La Historia se mueve en un carrusel de sorpresas, impulsada por resortes inefables, creándose a sí misma en los crisoles de sus propias circunstancias. Los intentos por apresar la realidad tras barrotes teóricos se derrumban uno a uno, inevitablemente. Para nosotros sigue siendo cierta la aseveración de Marx de que la lucha de clases es […]
La Historia se mueve en un carrusel de sorpresas, impulsada por resortes inefables, creándose a sí misma en los crisoles de sus propias circunstancias. Los intentos por apresar la realidad tras barrotes teóricos se derrumban uno a uno, inevitablemente. Para nosotros sigue siendo cierta la aseveración de Marx de que la lucha de clases es el motor de la Historia. Pero esa lucha de clases está lejos de transcurrir sobre una superficie plana, no es una serie de fatalidades dictadas por recetas o fórmulas. No es el enfrentamiento entre un proletariado idealizado y una burguesía diabólica, ni una leyenda a la manera de las religiones, en la que los buenos tienen garantizado el cielo y los malos el infierno.
Esta reflexión viene a cuento por las señales que no está dando el mundo, con las naciones envueltas en una vorágine política dictada en primer lugar por la crisis estructural del capitalismo, el sistema dominante que nos involucra a todos. Esa crisis se ve aliñada por diversos componentes culturales condicionados por diferencias religiosas, étnicas, y nacionales que han venido siendo conformadas a lo largo de los siglos en las usinas espirituales de la división entre los humanos.
¿Quién podía imaginar hace, digamos, cinco años, que se iba a dar el actual acercamiento entre Estados Unidos y Cuba? ¿Quién podía conjeturar que la agresión contenida en la orden ejecutiva de Obama contra Venezuela iba a desembocar en la posibilidad de que se abrieran los caminos diplomáticos para una recomposición de las relaciones entre Estados Unidos y nuestro país? ¿Misterios de la ciencia, como suele decir nuestro dilecto amigo Eduardo Rothe, el Profesor Lupa? Pues no, más bien consecuencias de los caminos que va tomando el mundo en el remolino de fuerzas y contradicciones que se desarrollan en una perspectiva de vértigo.
A pesar de su soberbia y su fortaleza, que tiene de real y de relativo al mismo tiempo (el tigre de papel, Mao dixit), el imperialismo norteamericano ha entrado en franca decadencia. Sí, es un tigre porque es fuerte y agresivo. Y es de papel porque es vulnerable, intrínsecamente frágil.
La nueva visita de Thomas Shannon a Venezuela tiene que ser analizada en este contexto. Este aun tímido acercamiento entre los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela es una consecuencia de una situación geopolítica que desde hace tiempo ha dejado de ser favorable a la gran potencia del Norte. El casi unánime rechazo latinoamericano, caribeño y mundial a la orden ejecutiva de Obama es un asunto que tiene visos estratégicos: la unidad de América Latina contra la agresión de Estados Unidos era también impensable hace veinte años. Estados Unidos tiene los gallineros alborotados por todas partes, y esto es particularmente sensible para ellos en lo que atañe a lo que siempre consideraron su patio trasero.
La profunda crisis del capitalismo ha despertado también los «egoísmos» nacionales. La Unión Europea ha dejado de ser un aliado incondicional de Estados Unidos, aunque sigue siendo un apoyo fundamental del imperialismo. Las posiciones de la UE con relación a Cuba se han venido distanciando de la de Estados Unidos desde hace algunos años. Los países de Europa, que tienen sus propios intereses políticos y económicos en América Latina, simplemente voltearon para otro lado con el asunto de la tristemente célebre orden ejecutiva de Obama. En el conflicto de Ucrania, la Unión Europea favoreció en general a Rusia y fue uno de los factores que forzó el retroceso imperial en aquel país después de la derrota política y militar de las fuerzas pro- imperialistas ucranianas. Esta es una de las razones principales que reunió el martes a John Kerry, en Rusia, con Putin y su canciller Lavrov.
