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Vista desde el Movimiento de Izquierda Revolucionaria

La lucha armada de los sesenta

Fuentes: Rebelión

Consideración teórica general. La historia, como movimiento de la especie humana en el tiempo y el espacio, es un fenómeno socio/cultural sumamente complejo (podría decirse más bien hipercomplejo) y parece evolucionar a saltos, tal como lo hace la materia del universo y como se mueve en general la relación masa/energía a escala infinita y en […]


Consideración teórica general.

La historia, como movimiento de la especie humana en el tiempo y el espacio, es un fenómeno socio/cultural sumamente complejo (podría decirse más bien hipercomplejo) y parece evolucionar a saltos, tal como lo hace la materia del universo y como se mueve en general la relación masa/energía a escala infinita y en el tiempo universal. Siendo la sociedad humana el más complejo de los sistemas que podamos imaginar, es dable pensar que su desarrollo no es lineal sino más bien históricamente hipercomplejo y que por consiguiente es normal que los acontecimientos (que son polvo según Braudel) marquen los procesos humanos para que aparezcan como fuegos, como grandes incendios, que intensamente bañan la historia para luego amenguar hacia un devenir simple, una especie de equilibrio social donde las tendencias conservadoras vuelven a dominar. Pero no es exactamente así.

Esa especie de equilibrio social dominado por las tendencias conservadoras a las que se refiere José Luis, lo entiendo como un conjunto de períodos largos a escala individual, en los que la inercia acomodaticia prevalece en la estructura social a través del tejido cultural, en el que se privilegia a las clases dominantes en el ejercicio de su dominio, dominio éste que las clases dominadas interpretan en su ideario, como un cuerpo de valores éticos y estéticos, afianzados en una verdad que históricamente emana y al mismo tiempo nutre la lógica del sentido común colectivo. Son procesos de racionalización, en los que el sentido común se comporta a imagen y semejanza de las capas de cemento que estabilizan y petrifican las estructuras civiles, estabilizando y petrificando las paredes de las instituciones sociales. Son largos períodos de acumulación de los desequilibrios, los mismos que han de florecer en los momentos revolucionarios.

Si volvemos la vista atrás para recordar acontecimientos importantes de la historia que nos han contado y nos fijamos en la Revolución Francesa, por ejemplo, vemos que hubo profundas transformaciones en un intervalo de tiempo relativamente corto, de unos cien años, y más bien podríamos comprenderla viéndola como un acontecimiento del sistema mundo, que como un accidente en el proceso histórico. Veamos parcialmente lo acaecido en esos cien años:

La revolución parlamentaria inglesa de 1680/1690, la guerra entre la Inglaterra anglicana y la Francia católica, la rebelión de los colonos ingleses contra Inglaterra que en 1756 dio lugar a la primera república presidencialista, la guerra perenne entre los europeos y los musulmanes, la expansión marítima/colonial de Inglaterra, y los otros imperios, el conflicto entre los movimientos científicos/culturales denominados la ilustración y el racionalismo, etc. Sobre esa inmensa cantidad de procesos se montó, entre 1789 y 1799 lo que normalmente conocemos como Revolución Francesa y que percibimos por su lema libertad, igualdad y fraternidad y los motores del cambio permanente y el progreso. Nos han enseñado a verla como un rayo que iluminó a la especie durante 10 años y después se diluyó en la sensatez, quedando, para contento de los de arriba el Código Napoleónico, madre de los códigos civiles republicanos, y los conceptos del cambio perenne y del desarrollo como normalidad de vida. Fue como un destello que conmovió el emocionar del mundo para siempre. Quedó en el imaginario colectivo como un hecho inesperado y explosivo, como un tumulto caótico e inesperado que llevó al poder a unos terroristas como los jacobinos, que necesitaron después a Termidor y Napoleón para aplacarlos y para que las aguas volvieran a su cauce, reiniciándose entonces el permanente desarrollo: incesante y criminal desarrollo capitalista, causa final de ese y otros estallidos.

