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La partidización del movimiento popular

Fuentes: Aporrea

Si triunfa el masivo y pasivo sometimiento partidizante morirá el proceso revolucionario con él, si se impone una disposición de lucha cuya verdadera y única identidad sea el asumirse pueblo pobre, el oprimido de siempre que desde ningún aspecto aceptará otra cosa que la causa libertaria y patriótica, la revolución tendrá un inmenso futuro por […]

Si triunfa el masivo y pasivo sometimiento partidizante morirá el proceso revolucionario con él, si se impone una disposición de lucha cuya verdadera y única identidad sea el asumirse pueblo pobre, el oprimido de siempre que desde ningún aspecto aceptará otra cosa que la causa libertaria y patriótica, la revolución tendrá un inmenso futuro por delante.

Antes de comenzar quisiera sincerar uno o varios sentimientos que me afloran a la hora de escribir para la lectura del reducido número de camaradas que pasan regularmente por el portal de aporrea, es decir ustedes hermanxs, y que leen este tipo de artículos, muy particularmente uno más como este que tiene por objetivo debatir desde una perspectiva crítica la propuesta del partido unificado hecha por el presidente. La primera sensación es de una terrible impotencia por la ausencia de debate o miedo al debate libre y descarnado al respecto de este tema. ¿Existe alguna causante que de explicación a esto?. Probablemente sí. De pronto sin razones palpables y justificables, sin que se evidencie panorama político o geopolítico alguno que lo justifique, mucho menos argumentos teóricos, ideológicos, programáticos que a estas alturas de la lucha revolucionaria sirvan de cobertura a tales posiciones, lo que era un campo abierto debate de diversidades comprometidas en un mismo objetivo revolucionario (patrimonio hermoso y virtuoso de nuestra revolución) en cuestión de semanas se ha achicado hasta el punto de hacer de la crítica, de la diferencia, del posicionamiento alternativo, un hecho de traición.


Como lo recordará hace algunas semanas nuestro amigo Mario Silva de una manera totalmente descontextualizada, haciendo referencia a lo que fue una línea de hierro y perfectamente comprensible en la Cuba de 1962, hace ver que aquí también -en nuestro tiempo e historia- vale el principio de que «disidencia es traición». ¿Verdad?, pues no creo que es así mi amigo, aquí más bien pareciera que la disidencia revolucionaria y de base se ha convertido en bendición de honestidad. En fin, era divino oír al presidente sacarle la madre a ciertos partidos políticos que han querido explotar a su provecho político y bursátil lo que ha sido el esfuerzo militante de centenares de miles que nada tienen que ver ni quieren saber nada de partidos. Sin embargo ya en esa crítica por su forma y tono parecía anunciarse un paso más allá que era temor de muchos. Y en efecto en pocos días aquella sarandeada a quien se la merece se extendió en forma de criminalización maniquea hacia todos los campos de autonomía que han empezado a expresar modestísimas críticas o reservas frente a la propuesta de partido o sencillamente hacia lo que es el ejercicio de gobierno de algunos ministerios y esferas de gobierno; critica hecha precisamente en nombre de la autonomía de clase y el compromiso revolucionario. A estas alturas la misma reivindicación de autonomía orgánica y política de los movimientos de clase termina siendo cuestionada y criminalizada en palabras del compañero. Estas posiciones-estas personas-estos colectivos, el 1 de Mayo frente a los trabajadores petroleros se convirtieron en palabras de Chávez en «socialtraidores», recordando las palabras de Trotsky a propósito de la traición stalinista.

Más que una sensación de frustración y rabia que obviamente existe o la propia sensación de impotencia original, la sensación a la cual me refiero es de incomprensión total. Demasiadas cosas inadvertidas y con las cuales no necesariamente hemos estado de acuerdo, nos ha tocado interiorizar y asumir en estos cortos ocho años de gobierno bolivariano, hasta comprenderlas. Ahora, ¿por qué empiezan a criminalizarse las posiciones críticas de quienes han sido en muchos casos la primera línea de defensa de esta revolución sin pedir a cambio ni cargo ni privilegio?. ¿Qué sentido tiene todo esto?. ¿Si estamos a pocos días de que reaparezca en nuestro país un nuevo contexto de confrontación de clases ¿qué sentido tiene hacer uso del sinsentido del «o conmigo o contra mí»?. Chávez compañero, la revolución bolivariana no le pertenece ni a usted ni a nadie en particular, le pertenece al esfuerzo multitudinario de la esperanza rebelde, creadora y trabajadora de nuestro pueblo, y es así que usted mismo lo ha asumido. La historia real nos trasciende a todos e incluso a usted. Le pido por favor, por la revolución que usted y nosotrxs defendemos y construimos, no hundirse en el absurdo de criminalizar todo lo que disiente por el solo hecho de disentir, de criticar, de decirle ¡no!, incluso a usted. Discrimine mejor en sus acusaciones que definitivamente hay gentes, movimientos, frentes, uniones, tendencias, que nada tienen que ver con el oportunista de Ismael García o el mafioso del gobernador Martínez. Y esto no lo digo porque ¡hay me duele que usted diga eso!, ¡hay no trate así a los comunistas o a los sindicalistas que son buena gente!. No hermano, lo digo porque de repente y un día y muy tarde nos podemos dar cuenta que en vez de seguir trabajando juntos en función de los grandes objetivos revolucionarios que nos unen terminamos confundiendo tales cometidos en una suicida sacralización del poder y la persona. Si me permite un consejo compañero: léase o vuelva a leerse el formidable ensayo de Rosa Luxemburgo (a quien tanto invoca) sobre la revolución rusa, allí donde ella después de reafirmar su apoyo total, su admiración, por la revolución obrera-campesina naciente, al mismo tiempo no deja de ser implacable con Lenin y Trotsky frente a los desmanes dictatoriales que ya ellos comenzaron a implementar dentro de su partido y el papel de este en la sociedad. Y sobretodo, no pase por alto el extraordinario sentido de la libertad, de la democracia y del papel de la crítica en un proceso revolucionario, desarrollado y defendido en este ensayo. Ensayo escrito apenas en 1919, año de su muerte en batalla.

