Recomiendo:
28

La nueva estrategia económica de EE.UU.

Fuentes: El tábano economista [Imagen: la residencia Mar-a-Lago de la familia Trump. Foto: Bloomberg]

Los Bonos del Tesoro americano que tienen los acreedores son, en esencia, capital disfrazado de deuda o deuda vestida de capital (El Tábano Economista)

Desde 2014, el predominio unipolar de Estados Unidos comenzó a resquebrajarse. Sus capacidades económicas y militares ya no coincidían con sus ambiciones globales. La crisis de 2008 marcó el inicio de un declive económico, tecnológico y militar que hizo insostenible la estrategia de dominación mundial que había seguido hasta entonces. Las élites estadounidenses no han renunciado a sus aspiraciones de controlar los mercados y recursos de Occidente, pero han reconocido que necesitan una nueva estrategia para aprovechar mejor sus recursos limitados. Esta es la esencia de la política exterior de Donald Trump: una retirada estratégica del imperialismo tradicional para reagruparse y redefinir su enfoque.

Sin embargo, este plan no está exento de desafíos. Internamente, Estados Unidos enfrenta disputas brutales, mientras que, a nivel internacional, debe lidiar con un mundo que ya no acepta su hegemonía sin cuestionamientos. Para mantener una política exterior creíble, el país necesita resolver urgentes problemas económicos internos, como la deuda pública, y los déficits fiscal y comercial.

Hay tres indicadores clave que explican las decisiones del gobierno de Trump y las élites que lo apoyan:

1) La deuda pública: supera el 124% del PIB, alcanzando los 36,2 billones de dólares. Los intereses de esta deuda ascienden a 1,3 billones de dólares anuales, superando por primera vez en la historia los gastos de defensa. Además, aproximadamente un cuarto de la deuda (8,5 billones de dólares) está en manos de acreedores extranjeros.

2) El déficit fiscal: en 2024, el déficit fiscal equivalió al 6,4% del PIB, unos 1,8 billones de dólares, el mayor porcentaje en los últimos 50 años.

3) El déficit comercial: alcanzó los 1,2 billones de dólares, con cinco países responsables de más del 70% de este déficit: China 24.5%%, UE 19.5%, México 14.5%, Vietnam 10.2%, Taiwán 6%. 

Estos indicadores revelan una economía bajo presión, donde la interacción entre las tasas de interés, el valor del dólar, las políticas de divisas y la gestión de la deuda pública es intrincada y delicada, poniendo énfasis en los pagos de intereses de la deuda pública.

El presidente estadounidense presiona a la Reserva para que baje las tasas, pero toma decisiones arancelarias que producirán más inflación y quitan margen de maniobra. Los primeros intentos de Donald Trump para revertir el déficit comercial y negociar con sus socios del T-MEC, China y la Unión Europea, fue de incremento de aranceles. A pesar que no fueron implementados en su totalidad, varios centros de investigación, dentro de los que se encuentra el Peterson Institute, estimaron que sólo los aranceles de Trump a Canadá, México y China costarían al hogar típico estadounidense más de 1.200 dólares al año, es decir, más inflación.

Ante esta situación, ha comenzado a circular en la administración Trump una propuesta audaz: el Acuerdo de Mar-a-Lago, que busca una reestructuración forzosa de la deuda, sugiriendo el canje de bonos del Tesoro en manos extranjeras por «bonos centenarios» no negociables, con un plazo de 100 años y una tasa de interés cero. El objetivo del Acuerdo sería abordar el doble déficit de Estados Unidos —el comercial y el del gasto público— mediante una compleja maniobra que involucra el valor del dólar y las inversiones extranjeras en el país. Se devaluará el dólar y se pondrá fin a la deuda americana en manos extranjeras en las condiciones actuales.

Esta idea no está exenta de riesgos. Los principales tenedores de bonos estadounidenses son Japón (1 billón de dólares), China (780 mil millones), Reino Unido (723 mil millones) y paraísos fiscales como Luxemburgo e Islas Caimán (843 mil millones). China, por ejemplo, difícilmente aceptaría un canje que perjudique sus intereses. Japón, por su parte, depende de la rentabilidad de los bonos estadounidenses para cumplir con sus obligaciones de jubilación, lo que reduce su motivación para aceptar bonos de bajo rendimiento.

Gran parte de los comentarios convencionales sobre el supuesto acuerdo consisten en señalar que es difícil para cualquier persona razonable concebir cómo los términos de dicho acuerdo podrían ser aceptables para cualquiera de los socios de Estados Unidos. Así pues, en lugar de criticar el plan como si se tratara de un fallo mental del equipo de Trump, imaginemos que este «fallo» no es un error, sino una característica.

El objetivo de la visión del «Acuerdo» es crear un gran escenario en el que los Estados Unidos de Trump demostrarán su poder coercitivo para cambiar unilateralmente todos los parámetros básicos de la economía occidental. El hecho de que solo la coerción permitirá a Estados Unidos conciliar las contradicciones entre la depreciación de la moneda, la redefinición de la deuda y la preservación del dólar con el estatus de reserva y disfrazarlo todo de «Acuerdo», es la clave. La coerción abierta y visible disimula los consentimientos, precisamente lo que un Acuerdo de Mar-a-Lago ofrecería.

Las consecuencias son variadas, la búsqueda de una moneda más débil para mejorar la competitividad exportadora podría desencadenar una guerra de divisas, donde múltiples países intentarían devaluar sus monedas simultáneamente. Este escenario, observado durante la Gran Recesión, podría generar inestabilidad en los mercados financieros y afectar negativamente el comercio internacional.

Para Estados Unidos, los beneficios a corto plazo incluyen una mayor competitividad comercial, la reducción del déficit de la balanza comercial y la protección de la industria local, que necesariamente tendrá un periodo de maduración para desarrollarse. Sin embargo, los riesgos son significativos: inflación, represalias comerciales y pérdida de confianza en el dólar como moneda de reserva global.

Para el comercio mundial, una guerra de divisas y aranceles más altos podrían reducir el comercio global y aumentar la incertidumbre en los mercados financieros. Países exportadores, como China y Alemania, verían reducidas sus exportaciones, mientras que las economías emergentes podrían sufrir fugas de capitales y devaluaciones de sus monedas.

Es imperativo para el gobierno de Donald Trump financiar su déficit fiscal. Por lo que obligar a algunos acreedores extranjeros a canjear sus bonos del Tesoro por bonos a un plazo muy largo para aliviar la carga de la deuda trasfiriendo el riesgo del contribuyente estadounidense a los contribuyentes extranjeros, es algo frecuente. Si esta iniciativa puede mantener bajos los tipos de interés y debilitar el dólar, se podría tener resultado en tres sectores importantes: déficit fiscal, comercial y aumentar los niveles de inversión.

La combinación de aranceles, reestructuración de la deuda, debilitar la moneda y una posible guerra de divisas es una estrategia de alto riesgo. Aunque podría ofrecer beneficios a corto plazo para Estados Unidos, también conlleva conflictos significativos para la economía global. La clave para la élite estadounidense será encontrar un equilibrio entre proteger sus intereses y mantener la estabilidad en los mercados internacionales, incluso si eso significa olvidarse temporalmente de la economía nacional.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/03/23/la-nueva-estrategia-economica-de-ee-uu/