Comenta el célebre latinoamericanista inglés John Lynch, en su trabajo Las Revoluciones hispanamericanas, que » Las revoluciones por la Independencia en Hispanoamerica fueron repentinas, violentas y universales » 1 , y tiene razón desde su punto de vista, pues el proceso tardó 16 años en librarnos del dominio español y fue sumamente violento, sobre todo en lo que respecta a Venezuela, fortín del ejército libertador, que quedó desvastada por la guerra. No así el resto del territorio libertado, donde si bien es cierto que hubo guerra y batallas, ellas descansaron sobre el ejército de la Gran Colombia, que soportó el proyecto de Miranda y el Libertador para América, proceso que vivió mientras Bolivar y su ejercito venezolano pudieron sostenerlo. Este es otro ejemplo del destello de los hitos históricos, pues se olvidan trescientos años de colonialismo genocida, donde casi se aculturó a toda la red humana que se formó de manera autónoma e independiente durante unos 12.000 años y que había marcado un camino distinto al que ha tomado la especie bajo la éjida del eurocentrismo; algo peor no puede suceder ni ha pasado. Se olvida que España y Europa emergieron como fuerzas importantes en el orden mundial para ese entonces existente, orden éste que por cierto tenía como nucleo fundamental a China e India con sus relaciones y comercio asiático, y que fue roto a raíz del inhumano saqueo que hicieron integralmete de nuestras riquezas americanas, sobre todo del oro y la plata, y de la explotación que hicieron de los aborígenes y negros esclavizados. Fue la plata americana y su cultura depredadora y asesina, lo que hizo a Europa una potencia mundial ; no su trabajo y talento , ni mucho menos su fraternidad. Se olvidan que entre los siglos XVI y XIX el Caribe fue la frontera con el Nuevo Mundo donde se enfrentaron los imperios europeos, y que fue allí donde se anidaron con más fuerza los conflictos antagónicos entre esos imperios y los de abajo , caso de Haiti, la más rica colonia del continente y donde ¡Oh sorpresa! Cuando la Convención Jacobina abolió la esclavitud, se estimuló el levantamiento de los esclavos que ocasionaron la primera derrota militar a los ejércitos de Napoleón y la proclamación de la primera república sin esclavos y oprimidos. Esta revolución a la vez estimuló la revolución cultural moderna en el Sistema Mundo (1848). Fue un pais caribeño, Venezuela, con su carga histórica ance s tral, la que se echó sobre los hombros la tarea no solo de liberar la América, sino de crear una gran potencia, Colombia la grande, que brillara más por su virtud y ejemplo que por su fuerza en el concierto de las naciones.

Estas referencias a hechos harto conocidos de la historia, las hacemos para sustentar la tesis de que la Rebelión de los Sesenta fue un momento histórico similar a los señalados, que prendió como una llama, iluminó la historia durante un breve tiempo para luego sumergirse en la calma sistémica bajo el dominio de las estructuras conservadoras. Pero ¿qué fue y significó realmente esta proeza y quiénes la conformaron? Y también, ¿para bien o para mal, quiénes la dirigieron? Vamos a narrar, desde nuestra subjetividad, parte de esa historia., la que vivimos y conocimos.

La lucha armada de los sesenta.

