El sistema capitalista no sólo arroja al hambre, la marginalidad, la desprotección social, las privaciones y las enfermedades, a miles de millones de seres humanos en el planeta, sino que ahora, además, sus expertos andan estudiando la manera de reciclar esa masa de desecho humano y social que deja la explotación del hombre por el […]
El sistema capitalista no sólo arroja al hambre, la marginalidad, la desprotección social, las privaciones y las enfermedades, a miles de millones de seres humanos en el planeta, sino que ahora, además, sus expertos andan estudiando la manera de reciclar esa masa de desecho humano y social que deja la explotación del hombre por el hombre, en nuevos mercados con potencialidad de desarrollo y vetas de rentabilidad asegurada.
De esta manera, el ‘sistema’ se regenera positivamente inventando nuevos mercados y ‘unidades de negocios’ con las propias lacras que genera.
La pobreza también es rentable, sería el nuevo eslogan implícito en un informe elaborado por el Instituto de Recursos Mundiales y la Corporación Internacional de Finanzas, la rama del Grupo Banco Mundial dedicada al sector privado, difundido por la cadena BBC.
El informe lleva como título ‘Los próximos cuatro mil millones: mercado y estrategia de negocios en la base de la pirámide’.
El documento advierte que el segmento de la población del planeta ubicada en la base de la pirámide económica (BOP por sus siglas en inglés), representa un mercado potencial de unos cinco billones de dólares.
De acuerdo con los expertos del Banco Mundial el sector privado está descuidando la gran oportunidad de negocios que representan los 4.000 millones de pobres que hay en el mundo.
Se trata del primer estudio de este tipo en base a datos obtenidos a través de encuestas realizadas en hogares de unos 110 países.
El objetivo -según sus autores- es ayudar a las empresas a pensar más creativamente sobre la posibilidad de nuevos modelos de negocios que cubran las necesidades de mercados desatendidos (léase, la masa de pobreza generada por el propio capitalismo) y al mismo tiempo contribuyan con el desarrollo de los que menos tienen (¿¿??).
El informe del Banco Mundial, se ocupa de esa masa de hombres y mujeres de Asia, Africa, Europa del Este, América Latina y el Caribe cuyos ingresos están por debajo de la línea de pobreza de las sociedades occidentales, pero que sumados representan un excelente potencial de negocios.
La mayoría de estas personas viven con menos de cuatro dólares diarios, no tienen acceso a servicios básicos, propiedad, cuentas bancarias o servicios financieros.
Tampoco tienen acceso a los mercados para vender sus productos , dependen de la economía informal, son vulnerables a los desastres naturales y están atrapados en la pobreza.
Lo paradoja de la economía -según el documento- es que quienes están en la base de esta pirámide pagan más que los consumidores más ricos por productos y servicios que por otra parte son de menor calidad.
Entre estas fuentes de inequidad figuran las comisiones exhorbitantes por préstamos o transferencias de dinero a familiares (remesas), pero también mayores costos por servicios básicos, entre otros.
‘Lograr que la población BOP ingrese a la economía formal debe constituir un elemento crítico para cualquier estrategia tendiente a generar riqueza y crecimiento inclusivo’, dice el informe sin ruborizarse.
En tal sentido, sugiere atender las necesidades no satisfechas de este mercado como paso esencial para aumentar el bienestar, la productividad y el ingreso, ayudando así a las familias a encontrar un camino de salida de la pobreza (¿¿??).
‘Considerar a los pobres, que también son productores y distribuidores de una inmensa gama de bienes, no es un acto de caridad, sino una oportunidad de negocios’, según Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.
‘En el siglo 21 prosperarán aquellas compañías y empresarios que tengan la suficiente visión para adaptar sus ofertas a las necesidades de los consumidores de bajos ingresos’, dijo al comentar el informe del Banco Mundial a la BBC.
El ‘banco para los pobres’
En 1944 las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial crearon en Bretton Woods nuevas instituciones económicas para reordenar un sistema capitalista en profunda crisis desde la Gran Depresión de los años 30 y agravado entonces por el conflicto bélico.
De esos acuerdos para reordenar y reciclar el sistema capitalista nacieron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
El Banco Mundial se constituyó formalmente como una organización para financiar la reconstrucción económica posterior a la guerra y se convirtió rápidamente en un importante prestamista para los países en desarrollo.
Hasta 1990 el Banco Mundial no declaró que la ‘reducción de la pobreza’ es uno de sus objetivos prioritarios.
Tanto el FMI como el Banco Mundial comparten el mismo objetivo: un modelo basado en el ‘libre comercio’, búsqueda de la mayor rentabilidad sin restricciones, y la preferencia del negocio de la empresa privada sobre el sector público.
Curiosamente, estas dos entidades representantes de las finanzas globales y de las transnacionales capitalistas, son presentadas como una solución global a la pobreza en el mundo.
Tanto el Banco Mundial como el FMI (su hermano complementario) están controlados exclusivamente por los países ricos del Norte, impulsores y beneficiarios del sistema de explotación capitalista impuesto como norma aceptada y universal.
De esta manera, los 24 países de la OCDE controlan más de las dos terceras partes de los votos del BM. Sólo los EEUU controlan el 19’6% de la capacidad de decisión de la institución.
El Banco Mundial tiene como objetivo principal la concesión de créditos a los gobiernos y se convierte de esta manera en fuente de financiación para el desarrollo de los países empobrecidos.
Pero para conseguir acceso a los créditos del Banco Mundial, un país debe comprometerse a seguir políticas económicas diseñadas por el FMI:
programas de estabilización y de ajuste estructural socialmente muy traumáticos, que colocan al ‘libre mercado’ y a la rentabilidad empresarial por encima de las personas, y sólo benefician prioritariamente a las grandes empresas y bancos transnacionales.
Los créditos del Banco Mundial son casi la única fuente de ingresos para los programas sociales de ayuda de los países más pobres.
Pero el hecho de que estos estos países se vean obligados a seguir las reglas de libre mercado y de rentabilidad capitalista impuesta por el FMI y el BM, les obliga luego a recortar sus programas sociales para pagar la enorme deuda que contraen con el BM y la instituciones crediticias internacionales.
El informe Meltzer, en febrero de 2000, realizado por una comisión internacional de asesoramiento para las instituciones financieras internacionales, detectó y reveló que el 80% de los recursos del Banco Mundial no se destinaban a los países más pobres, sino a los países en desarrollo con mayor potencial de inversiones y rentabilidad garantizada.
En este escenario, no sorprende que el Banco Mundial haya sido el autor de un informe para reciclar, con nuevos métodos gerenciales, el negocio con la pobreza en el mundo.