El presidente brasileño, Luiz Lula da Silva, es aprobado por la mayoría de la población porque no lo considera responsable de aplicar una política económica neoliberal ni de los actos de corrupción que se le imputan, dijeron a ANSA especialistas en política de Brasil. «La figura de Lula se mantuvo impoluta y su Partido de […]
El presidente brasileño, Luiz Lula da Silva, es aprobado por la mayoría de la población porque no lo considera responsable de aplicar una política económica neoliberal ni de los actos de corrupción que se le imputan, dijeron a ANSA especialistas en política de Brasil.
«La figura de Lula se mantuvo impoluta y su Partido de los Trabajadores (PT) sigue siendo un baluarte sindical», aseguró a ANSA Juan Bautista Lucca, doctorando de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y ex catedrático del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de Porto Alegre.
Lula triunfó en el balotaje presidencial del 29 de octubre con más del 60 por ciento de los votos, y tras 48 meses de gobierno mantenía el mes pasado un 52 por ciento de aprobación popular, según un sondeo de la consultora mexicana Mitofsky.
«El presidente mantiene el apoyo de los sindicatos porque les brinda posibilidad de diálogo, lo que antes, con (el ex presidente) Fernando Henrique Cardoso, era más difícil», explicó a ANSA Frédéric Louault, especialista en Brasil del Instituto de Ciencias Políticas de París y miembro del Observatorio Electoral para América Latina.
Para el investigador de FLACSO, la Confederación Unica de los Trabajadores (CUT, la mayor central gremial de Brasil) sigue siendo «uno de los principales brazos corporativos del PT», a pesar de que «el sindicalismo no ahorra críticas hacia el partido».
El 23 de enero pasado, la Confederación Unica de los Trabajadores y Fuerza Sindical, que agrupan a 39 millones de trabajadores, criticaron el plan de aceleración económica lanzado por Lula para aumentar el crecimiento, que fue de un modesto 2,74 por ciento en 2006.
Los líderes sindicales afirmaron que esas medidas, para las que el gobierno comprometió un monto total de 234 mil millones de dólares a ser invertidos hasta 2010, tendrán un efecto leve en la creación de empleos.
La tasa de desocupación en Brasil es de un 8,4 por ciento, según los últimos datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, organismo oficial.
«Podrá tener un impacto, pero poco, tímido», dijo el presidente de la CUT, Artur Henrique, y consideró que al proyecto le faltan contrapartidas sociales y de empleo.
Lucca añadió que aunque «el PT no pudo llevar a la práctica todo lo que había propugnado cuando era opositor», los sindicatos, especialmente la CUT, saben que «siempre es mejor tener a un sindicalista en el gobierno que a algún hijo de la elite brasileña».
Lula, que durante su primera candidatura en 2002 anunció que, de llegar al poder, planeaba declarar una moratoria de los pagos de la deuda externa, revisar las privatizaciones y realizar una reforma agraria, se alejó de esa agenda socioeconómica.
«La mayoría del pueblo brasileño percibe que Lula no tiene las manos libres para implementar su agenda social», coincidió Louault, y afirmó que los brasileños piensan que esa impotencia «es culpa del Fondo Monetario Internacional y de la oposición en el Congreso», donde el PT carece de mayoría.
Aun así, según la Fundación Getúlio Vargas la renta de los pobres brasileños creció un 25 por ciento durante los primeros tres años del gobierno de Lula, y la pobreza, que aqueja a un 22,7 por ciento de la población activa, se redujo en más de cinco puntos, gracias a programas como el de Bolsa de Trabajo, que asiste a 45 millones de personas.
En otro orden, según Louault, «los hechos de corrupción no afectaron a Lula muy fuertemente, porque el presidente no está ‘pegado’ al PT, la corrupción es del partido y Lula es visto como otra cosa».
Lula admitió en julio de 2005 haber manejado una millonaria contabilidad paralela en sus campañas, y la oposición imputa al Partido de los Trabajadores haber pagado sobornos a legisladores aliados para obtener apoyo político en el Congreso.
Para el cientista político, Lula es «un personaje muy importante para los brasileños, que tiene el carisma de haber sido pobre, y es percibido como un hombre del pueblo que puede entender los problemas del pueblo y que habla su misma lengua, cosa que los políticos tradicionales de la elite brasileña no sabían hacer».
Además, «Lula consiguió mantener la confianza de los movimientos sociales, como el Movimiento de los campesinos Sin Tierra, a pesar del corto alcance de las medidas de redistribución implementadas», opinó.
Sin embargo, «la nacionalización del PT tuvo como contrapartida la pérdida de su singularidad histórica, que era su relación con el movimiento obrero, actualmente puesta en tensión por los desempeños adversos que tuvo el partido en los centros urbanos», subrayó Lucca.
Este debilitamiento urbano del PT «es patente en las últimas elecciones, donde se vio que aquellos que votan por el PT no son más el electorado de las grandes ciudades, como eran antaño la región capitalina de San Pablo y Porto Alegre», explicó.
En cambio, «el actual electorado del PT está mayormente en los sectores menos pujantes del país, como son la zona norte y nordeste y estados marginales en población y estructura económica como Amapá, Amazonas, Bahía, Ceará, Espíritu Santo, Maranhao, Paraíba, Pernambuco y Piauí, entre otros», indicó.