En 1921, la Unión Soviética estaba totalmente destruida. Surgió como consecuencia de la guerra inter-imperialista de 1914-1918, de la cual Rusia participó, aliada a Inglaterra y a los Estados Unidos. Antes de que la I Guerra Mundial terminase, los bolcheviques, con el liderazgo de Vladimir Lenin, se aprovecharon de las contradicciones agudizadas por la guerra […]
En 1921, la Unión Soviética estaba totalmente destruida. Surgió como consecuencia de la guerra inter-imperialista de 1914-1918, de la cual Rusia participó, aliada a Inglaterra y a los Estados Unidos.
Antes de que la I Guerra Mundial terminase, los bolcheviques, con el liderazgo de Vladimir Lenin, se aprovecharon de las contradicciones agudizadas por la guerra e incluso aliándose con Alemania derrocaron al zar Nicolás II.
Fue este acontecimiento que terminó con la I Guerra Mundial. Surge luego, en diciembre de 1922, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS).
Las potencias imperialistas, perplejas con el surgimiento del socialismo en un país gigantesco como Rusia, en 1918, abandonaron la guerra que realizaban entre sí y se aliaron contra la URSS.
Si la URSS nació a partir de la destrucción de su parque productivo, como consecuencia de la I Guerra Mundial, por otro lado, enfrentó enseguida una guerra civil interna, que fue en realidad una guerra mundial contra los bolcheviques.
Después de haber vencido en la Guerra Civil (digamos, mundial), en 1921 Vladimir Lenin propone la Nueva Política Económica (NPE), 1921/29, adoptando técnicas industriales gringas e incentivando el consumo, pronto el mercado capitalista.
Para Lenin, la NPE era un sistema de economía transitorio y mixto y un obligado paso atrás en el que la economía quedaba hacia el futuro bajo la planificación y dirección del Estado, con la iniciativa privada siguiéndole los pasos: en síntesis, se trataba de restablecer un limitado y controlado capitalismo con el objetivo de reconstruir la maltrecha producción.
En efecto, a causa de la guerra civil (mundial, como se ha dicho) y la agresión extranjera, la Revolución Rusa había sobrevivido aunque a un enorme costo: mientras la producción agrícola había descendido en un 60%, respecto a 1914, la producción industrial quedó reducida a un 15%; el despoblamiento de las ciudades y la migración al sector rural iban al galope; en fin, el nivel de vida de la población no podía ser más bajo.
Por todo lo dicho, fue acusado de ser un traidor, incluso por Trotsky. No obstante, Lenin sabía lo que estaba haciendo. Los soviéticos tenían el monopolio del Estado, del sistema financiero, de la economía.
Aquí, se cita la Rebelión de Kronstadt o de los marineros de dicha ciudad/puerto militar en la isla de Kotlin, mar Báltico, golfo de Finlandia, que en marzo de 1921 se sublevaron frente al Gobierno, como producto del rechazo de un manifiesto en el que aquéllos reivindicaban medidas liberalizadoras y una menor presencia bolchevique en los soviets o asambleas de obreros, soldados y campesinos que habían surgido por primera vez durante la Revolución de 1905 que se oponía al zarismo y que en 1917 fue la fuerza fundamental para derrocarlo.
La Revolución de 1905, llevada a efecto el 22 de ene, o 9 de ene según el calendario juliano vigente en Rusia, o Domingo sangriento, fue una marcha pacífica de protesta reprimida por el zar y sus soldados de infantería y tropas cosacas, apostadas en el Palacio de Invierno de San Petersburgo, sede del zar Nicolás II. Encabezada por el clérigo Gueorgui Gapón, no respondía a consignas políticas sino a mejoras laborales, obreras y campesinas, tanto que muchos obreros llevaban íconos religiosos y cruces, sin armas. Sucesivas descargas de fusilería cobraron un número de víctimas que aún se discute: la prensa de la época habló de 2.000 muertos, más un impreciso número de heridos, a los que se persiguió luego por calles y avenidas. No obstante, las cifras oficiales registran 200 manifestantes muertos y 800 heridos. La masacre hizo que muchos campesinos se sublevaran, que hubiera múltiples huelgas en distintas ciudades y motines en las fuerzas armadas durante poco más de un año.
