El presidente Carlos Mesa, abandonando sus bamboleos, se situó decididamente en la trinchera de las empresas transnacionales del petróleo, junto a los empresarios alarmados por la tendencia, cada vez más definida, de los movimientos sociales que luchan por la recuperación real de la propiedad de los hidrocarburos.
La razón es que, el señor Shapiro, tuvo una entrevista con el mandatario boliviano y, usando la sala de prensa del Palacio de Gobierno, anunció a todo el mundo que el gobierno de Washington defendería con todas sus fuerzas, los intereses de las transnacionales del petróleo. En Bolivia, esas empresas, se han apoderado del gas, mediante una serie de maniobras que se concretaron en leyes y decretos dictados desde 1993 en adelante.
El gas nuestro de cada día
El primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (quien ahora vive protegido en Washington para no responder al juicio de responsabilidades iniciado contra su gobierno), les entregó a esas empresas extensos campos de hidrocarburos, sobre los cuales, la empresa estatal YPFB realizó estudios completos. Junto con los campos, el gobierno les regaló los estudios; de ese modo, las empresas sólo debieron perforar los pozos necesarios (ni uno más) para comprobar las grandes existencias de gas depositado en el subsuelo boliviano. Pero, además, por un simple decreto, Sánchez de Lozada, les otorgó la propiedad desde el momento en que el gas salía del pozo; así, las empresas disponían volúmenes de explotación, precios, vías de transporte, formas de comercialización, sin que el Estado boliviano tuviese nada que hacer al respecto.
No contentos con semejante presente, las empresas se ingeniaron para reducir sus inversiones, evadir impuestos y otras lindezas por el estilo. Llegaron al punto de convencer a otro presidente, Jorge Quiroga, quien les otorgó la dispensa de la perforación de un pozo en cada parcela de sus concesiones, como exigía el contrato inicial que firmaron con el Estado boliviano.
Y déjanos caer en la tentación
Pero el mayor descaro de estas empresas, es el precio que pagan por apropiarse del cada vez más apetecido energético. Sucede que, el petróleo, en un año, ha escalado desde poco más de 20 dólares por barril, hasta 55 en los últimos días. En ese mismo tiempo, que se sepa, el gas sigue ‘valiendo’ 1 dólar 30 centavos en boca de pozo, precio de referencia interna para calcular el 18% que es lo que aquellas empresas pagan al Estado.
Estamos hablando de un precio congelado por… ¿cuál es la razón?
Desde hace años, las empresas han convencido a todos (lo mismo gente común que expertos) de que el mercado del gas es distinto, diferente, hasta contrapuesto al mercado del petróleo. El caprichoso ‘crudo’ sube y baja en el comercio internacional por obra y gracia de la creciente demanda. El gas, en cambio, se comporta como un caballero: mantiene un precio estable, sin sobresaltos.
Claro que, quienes revisan un poco la historia, encuentran que hacían lo mismo con el petróleo, cuando lo tenían bajo su control, hasta los años ’70 del siglo anterior. Como ellos eran dueños del ‘crudo’ desde que salía del pozo, lo vendían al increíble precio de 2 dólares 20 centavos por barril. Fue entonces que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) recobró la propiedad de ese hidrocarburo e impuso un precio, para entonces real, de 14 dólares por barril.
Es fácil concluir que, agotándose las reservas mundiales de éste, las grandes empresas quieran mantener el control sobre el gas, con la ayuda (¡cuándo no!) de los gobiernos del G7.
Desventurados los sumisos
Pero ocurre que no solamente convencen a todos de que, el precio del gas, debe mantenerse inalterable. Además, logran entrar en nuestras mentes, para crear el temor, terror, pavor a cualquier posibilidad de alterar ‘el orden natural’ de las cotizaciones, orden que, por supuesto, ellas se encargan de establecer.
Tienen todas las armas en sus manos, incluyendo al Subsecretario de Estado norteamericano a quien le ordenan llegar a Bolivia para advertir: ‘cuidado con cambiar las reglas del juego que nosotros dictamos; aténganse a las consecuencias, si se atreven a hacerlo’. Claro que, un funcionario de tercera categoría, como es el señor Shapiro, tiene que estar al servicio de esas empresas. ¿Acaso los Bush no son accionistas de las transnacionales?
Alguien podrá decir que, las empresas no ganan mucho, si mantienen los precios del gas en niveles tan bajos. Es válida la pregunta: ¿dónde está la ganancia?
El gas se compra barato. Una parte se industrializa, con lo que se elevan los beneficios en proyección geométrica. Otra parte se comprime, transporta, gasifica y finalmente vende a miles de kilómetros de donde se lo explota. En cada una de esas operaciones, estas empresas ganan. Al final, sus beneficios son cien veces mayores que las miserables regalías que dejan en nuestros países.
Mas líbranos del mal
De modo que debemos asumir el riesgo de desafiar esta ofensiva, para recuperar lo que realmente nos corresponde como propietarios de ese hidrocarburo y de todos los que se descubran en nuestro subsuelo.
Es esto lo que no ve, lo que no quiere ver, el presidente Carlos Mesa, su gabinete, los respectivos superintendentes y varios parlamentarios. Los empresarios bolivianos, comités cívicos y especies parecidas, son la punta de lanza de la ofensiva que han lanzado las transnacionales del petróleo contra Bolivia.