El Sistema Mundo experimentó grandes trasformaciones durante la década de los 50 del siglo pasado y antes de ella, pasando nada menos que por la segunda guerra mundial, donde por primera vez en la historia moderna un país, que no se declaraba y no era capitalista, derrotó al gran ejército alemán en el frente este, hacia donde los occidentales habían logrado empujar la guerra para que consumiera a los nazis y a los comunistas para así lograr reinar sobre dos potencias extenuadas. Pero no fue así, porque la URSS emergió muy golpeada pero poderosa y sobre todo anunciando un nuevo mundo, el fin de la explotación del hombre por el hombre y unas nuevas relaciones interestatales, basadas en la no explotación imperial, se estableció el mundo bipolar URSS/USA con sus zonas de influencia convenidas y respetadas, pero que no podían, como en efecto no pudieron, contener la fuerza de los movimientos socio/culturales que impulsaban los de abajo desde tiempos ancestrales, y así se sucedieron la revolución China como quiebre entre un movimiento de liberación nacional y uno antisistema (el anticapitalista pro-socialista), el auge de la descolonización armada en respuesta a la acción de los viejos países coloniales (Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda) por reimponer su dominio sobre las colonias que habían luchado y ayudado sustancialmente a derrotar al eje Alemania/Japón/Francia/España, caso de India, Indochina, Argel y casi todos los países que fueron colonia directas y colonias indirectas, caso, por cierto, de América del Sur y el Caribe, pero, sobre todo, de Venezuela y Cuba donde se trató el orden estadounidense, como mentiroso e inclemente.

En la resiembra de Argimiro Gabaldón en el Panteón Nacional, quien fue militante del MIR, el Presidente Nicolás Maduro se refirió a la generación de los años 60 como la generación de oro de la política venezolana, en clara alusión a ese grupo de mujeres y hombres que fuimos a la lucha por la construcción de espacios de dignidad tanto en Venezuela como en todo el Mundo, como solo los idealistas pueden hacerlo. Y efectivamente así ocurrió. No fuimos ni somos políticos profesionales, no compartimos la postura de Jóvito Villalba de «yo y mi partido» o su «principio de la economía del voto» que traducidos al lenguaje político significan, en primer lugar, que uso al partido para alcanzar mis fines o los de mi grupo, y en segundo término, que el pueblo es una masa de logreros que venden su voto por un regalo o un pedazo de pan. Nosotros, en general, no abrazamos ninguna de esas posiciones, luchamos por nuestra dignidad y por la dignidad de los otros, y por eso, ante el tema de la pobreza, bien sea material o espiritual, que persiste a lo largo de la historia, creemos que la solución no está en el dar sino mas bien en el dar/recibir, en contraer una nueva relación estructural entre los miembros de la socio/cultura que nos convierta a todos en útiles, en seres que recibimos y damos de acuerdo a nuestras vivencias y circunstancias.

Hoy en día la política da terror, sobre todo la que practica la derecha representada en la MUD, donde sus dirigentes emergen de la publicidad, de los llamados medios, que realmente son sembradores de los peores sentimientos y las emociones más perversas en los seres humanos: son personas que solo despliegan actitudes y posiciones negativas: reniegan de la soberanía de su patria y la de sus hijos. Y nos preguntamos ¿es Venezuela realmente su patria o tienen doble nacionalidad, ellos o sus hijos? ¿Sembraron el concepto de patria en su familia? Creemos que no, y como lo plantea Luis Britto, este es uno de los grandes temas, si no el mayor, que deberá enfrentar la Constituyente. Otra gran pregunta, ¿pueden muchos «empresarios″, justificar sus bienes y fortuna? ¿Pueden hacer lo mismo con sus propiedades? ¿Qué tradición legal tienen esos bienes? ¿Cuánto es la plusvalía dada por el binomio Estado/sociedad, con las externalidades que valoraron sus tierras e inmuebles? Esa plusvalía que no brota del buen ejercicio de su negocio ¿Es de ellos? O es un bien social, que de alguna manera debe volver a su verdadero dueño. ¿Y quién es el dueño? Nadie podría negar que la multitud, el pueblo es el dueño de los bienes comunes: el aire, la tierra, las aguas, los minerales, etc., en fin, el pueblo es dueño de todo lo creado y lo manejará mediante organizaciones colectivas que emergen de su seno.