Vayamos ahora más allá de las sensaciones y entremos una vez más a ver que aportamos a la razón concreta. La propia evolución en los cortos meses de haber sido hecha la propuesta partido, implica de manera inequívoca una absoluta partidización del movimiento popular. Los supuestos cuatro millones de militantes, la absorción por parte de este de todo el espectro organizado de lo que nosotros llamamos «pueblo bolivariano»: movimientos populares, sociales, de trabajadores, poderes populares, aunque solo se manifieste como intención y obligación ético-política por boca del presidente, nos dibuja de manera clarita la pretensión partidizante. Con esto, el socialismo del siglo XXI en su versión venezolana, regresa o al menos entra en el inminente peligro de reproducir uno de los mitos mas corrosivos y contrarrevolucionarios del socialismo de comienzos del siglo XX; creer que el «partido» sustituye la totalidad de la clase, que en sí mismo es él quien la representa, la unifica y la dirije, así se eleve una versión más «light» de dicha concepción. Aquella idea de que solo «en el partido» la clase obrera, la clases subalternas, adquieren su condición de sujeto revolucionario, de «clase para-sí» en palabras de Lukacs, renace e ingresa al terreno del socialismo del siglo XXI a sorpresa de todos. Y tenía que ser así porque lo único que se evidenció con estos partidos es que no eran las clases explotadas sino la burocracia la que en el partido adquiría su condición de «sujeto para sí». En estos partidos «unicos» fue la burocracia la que tomó conciencia de su enorme poder y condición dominante en la sociedad, siendo el partido más que el aparato de estado en sí mismo su instrumento.

La dicotomía «o partido o anarquía» no aporta esencialmente nada al problema de la unidad de clase y la formación del sujeto revolucionario, ya que es una dicotomía totalmente falsa, y en el caso venezolano como de la revolución bolivariana una dicotomía que destroza todo el acervo histórico que la ha hecho posible, desde el 27 de febrero hasta hoy pasando por el milagroso levantamiento popular del 13 de Abril, momentos donde fueron los partidos los que salieron corriendo. Este tipo de dicotomías más bien convierten el problema de la unidad y la acción revolucionaria en un formalismo burocrático y mediático muy típico del instrumentalismo y del administrativismo propios del capitalismo en todas sus épocas.

Pero aún así, en el caso de la formación del PSUV esta situación de acentúa si la comparamos con la formación de otros «partidos únicos». Si tomamos el ejemplo de la formación del PC cubano, allí no solamente nadie está ni fue obligado ni está obligado a pertenecer. Por el contrario, la pertenencia al menos hasta donde conocimos esta experiencia pasaba por un conjunto de exigencias morales y de sacrificio personal que hace del partido un lugar, al menos en principio, de máxima condensación de la disposición revolucionaria del colectivo social, haciendo del mismo no una obligación sino un premio a la voluntad revolucionaria. Allí donde ella se filtra y recoge a quienes mejor encarnan los principios ético-políticos que eleva la revolución como causa de los oprimidos. No se si aún esto es así en Cuba después de 17 años de conocer de cerca aquello. Pero por dar un ejemplo: compartiendo en su casa con el entrenador del equipo nacional de ping-pong de Cuba (año 1990), en algún momento le pregunté si él era militante del partido. Su respuesta fue: «nunca he tenido el honor». En otras palabras, nunca pasó la prueba de la militancia, siendo la militancia un hecho que honra la persona.

