La lucha feminista en Venezuela, después de décadas de dictaduras y democracia formal, se vuelca en la consecución de los derechos postergados. La lucha de las mujeres de Venezuela no siempre se enmarcó en la perspectiva de género, de hecho es más antigua que la emergencia del género como perspectiva teórica o categoría de análisis. […]
La lucha feminista en Venezuela, después de décadas de dictaduras y democracia formal, se vuelca en la consecución de los derechos postergados.
La lucha de las mujeres de Venezuela no siempre se enmarcó en la perspectiva de género, de hecho es más antigua que la emergencia del género como perspectiva teórica o categoría de análisis. Esta lucha estuvo permeada, eso sí, como en muchos de los países de la región, por los regímenes dictatoriales y la lucha por la conquista de la democracia, en nuestro caso, en principio ‘representativa’ y actualmente ‘protagónica y participativa’, con la llegada de Chávez al poder en 1999. Con la dictadura de Juan Vicente Gómez así como con la de Pérez Jiménez, buena parte de la lucha de las mujeres, algunas clandestinas y otras disfrazadas bajo asociaciones culturales, se dirigía hacia el apoyo de los presos y desaparecidos políticos.
La lucha por nuestros derechos propiamente como mujeres tiene un hito histórico en nuestro país con la conquista del derecho al voto en igualdad de condiciones con los hombres en el año 1947. El paso de la democracia ‘representativa’ a una ‘protagónica y participativa’ ha traído consigo la apertura de una serie de luchas que quedan reflejadas en la participación protagónica de las mujeres en el proceso constituyente de 1998 y que se encarnan legalmente en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, donde buena parte de sus conquistas toman un carácter legal como lo es el hecho de que contenga un lenguaje no sexista, se reconozca el trabajo del hogar como actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza (Art. 88), el derecho a decidir libre y responsablemente el número de hijos e hijas que se deseen concebir (Art.76) y el artículo 21, en el cual no se permite la discriminación de ningún tipo (sea de raza, sexo o credo, entre otras). Esto en el terreno de las conquistas legales, sumado a la aparición de un Instituto Nacional de la Mujer que surge en el año 1999, producto del decreto de una Ley de Igualdad de Oportunidades de las mujeres, así como a la participación cada vez mayor y notoria de las mujeres en las distintas misiones del actual Gobierno (Misión Sucre, Ribas, Barrio Adentro, Negra Hipólita y la más reciente Madres del Barrio), en las cuales si bien aún no se evidencia una lucha directa por la liberación de las mujeres o desde una perspectiva de género, al menos se inscribe en una serie de políticas de discriminación positiva hacia las mujeres, en el marco del pago de la deuda social de los anteriores gobiernos. Por otro lado, la lucha de las mujeres también está transversalizada por el componente de clases que se evidencia en los distintos lugares que ocupan las mujeres y los diversos intereses de la lucha: sean estas mujeres de base, que luchan por superarse sin plantearse si son feministas o no, las feministas profesionales académicas que han dado un gran aporte en los cambios legales y las profesionales encargadas de las organizaciones que brindan atención a las mujeres sobrevivientes de violencia; así como las luchadoras populares de partidos socialistas y comunistas que empuñando su lucha contra el partido se abrieron a la necesidad de ponerle rostro, voz y cuerpo de mujer a los procesos de cambio. Mujeres todas valiosas y necesarias. Que en épocas de polarización política han tratado de caminar juntas hasta donde ha sido posible para crear su propia agenda de lucha en pro de los derechos de las mujeres. En Venezuela, más que un movimiento de mujeres con un cuerpo orgánico lo que existe es un grupo de mujeres en movimiento que se unen para luchar por conquistas puntuales, generalmente legales, en el terreno de una suerte de feminismo de la igualdad más que de la diferencia.
Jessie Blanco, directora de la revista para el debate feminista Matea