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La manipulación de una escucha ilegal

Fuentes: Brasil de Fato

Fue William Randolph Hearst, patrón de los imperios de medios de comunicación, construida con audacia y sin ningún escrúpulo, cuya historia inspiró la obra maestra Ciudadano Kane de Orson Welles, quien descubrió la importancia de la mentira para consolidar sus propios beneficios y proteger intereses políticos. A finales del siglo XIX, después que un acorazado […]

Fue William Randolph Hearst, patrón de los imperios de medios de comunicación, construida con audacia y sin ningún escrúpulo, cuya historia inspiró la obra maestra Ciudadano Kane de Orson Welles, quien descubrió la importancia de la mentira para consolidar sus propios beneficios y proteger intereses políticos.

A finales del siglo XIX, después que un acorazado de la Marina de Estados Unidos sufrió un atentado no esclarecido en el puerto de La Habana, en la entonces colonia española de Cuba, Hearst abrió una campaña nacional para llevar el país a la guerra contra España, que ayudó a convertir EE.UU. en un imperio mundial. En un período en el que la fotografía gateaba y la televisión no había sido inventada, las ilustraciones ocupaban un papel clave en el convencimiento de la población, que debería ser movilizada a manifestaciones y actos públicos destinados a presionar al Congreso y el gobierno a favor de la guerra. Enfrentando la resistencia de uno de sus ilustradores para producir imágenes muy fuertes, falsos retratos de un enemigo que pretendía atacar de cualquier manera, Hearst acuñó una frase famosa: «Usted proporciona las imágenes y voy a proveer la guerra».

En el Brasil de 2016, los grandes medios fueron a la guerra contra el gobierno de Dilma empleando los métodos de Hearst en su versión siglo XXI para crear una nueva ofensiva contra las instituciones que expresan el funcionamiento de una democracia construida con sacrificios, que no precisan ser recordados aquí. En una nueva demostración de la absoluta falta de escrúpulos democráticos, se valió de una escucha ilegal, no autorizada, para sustentar una versión absurda: que Dilma Rousseff nombró a Luiz Inacio Lula da Silva, el más popular presidente brasileño, para ocupar la Casa Civil, el ministerio más importante en el Gabinete, tan sólo para permitir que se quede alejado de las investigaciones de Sergio Moro. No hay una palabra, una frase, en el transcurso del diálogo que permita sustentar esta afirmación. En la conversación, Dilma simplemente informa a Lula que le está enviando el «plazo de posesión» (termo de posse), documento jurídico que hace parte de la documentación de todo ocupante de un cargo político. Sólo eso.

La movida es jurídica y política. Se basa en una mistificación respecto del Tribunal Superior Federal (STF, siglas en portugués), ahora señalado como una especie de templo de impunidad que beneficia a ricos y poderosos del país -calificativo discutible al menos cuando se trata de acusados vinculados al Partido de los Trabajadores-. En mi opinión, en 2012, en la sentencia de la AP 470, el Supremo ha hecho más que juzgar y condenar con severidad y rigor. Condenó a un diputado sin prueba de la corrupción, como José Genoíno. Elevó -eso fue admitido claramente en el tribunal- artificialmente las penas a José Dirceu para que permanezca en régimen cerrado. Cerró los ojos a las pruebas y testimonios que eran de gran utilidad para la defensa de los acusados, que se los mantuvo en un proceso aparte, número 2474, decisión que provocó protestas indignadas del decano Celso de Mello. Al mismo tiempo, envió a los acusados del PSDB a la primera instancia, en la que, hasta la fecha, nadie ha sido condenado de manera definitiva.

Comencemos con la escucha, que exhibe la conversa entre Lula y Dilma, que acumula varias ilegalidades, por lo que desde el primer momento debía ser tratada como un crimen. La escucha no debía realizarse para grabar una conversación ocurrida a las 13h20 de ayer (16/03). Esto porque, dos horas antes, el juez Sergio Moro había determinado que las escuchas telefónicas a Lula quedaban suspendidas, ya que asumirá la Casa Civil y, por lo mismo, la investigación se transfiere al Ministro Teori Zavaski, del STF. Incluso hay una documentación de la PF que demuestra que la disposición llegó a los canales competentes, por lo que no hay razón para que no se haya cumplido. Aun así, la grabación continuó durante un plazo no autorizado, como una típica escucha clandestina que nadie tiene derecho de hacer, y mucho menos una autoridad policial. Esto no es una sospecha. Es un hecho flagrante.

En segundo lugar, el propio Sergio Moro decidió romper el sigilo del material, lo que es discutible, desde el punto de vista de la postura libre que se espera del poder judicial, y lamentable, cuando se recuerda la circunstancia en que fue obtenida la escucha Lula x Dilma.

Antes que nada, cabría investigar exactamente lo que ocurrió, ya que una orden para detener la escucha no se cumplió. Comprobada la irregularidad, la prioridad es saber cómo y por qué se produjo una escucha ilegal -lo que torna a la divulgación posterior especialmente inapropiada, escandalosa-.

Para complicar, el audio contiene indicios que muestran que es posible que haya sido registrada una conversación que la Policía Federal no está autorizada a grabar. El sonido ambiental sugiere que la llamada puede haber partido de un teléfono de Dilma a un teléfono de Lula. Lo obvio: ningún agente de policía está autorizado para interceptar el número de la presidenta, ni con la autorización de un juez de primera instancia. Es preciso autorización expresa del Tribunal Superior Federal. Para varias personas que tuvieron acceso al audio, el ruido de la marcación y voces posteriores muestran que ella era el blanco que permitió aquella intercepción.

Siguiendo la escuela de Hearst, la noche fue pródiga en periodistas haciendo muecas, besitos, ojos saltones. La orientación evidente de la TV Goebbels era dramatizar, en una reproducción fiel del comportamiento de los ilustradores del siglo XIX, proveedores de imágenes a quien iba a proveer la guerra. El psicodrama, destinado a alimentar un irresponsable sensacionalismo electrónico, autoritario y policíaco, se prolongó durante la noche, generando una profecía que se auto-realiza por las calles de Sao Paulo. Era preciso hacer decir a la escucha aquello que ella no dijo.

El esfuerzo para sofocar el gobierno de Dilma se encuentra cerca de su punto máximo, que se obtiene cuando el oponente pierde la capacidad de moverse. Ayer, se retiró del gobierno el derecho a hablar.

El capítulo final está lejos de haber sido escrito, sin embargo. Es lo que demuestra la honrada demostración de resistencia de intelectuales en la PUC paulista, la noche anterior. Es lo que confirman los preparativos de las protestas de mañana, que avanzan en volumen y articulación. Solo en Sao Paulo, la previsión es que 500 autobuses serán fletados para mañana.

Los jóvenes y adultos mayores del futuro estudiarán, revisarán y discutirán las jornadas que vivimos hoy. El país es uno de esos momentos cuando hay vergüenza en el presente, pero puede haber la gloria en el horizonte.

El patrono Randolph Hearst, cuyas mentiras le permitieron construir un imperio de 30 periódicos y un buen paquete de revistas, nunca ocultó el desprecio que sentía por la población que consumía sus mentiras. Su máxima era simple y claro: «Nadie ha perdido dinero invirtiendo en la poca inteligencia de los lectores». (Traducción ALAI)

Paulo Moreira Leite. Periodista y escritor, es director del periódico digital 247 en Brasilia.

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