Yendo a nuestra experiencia, nos adscribimos al MIR en 1959 siendo estudiante del 5º año de ingeniería y profesor del Liceo Libertador, en calidad de miembro fundador y Director de Cultura del CES del naciente MIR en Mérida. Allí comenzamos una militancia que nos llevó a varios lugares del país y que recaló en el Distrito 12 que dirigía al Partido en el Dto. Federal y el Edo. Miranda con el cargo de Secretario de Organización y Cultura. El Dto. 12 manejaba el accionar del partido en su territorio y daba apoyo logístico y de base al frente guerrillero El Bachiller y publicaba la revista Negro y Rojo, de la cual se hicieron entre los años 63-65 doce números de circulación nacional.

En 1959 no éramos marxistas, aunque sí sus simpatizantes debido a la prédica y la práctica de los comunistas, que conllevaba la influencia del significado progresista y humanista de la URSS, pero, por sobre todo, el impacto de la lectura del «Manifiesto Comunista» de Marx y Engels que nos convenció más que la literatura escasa y complicada de los comunistas. Nos hicimos marxistas por ese impacto en nuestro imaginario, que, a su vez, generó el nacimiento de un compromiso con la revolución por la dignidad de los seres humanos, compromiso que nos acompaña hasta el presente y con el cual moriremos. En ese sentido parodiamos y corregimos al gran Saramago quien decía ser genéticamente comunista, nosotros somos culturalmente comunistas y por ello inmunes a las prácticas muchas veces perversas de la política y de los políticos. La Revolución Cubana y su liderazgo se convirtieron en nuestra guía inspiradora. Más nos motivaba oír clandestinamente radio habana cuba, que cualquier declaración emanada de la dirección nacional del MIR. Los dirigidos íbamos tras los dirigentes enclaustrados en la UCV, más que ellos a nosotros en la práctica del fragor político.

El proceso que vivió el MIR fue trágico2, como hoy lo puede ver y constatar cualquier analista serio. Se sumó a la lucha una inmensa cantidad de personas de todos los estratos sociales, sobre todo jóvenes estudiantes pobres y de clase media, más un conjunto inmenso de venezolanos provenientes de las zonas cada vez más empobrecidas, tanto del campo como de la ciudad, pero la mayoría de los dirigentes, incluyendo a los de la juventud, venían de Acción Democrática y traían consigo el germen del autoritarismo y del desdén hacia la real democracia interna y el respeto a los dirigidos. El virus del «yo y mi partido» causó estragos y el movimiento revolucionario no tuvo la dirección política que las circunstancias exigían. La trágica consecuencia fue que fuimos compelidos a conformar un piélago de agrupaciones sin organicidad ni dirección política/organizativa, condenándonos a funcionar como un mar de grupos anarquizados, de pequeños conjuntos con el mismo objetivo existencial y estratégico, pero sin cohesión para funcionar con probabilidades de éxito, sobre todo por no tener un programa político que se compadeciera con la realidad que queríamos cambiar. Por eso no cuajó como instrumento de la Revolución, sino que más bien la impidió. Hoy basta ver dónde está cada quien y qué hizo con su vida para comprender la tremenda separación entre la cultura que dice o cree tener y la practica real, y las condiciones caracterológicas que se necesitan para liderar un movimiento revolucionario. Hubo un choque entre dos grandes narrativas, la revolucionaria, matríztica basada en la solidaridad y en el respeto al otro, considerado básicamente como un igual, por una parte, y por la otra la patriarcal, concentradora y jerárquica, que es antirrevolucionaria, pues se basa en la opresión del otro al creerlo como un otro diferente y por ende utilizable o temible.

No voy a narrar mi versión de la historia del MIR hasta el año 1968 cuando me separé de la organización y de toda militancia política, habrá otra oportunidad y seguramente otros lo harán mejor que yo. Lo que quiero resaltar es que como dijo Maduro fue una generación de oro por revolucionaria y honesta, para corroborar este aserto basta vernos a la cara unos a otros. Podemos hacerlo sin rubor.

