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La macroeconomía paradójica: «los de arriba» y «los de abajo»

Fuentes: Canarias-semanal.org

  De acuerdo con los vaticinios que formulan los tecnócratas «expertos» del sistema, tanto los autóctonos como aquellos que están adscritos a la máquina burocrática de la Unión Europea, la economía española ha entrado en una «nueva fase». ¿Significa eso que estamos saliendo de la crisis provocada por la dinámica inevitable del desarrollo capitalista, y […]

 

De acuerdo con los vaticinios que formulan los tecnócratas «expertos» del sistema, tanto los autóctonos como aquellos que están adscritos a la máquina burocrática de la Unión Europea, la economía española ha entrado en una «nueva fase». ¿Significa eso que estamos saliendo de la crisis provocada por la dinámica inevitable del desarrollo capitalista, y cuyo detonante fueron las operaciones financieras fraudulentas de los bancos? O planteado de otro modo: ¿se iniciará a partir de ahora un proceso de recuperación económica en la vida de los asalariados españoles? La verdad es que no sucederá ni lo uno, ni lo otro. Toda argumentación que trate de expresar lo contrario es pura propaganda partidaria, orientada no sólo a ocultar las razones de la crisis, sino también las oscuras perspectivas que se avecinan tanto para los asalariados, los parados y los pensionistas españoles, como para las clases medias; es decir, para los pequeños empresarios, los pequeños comerciantes, los universitarios titulados, etcétera.

LA BATALLA DECISIVA CONTRA LOS SALARIOS

Este pronóstico no es el resultado de la elucubración delirante emitida por los que la derecha denomina los «agoreros del desastre». Son los diagnósticos que realizan la propia Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los expertos de la Banca Morgan – el JP Morgan Chase Bank-, símbolo estadounidense del poder financiero. Todos ellos coinciden en sus predicciones en torno a cuál va a ser el ritmo de crecimiento de la economía española. Estas dos entidades, cuyos análisis parten naturalmente de visiones ideológicas capitalistas muy concretas, que responden a los intereses transnacionales que representan, mantienen que para que a medio plazo nuestras colosales cifras de paro puedan irse reduciendo, el actual gobierno y los sucesivos necesitarían implementar en el mercado laboral una serie de medidas «imprescindibles». En primer lugar, poner en marcha una nueva reforma laboral, que implante un «contrato único», que contemple una baja indemnización por despido. La Comisión Europea, por su parte, propone además que los salarios «sean más sensibles a las condiciones específicas de las empresas y de la economía en general, fundamentalmente suprimiendo las prórrogas legales de los convenios colectivos«. Dicho en román paladino, que desaparezcan los propios convenios colectivos.

Resulta obvio aclarar que de aplicarse las «recomendaciones» de estas instituciones foráneas – y se aplicarán – éstas repercutirán de forma demoledora sobre la economía de todos aquellos españoles que dependen de un salario o han pasado a engrosar las filas del paro.

Y es que tanto la gran burguesía española como la internacional han orientado sus esfuerzos hacia una batalla encarnizada por lograr una reducción salarial que disminuya sensiblemente los costes de producción y centuplique sus beneficios. La confrontación está centrada, pues, en esos objetivos. En la medida en que las clases hegemónicas españolas vayan arrancando conquistas a los asalariados, las denominadas «cifras macroeconómicas» mejorarán, al tiempo que las condiciones laborales y salariales de los trabajadores empeoraran irremisiblemente.

 

EL FUTURO DE «LOS DE ABAJO», SEGÚN «LOS DE ARRIBA»

Pero aun cuando se produjera esa catarsis de renuncias por parte de los asalariados españoles que exige la Unión Europea y el FMI, no se lograría disminuir la cifra de desempleados. De acuerdo con los diagnósticos del Fondo Monetario, solo en el año 2025 el número de parados empezaría a recuperar levemente los niveles que tenía en el 2007.Los economistas del sistema no han dudado en englobar a esta masa de desempleados, entre cinco y seis millones de personas que engrosarán el ejército de parados durante los próximos años, bajo la significativa categoría de «paro estructural». Y ese descomunal «paro estructural» acompañará a la economía española a lo largo de todo el próximo decenio. Se trata de un hecho asumido en las organizaciones económicas internacionales, pero que los políticos y comentaristas españoles de los mass media ocultan deliberadamente.

Resulta sorprendente que todavía existan sectores de la población española que continúen aceptando el reclamo de los «brotes verdes», a pesar de que este señuelo se ha venido utilizado, reiteradamente, durante los últimos ocho años. Desde el punto de vista humano puede resultar comprensible. Sin embargo, en el marco del sistema económico capitalista avivar esa esperanza equivale a alimentar una utopía. Por eso no debe extrañar que el discurso oficial – tanto el social-liberal como el conservador – haya tratado y continúe tratando de enmarañar con una fraseología críptica el horizonte real que tienen ante sí los que todavía perciben un salario y aquellos otros que ya han perdido hasta sus prestaciones sociales.

 

LOS AUTÉNTICOS INDICADORES PARA «LOS DE ABAJO»

Los índices de crecimiento y los indicadores económicos, en definitiva, están reflejando exclusivamente como les va «a los de arriba». Esa es una de las razones por las que las empresas del Ibex 35 celebran alborozadas que sus beneficios hayan experimentado un crecimiento del 13% entre enero y septiembre del 2013. Igualmente, resulta comprensible que el banquero Emilio Botín declarara con júbilo que «estamos viviendo un momento fantástico para España, porque está llegando dinero de todas partes». Es obvio que el banquero multimillonario confunde interesadamente el concepto «España» con sus propios intereses. La visión daltónica de las empresas del Ibex 35 y del Banco Santander acerca de la situación económica y de sus perspectivas es proyectada posteriormente a través de sus propios medios de comunicación, con la intención de que el conjunto de la sociedad haga suyo el optimismo que solo a ellos les corresponde.

 

Los verdaderos indicadores para «los de abajo» hay que buscarlos no sólo en cómo les va en su vida cotidiana, sino también en las perspectivas que se dibujan para ellos en el horizonte de los próximos años. Y ahí sí que no hay lugar posible para el engaño ni para la ilusión.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.