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La maniobra «penélope» del capitalismo imperialista y las amenazas de guerra

Fuentes: Rebelión

Cuenta Homero en La Odisea, en la Grecia antigua, que Penélope la reina de Ítaca, esperaba el retorno de su marido Ulises, que volviera de la guerra con Troya, pero como no tenía noticias de él, muchos lo creían muerto. Varios nobles y ambiciosos pretendientes la asediaban, exigiéndole que se decidiera a escoger uno de […]

Cuenta Homero en La Odisea, en la Grecia antigua, que Penélope la reina de Ítaca, esperaba el retorno de su marido Ulises, que volviera de la guerra con Troya, pero como no tenía noticias de él, muchos lo creían muerto. Varios nobles y ambiciosos pretendientes la asediaban, exigiéndole que se decidiera a escoger uno de ellos para casarse. Pero ella no perdía la esperanza del regreso de su marido y ante la insistencia de los hombres, les fijó el plazo que cuando terminara de tejer un manto, escogería su nueva pareja en un concurso de habilidades. A diario se le veía tejer, pero inexplicablemente parecía no avanzar y el tiempo se alargaba. Lo que pasaba era que por las noches, en secreto, Penélope destejía lo que había avanzado en el día, hasta que la descubrieron. Pero Ulises rey de Ítaca reapareció a tiempo.

Estos días de nuevas amenazas de guerra de Estados Unidos contra Corea del Norte, nos tienen preocupados a todos y obviamente más con la crisis financiera englobadora que reventó de nuevo como en los anos treinta, recurriendo al peligroso estatismo capitalista que nos lo hicieron conocer el fascismo europeo de Musolini y Hitler y también los concejos de Keynes a Roosevelt.

Desde que Marx, en su época, desentrañó los secretos de la formación y acumulación del capital, la revolución burguesa, capitalista y liberal, que se desembarazó del feudalismo absolutista a fines del siglo XVIII, parece haber quedado reducida a la contrarrevolución anticomunista. Escapar del fantasma de la revolución socialista y de su utopía y destruirla, reemplazarla con su propia utopía individualista y oportunista y basándose en el fracaso soviético, tratar de convencer al mundo que la historia termina en el capitalismo como decía Fukuyama. El capitalismo, sistema de vida que hay que conservar a toda costa, valiéndose de turnos o alternancia de períodos de «estira y encoje», entre concesiones de progresismo liberal y depresión conservadora. Y si no se convence con la deseducación (la ingeniería de la mentira), hacerlo a la fuerza, desenfundando su entrañable fascismo, tan sufrido por todos nuestros pueblos cada vez que, por la sobreexplotación, alcanzan conciencia liberadora, «amenazante» para el capital imperial.

Pero, por lo mismo, porque, esos multimillonarios que dirigen el capitalismo, se precian de ser los más preparados del mundo, los más «cultos» y refinados y por que tienen el privilegio que les da la concentración de la riqueza, estudian en todas sus universidades y bibliotecas personales a Marx, su enemigo y le temen por que saben, en secreto, que tiene razón, aunque públicamente lo satanicen, precisamente para que lo desconozcan las mayorías de pobres y explotados del mundo, luchan por desarmar su pensamiento.

Su principal temor es a la ley de correspondencia entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Marx lo explica así en el Manifiesto Comunista, en Europa, hace más de 150 años:

«Hemos visto, pues, que los medios de producción y de cambio, sobre cuya base se ha formado la burguesía, fueron creados en la sociedad feudal. Al alcanzar un cierto grado de desarrollo, estos medios de producción y de cambio, las condiciones en que la sociedad feudal producía y cambiaba, toda la organización feudal de la agricultura y de la industria manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de propiedad, cesaron de corresponder a las fuerzas productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción en lugar de impulsarla. Se transformaron en otras tantas trabas. Era preciso romper esas trabas, y se rompieron.

En su lugar se estableció la libre competencia, con una constitución social y política adecuada a ella y con la dominación económica y política de la clase burguesa.

Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento análogo. Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esa sociedad burguesa moderna que ha hecho surgir tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros…Basta mencionar las crisis comerciales que con su retorno periódico, plantean en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa…Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? Por una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; por otra, a través de la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, entonces? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas«.

En toda su historia el imperialismo capitalista, teóricamente antimarxista, anda escapando de esa contradicción fundamental, alternando períodos de progreso y recesión, no importan mucho los nombres de los partidos que se turnen en el poder, ni con los que bautizan estos períodos, pero juegan con el desánimo y el entusiasmo de su pueblo y de los pueblos del mundo. Dando la imagen de semejanza con los turnos naturales de la tempestad y la calma, del invierno seguido de la primavera, de la enfermedad y la curación, de la violencia y la reconciliación, como la moda o los modelos de automóviles. Tejiendo y destejiendo como Penélope, desarrollando y subdesarrollando, para estirar el tiempo de su inevitable transformación social; la caída de su imperio.

En los períodos de crisis, por que se expanden por el mundo para garantizar su apropiación de recursos naturales, necesarios para su derroche y privilegios futuros, su «espacio vital». Mediante inversiones sangrientas de guerras colonialistas, disfrazadas de defensa de la democracia o la libertad de empresa, precisamente allá donde saben que están los yacimientos, reservas y conductos de los recursos naturales que necesitan. Y hasta de los centros de producción de las drogas que consume su población, para hacerles creer que son libres. Basta dar un vistazo al mapamundi de las guerras o áreas de influencia para darse cuenta. Han bautizado de terroristas a los patriotas que defienden sus riquezas naturales del saqueo y a algunos otros tontos útiles. Hasta les consiguen armas ilegalmente, y si no hubieran, compran y entrenan verdaderos terroristas y traficantes cuya acción controlan calculando la presión de su vigilancia, que les sirve a su ves, de pretexto para mantener sus bases militares, financiamiento y presencia en esos lugares y Países.

En los períodos de progreso se dedican a calmar el descontento popular, se controla la inflación y el desempleo, se amplían los servicios sociales, se recuperan los precios y sobre todo, se cosecha la expansión del período precedente. Mediante una gigante borrachera propagandística por todos los medios de comunicación posibles, repetidos y traducidos por todo el mundo. Luchan por convencer a todo el mundo que la pesadilla ya pasó y que después de tanto padecimiento, el diminuto final feliz de la película nos devuelve la confianza en el futuro funcionalista, esto es, sin cambiar el sistema.

Confiemos y luchemos como hace Fidel en Cuba, para que nuestra sagrada memoria histórica comparta tiempos y espacios con la necesaria tranquilidad y festejo del momento y no se deje acaparar por él.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.