gastaron U$S 1.872 millones, más de cinco veces lo programado.

Entre decreto y decreto, solamente en el trimestre abril-junio, se incrementó el déficit primario en U$S 14.400 millones, según la ejecución presupuestaria 2020, con una proyección de U$S 17.000 millones, con un dólar promedio de 70.30. Lo que presentan los números es que los ingresos totales alcanzaban a duras penas a cubrir entre el 54% y 61% del gasto en esos meses, el resto, más del 40%, fue afrontado con emisión. La inflación acumulada en ese periodo, enero a junio del 2020, llegó a 12.8%, mientras que en 2019, con emisión cero, en el mismo periodo (enero a junio), la inflación alcanzó el 20.6%.

Dos temas salen a la luz entonces, el primero es que el financiamiento del gasto parecería formar parte del fraude inocente; al menos aquí queda claro que no es necesario, es solo un mito. Por lo tanto, los desmanes que produce, según la visión ortodoxa, que considera la emisión monetaria como equivalente a “tirar dinero desde un helicóptero”, es un disparate, como sus polémicas consecuencias.

Primero, dejemos establecido por el ex-presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, la irrealidad de tener que ingresar impuestos para gastar, como lo sostiene en una entrevista en 60 minutos:

Scott Pelley: ¿Es dinero de los impuestos lo que la Fed está gastando?

Bernanke: No es dinero de impuestos. Los bancos tienen cuentas con la Fed, de la misma manera que usted tiene una cuenta en un banco comercial. Por lo tanto, al prestarle a un banco, simplemente usamos la computadora para marcar el saldo disponible que tienen en la Reserva Federal.

El primer punto saldado: no gastamos lo que recaudamos, solo hacemos asientos contables. Y aquí hay una interesante idea de la Teoría Monetaria Moderna, que para que se puedan ingresar impuestos, primero hay que gastar, por lo que el déficit fiscal no le debería interesar a nadie. Veamos.

La idea es la siguiente: creamos una moneda familiar, “El clan”, de manera que le pagamos con ella a los hijos para que realicen alguna tarea del hogar. Para poder salir los fines de semana tendrán que pagar un impuesto familiar de 5 clanes. Ahora, si no los contratamos con anterioridad, no podrán pagar el impuesto porque nadie tiene “clanes”, solo los padres, que son sus creadores, así que emitimos “clanes” para pactar sus servicios. Sacar la basura 5 clanes, cortar el césped 10 clanes, etc. y los contratamos para algún servicio.

La lógica de este juego es que nadie puede realizar pagos si no emitimos la moneda con anterioridad. De hecho, la moneda lo único que fija es el valor de la deuda (el tributo de 5 clanes), no hay que imprimir monedas porque se sabe el crédito que tiene, se procede igual que el banco, acreditando o debitando de una planilla los clanes que tengan. La moneda siempre será aceptada, como las moneda de los estados, que son admitidas para saldar deudas, no existe la insolvencia, menos el default. Se complica un poco cuando tengamos que canjearles clanes x pesos, dólares o le que sea que gasten en la calle.

En su documento Nº 104, el Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (CIEPP) realiza un juego interesante de emisión que nos servirá para nuestros fines. Se describe el funcionamiento de la Reserva Federal, aceptable como concepto. Supongamos que el Estado contrata un nuevo agente, por lo que el Banco Central debita de la cuenta del Tesoro 100 dólares para afrontar su sueldo. Con el incremento de Reserva del Banco Central de +100, se lo deposita al Banco Comercial que pagará al agente, así queda saldado el Banco Central y el Banco Comercial con este nuevo gasto (véase  esquema).

La idea es que el gobierno está haciendo política fiscal y, con ella, aumenta las reservas emitiendo. Cuando cobra un impuesto, por ejemplo, destruye las reservas, o sea, el cobro de impuestos es una destrucción de reservas. Si hay emisión monetaria aumentan las reservas, los bancos comerciales tienen más reservas de las que necesitan, quieren prestarlas para ganar interés, como sobreoferta de reservas el interés se mantiene bajo, así la FED mantiene la tasa de interés cerca de cero. En Argentina, el excedente no se presta, queda en letras que pagan interés a los bancos. No se amplía el crédito, por lo que una parte del déficit cuasifiscal del Banco Central es el superávit de U$S 15.000 millones del sistema financiero.

La idea de la TMM y su mirada es realmente interesante, sobre todo, porque no le da importancia al déficit, sino a tratar de reanimar la economía, que, como vimos en otros escritos, ante cada crisis, su reanimación es cada vez más lenta y compleja. Los americanos quieren poner más dinero en el bolsillo de la gente para activar la demanda efectiva, mientras que en Argentina los tomadores de decisiones imaginan que ponerle dinero a la gente en sus bolsillos implica que se vaya al dólar, dos visiones conceptualmente opuestas. Ahora, cuidar los niveles del déficit con los niveles de pobreza e indigencia existentes es una misteriosa mirada económica.

Así son las deformaciones de relatos económicos. Queremos cuidar que el déficit no aumente, ¿podríamos saber para qué? Formaremos parte del fraude inocente.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2021/06/27/la-leyenda-del-deficit/