Pekín.- Los planes de China para modernizar la famosa Ruta de la Seda, que une Asia y Europa mediante ferrocarriles, puertos y otras instalaciones, tropieza con un obstáculo valuado en 14.000 millones de dólares en Pakistán. Las relaciones de Pekín y Pakistán son tan estrechas que los funcionarios paquistaníes dicen que los chinos son sus […]
Pekín.- Los planes de China para modernizar la famosa Ruta de la Seda, que une Asia y Europa mediante ferrocarriles, puertos y otras instalaciones, tropieza con un obstáculo valuado en 14.000 millones de dólares en Pakistán.
Las relaciones de Pekín y Pakistán son tan estrechas que los funcionarios paquistaníes dicen que los chinos son sus «hermanos de hierro». Sin embargo, la construcción de la represa de Diamer-Bhasha, uno de los proyectos de la iniciativa, quedó en duda en noviembre cuando el presidente de la agencia que maneja el abastecimiento de agua en Pakistán dijo que China no podía ser propietaria del proyecto hidroeléctrico porque eso va en contra de los intereses de la nación.
China negó que quisiese ser accionista, pero la represa ya no figura en la lista de decenas de proyectos que están llevando a cabo conjuntamente las dos naciones.
Desde Pakistán hasta Tanzania y Hungría se están suspendiendo, renegociando o demorando proyectos de la Iniciativa de la Ruta de la Seda por disputas en torno a los costos o quejas de que las naciones participantes reciben muy poco a cambio de su colaboración en proyectos llevados a cabo por empresas chinas y financiados con préstamos de Pekín que deben ser pagados.
En algunos sitios, Pekín está siendo resistida por temor a su expansión económica.
«Pakistán es uno de los países que China tiene en su bolsillo, y el hecho de que se rebele y diga ‘no voy a hacer esto con ustedes’ revela que no es un proyecto que beneficie a todos, como afirma China», expresó Robert Koepp, analista de la Economic Corporate Network, una firma investigadora de Hong Kong.
La iniciativa fue lanzada por el presidente chino Xi Jinping en el 2013 e involucra proyectos construidos o financiados por China en 65 naciones del Pacífico Sur de Asia, África y Europa.
Muchos gobiernos vieron con buenos ojos la iniciativa en una región que según el Banco Asiático de Desarrollo necesita una inversión de más de 26 billones de dólares en infraestructura para el 2030 para que sus economías sigan creciendo. Naciones como Japón han aportado o prestado miles de millones de dólares para esta iniciativa, pero la empresa es tan ambiciosa que, en última instancia, China es la única fuente de financiamiento de numerosos proyectos.
En Washington, Moscú, Nueva Dehli y otras capitales existe el temor de que Pekín trate de aprovechar la iniciativa para crear una estructura política que gire en torno a los intereses chinos y disminuya la influencia de otros en la región.
Entre los proyectos que fueron suspendidos o demorados figura la construcción de una represa de 2.500 millones de dólares en Nepal, cancelada al determinarse que los contratos para el Proyecto Hidroeléctrico Budhi Gandaki violaba el requisito de que haya varios licitadores.
La consultora BMI Research armó un banco de datos con 1,8 billones de dólares en inversiones en infraestructura en Asia, África y el Medio Oriente que incluyen financiación y otro tipo de participación de China.
«Tal vez sea demasiado pronto para decir qué porcentaje de la iniciativa será implementado», comentó Christian Zhang, analista de BMI.
Los gobiernos de Estados Unidos y Japón expresaron interés en hacerse cargo de algunos de los proyectos de construcción y también ofrecen iniciativas alternativas.
Los tropiezos que enfrenta la ambiciosa iniciativa de infraestructura podrían despejar temores de que Pekín esté aumentando su influencia estratégica.
Después de todo, hasta Pakistán, uno de los vecinos más allegados a China, se ha negado a llevar a cabo proyectos importantes.
Los dos gobiernos construyen instalaciones por un valor total de 60.000 millones de dólares, incluidas plantas eléctricas y líneas férreas para unir el sector occidental de China con el puerto de Gwadar sobre el océano Índico.
El viceministro de relaciones exteriores chino visitó Pakistán en noviembre pero no logró un acuerdo en torno a la construcción de líneas férreas en Karachi, al sur del país, a un costo de 10.000 millones de dólares, y de un aeropuerto de 260 millones de dólares en Gwadar.
El mismo mes, el presidente de la dependencia de obras sanitarias de Pakistán dijo que no se construiría la represa de Diamer-Bhasha.
«Las condiciones de China para la financiación de la represa no son viables, van en contra de nuestros intereses», expresó el funcionario, Muzammil Hussain, ante el Congreso, según informes de la prensa paquistana.
Una comisión especial china que supervisa la iniciativa negó en un comunicado escrito que haya querido ser accionista.
La modernización de la Ruta de la Seda es parte de una política más amplia que promueve la exportación de tecnología china para ferrocarriles, plantas hidroeléctricas y otros sectores, así como acero, aluminio y otros productos industriales.
En Tailandia se suspendió en el 2016 la construcción de un tren de alta velocidad de 15.000 millones de dólares por considerarse que las empresas nacionales no se beneficiaban con el proyecto. En julio se anunció un nuevo proyecto que da mayor participación a las firmas nacionales.
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Ahmed informó desde Islamabad y Domasa desde Dodoma, Tanzania.
La reportera de AP Mari Yamaguchi contribuyó desde Tokio.