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La mejor distribución del ingreso es una construcción ideológica, planificada y articulada

Fuentes: Correio da Cidadania

Brasil es -y continúa siendo- uno de los países más desiguales del mundo. Una vejaminosa verguenza, caso que los ricos de nuestro país tuviesen un mínimo de respeto por nuestro pueblo, por la verdad y por el sentido de justicia. No solamente los ricos, sus políticos y sus académicos tampoco poseen esas virtudes, cuando antes […]

Brasil es -y continúa siendo- uno de los países más desiguales del mundo. Una vejaminosa verguenza, caso que los ricos de nuestro país tuviesen un mínimo de respeto por nuestro pueblo, por la verdad y por el sentido de justicia. No solamente los ricos, sus políticos y sus académicos tampoco poseen esas virtudes, cuando antes se colocaban contra el espíritu depredador y egoísta de las clases dominantes nativas. En los últimos años, por ejemplo, con amplio apoyo de los medios dominantes, se generalizó la información sobre una supuesta mejor distribución del ingreso en Brasil. En base a datos obtenidos por las Encuestas Nacionales por Muestra de Domicilios (PNDA’s, por su sigla en portugués)) del Instituto Brasilero de Geografía y Estadística (IBGE, por su sigla en portugués)se difunde sin mayores cuidados que la distribución del ingreso, desde 1995, viene mejorando en el país, año tras año, en particular de 2005 para acá.

Técnicamente, a través del cálculo del coeficiente de Gini, a partir de esos datos de las PNAD’s, ese tipo de resultado no corresponde enteramente a la realidad. Esta ponderación es importante, por el hecho, de amplio conocimiento de encuestadores y estudiosos de la materia, que los números de las PNAD’s no captan adecuadamente los datos relativos a las ganancias de los capitalistas, rendimientos vinculados a la generación de lucros, intereses y alquileres. Esas encuestas del IBGE registran de forma adecuada los rendimientos típicos del mundo del trabajo, salarios, viáticos, trabajo por cuenta propia, entre otros. Por tanto, estudios sobre la distribución del ingreso, con base en los resultados de las PNAD’s, no revelan una parte importantísima del reparto de los ingresos en el país, justamente aquella que es apropiada por los capitalistas. En un país con una estructura tributaria regresiva, donde la mayor parte de la recaudación viene de los tributos sobre el consumo y la producción (lo que hace que, proporcionalmente a los ricos, los pobres paguen más); donde la estructura fiscal, de gasto públicos del Estado, privilegia el gasto financiero, con el pago de una alta y creciente carga de intereses, año tras año; donde los servicios públicos brindados a la población son pésimos, no considerar la parcela de la renta que se queda con los capitalistas, en estudios sobre la distribución del ingreso en Brasil, es como mínimo curioso.

Con todo, se pasó a considerar absolutamente trivial la información sobre una supuesta mejoría de la distribución del ingreso en Brasil, en los últimos años. Llegamos al punto de pasar como algo dado el «surgimiento» de una nueva clase media, apenas existente en las planillas de los economistas de maestrías, en los editoriales de economía de los medios dominantes y en las visiones mercadotécnicas de los publicistas. Brasileros haciendo parte de las familias encima de R$ 1.300,00 se vuelve de la noche al día, «promovidos» a la ansiada clase media. Lo que objetivamente hemos experimentado es que, con los aumentos reales del valor del salario mínimo, el impacto de ese reajuste en la mayor parte de los beneficios de la Previsión Social -que hoy corresponde al valor del salario mínimo- y con la ampliación de los programas de transferencia de ingresos miserables, de hecho, tuvimos una elevación de los rendimientos de los más pobres, de la base de la pirámide poblacional brasilera, disminuyendo el espacio de diferencia entre estos y los brasileros de mayor renta asalariada, o dependientes del rendimiento del trabajo. Entonces, podemos destacar, que los ricos y súper ricos quedaron afuera de estas cuentas.

Otra información relevante para aclarar esa realidad puede ser obtenida en el Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos (DIEESE, por su sigla en portugués). Este órgano calcula mensualmente el valor que debería corresponder al salario mínimo, caso la canasta familiar prevista para su atención fuese respetada -incluyendo los gastos no solamente de alimentación, más también de habitación, transporte, salud, tiempo libre, entre otros, para una familia con dos adultos y dos niños, de acuerdo con el decreto original de su creación en 1940. Por ese calculo del salario mínimo necesario, el valor correspondiente debería ser (ahora, en octubre de 2011), de R$ 2.329,94. Este sería el valor -mínimo- para asegurar la subsistencia de una familia de cuatro personas, lo que implicaría un ingreso medio familiar por persona de R$ 582,49. Valor, por tanto, superior al actual salario mínimo en vigor, de R$ 545,00. Esos valores nos dan la dimensión de la distorción producida para convencernos sobre el supuesto «surgimiento» de lo que se llama «nueva clase media». En verdad, buena parte de los contemplados con esta nueva designación podrían ser considerados como pobres, al menos bajo los criterios que podríamos considerar como el justo valor de una salario mínimo, digno de ese nombre.

Reinaldo Gonçalves, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, en un reciente estudio -Reducción de la Desigualdad del Ingreso en el Gobierno Lula/Análisis Comparativo (junio 2011)-, coloca esta discusión en términos racionales y con el grado de seriedad que el tema merece. Entre las principales conclusiones de su trabajo, el profesor señala que hubo una tendencia a la caída de la desigualdad durante el gobierno Lula. Mientras tanto, la reducción de la desigualdad del ingreso es un fenómeno prácticamente generalizado en América Latina, en el período 2003-2008. Reinaldo recuerda que, a pesar de ese avance, Brasil, Honduras, Bolivia y Colombia, tienen los más elevados coeficientes de desigualdad en América Latina, que tiene en promedio, ya tiene coeficientes de desigualdad muy elevados para los padrones internacionales. Además, Brasil experimenta una mejora apenas marginal en su posición en el ranking mundial de los países con mayor grado de desigualdad, entre mediados de la última década del siglo XX y mediados de la primera década del siglo XXI: pasando de la 4ª a la 5ª posición en la lista mundial de los países más desiguales.

Finalmente, por todo esto, no es de extrañar la información divulgada por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en relación al Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 2011. Por ese cálculo, basado en cuatro criterios -esperanza de vida, promedio de años de escolaridad, años de escolaridad esperados e ingreso nacional per capita-, Brasil está en el 84º lugar en una lista de 187 países. El año pasado, estábamos en la 73ª posición, entre 169 países.

En el ámbito de América Latina, Brasil ocupa apenas el 20º lugar. Con todo, cuando se incorpora ese cálculo del IDH, justamente el grado de desigualdad de ingreso, nuestro país pasa a ocupar apenas el 97º lugar, perdiendo 13 posiciones.

Queda claro, una vez más, la construcción ideológica, planificada y articulada, por parte de gobiernos, medios dominantes, círculos académicos y partidos del orden. El objetivo es convencernos sobre el supuesto camino exitoso del modelo económico de los bancos y de las transnacionales. Las reiteradas noticias e informaciones sobre la mejor distribución del ingreso en Brasil, tienen una meta: legitimar el modelo en curso y las políticas económicas adoptadas para su implementación. Y demonizar cualquier alternativa que venga a amenazar a los grandes beneficiarios del orden actual.

Paulo Passarinho es economista.

Fuente: http://www.correiocidadania.com.br/

Traducción de Correspondencia de Prensa