El Banco Mundial se cuida siempre de aclarar que nunca ha financiado directamente a la industria nuclear. Pero cuidado, la palabra clave aquí es «directamente». En realidad se conocen varios esquemas de apoyo financiero otorgado por el Banco Mundial (BM) a empresas públicas en Europa del este, que han permitido el desvío de fondos para […]
El Banco Mundial se cuida siempre de aclarar que nunca ha financiado directamente a la industria nuclear. Pero cuidado, la palabra clave aquí es «directamente». En realidad se conocen varios esquemas de apoyo financiero otorgado por el Banco Mundial (BM) a empresas públicas en Europa del este, que han permitido el desvío de fondos para favorecer proyectos relacionados con la energía nuclear.
Por ejemplo, en 1992 otorgó un crédito por 246 millones de dólares a la empresa checa de energía CEZ. En principio, ese préstamo estuvo destinado a reducir el impacto ambiental de la generación de energía en las plantas termoeléctricas que operaban en la República Checa. Pero desde 1998 la mayor parte de la cartera de proyectos e inversiones de CEZ ha estado vinculada a la energía nuclear, desde la construcción de los reactores en Temelin, hasta la «modernización» de los rectores en Dukovany y la construcción de un depósito temporal de combustible nuclear. Hoy en día casi 70 por ciento de su plan de inversiones hasta este año está vinculado al desarrollo de la energía nuclear.
En Bulgaria, el apoyo del BM ha sido determinante para permitir a la Compañía Nacional de Electricidad (CNE) continuar operando los seis reactores de Kozloduy, que son responsables de 40 por ciento de la energía eléctrica en ese país. Estos reactores son considerados los más peligrosos en el mundo por muchos analistas: cuatro de los viejos cacharros (datan de los años de la «cooperación» soviética) ni siquiera tienen estructuras de contención y su diseño deja mucho que desear en caso de accidentes por pérdida de refrigerante. Un préstamo del BM se destinó a completar una planta de bombeo y una presa directamente relacionadas con las necesidades de operación de Kozloduy.
Además, en lugar de que el financiamiento se destinara a nuevos proyectos de eficiencia energética, el préstamo del BM sirvió para que esas instalaciones mantuvieran un flujo de agua adecuado para satisfacer las necesidades de otro proyecto nuclear en ese sitio. Sólo la presión de la Unión Europea sirvió para que se ordenara el cierre de dos de los reactores más viejos como condición para la accesión de Bulgaria en 2007.
Estos ejemplos demuestran que el BM se ha estado haciendo de la vista gorda con este tipo de proyectos en el sector energético, lo cual hace dudar de su compromiso con las fuentes de energía ambientalmente responsables y seguras. Todo parece indicar que las cosas pueden empeorar.
La semana pasada, en la reunión de primavera entre el BM y el Fondo Monetario Internacional, se dio a conocer el flamante documento del banco: Energía limpia y desarrollo. Este texto es la respuesta de Paul Wolfowitz al compromiso adquirido en Gleneagles en julio de 2005 durante la reunión del G8. En esa ocasión, el BM fue encargado de elaborar una estrategia que facilitara la transición mundial hacia un escenario energético «amistoso» para el medio ambiente y que permitiera el crecimiento y la reducción de la pobreza.
En el nuevo documento del BM se mantiene una visión complaciente con el status quo. Su lectura lleva a la conclusión de que la estrategia planteada no permitirá alcanzar un medio ambiente sano ni reducir la pobreza. El texto está sesgado en favor de los proyectos de gran escala, ya sean hidroeléctricos o nucleares, y el gran cambio que se sugiere está relacionado con buscar mayor espacio para el financiamiento y la intervención del sector privado. Ninguna sorpresa. El BM reconoce que hay muchos proyectos mucho más eficientes desde el punto de vista costo por unidad de energía y que permiten instalaciones descentralizadas (mini hidroeléctricas para pequeñas cuencas, viento y biomasa-electricidad), pero no hay espacio para ellos en la estrategia del banco.
Quizás la parte más escandalosa de la propuesta es que el BM no tiene nada que decir con respecto a las metas del Protocolo de Kyoto, cuando todo mundo sabe que son a todas luces insuficientes. Tampoco está preparado para hacer un llamado a favor de compromisos más fuertes y sin tanto «mecanismo de aplicación flexible» (que en realidad constituyen una artimaña para que los países ricos le den la vuelta a los compromisos adquiridos) una vez que expire este primer capítulo del Protocolo.
En este contexto, no es sorpresa que el BM nos ofrezca, cada vez que puede, de manera disfrazada y discreta, la opción nuclear. Sólo que esta vez los estrategas del banco escogieron muy malas fechas para sus propuestas. La semana pasada transcurrió casi desapercibido el Día de la Tierra, y el día de hoy se cumplen 20 años de la tragedia de Chernobyl. A los amigos de la energía nuclear en México, los devaneos del BM deben ofrecerles un magro consuelo.