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La Opep tiene que resetearse

Fuentes: Rebelión

Durante los últimos dieciocho meses ha quedado en evidencia que la complejidad a nivel global de los problemas energéticos, financieros, económicos y sociales sobrepasa la capacidad de la mayoría de los líderes políticos, corporativos, intelectuales y gremiales. Para no mencionar a otro, basta con observar al presidente George W Bush para advertir la ausencia del […]

Durante los últimos dieciocho meses ha quedado en evidencia que la complejidad a nivel global de los problemas energéticos, financieros, económicos y sociales sobrepasa la capacidad de la mayoría de los líderes políticos, corporativos, intelectuales y gremiales. Para no mencionar a otro, basta con observar al presidente George W Bush para advertir la ausencia del liderazgo de la Casa Blanca en hacerle frente a los desafíos de una colosal crisis sólo superada hasta ahora en su tamaño y sus implicaciones por la Gran Depresión de 1929.

La OPEP no parece escapar a ese fenómeno. A pesar de la vasta experiencia acumulada desde su fundación en 1960 la Organización no ha sido capaz de interpretar en toda su dimensión el proceso de cambios trascendentales que han tenido lugar hacia esferas mucho más complejas, no sólo en el mercado energético global sino también en la economía mundial.

La incorporación vigorosa al libre mercado de China e India fue produciendo a partir de principios de esta década una dinámica no habitual con impactos en la demanda del petróleo y otros recursos energéticos, así como de los productos primarios. Como resultado de esta inusual situación los precios del petróleo fueron subiendo sostenidamente a partir del 2003 hasta llegar a la franja de los setenta dólares en sólo cuatro años. La lógica del mercado suponía la utilización de una parte importante de los excedentes económicos petroleros en oportunas y suficientes inversiones energéticas particularmente en petróleo, con la finalidad de mantener el equilibrio entre la oferta y la demanda y así garantizar la estabilidad del mercado.

Sin embargo, ello no fue así. En su lugar, se dio una coyuntura en la cual confluyeron los intereses de la mayoría de los países productores-exportadores de petróleo OPEP y no-OPEP, las grandes compañías petroleras transnacionales, los bancos de inversión de las principales bolsas del mundo y los especuladores, entre otros, con la finalidad de acumular la mayor cantidad posible de ganancias sin importarles el inclemente impacto de esa dinámica perversa en los pobres del mundo.

Ante la inacción de la OPEP frente a esa «locura» petrolera desatada a partir del último trimestre del 2007 con todos los riesgos que significaba para la estabilidad no sólo económica sino también política del mundo, Arabia Saudita, al margen de la OPEP reunió en Jedda el 22 de junio del 2008 a los principales actores involucrados en la cuestión energética con la finalidad de devolver el mercado petrolero a la racionalidad. En efecto, esa reunión marcó un punto de inflexión en materia de precios del crudo, los cuales han venido bajando desde entonces sin encontrar todavía un piso debido no sólo a la recesión en Estados Unidos, la Eurozona y Japón sino también a la pronunciada desaceleración de las economías emergentes, particularmente China e India.

En la actualidad la OPEP se encuentra frente a la necesidad, primero de detener la estrepitosa caída de los precios para luego recuperarlos a niveles justos o razonables, estables y previsibles, tal y como lo desea la inmensa mayoría de los países productores y consumidores. En esta tarea, importantes desafíos convierten ese deseo en un cometido difícil de alcanzar.

Entre otros, la OPEP tiene por delante los siguientes desafíos a superar. Primero: ¿Cómo recuperar tanto terreno cedido al mercado durante los últimos seis años? Segundo: ¿Cómo lograr en medio de tanta incertidumbre el consenso necesario para los recortes de producción? Tercero: ¿Cómo garantizar la transparencia en el cumplimiento de los recortes por parte de los países miembros? Cuarto: ¿Cómo hacer para que los países productores-exportadores no-OPEP como Rusia, Noruega, México, Omán y Azerbaijan, entre otros, contribuyan a los recortes de la Organización?

Sin embargo, el principal desafío de la OPEP sigue siendo el cumplimiento con su misión que reclama la contribución al equilibrio del mercado petrolero y por ende a la estabilidad de la economía mundial. En ese orden de ideas, China e india, entre otros países emergentes, en su vigorosa incorporación al desarrollo económico para tratar de sustraer a sus pueblos de la pobreza, perciben que la OPEP, entre otros factores energéticos, obstaculiza sus planes económicos y sociales cuando, en lugar de cumplir con su misión, permite por acción o por omisión de sus países miembros, situaciones como la presentada entre mediados del 2007 y mediados del 2008.

En la justificación de la formación de la renta los países productores-exportadores de petróleo han esgrimido siempre el desarrollo económico de sus pueblos como el destino de dicha renta, frente al bienestar de los pueblos de los países consumidores desarrollados. Ahora en el caso de China e India los fundamentos éticos de la maximización de la renta parecen perder legitimidad ya que la mayoría de los 1300 millones de chinos viven todavía en la escasez y la pobreza, mientras que la mayoría de los 1000 millones de habitantes de la India todavía viven en la miseria. Se trata de más del 35% de la población mundial que cuestionaría la vigencia de la argumentación de la maximización de la renta.

En la actualidad la Organización de Países Exportadores de Petróleo se encuentra en un estado de perplejidad ante la complejidad que exhibe el mundo de hoy, ante la demanda creciente de energía y petróleo por parte de países emergentes repletos de pobres, ante las exigencias ecológicas que presionan cada día más por un uso menos contaminante de los combustibles, ante el rechazo de la mayoría de la población mundial al uso del petróleo como arma política y geopolítica y por último, ante el riesgo de que vuelva a ocurrir otro penoso acontecimiento similar a la iniciativa de un destacado miembro como Arabia Saudita cuando este país pasó por encima de la Organización al asignarle el triste papel de un invitado más, tal y como ocurrió en la reunión de Jedda. Todo esto obliga a la OPEP a actualizarse para adaptarse a las nuevas realidades políticas, geopolíticas, económicas y sociales del mundo.

En definitiva, la OPEP tiene que resetearse a menos que se conforme con un papel secundario en el nuevo orden energético global cuya estructuración ya está en pleno desarrollo.