Luchamos por nuestra dignidad y por la dignidad de los otros, dice José Luis, porque en efecto, un conjunto de valores como los que prevalecieron a nivel global en la llamada generación de los años sesenta, si se institucionalizasen y se ejerciera peso real en la correlación de fuerzas sobre los factores de poder, nuestra especie no solo tomaría en sus manos una existencia digna en su devenir histórico, sino a la vez, ejercería un manejo racional de su entorno ecológico del cual es parte integral. El edén bíblico del que supuestamente fueron expulsados nuestros progenitores originarios, retornaría a nuestras manos, pues en el entorno ecológico se encuentran todos los frutos y especies vivas de los diferentes reinos, por decirlo así, y donde hay vida hay procesos bio-energéticos disponibles para el desarrollo y ampliación del conocimiento al servicio de la humanidad, y no para que un sector minoritario lo deprede en nombre del «desarrollo» y en función de sus negocios con la salud y la alimentación de la población. Desarrollaríamos nuestra calidad de vida por encima del crecimiento económico, y no a la inversa como sucede en el sistema-mundo capitalista.

La estructura socio-política del sistema-mundo capitalista al que pertenecemos, ha inoculado a través de su cultura globalizada, un pensamiento encapsulado en el «sentido común colectivo», que privilegia el crecimiento económico y los negocios de la clase dominante, con una máscara de «progreso», para exacerbar el individualismo y depredar nuestro planeta de agua, nuestro edén al que hemos llamado tierra.

En términos modernos, podríamos decir que la expulsión del paraíso se encuentra en pleno desarrollo (con el permiso de Walter), y no debido al castigo de ningún dios, sino de una élite del poder que maneja los hilos del intercambio comercial y monetario a escala planetaria. Es tan claro como el agua potable, pero los defensores de intereses externos nos acusan de ver fantasmas en la oscuridad, cuando hablamos de imperialismo y de poder global.

La racionalización del pensamiento, no solo es utilizada por el hombre para justificar sus propios errores, sino que es utilizada también por una élite, para inducir a los de abajo a escoger caminos que los conducen hacia la negación de nuestra condición humana. Para ello utilizan modernos medios de comunicación masiva, a través de los cuales se ejerce una penetración cultural envuelta en paqueticos de «sentido común». ¡Eso ya no se está usando papá! Así se expresan muchos jóvenes sin percibir que a través de los usos y costumbres importados, se privilegia a quienes nos dominan y se niega nuestra identidad. Se sustituye lo profundo y complejo, por lo rápido y fácil, se permite a las élites pensar por nosotros. La lucha armada de los sesenta, es hija de una generación de oro, si, por su actitud pensante, rebelde, sensible y estoica, ante la complejidad socio-política de ese momento histórico.

En mi caso, formé parte del MIR o Movimiento de Izquierda Revolucionaria, a partir del año 1961 cuando recién me acababa de graduar de Bachiller. Representé a la Juventud del MIR en el Distrito 12 que dirigía al Partido en el Dto. Federal y Edo. Miranda, a mi regreso de una fuerte persecución desatada en los Valles del Tuy, cuando junto a un grupo de compañeros llenos de sueños revolucionarios, oíamos Radio Habana y las intervenciones de Fidel Castro durante las noches plenas de chinchorros y hamacas, y organizábamos durante el día la toma de tierras por parte de campesinos, en el sector «Mararito» de Ocumare del Tuy. Fue mi responsabilidad la producción de la propaganda, escrita a mano alzada, sobre exténsiles montados en un bastidor o «batea» impregnada de tinta. Nuestra líder era una mujer estudiante de arquitectura conocedora de la historia de la segunda guerra mundial. Muchos no tuvimos tiempo de percatarnos sobre cuáles eran nuestras habilidades personales que nos permitiera integrarnos al desarrollo de alguna profesión, ya que no éramos políticos natos, sino que fuimos arrastrados por el auge revolucionario que flotaba en el ambiente y como lo expresó Fidel, «…porque no es de revolucionarios sentarse en la puerta de la casa para ver pasar el cadáver del imperialismo». No deseo extenderme en detalles, más allá de este panorama descrito brevemente como trazos de un proceso trágico, envuelto en la participación apasionada de sus seguidores y en la actitud fría, arrogante y cómoda de gran parte de sus dirigentes, los mismos que hoy comulgan con el sistema, haciendo el papel de platos de segunda mesa de la derecha y despreciados por la izquierda.

