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La ocupación de Iraq empeorará más la situación

Fuentes: Rebelión

Cuando las cosas pueden ir a peor, seguro que irán diría la célebre «ley de Murphy», y esta sentencia parece que se está aplicando con todo su horror a la situación que está sufriendo la población iraquí desde que la coalición occidental comandada por Estados Unidos decidió ocupar el país y mandarlo de vuelta «a […]

Cuando las cosas pueden ir a peor, seguro que irán diría la célebre «ley de Murphy», y esta sentencia parece que se está aplicando con todo su horror a la situación que está sufriendo la población iraquí desde que la coalición occidental comandada por Estados Unidos decidió ocupar el país y mandarlo de vuelta «a la edad de piedra», como señaló en su día un alto general norteamericano.

Tras las promesas de los ocupantes para justificar su genocida actitud estamos descubriendo que todo ello no era sino una sarta de mentiras, de excusas mal elaboradas, para hacerse con el control de un estado muy importante geoestratégicamente hablando y con un gran volumen de ricos recursos naturales.
Tras más de cuatro años y medio de ocupación la fotografía iraquí es asoladora, sobre todo para su propia población. El índice de violencia es elevadísimo, los enfrentamientos ya han alcanzado a todos los estamentos sociales, religiosos y políticos del país, los sistemas educativo o sanitario están totalmente destrozados, cuando en un pasado no muy lejano ambos estaban considerados por organizaciones internacionales como la UNESCO, como verdaderos modelos a seguir.

 La corrupción, que algunos consideran «una norma de las autoridades actuales del país» está siendo utilizado con fines estratégicos, ya que por un lado hace crecer el rechazo popular a esas instituciones impuestas `por los ocupantes, al tiempo que el armamento y la ayuda financiera que se destina para las mismas en muchas ocasiones acaba en manos de los grupos resistentes.

El sectarismo y las luchas entre las facciones siguen ocupando buena parte de la realidad iraquí. La política del «divide y vencerás» aplicada por los estrategas de la ocupación, esperando que fuese un factor a su favor, se ha demostrado como uno de los más graves errores de cálculo en la historia más reciente. Lejos de lograr sus objetivos, ha traído una situación que no se muestra nada sencilla de resolver de continuar los parámetros actuales.

El cólera ha hecho su aparición en zonas consideradas «seguras» hasta la fecha (la falta de agua potable es un presenta más de la ocupación), los desplazados internos superan el millón y la cifra de refugiados en los países vecinos sigue aumentando, las instituciones impulsadas por la ocupación están al borde del colapso y son incapaces de funcionar con normalidad, las cifras de muertos son escalofriantes y no cesan de aumentar cada días que pasa (este año está siendo más violento que el anterior). Por su parte la resistencia iraquí mantiene su pulso militar contra los ocupantes y al mismo tiempo sigue desarrollando un proyecto unitario de la misma. Por el contrario, la presencia de al Qaeda en el país, a pesar de ser magnificada por los medios occidentales, tiene su peso en el teatro iraquí, y mientras continua con sus atentados indiscriminados, recientemente ha tenido que hacer frente al rechazo armado de otras organizaciones de la resistencia sunnita.

En este contexto se puede situar por ejemplo los recientes movimientos en torno a la milicia dirigida por Moqtada al-Sadr, «Jaysh al-Mahdi» (el Ejército del Madhi). Los enfrentamientos en Kerbala entre milicias chiítas y el posterior anuncio de al-Sadr de un cese de las actividades por un período de seis meses han desatado los comentarios en torno a la situación que estaría atravesando el joven dirigente chiíta.

Lo ocurrido en Kerbala, una ciudad controlada por las fuerzas chiítas, es la muestra de que dentro de las diferentes comunidades las diferencias e intereses impiden presentar a éstas como grupos homogéneos. Al parecer, los intentos del Ejército del Mahdi por hacerse con el control de la poderosa mezquita del Iman Hussein, en poder del Consejo Supremo islámico Iraquí (SIIC), provocó la reaccción de las Brigadas Badr de éste, y dejando sobre las calles de la ciudad santa chiíta más de cincuenta víctimas mortales. Además, los ataques entre ambos grupos se sucedieron en otras partes del país.

Los motivos que llevaron a los seguidores de al-Sadr a intentar hacerse con la mezquita son varios. Por un lado está la importante fuente de recursos que genera la misma, con miles de peregrinos que anualmente acuden a la misma y donde depositan sus donaciones, y por otra parte está la disputa que mantienen ambas organizaciones por hacerse con el mayor control posible de las zonas chiítas, y un ejemplo claro lo estamos viendo en el sur del país.

El resultado de la acción de Kerbala habría llevado a al-Sadr a decretar ese dece de actividades, como medida para frenar una acción que es vista como impopular entre las masas chiítas y al mismo tiempo para poner «un poco de orden» dentro de su organización. Ésta ha crecido considerablemente desde su fundación en el 2003, y algunos grupos han comenzado a operar de forma autónoma generando roces y divisiones en su seno. Con esa medida al-Sadr ha decidido evitar un desmembramiento y una pérdida de apoyo popular. Frente a quienes quieren presentar a la figura del joven clérigo chiíta como una persona contra las cuerdas, hay que seguir los acontecimientos que se han sucedido tras su llamamiento, y podemos ver cómo las milicias que le apoyan han seguido en su casi totalidad las órdenes de su dirigente.

Los que sí están contra las cuerdas son los gestores de la ocupación. En Iraq su situación es de acoso constante y de fracaso absoluto, mientras que en Washington el debate se centra cada vez con más fuerza en ese mismo fracaso y en la elaboración de un plan de retirada que cada vez demandan más voces.

El próximo mes de septiembre puede ser clave para ver el desarrollo de los acontecimientos, con varias apariciones públicas en el Congreso norteamericano y con el informe que el presidente George W. Bush deberá presentar y que marcará la política de EEUU hacia Iraq de los próximos meses. Con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, los medios y algunos políticos no dudan en utilizar el tema iraquí como bandera propagandística en uno u otro sentido, además con la aparente «crisis» que parecen soportar los llamados neoconservadores, tampoco podemos descartar algún movimiento de éstos. Y si así se produce deberemos permanecer atentos a lo que suceda en torno a Irán, donde las fuerzas neocon de EEUU podrían buscar una maniobra desesperada para desviar la atención de su sonoro fracaso iraquí.

Suceda lo que suceda, es importante no caer en el olvido o acostumbrarnos a las trágicas noticias e imágenes que nos llegan desde Iraq. Mientras que salvar las ruinas griegas del fuego se presenta como una tragedia en los medios de comunicación occidentales, asistimos a la canalización de la situación en aquel país, en un intento más para ocultar que la ocupación ha sido es y será la culpable de la situación, y sobre todo de que ésta empeore aún más.

TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)