La NPE fue una política de cerco al capitalismo y tenía como objetivo desarrollar las fuerzas productivas soviéticas. Tuvo plenos éxitos: en 1929 la URSS ya era la segunda economía mundial. Lenin tenía un método táctico que se dividía en dos vectores: la política del cerco y la política del asalto, trabajadas dialécticamente. Ora era necesario permitir la expresión de la primera, en los momentos de mayor dificultad económica; ora usaba la segunda para avanzar en el proyecto socialista.
La dialéctica entre el cerco y el asalto no permitía que un vector se expresase aisladamente. Cuando tuvo que prevalecer la política del cerco al capital, incorporando los procesos técnico-científicos más avanzados del centro del capitalismo, la táctica del asalto estaba presente, en un proceso constante de construcción del socialismo.
Durante su gestión, el Partido de los Trabajadores (PT) intentó implantar una NPE brasileña, especialmente con el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC). Tuvo éxitos claros. La economía creció. La fuerza productiva brasileña se complejizó. El país comenzó a disputar el mercado externo con las grandes potencias; más de 40 millones de brasileños salieron de la línea de pobreza.
Todo estaba funcionando. ¿Qué faltó? El PT permitió que la política del cerco quedase a cargo del imperialismo estadounidense. Este cercó al Estado brasileño integralmente (incluyendo la cultura del cotidiano y para el cotidiano) y, en el momento decisivo, nos asaltó, con el golpe de 2016.
El principal error del PT no fue, como dicen sectores equivocados de la Izquierda, la política de conciliación con el capital, Eso era inevitable. El principal error fue la falta de táctica y estrategia. Faltó protagonismo en la política del cerco y del asalto. El PT es una variable de un proceso que hace intersección con cuestiones nacionales y geopolíticas.
Las izquierdas, de modo general, se inscriben en dos perspectivas: o son izquierdas que se inscriben en la dinámica del sistema colonial europeo, que ya hace mucho no da las cartas; o son izquierdas revisionistas, cercadas por el sistema colonial estadounidense. El PT fue y es un ejemplo del segundo modelo, pero no está solo.
El PT tenía una salida, sí, por medio de la guerra de posiciones. Debería haber asumido integralmente los BRICS, incluso bajo el punto de vista jurídico y militar, al proponer un sistema de formación profesional y de defensa en compañía de Rusia y China. Ciencia sin Fronteras debería haber sido realizado con los países de América Latina y del BRICS, muy especialmente. La forma como se constituyó el citado programa fue un gran error.
El Estado brasileño financió jóvenes para ser formados (y conformados) en los países del sistema colonial que siempre trató a Brasil (y a otros muchos países) como colonia. Por otro lado, debería haber garantizado una mayoría en el Supremo Tribunal Federal (STF) fiel, indicando ministros con perfiles comprometidos con la independencia del país.
El PT solo indicó perfiles, al STF, implicados con la tradición liberal; gente mediocre y vulnerable a la captura del cerco del imperialismo gringo como, en rigor, acabó ocurriendo. Debería haber hecho funcionar la Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN) a pleno vapor y democratizando los medios de información (ya no de comunicación), valorizando de paso la cultura nacional. En fin, mucha cosa podría haber sido experimentada.
No fue, y no haber sido no fue un error específico del PT. Esta es otra historia y tiene relación con los efectos del golpe de Estado de 1964. El principal objetivo de este golpe fue el de acelerar la hegemonía yanqui en todos los segmentos nacionales; objetivo alcanzado y que conformó un «nuevo» perfil de izquierda, cultural y sionista. El PT (y no solo…) es un heredero de esa conformación ideológica agringada. Se conformó con el discurso (absolutamente ideológico) de la pos-ideología y del fin del pos-imperialismo.