Prefiero mejor, rendir homenaje a tantos personajes perseguidos, torturados y fusilados, mencionando en nombre de ellos el caso poco señalado de RUBÉN LEÓN (Comandante David), hijo de la Sra. Felicia y de Luis León, enterrado vivo en cal en el año 1966 en el Teatro de Operaciones Nro.4 (T.O.4) con sede en CACHIPO, cuya sede inicial fue Maturín, con jurisdicción sobre el oriente del país durante el mandato de Raúl Leoni, cuando tenía aproximadamente unos 35 años de edad. Su único familiar directo que aún vive, es una hermana que ha expresado no tener ánimo de agregar una nueva denuncia a las que ya hiciera su madre, que por lo demás, se encuentran insertadas en el Expediente Negro publicado por José Vicente Rangel en aquellos años.

Ahora quienes actúan como «subversivos» lo hacen con planes terroristas, financiados por el imperio y promocionados por los medios de comunicación interna e internacional, y aunque nos acusan de dictadores, somos nosotros quienes no podemos expresar libremente nuestra opinión, porque ante cualquier expresión o rasgo racista que para ellos nos identifique con la dictadura, nos queman vivos en nombre de la libertad. Creo, que la juventud que comulga con este suigéneris movimiento fascista, como tantos jóvenes de las universidades autónomas, representan lo que en términos metafóricos podría expresarse como lo contrario de la generación de oro de los años 60, son «jóvenes opacos de los años 06«.

Aunque la amalgama de pensamientos dentro del cuerpo social puede ser individualmente lineal, el comportamiento socio-político en su conjunto es complejo, y su interpretación objetiva debe realizarse tanto en el terreno de opositores como en el campo revolucionario, con las herramientas teóricas del pensamiento complejo.

Si bien comulgo con la visión científica sobre la híper-potencialidad del cerebro humano, con el que cada dueño de semejante herramienta genera la forma más sublime del proceso evolutivo como lo es el pensamiento mismo, también es cierto que cada quien coloca al volante de ese pensamiento a su conciencia de clase, la cual se ha formado en el crisol de las redes culturales, proceso éste del que prefiero ahora expresar tan solo un ejemplo en términos también metafóricos, al hacer un símil entre la actitud de algunos jóvenes que se pavonean al volante de vehículos de alta gama, con la de estos jóvenes identificados con el fascismo, cuando manejan su cerebro en función de la irracionalidad e intereses de las clases dominantes, pavoneándose como si pertenecieran a una clase social que los utiliza y que es ajena a ellos mismos. Sub-utilizan el recurso del pensamiento, porque permiten que otros piensen por ellos. Los revolucionarios de los años 60 y de cualquier época, se han caracterizado no solo por su sensibilidad ante los desequilibrios sociales, sino por el buen uso del pensamiento, no han acostumbrado cazar moscas y menos aún seguirlas, parafraseando al Comandante Chávez.

1 Jhon Lynch. Las Revoluciones hispanoamericanas 1808-1826. Ediciones Ariel 2008, pág. 9.

2 En carta a su yerno Lafargue Marx le indicó que cuando una dirigencia se pone al frente de una clase social cuyos objetivos fueron superados por la historia, esos directivos -caso de Thomas Münzer y las guerras campesinas- se enfrentan inexorablemente a la tragedia histórica. Lo mismo ocurrió en la Venezuela de los 60 pero al revés, pues los de abajo tenían el futuro con ellos, pero la dirigencia estaba anclada en percepciones históricamente superadas y falló: no dirigió la revolución, la negoció. Nos tocó vivir la tragedia histórica a partir de 1965.