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Raíces en el pueblo

La obsesión agónica de Cesare Pavese

Fuentes: Rebelión

El próximo 27 de agosto se cumplirán cincuenta y cinco años de la muerte de Cesare Pavese, el extraordinario poeta y narrador italiano que marcó toda una época durante la posguerra que se inició en 1945. Pavese recibió en 1950 el importante Premio Strega de literatura. Pocos días después se encerró en un cuarto de […]

El próximo 27 de agosto se cumplirán cincuenta y cinco años de la muerte de Cesare Pavese, el extraordinario poeta y narrador italiano que marcó toda una época durante la posguerra que se inició en 1945.

Pavese recibió en 1950 el importante Premio Strega de literatura. Pocos días después se encerró en un cuarto de un hotel de Turín y se suicidó. Estaba profundamente enamorado de una actriz estadounidense, Constance Dowling, pero no era correspondido. Para ella escribió los poemas de /Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, /que se publicaron un año después. Sobre la mesa de su mínima habitación aparecieron los poemas escritos pensando en su amor imposible.

En su diario íntimo había manifestado en 1936: «Sé que estoy condenado a pensar en el suicidio ante cada dolor». La inmolación propia había sido para él una inquietud permanente; la muerte, su compañera constante. Sus relaciones con el sexo opuesto eran difíciles. Escribió: «Uno no se suicida por amor a una mujer. Uno se suicida porque el amor nos muestra en nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestra vulnerabilidad, nuestra insignificancia.»

Su vida de solitario impenitente estuvo amargada por sus dificultades para comunicarse con el prójimo: «paso las noches sentado ante un espejo para tener compañía». Siempre volvía una vez y otra en sus notas, diarios y escritos sobre el tema de su angustioso retraimiento. Entre sus últimos papeles apareció escrito: «¡Basta de palabras. Un gesto. ¡No escribiré más!»

Se unió así a la larga lista de escritores y artistas a quienes una mórbida sensibilidad los condujo a su auto extinción. Ernest Hemingway se voló la cabeza con una escopeta de caza y Serguei Esenin se ahorcó. Virginia Wolf se adentró en un río con los bolsillos cargados de piedras para sumergirse mejor y Hart Crane se tiró por la borde de un barco mientras navegaba por el Caribe. Van Gogh se descargó un balazo en la cabeza, tras haberse cortado una oreja, años antes y Malcolm Lowry se saturó de estupefacientes tras una riña con su compañera. Maiacovsky terminó su vida con un disparo al corazón.

Al morir Pavese apenas contaba cuarenta y dos años pero ya había escrito una obra importante. Su traducción de Herman Melville abrió nuevas vías en la literatura italiana. Fue uno de quienes comprendieron tempranamente, en Europa, la importancia de las letras estadounidenses. Tradujo a Sherwood Anderson, Gertrude Stein, John Steinbeck, John Dos Passos, Ernest Hemingway y William Faulkner durante los años del fascismo ascendente. Sus propias obras siempre hallaban dificultades con la censura mussoliniana.

Fue uno de los fundadores de la importante editorial Einaudi y gracias a su asesoría se publicaron Kafka y Proust, Whitman y D.H.Lawrence, fue uno de los descubridores de Italo Calvino, quien le sucedió como editor en la casa librera. Fue un antifascista activo y por ello fue arrestado en 1935 y condenado al exilio interior en Calabria. A su regreso de la cautividad ingresó en el Partido Comunista. Desde 1943 hasta el final de la guerra anduvo insurrecto con los /partigiani, / los guerrilleros que animaban la resistencia contra el nazi-fascismo, en el Piamonte.

Su primer libro de poemas /Trabajar, cansa, /de1936/, /fue seguido de una noveleta, /De tu tierra, /en 1941. Su mejor novela, /La luna y las fogatas,/ se publicó en 1950. La primera parte de sus memorias, /El oficio de vivir/, salió editada en 1952. Su tempestuosa vida profunda, su falta de carisma y de comunicabilidad, le atormentaron toda su vida. Su mente glacial y hermética, sus demonios íntimos le asediaron. Sin embargo le preocupaba intensamente, en su calidad de militante de la izquierda, el acceso a la cultura popular. Escribió en su diario, en 1948: «En el fondo, la inteligencia humanista -las bellas artes y las letras- no padeció bajo el fascismo; pudo perder presunción, aceptar cínicamente el juego. El fascismo sólo vigiló en lo tocante al paso de la /intelligentsia/ al pueblo; mantuvo al pueblo en la oscuridad. Ahora el problema consiste en superar el privilegio -servil- de que gozamos y no «ir hacia el pueblo» sino «ser pueblo», vivir una cultura que tenga raíces en el pueblo…»

Rechazó las tesis del realismo socialista zdanoviano y la rigidez del modelo soviético de socialismo y mantuvo una actitud crítica dentro del Partido Comunista Italiano, considerado el más flexible de las organizaciones marxistas europeas. Fue un escritor sensible que vivió sufriendo sus propias limitaciones, pero su delicadeza de espíritu no fue un obstáculo para tomar las armas, cuando fue necesario hacerlo y militar aguerridamente junto a las causas del progreso social de su tiempo.

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