El PT fue entreguista en lo que toca respecto al cerco y al asalto. Entregó estas dos «joyas de la corona» de la construcción de la independencia político-económica al principal enemigo: los Estados Unidos. O, como se dice ahora, los Estados (H)un(d)idos.
Antes de que la I Guerra Mundial terminase, los bolcheviques, con el liderazgo de Vladimir Lenin, se aprovecharon de las contradicciones agudizadas por la guerra e incluso aliándose con Alemania derrocaron al zar Nicolás II.
Fue este acontecimiento que terminó con la I Guerra Mundial. Surge luego, en diciembre de 1922, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS).
Las potencias imperialistas, perplejas con el surgimiento del socialismo en un país gigantesco como Rusia, en 1918, abandonaron la guerra que realizaban entre sí y se aliaron contra la URSS.
Si la URSS nació a partir de la destrucción de su parque productivo, como consecuencia de la I Guerra Mundial, por otro lado, enfrentó enseguida una guerra civil interna, que fue en realidad una guerra mundial contra los bolcheviques.
Después de haber vencido en la Guerra Civil (digamos, mundial), en 1921 Vladimir Lenin propone la Nueva Política Económica (NPE), 1921/29, adoptando técnicas industriales gringas e incentivando el consumo, pronto el mercado capitalista.
Para Lenin, la NPE era un sistema de economía transitorio y mixto y un obligado paso atrás en el que la economía quedaba hacia el futuro bajo la planificación y dirección del Estado, con la iniciativa privada siguiéndole los pasos: en síntesis, se trataba de restablecer un limitado y controlado capitalismo con el objetivo de reconstruir la maltrecha producción.
En efecto, a causa de la guerra civil (mundial, como se ha dicho) y la agresión extranjera, la Revolución Rusa había sobrevivido aunque a un enorme costo: mientras la producción agrícola había descendido en un 60%, respecto a 1914, la producción industrial quedó reducida a un 15%; el despoblamiento de las ciudades y la migración al sector rural iban al galope; en fin, el nivel de vida de la población no podía ser más bajo.
Por todo lo dicho, fue acusado de ser un traidor, incluso por Trotsky. No obstante, Lenin sabía lo que estaba haciendo. Los soviéticos tenían el monopolio del Estado, del sistema financiero, de la economía.
Aquí, se cita la Rebelión de Kronstadt o de los marineros de dicha ciudad/puerto militar en la isla de Kotlin, mar Báltico, golfo de Finlandia, que en marzo de 1921 se sublevaron frente al Gobierno, como producto del rechazo de un manifiesto en el que aquéllos reivindicaban medidas liberalizadoras y una menor presencia bolchevique en los soviets o asambleas de obreros, soldados y campesinos que habían surgido por primera vez durante la Revolución de 1905 que se oponía al zarismo y que en 1917 fue la fuerza fundamental para derrocarlo.
La Revolución de 1905, llevada a efecto el 22 de ene, o 9 de ene según el calendario juliano vigente en Rusia, o Domingo sangriento, fue una marcha pacífica de protesta reprimida por el zar y sus soldados de infantería y tropas cosacas, apostadas en el Palacio de Invierno de San Petersburgo, sede del zar Nicolás II. Encabezada por el clérigo Gueorgui Gapón, no respondía a consignas políticas sino a mejoras laborales, obreras y campesinas, tanto que muchos obreros llevaban íconos religiosos y cruces, sin armas. Sucesivas descargas de fusilería cobraron un número de víctimas que aún se discute: la prensa de la época habló de 2.000 muertos, más un impreciso número de heridos, a los que se persiguió luego por calles y avenidas. No obstante, las cifras oficiales registran 200 manifestantes muertos y 800 heridos. La masacre hizo que muchos campesinos se sublevaran, que hubiera múltiples huelgas en distintas ciudades y motines en las fuerzas armadas durante poco más de un año.
