Recomiendo:
0

La necesaria revolución cultural

Fuentes: Aporrea

Cada vez me va quedando más claro que el proceso revolucionario adolece la ausencia de un factor fundamental; clave vital de cualquier pueblo: conciencia de su identidad cultural. Los síntomas son, en el terreno real, la presencia de expresiones -en algunos casos pésimas expresiones- de la industria del entretenimiento masivo en eventos que deberían revestir […]

Cada vez me va quedando más claro que el proceso revolucionario adolece la ausencia de un factor fundamental; clave vital de cualquier pueblo: conciencia de su identidad cultural.

Los síntomas son, en el terreno real, la presencia de expresiones -en algunos casos pésimas expresiones- de la industria del entretenimiento masivo en eventos que deberían revestir carácter tradicional, organizados por el Gobierno.

El más reciente, pero no el único, es el rumbón que se armó para despedir el año 2009 en la Plaza Bolívar de Caracas: Chino y Nacho, L¡Squadron y otros reguetoneros, azuzando al perreo frente a la estatua del Libertador. Todo esto bajo la batuta de las autoridades del gobierno revolucionario de Caracas, con Jorge Rodríguez, alcalde del Municipio Bolivariano Libertador, al frente. A él lo pudimos ver en pleno perreo en la tarima, por el canal del Estado, Venezolana de Televisión.

Explicar esto requiere la revisión de varios factores, y trataré de explicarlos uno a uno.

Antecedentes

Nuestra revolución es respuesta lógica a los años de desarraigo a la que se sometió al pueblo durante tantos años, pero al parecer las motivaciones no están claras ni siquiera para los líderes del gobierno. Tras una etapa de marcado carácter nacionalista durante el gobierno de Pérez Jiménez (1948 – 58), e incluso durante unos 20 años más, la música venezolana reinaba en la radio y la TV del país. Ello era muy especialmente notable en los sectores populares, en donde sólo la salsa osaba disputarle espacios a los artistas de la música tradicional. Era muy común que entre los éxitos de ventas estuviesen Simón Díaz o Rosa Virginia Chacín.

Este arraigo fue mermando en la medida en que el boom petrolero, allá en los ’70, hizo efecto en la mentalidad del venezolano al ponerle a mano mayores recursos económicos, y al poner en manos del gobierno la posibilidad de importarlo todo. Se prefirió lo importado a lo nacional en todos los terrenos; nos convertimos en bebedores de whisky, siendo productores de algunos de los mejores rones. Llegamos al extremo de que para hacer un pabellón, el plato nacional, se requería importar arroz, carne y caraotas, porque aquí, con más de 500 mil km2 de tierras fértiles, no se producían tales alimentos.

La música no escapó al tratamiento: de pronto, al mismo tiempo que decaía la salsa, desapareció la música venezolana del «record report», y se incorporó rápidamente el ritmo disco, el merengue dominicano y el pop-rock, que había estado allí, ocupando siempre un par de puestos.

La cosa es que se había logrado el objetivo; en los ’80 nadie recordaba a Cecilia Todd, pero todos conocíamos a Michael Jackson, que hizo furor con Thriller. Ojo, no se trata de negar la calidad de las producciones foráneas, sino de ilustrar el desarraigo que se había logrado. Incluso, Luis Herrera Campins tuvo que decretar el 1×1, normativa que obligaba a las radios venezolanas a programar un tema venezolano por cada tema extranjero.

Justo en ese momento, sobrevino el viernes negro. La economía venezolana pagó su tributo ante tanta irresponsabilidad y el dólar se fue a las nubes… entonces regresamos a la música hecha en casa y aparecieron con fuerza Ilan Chester, Yordano, Evio di Marzo, Melissa, Karina, Kiara, Montaner, Sergio Pérez, Colina, etc… pero todos en clave de balada, pop, rock. Ninguno hacía pasajes. Eso duró un rato; casi todos ellos siguen haciendo buena música, pero en esos años desapareció por completo el pasaje, el vals y el merengue venezolano; y sólo la gaita se escuchaba como sobreviviente nacional ante el barrido. Tú FM 92.9 (grupo 1BC, dueños de RCTV) se declaraba «libre de gaita» y se burlaba de nuestras expresiones sin que nadie, excepto los gaiteros, dijese ni pío.

A mediado de los ’80 los programas de geografía e historia fueron eliminados del pensum de bachillerato. Los venezolanos no sabían cual era la extensión de su territorio, qué se producía en él; y mucho menos quién había sido el negro Primero o el catire Páez, y claro, Zamora no existía. En 1984 murió Alí Primera.

