Las lagunas que persisten en materia de datos sobre las desigualdades en diferentes regiones y la necesidad de lograr investigaciones más robustas sobre la relación entre desigualdad económica y otras formas de desigualdad, por ejemplo, de género, educación y salud; así como lo imperioso de una mayor cooperación entre disciplinas científicas, fronteras geográficas y campos […]
Las lagunas que persisten en materia de datos sobre las desigualdades en diferentes regiones y la necesidad de lograr investigaciones más robustas sobre la relación entre desigualdad económica y otras formas de desigualdad, por ejemplo, de género, educación y salud; así como lo imperioso de una mayor cooperación entre disciplinas científicas, fronteras geográficas y campos de investigación, para ayudar a los gobiernos en el desarrollo de políticas más eficaces que proporcionen sociedades más inclusivas, constituyeron los aspectos más relevantes del Informe Mundial sobre Ciencias Sociales 2016: «Afrontar el reto de las desigualdades y trazar vías hacia un mundo justo», presentado, en septiembre, en la Real Academia de Ciencias en Estocolmo, Suecia.
Este informe, preparado por el Consejo Internacional de Ciencias Sociales (CICS) en cooperación con el Instituto de Estudios para el Desarrollo del Reino Unido, fue coeditado por la UNESCO, argumenta que, en los últimos años, las naciones que integran el grupo BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- han impulsado determinantes sociales que tienen por objetivo explícito el crecimiento económico en las regiones más pobres, al reducir las desigualdades en la atención médica, modificaron los viejos modelos de desigualdad que afectaban a diversos sectores de sus respectivas sociedades.
Teniendo en cuenta que estas naciones representan una enorme proporción de la población del planeta, las modalidades que adoptan para afrontar las desigualdades tiene y tendrán un impacto global. La desigualdad y la sostenibilidad son dos retos clave que tienen una importante repercusión mundial. Su vinculación es tal que, resulta imposible concebir el enfrentamiento a la problemática de las desigualdades sin una efectiva colaboración en un sistema internacional heterogéneo y de enormes asimetrías entre sus actores, sean ellos estatales o no estatales.
En los Estados Unidos y Europa, conglomerado de países considerados desarrollados, la desigualdad es cada vez mayor en el contexto de un proceso de globalización neoliberal que ha provocado el fracaso o empobrecimiento de las llamadas clases medias. La polarización de los ingresos, debido a la rápida evolución tecnológica, ha conducido a que dichas clases medias experimenten un profundo «malestar» frente al declive económico que padecen, cuyas manifestaciones más visibles lo constituye la disminución de la cohesión social y un apoyo creciente a los movimientos políticos extremistas, también denominados nacionalistas, populistas o neofacistas, en dependencia del país que se analice.
Existe un importante grado de incertidumbre en lo que respecta a los futuros efectos de la actual oleada de cambios tecnológicos. La automatización va a reducir significativamente la demanda de mano de obra, en particular la de trabajadores pocos especializados. Esto va a significar también que la industrialización en los países de economías emergentes creará menos puestos de trabajo. Al mismo tiempo, Internet y las redes sociales van a facilitar la movilización contra las desigualdades y el caos que ellas puedan engendrar.
En el Informe Mundial sobre Ciencias Sociales 2016 se presentan ejemplos de medidas adoptadas en diversas partes del sistema internacional para cambiar las reglas del juego de las economías capitalistas o las reglamentaciones que pueden contribuir a reducir las desigualdades. Algunas de esas medidas se han aplicado recientemente en países y regiones que desean frenar o estabilizar el aumento de las desigualdades.
Desde la década de 1960 hasta mediados la década de 1990 del siglo XX, en algunos países como la República de Corea, Taiwán y China, se registró un acelerado crecimiento económico, acompañado de una reducción de la desigualdad, que se ha denominado el «milagro económico del Asia Oriental».
Asimismo, en el en el periodo 2000-2010 se registraron índices de crecimiento económico extraordinariamente elevados y una disminución sustancial de la pobreza y la desigualdad en algunos países de América Latina y el Caribe.
Desde 2008, China ha adoptado una política multidimensional que ha tenido como resultado una notable reducción de los niveles de pobreza y de desigualdad económica.
Aunque esos países han gozado de condiciones favorables para reducir la desigualdad -crecimiento económico, estabilidad política y preocupación colectiva por el aumento de las disparidades-, lo más importante es que han preparado toda una serie de medidas combinadas para contrarrestar, a la vez, varios aspectos de las desigualdades.
El informe también plantea que la eficacia general de las medidas adoptadas parece depender de su grado de coherencia y coordinación. Para que resulte eficaz, una combinación de políticas elaboradas en un contexto específico necesitará adaptarse a las condiciones peculiares del país al que se pretenda transferir.
La izquierda considera que, una respuesta eficiente o solución a todos los tipos de desigualdades mencionadas aquí, es muy poco probable que se produzca bajo la dominación del sistema capitalista mundial, porque este, hasta ahora, no ha sido capaz de encontrar un modelo de acumulación distinto al neoliberal. Ha sido esa política económica neoliberal la que ha exorbitado el auge de las desigualdades económicas, generando múltiples anomalías políticas y tendencias verdaderamente desestabilizadoras de las relaciones internacionales actuales.
En este 2016, a punto de culminar, los principales acontecimientos que estremecieron la política internacional: el referendo sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit), – un proceso que se encuentra en marcha y el gobierno británico considera irreversible -, el triunfo en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos del multimillonario de extrema derecha (neofacista), Donald Trump, y el crecimiento de los nacionalismos de derecha y extrema derecha en Asia, América Latina y Europa, tienen su génesis en la crisis sistémica y estructural del capitalismo, haciendo que el sistema internacional del siglo XXI se torne, cada vez más desigual, convulso, turbulento e incierto.
Se abre así una perspectiva de regreso potencial de la guerra o de diferentes tipos de guerras, en un escenario geopolítico global paradójico, desordenado y complejo.
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