La NPE fue una política de cerco al capitalismo y tenía como objetivo desarrollar las fuerzas productivas soviéticas. Tuvo plenos éxitos: en 1929 la URSS ya era la segunda economía mundial. Lenin tenía un método táctico que se dividía en dos vectores: la política del cerco y la política del asalto, trabajadas dialécticamente. Ora era necesario permitir la expresión de la primera, en los momentos de mayor dificultad económica; ora usaba la segunda para avanzar en el proyecto socialista.
La dialéctica entre el cerco y el asalto no permitía que un vector se expresase aisladamente. Cuando tuvo que prevalecer la política del cerco al capital, incorporando los procesos técnico-científicos más avanzados del centro del capitalismo, la táctica del asalto estaba presente, en un proceso constante de construcción del socialismo.
Durante su gestión, el Partido de los Trabajadores (PT) intentó implantar una NPE brasileña, especialmente con el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC). Tuvo éxitos claros. La economía creció. La fuerza productiva brasileña se complejizó. El país comenzó a disputar el mercado externo con las grandes potencias; más de 40 millones de brasileños salieron de la línea de pobreza.
Todo estaba funcionando. ¿Qué faltó? El PT permitió que la política del cerco quedase a cargo del imperialismo estadounidense. Este cercó al Estado brasileño integralmente (incluyendo la cultura del cotidiano y para el cotidiano) y, en el momento decisivo, nos asaltó, con el golpe de 2016.
El principal error del PT no fue, como dicen sectores equivocados de la Izquierda, la política de conciliación con el capital, Eso era inevitable. El principal error fue la falta de táctica y estrategia. Faltó protagonismo en la política del cerco y del asalto. El PT es una variable de un proceso que hace intersección con cuestiones nacionales y geopolíticas.
Las izquierdas, de modo general, se inscriben en dos perspectivas: o son izquierdas que se inscriben en la dinámica del sistema colonial europeo, que ya hace mucho no da las cartas; o son izquierdas revisionistas, cercadas por el sistema colonial estadounidense. El PT fue y es un ejemplo del segundo modelo, pero no está solo.
El PT tenía una salida, sí, por medio de la guerra de posiciones. Debería haber asumido integralmente los BRICS, incluso bajo el punto de vista jurídico y militar, al proponer un sistema de formación profesional y de defensa en compañía de Rusia y China. Ciencia sin Fronteras debería haber sido realizado con los países de América Latina y del BRICS, muy especialmente. La forma como se constituyó el citado programa fue un gran error.
El Estado brasileño financió jóvenes para ser formados (y conformados) en los países del sistema colonial que siempre trató a Brasil (y a otros muchos países) como colonia. Por otro lado, debería haber garantizado una mayoría en el Supremo Tribunal Federal (STF) fiel, indicando ministros con perfiles comprometidos con la independencia del país.
El PT solo indicó perfiles, al STF, implicados con la tradición liberal; gente mediocre y vulnerable a la captura del cerco del imperialismo gringo como, en rigor, acabó ocurriendo. Debería haber hecho funcionar la Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN) a pleno vapor y democratizando los medios de información (ya no de comunicación), valorizando de paso la cultura nacional. En fin, mucha cosa podría haber sido experimentada.
No fue, y no haber sido no fue un error específico del PT. Esta es otra historia y tiene relación con los efectos del golpe de Estado de 1964. El principal objetivo de este golpe fue el de acelerar la hegemonía yanqui en todos los segmentos nacionales; objetivo alcanzado y que conformó un «nuevo» perfil de izquierda, cultural y sionista. El PT (y no solo…) es un heredero de esa conformación ideológica agringada. Se conformó con el discurso (absolutamente ideológico) de la pos-ideología y del fin del pos-imperialismo.
El PT fue entreguista en lo que toca respecto al cerco y al asalto. Entregó estas dos «joyas de la corona» de la construcción de la independencia político-económica al principal enemigo: los Estados Unidos. O, como se dice ahora, los Estados (H)un(d)idos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.