Paralelamente, la población de origen colombiano ha crecido enormemente y podemos decir con mínimo margen de error, que en Venezuela habitan 4 millones de colombianos, nacionalizados o no como venezolanos. Es el 13% de la población; ellos llevan años cruzando la frontera en procura de un país más pacífico y habitable: en dos platos, aquí están, trabajando junto a nosotros como uno más. El problema no es que ellos estén acá; es qué deciden nuestros medios poner a sonar, y bajo qué mecanismos.

El 30 de octubre de 1989 murió Luis Brito Arocha. Este insigne hombre de medios dirigió durante más de 30 años el programa de TV «Así es mi tierra», en el que se dedicó a difundir las tradiciones venezolanas. No hubo ni un triste homenaje, y las esquelas de los periódicos eran lastimosamente cortas.

Tres años más tarde falleció Rafael Orozco, del Binomio de Oro. Los medios hicieron tal despliegue de homenajes al cantante, que comencé a aborrecerlo después de muerto.

Cuando Chávez llegó al poder, para muchos de nosotros se abría una etapa importante de reivindicación de lo nacional, de reacomodo del país, de recuperación del espacio perdido, y empezamos a trabajar en ello con ahínco. por supuesto, la dura lucha política desvió por completo la atención del sector cultura, aunque los grupos seguían trabajando por una Ley de la Cultura que beneficiase a los trabajadores de esa área.

De pronto habían pasado más de 15 años desde aquellos tiempos, y una generación entera de venezolanos no había escuchado nunca en la radio a Serenata Guayanesa o a Un solo Pueblo. Hay venezolanos que creen que «Woman del Callao» es de Juan Luis Guerra, siendo un criollísimo calipso guayanés.

Revolución y propaganda

Cuando la guerra mediática se hizo tan cruda que el gobierno cayó durante 47 horas, en abril de 2002, el gobierno entendió que mientras la oposición conrolase los medios, no habría manera efectiva de hacer llegar el mensaje, excepto por boca del megalider, presidente y novio de la madrina, Hugo Chávez; así que habá que buscar fórmulas para democratizar el espacio radial y televisivo.

Aparecen entonces las radios comunitarias, pero el proceso de asignación de señales y frecuencias es tan desordenado y azaroso que muchas radios terminan en manos de la oposición. En otros casos, los responsables de las conseciones no entienden el objetivo de las COMUNITARIAS y lejos de dedicarse a los asuntos de sus comunidades, se dedican a competir con las radios comerciales. Entnces se nos llenaron las radios comunitarias de Jerry Rivera, Jorge Celedón, Shakira, Wisin y Yandel, y etc. Cero espacios para los chamitos de la coral de la escuela del barrio. ¿Los raperos de la esquina? nooooo, esos no salen aquí.
Muy pocas de las sopotocientas radios comunitarias o alternativas han comprendido su papel de fortalecimiento de los planteamientos locales, que necesariamente pasa por la difusión de los aspectos tradicionales de la identidad venezolana.

Pero es que en el gobierno también ocurren desaguisados graves. En la Alcaldía Mayor de Caracas, bajo el mando de Juan Barreto (a quien respeto y aprecio como profesor de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, y a quien debo parcialmente la capacidad de analizar esto), se editó un disco en cuya portada aparecían Bolívar y Guaicaipuro. El título: «Los sonidos de Caracas». Cuando ví las canciones, sufrí una gran decepción; el primer tema era «La Gasolina»… ¿dame más gasolina es un sonido de Caracas?…

En esa misma administración, ocurrió un insólito diálogo con la directora de Cultura, en el cual la señora manifestó no conocer música tradicional caraqueña. Al hacerle mención de Los Antaños del Estadium, del merengue rucaneao, de la música cañonera y del pasodoble, se encogió de hombros… y los presentes también. A esa señora no era justo destruirle una ignorancia tan bien cultivada. Pero era la directora de Cultura… de Caracas.

Música revolucionaria

En algún momento nuestra revolución necesitó de cantores, de gentes que se hicieran cargo de cantarle al pueblo, porque Alí ya no estaba, y aunque sus canciones siguen vigentes, no sólo de Alí vive el Pueblo.

Aparecieron, primero, los del colectivo Lloviznando Cantos, que hacen canciones revolucionarias, reciclan otras de artistas del sur, y que no tienen ni un solo tema en ritmo venezolanos. Seguramente porque el principal compositor de ese colectivo, Wilson Barba, es ecuatoriano. Pero es el comienzo. Además, estos cantores se aparecen en cualquier sitio en el que se les requiera y fortalecen el mensaje en todas partes.