Por otro lado, la Unión Europea se enfrenta al fantasma de la disolución, sobre todo después de la victoria conservadora en Gran Bretaña. Además de la posible salida de Grecia de la Eurozona, se asoma ahora la posibilidad de una futura salida británica. El primer ministro Cameron ha confirmado que llevará adelante el referendo prometido durante su campaña electoral para decidir si su país sigue en la Eurozona o la abandona. Al ser reelecto, una de sus primeras acciones fue dialogar con los líderes europeos, para después ratificar sus intenciones: «Lo primero que tenemos que hacer es renegociar nuestra relación. Luego viene el referendo antes de fines de 2017«.
A todo esto se suma el desarrollo de nuevos y muy fuertes polos de poder mundial que amenazan seriamente la ya endeble hegemonía política, económica y militar de Estados Unidos, como la indetenible alianza de Rusia y China. En este sentido, recientemente se ha firmado un nuevo convenio entre Vladimir Putin y Xi Jinping que vincula a la Unión Económica Euroasiática con el proyecto económico «Ruta de la Seda», un gran proyecto chino que se considera mucho más ambicioso y cuenta con un alcance potencial muy superior al del plan Marshall, el proyecto más importante de Estados Unidos para la reconstrucción de los países europeos tras la Segunda Guerra Mundial. Geopolíticamente, Rusia, India y China acaban de enviar un poderoso mensaje a Occidente: en estos momentos afinan una estrategia trilateral compleja para la creación de una red de corredores económicos a través de Eurasia. Es lo que en China se ha bautizado como nuevo Cinturón Económico de la Ruta de la Seda y la Ruta Marítima de la Seda del siglo XXI: una impresionante infraestructura que nacerá en gran parte desde cero para conectar China con Asia Central, Oriente Medio y Europa Occidental.
Repetimos, es en este contexto que debe analizarse la nueva visita de Thomas Shannon a Venezuela. Y además, en una situación mundial como la que hemos descrito, estamos obligados a andar con pie de plomo en todas nuestras acciones.
En ese sentido, vimos con preocupación desde un principio la detención de Antonio Ledezma, no porque no hubiera razones para hacerlo, sino por la forma como se hizo. En política, no siempre lo justo es lo oportuno. En este tipo de cosas, el instinto de Chávez era prodigioso y eso ayudó mucho en los grandes éxitos de su política internacional.
Hacia lo interno, Ledezma no es más que un político impopular que no despierta simpatías ni solidaridad del pueblo venezolano. Hacia afuera, es el alcalde de la capital venezolana electo por el voto popular y preso sin que se haya mostrado al mundo pruebas suficientes que sustenten esa acción. Es una situación distinta a la que se dio con Leopoldo López, cuya detención es harina de otro costal. Los primeros de nuestros aliados que rechazaron la medida aduciendo razones de principios, en medio de una difícil campaña electoral en la que han tratado de presentarlos como unos colonizados del chavismo venezolano, política y económicamente, fue el Podemos español.
Poco a poco, apelando a toda su experiencia y sus artimañas mediáticas, el imperialismo y los fascistas venezolanos han venido convirtiendo al tándem de Lilian Tintori y Mitzi Ledezma en una muy activa pareja de «víctimas», en el conveniente papel de mujeres y esposas afectadas. Todavía no tienen la relevancia de Yoanni Sánchez, pero están en ese camino. Ya la cosa tuvo su efecto en Brasil, donde hasta la presidente Rousseff se dirigió al par de contrarrevolucionarias en lo que constituyó el primer reconocimiento oficial importante de su beligerancia por parte de un gobierno aliado.
Pero quizá la opinión más reveladora es la de Pepe Mujica, quien afirmó que «Creo que hay un interés en ir preso en Venezuela«. Y después de calificar como un «error» la actuación de nuestro gobierno, dijo que «Inducen al Gobierno a pasarse de la raya. Le crean una contradicción internacional notable y estos bobos entran«.
No tenemos que ofendernos por esta forma de hablar de Mujica, es su conocido estilo llano y directo que tanta simpatía despierta en la gente. Más bien es bueno escucharlo con atención y reflexionar sobre sus palabras, porque vienen aun más provocaciones y no en todas nos conviene caer. La actual situación internacional nos brinda un viento propicio, pero al mismo tiempo es un complejo campo minado que nos obliga a medir cada paso.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.