Traducido para Rebelión por Ulises Juárez Polanco
La gran deuda del PT no es financiera. Es política y ética. Los eventos ocurridos en los últimos meses involucrando la corrupción moderna dentro del grupo de dirección del partido tuvieron un efecto devastador en la población, especialmente en aquellos que alimentaban un sueño histórico de cambio de rumbo. Estaba vigente una gran apatía política, como en el resto del mundo entero. Pero con el arribo del PT y con la irrupción carismática de Lula ascendió la llama de la liberación tan ansiada. El slogan de campaña «ahora es Lula» quería decir: ahora no hay otra opción, es tiempo de otro tipo de sujeto histórico en el poder, de otra política, de otro proyecto Brasil, de otra vía para la inclusión y sustentabilidad del desarrollo nacional. Todo se haría sobre la égide de la ética, de la transparencia y de una articulación orgánica y dinámica del Gobierno con las bases de la sociedad. Toda una generación sería movilizada.
Después de dos años y medio no fue lo que ocurrió. No cabe aquí analizar los constreñimientos sistémicos, las fragilidades personales de los actores políticos, la falta de osadía, aquello que Maquiavelo llama con razón la «virtú», la capacidad de captar el sentido profundo de la historia e intervenir en ella para inaugurar un nuevo rumbo. Falto todo eso. Tristemente.
Pero lo que más duele es la repetición simplona de la ruina original. Estratos importantes del partido han sucumbido a las cantilenas ilusorias del gran tentador, el poder como ventaja personal y partidaria, ante el escalofrío de la ética del interés general y del bien común. Habían cambiado la perla más preciosa que poseían, la ética, por baratijas de vendedores callejeros. La decepción provocada es, en términos políticos, imperdonable. Ella exige reparación. Caso contrario los dirigentes recibirán la maldición del pueblo y el desprecio de los militantes.
¿Por qué esta traición es grave? Porque en el actual contexto brasileño y mundial el regreso a la ética era la forma de compensar el vacío de la utopía. Esta se encuentra en decadencia en el mundo entero. La ética abría un horizonte de esperanza de que un pacto alrededor de valores morales pudiera suprimir las deficiencias de la práctica política, viciada por intereses clasistas y por ideologías de baja intensidad. La ética en la política movilizó a los actores más generosos y comprometidos, como Betinho y el Lula de las luchas sindicales y de la nueva democracia participativa.
La traición a la ética hace que la política regrese a ser vista nuevamente como el mundo del indecente, de los propósitos inservibles, de los negocios fraudulentos y de la corrupción. Esta lectura hace injusticia a los políticos serios dentro del PT y dentro de otros partidos. Ella induce a tomar la política in malam partem, por su perfil patológico, lo que es erróneo, porque la política en sí no es eso. Por cierto, lo patológico siempre arremete contra lo sano que es la referencia de base.
Compete al PT rescatar su opción originaria. El nació y se estructuró por más de dos décadas con esta intención, de ser conducto de las transformaciones necesarias. Por causa de un pecado no puede perder toda la gracia acumulada. La gracia tiene más derecho que el pecado. El partido puede regresar al primer amor ahora madurado por la humillación.
El PT debe pagar la deuda ética con una moneda de humildad y de coherencia. Los valores que propone deben también vivirlos y testificarlos en todos los niveles. Por ahí comienza el rescate y se renueva la esperanza. Ahora es mirar hacia el frente y caminar.
Teólogo brasileño
ADITAL, Noticias de América Latina y el Caribe. 21.11.05
http://www.adital.com.br/site/noticias/19992.asp?lang=PT&cod=19992