Inmediatamente y para ponerle sabor a la cosa, aparece el grupo Madera, que se afinca en el son para cantar «Uh Ah, Chávez no se va». Cumplen su objetivo, y se convierten en un tremendo elemento propagandístico. Ellos hacen además parranda, fulía y muchos ritmos afrovenezolanos, pero su temática panfletaria y su falta de originalidad musical agotan, así que tampoco son los llamados a generar el discurso necesario.

Con su peculiar estilo, SonTizón hace un excelente trabajo en clave de son, con mezclas de hip hop y una enorme cantidad de elementos urbanos, pero en un lenguaje altisonante que no es el más apropiado para todos los públicos. Ellos hacen un tremendo trabajo desde Ávila TV y se proyectan tremendamente desde esa plataforma. Pero no hacen música tradicional venezolana.

Mucho más acá, en 2007, aparecen varios colectivos que parecen comprender la necesidad de hablarle a la gente en su idioma de orígen. Es así como La Cantera, La Liga, La Gente, y otros tantos, recogen del suelo el cuatro y empiezan a hacer lo que pueden, en lenguaje revolucinario y venezolano.

Creemos que estos muchachos tienen la visión más clara y que harán cosas muy buenas; lamentablemente una de las mejores exponentes de este grupo, Solimar Cadenas, nos abandonó físicamente el 23 de diciembre de 2009, así que sus creaciones quedan para la memoria revolucionaria.

El Gobierno y la música venezolana: tres (fra)casos y un sistema

1) Sangueo para el regreso: Como Alí es Alí, desde el MinCI a alguien se le ocurrió versionar el Sangueo del regreso, de Alí Primera. Buscaron a no sé cuantos músicos, y montaron el tema en ritmo de rock ‘n’ roll, aderezado con rap y hip hop. Era doloroso escuchar un canto negroide convertido en ese mezclote desafinado y desnaturalizado. Me recordó a la versión que hizo Ilan Chester del Himno Nacional, en tiempo de balada. Una versión edulcorada que hacía olvidar que el Gloria al Bravo Pueblo es un canto de guerra, una arenga a la batalla. El sangueo también lo es, pero lo convirtieron en producto mediático.

2) Florentino y El Diablo: tras ese gesto, decidieron revolver más la tortilla. hicieron una versión en RAP del famoso joropo Florentino y El Diablo, obra máxima del contrapunteo venezolano. Trayendo a escenas urbanas el duelo, poniéndole voces femeninas que no cantan, sino que hablan, desnaturalizaron un tema que hace referencia directa a la mayor hazaña del general Zamora, la Batalla de Santa Inés. Señores, el rap es el rap y el joropo es el joropo. Si quiere hacer mezclas, bienvenidas sean, pero respeten a Florentino, o a El Diablo; y en última instancia, traten de ver si hay coherencia cuando se habla del espinito llanero y al fondo tienes un barrio caraqueño.

3) Los colombovenezolanos: con el acuerdo entre los yanquis y Colombia, las bases de guerra estadounidenses son un hecho en el territorio vecino, así que el Gobierno decició emprender una campaña de fortalecimiento de la amistad entre nuestros pueblos. Excelente iniciativa. Con música y letra de Gustavo Arreaza, se produjo el videoclip de un tema que exaltaba la hermandad «porque todos somos colombovenezolanos». El video se divide en una parte colombiana y otra venezolana.
Los compas colombianos -que lamentablemente fallecieron en un accidente terrible tras grabar el video- usaron todos los íconos de la colombianidad: sombrero, pantalón remangao, acordeón, ritmo de cumbia.
En cambio, caundo le toca el turno a Venezuela, aparece Cacayara, el vocalista de Dame Pa Matala, rapeando. Y uno se pregunta ¿y el liquiliqui? ¿y el cuatrico? ¿y las maracas?…
¿A eso juegan nuestros medios revolucionarios? ¿a convertirnos en un país de hiphopseros y raperos?

Sistema de Orquestas Nacionales y Misión Música: Es curioso, muy curioso, que la oposición no ataque a este sistema. para nosotros el sistema. Se trata de un tremendo proyecto, muy bien organizado por el maestro José Antonio Abreu, quien fue diputado en el antiguo congreso, Ministro de Cultura y director del Conac durante los años ’80 y ’90. ¡Epa! ¿era ministro de la cuarta república? ¿pero no fue en esas décadas que se abandonó a la música venezolana? ¿no era en esa época que el 90% del presupuesto del Conac se quedaba en Caracas? ¿no era en esa etapa que el 70% se iba en el Maccsi (en manos de Sofía Imber), El Complejo Cultural Teresa Carreño y el Ateneo de Caracas (Carmen Ramia)?…

