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La mala sombra de Dijsselbloem es alargada

Fuentes: Rebelión

El presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem ha hecho unas declaraciones en el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung en las que señala que cree en la solidaridad y considera que quien la solicite tiene obligaciones. «Yo no puedo gastarme todo mi dinero en copas y mujeres y pedir luego que se me ayude«. Independientemente […]

El presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem ha hecho unas declaraciones en el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung en las que señala que cree en la solidaridad y considera que quien la solicite tiene obligaciones. «Yo no puedo gastarme todo mi dinero en copas y mujeres y pedir luego que se me ayude«. Independientemente que sean desafortunadas y que le retratan queremos resaltar el lado no explícito del pensamiento de este irresponsable económico.

Aunque primero, por una mínima coherencia, hay que aceptar parte de la crítica.

La estructura económica española y la de otros países europeos es débil. Eso se puede medir en el permanente déficit comercial y en el tradicional déficit de la balanza de pagos. El tejido productivo está confeccionado por un mar de microempresas, rala investigación y grandes empresas de capital nacional. También ha habido concursos leoninos firmados por el Estado y que albergaban la desaparición de riesgos para el sector privado, sean las radiales madrileñas u otras vías que al final pagamos el conjunto de los españoles. Todo ello, no olvidamos, ha incrementado las facturas y deuda pública que tardaremos en pagar y que impiden otras inversiones más útiles.

A esto se le añade una cultura arraigada del 3 % de astillas o mordidas en alguna administración, un continuum de prácticas de delincuencia organizada para sisar recursos públicos que han ocasionado onerosas obras inútiles. Y aquí ha habido, como elemento necesario, el uso de paraísos fiscales.

Por otro lado ha habido una mala construcción del euro. Porque una cosa es la voluntad política de tener una moneda común, el euro, acordar unos criterios mínimos para fijar una paridad especifica con las monedas nacionales y así hacer la conversión, y otra es el engaño deliberado de las cuentas para llegar a esos rubros que simulaban una situación económica diferente a la real. El Gobierno griego desde el 2002 y durante muchos años lo hizo. Falsificó las cuentas. Pero lo pudo hacer porque contó necesariamente con Goldman Sachs. Poco ha hecho la Unión Europea con esos delincuentes mafiosos. Pero que ahora pagamos todos y, por supuesto, la ciudadanía griega.

La especulación, sí, pero también esa mala construcción del euro, sin instrumentos federales para compensar shock asimétricos y carencias de políticas fiscales comunes ocasionó una crisis tras el hecho de que bancos de países deficitarios pidieran créditos a bancos de países excedentarios, afectando posteriormente a los ciudadanos. Poco ha hecho la Unión Europea para repartir los costes de errores del deudor y del acreedor y faltan por resolver las carencias instrumentales.

Pero hay más. La construcción del euro y sobre todo los Tratados de la Unión pero ya antes de uno y otros ya estaban en pleno furor las prácticas de minimización de la factura fiscal, planificación fiscal agresiva las llamaban eufemísticamente, por parte de las multinacionales, donde con los precios de transferencia (los precios que unas filiales ponen a sus componentes que son compradas obligatoriamente por otras filiales, basculando el beneficio de unas a otras hacia las que tienen una fiscalidad más pequeña) o los cargos que hace la matriz a las filiales por variadas excusas, se consiguen eludir impuestos. Y sobre esto la Unión Europea, el FMI, la OCDE han estado mirando para otro lado durante todos estos años.

Los intentos de corregir la elusión fiscal han sido un fracaso. Por el contrario se ha forjado una industria de abogados y expertos fiscales. Tanto para las empresas, como para los accionistas y personas con dineros.

Aquí entran nuevamente los paraísos fiscales, las opacas soberanías que ocultan a los propietarios finales y que, además, no gravan impuestos. El día 3 de abril es el aniversario de la fecha en que un consorcio de investigación periodística levantó el secreto sólo de un despacho de los que se ocultaban tras la constitución de sociedades pantalla en Panamá.

Esas revelaciones no han hecho más que resaltar que toda la multiplicación de los tratados de doble imposición (para formalmente no pagar dos veces por los mismos ingresos) complican pero no evitan los acuerdos específicos para no pagar ni allí ni acá.

No es casual que Fiat y Chrysler se fusionen y pongan la sede legal en los Países Bajos y su sede fiscal en el Reino Unido. Apple ha tenido un acuerdo en Irlanda que ha provocado que la Comisaria de Competencia de la UE presente un contencioso por eludir pagar impuestos en toda Europa. 13.000 millones de euros es la cifra calculada y que los estados pueden reclamar la potencial deuda tributaria. Desconocemos lo que ha hecho Montoro para recuperar la parte alícuota de beneficios por las ventas en España. Pero, desde luego, Dijsselbloem no ha sido de los que han hecho su carrera política por la justicia fiscal.

A Dijsselbloem no se le conocen muchos esfuerzos para evitar el ‘sándwich holandés’, tras el doble irlandés, que a su vez, exige registrar una empresa en un paraíso fiscal para localizar la detentadora de propiedad intelectual y royalties y dejar de pagar impuestos aquí y allá.

Volviendo a los comentarios de Dijsselbloem, sin restar los errores propios y la corrupción y la ignorancia disimulada, sería muy solidario y más constructivo, para que cada uno pague en proporción a sus beneficios o ventas, que ayude a poner fin a la termita holandesa y los acuerdos irlandeses y otros que impiden aumentar los ingresos de todos estados, incluido el suyo, y que recrimine normativamente más a las empresas e ingeniería fiscal que realizan la evasión y elusión fiscal. Para que todos paguen y los accionistas también contribuyan al bien común en todas partes.

Santiago González Vallejo, USO, miembro de la Plataforma por la Justicia Fiscal.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.