Pero revisemos el sistema. Se trata de un trabajo de acción social que incorpora a niños y jóvenes poniéndolos en contacto con la música; atiende a cerca de 250 mil personas en todo el país, de modo que se ha masificado la enseñanza musical en Venezuela. Plácido Domingo lloró al escuchar a los muchachos del sistema. Muy bien. Pero el sistema consume cerca del 35% del presupuesto del Ministerio de las Comunas, y no enseña música venezolana. El máximo exponente del sistema, gustavo Dudamel, considerado el músico insignia del país, por su proyección internacional, es un maravilloso Director de Orquesta que no sabe tocar cuatro.

Hemos masificado la enseñanza de la música europea a los niños de Venezuela, el músico insignia venezolano no toca cuatro. Y eso cuesta el 35% del presupuesto de un ministerio.

2009, el año terrible

Para quienes defendemos los valores culturales de Venezuela, el pasado año fue particularmente difícil. La crisis del capitalismo afectó a todo el mundo y por consiguiente, comenzando 2009 el gobierno decidió suprimir los gastos suntuarios, medida sensata y necesaria para la salud financiera de la nación.

El problema es que cuando se definió qué era gasto suntuario y qué no, se determinó entre otras cosas que la publicidad, los eventos festivos y otras cosas, son gastos suntuario y para poder aprobar su consumo se requiere el concurso del vicepresidente de la República. Entre los gastos suntuarios entró también la contratación de músicos. Eso repercutió inmediatamente de forma negativa sobre este gremio, pero muy especialmente sobre aquellos músicos que se identifican con la revolución.

Sin embargo, la realidad es que en muchos eventos del año 2009 vimos cómo se contrató a artistas nacionales e importados de distintas tendencias, pero prácticamente ninguno que hiciese música tradicional venezolana. Parece que sólo esos son gasto suntuario.

Durante la semana aniversaria de Caracas, en julio, la presión del sector cultural logró que se suspendiera una fiesta con Jorge Celedón y Don Omar. ¿Esa es la música para celebrar el cumpleaños de Caracas? ¿Todavía está la misma directora allí?

En el evento correspondiente al aniversario de Alí Primera, la actitud de los organizadores generó el descontento de los músicos venezolanos que se suponía debían tocar ese día, y que terminaron retirándose, ¡incluyendo a los hijos de Alí!

Se privilegió a Residente Calle 13 y mientras el boricua describía cómo le jurungaría los intestinos a las mujeres, la imagen de Alí Primera estaba al fondo, seguramente llorando la imbecilidad de los funcionarios que, dentro de un gobierno revolucionario como el de Chávez, le ofreciesen tan grotesco homenaje.

La lección no fue aprendida, me dice un buen amigo, y ni siquiera por causa de la muerte de Solimar Cadenas se consideró a los músicos venezolanos para el fin de año caraqueño. Ni siquiera los dos eventos anteriores y las certeras críticas que se le hicieron llevaron al alcalde a la reflexión acerca de lo que se estaba cocinando, y tampoco sirvieron para que al menos se negase a ponerse a perrear en el escenario.

Al margen de toda consideración estética, ¿cuánto le cuesta al gobierno todo eso?

El país cuenta con un enorme recurso musical (sin contar con las otras áreas de la tradición) : más de 100 ritmos exclusivos de Venezuela, miles y miles de buenos músicos, extraordinarios cultores VIVOS. Investigadores a granel, gente dispuesta a difundir sus valores sin cobrar un céntimo. Y a ellos se les sigue manteniendo en el olvido. Sólo el Centro de Arte La Estancia los rescata de vez en cuando. El Centro de la Diversidad Cultural le paga pequeñas sumas a algunos becados, y eventualmente los contrata para presentarlos. Pero esos son planteamientos aislados en medio de una revolución que sigue leyendo a Marx, al Che, a Gramsci, sin comprenderlos y sin darse cuenta de que responden a sus particulares contextos. Son influencias válidas y necesarias; pero no nuestras raíces.

Mientras tanto, allí siguen, latentes, esperando a ser convocadas, las verdaderas raíces. Ellas están allí, en donde menos se ha buscado, a pesar de que Nazoa indicó el camino: en los poderes creadores del pueblo.

Nota final: Suscribo lo planteado por Luigino Bracci y recomiendo la lectura de sus reflexiones acerca de este tema. Ideas para que nuestros alcaldes, en vez de bailar reggaeton en la Plaza Bolívar, nos ayuden con el Socialismo.

Fuente: http://www.aporrea.org/actualidad/a92668.html