Si el partido en Cuba además de esto ha sido utilizado para el ejercicio despótico, privilegios sociales, imposturas de poder, muy probablemente sea verdad, razón por la cual las corrientes que ahora nombran como «anárquicas» nos hemos diferenciado siempre de la tesis de partido como instrumento de mediación política. Sin embargo, esta no es la discusión en este caso, lo que queremos resaltar es que el PSUV, así se llenen de afiches y frases de Mariátegui, del Cristo de los pueblos y del Che, hace todo lo contrario que supone la buena tradición leninista: hace de la militancia por la liberación una obligación rebajada y vaciada al punto de obligar a muchos a inscribirse por medio del chantaje de conservar del puesto de trabajo. «El que no se inscriba esta botado», y que no digan que no es así porque esto se repitió mil veces en diferentes sitios de la administración pública este fin de semana (5 y 6 de Mayo). Igual se hace con la base perteneciente a los espacios de organización popular, donde el emplazamiento «estas con Chávez o no estas con Chávez», «estás conmigo o no estas conmigo», dicho por el mismo Chávez, intenta poner entre la espada y la pared a toda la buena voluntad militante que sobra en nuestros barrios y que no necesitan para nada «de partido», ni hablar del problema de la personificación de la revolución que esto implica. En otras palabras, el proceso de partidización que ahora empezamos a vivir en el campo bolivariano esta negando de plano todo lo mejor de las buenas tradiciones revolucionarias, fallidas o no, las compartamos o no. Esta convirtiendo «al partido de la revolución» en un partido de borregos y sumisos, profundamente antiguevarista donde no vale ni importa para nada la prueba de disposición sino la prueba de sumisión de cada quien. Lo que se está premiando es el acto de sometimiento y no la demostración de rebeldía y compromiso. Eso es la muerte de la organización revolucionaria llámese partido o como quieran llamarla y concebirla.

Dos historias entonces se enfrentan y se ponen cara a cara ahora que forma el PSUV. La primera es la historia de un movimiento popular que desde los años 80 luego del colapso político de los partidos revolucionarios y frentes insurgentes, empezó a recomponerse lentamente convirtiéndose en el fabricante, cualificador y garante de la revolución bolivariana. Un movimiento que se reconfigura sobre el caos social y organizativo producido por la maquinaria capitalista y sus políticas neoliberales y marginalizantes. Un movimiento que se hizo sin tradiciones ni instrumentos orgánicos que le permitan dar continuidad y organicidad propia. Tuvo que hacerla e inventarla prácticamente de la nada, crear sus fortalezas desde la ausencia de historia y desde la radical exclusión de todo el espacio de la pobreza. Un movimiento popular que ahora intentan partidizarlo pero que a su vez empieza la obra de la formación de importantes síntesis campesinas, obreras, sociales, urbanas; movimientos socio-políticos con un fortísimo debate alrededor de la construcción socialista y la autonomía de clase. La otra historia es el intento de partidización y vaciamiento de todo este proceso histórico: la vemos en una alfombra impersonal y masiva «rojo-rojita», dirigida por todos los oportunismos políticos y degradaciones morales que ha acumulado esta revolución (con excepciones por supuesto pero que no cambian en nada el panorama). Hecha desde algo que jamás habíamos vivido en esta historia bolivariana: ya sean los Círculos Bolivarianos, las UBES, ni siquiera el MVR, fueron organizaciones creadas bajo el emplazamiento moral y la obligación política y burocrática. Sobretodo las primeras dos fueron organizaciones conformadas desde el goce colectivo y la disposición social de lucha y autoorganización colectiva, prueba de la legitimidad y fuerza de esta revolución, de allí su inmensa valía a la hora de las batallas del 2002 y el referendum. El «partido único» en la medida en que pasan las semanas y se definen mejor las cosas es el estricto contrario de todo eso. El estricto contrario de todas las glorias del movimiento popular venezolano en los últimos 20 años incluido su componente militar y su evolución bolivariana.


Son dos historias por tanto que ahora les tocará mirarse de frente y probarse ante la historia revolucionaria que tenemos por delante, así sea dentro del partido o en la calle. Aquí no hay síntesis posible: la sumisión frente a la libre voluntad revolucionaria no poseen síntesis de ningún orden ya que se niegan radicalmente. Mas no es una negación ni una confrontación formal de manera que los «no partido» se enfrenten a los «partidizados» en una pelea de sectas políticas. Posiblemente algo de eso se de igual forma que ha pasado con el MVR y demás partidos hasta ahora. El problema es mucho mas profundo. El triunfo de una u otra de estas dos historias que ahora se enfrentan, dentro y fuera del partido, marcará el destino de esta revolución. Es la propia lucha de clases en uno de sus terrenos más políticos, mediados por el sometimiento pasivo del colectivo o el ejercicio voluntario de la lucha por la liberación social. Si triunfa ese masivo y pasivo sometimiento partidizante morirá el proceso revolucionario con él, si se impone una disposición de lucha cuya verdadera y única identidad sea el asumirse pueblo pobre, el oprimido de siempre que desde ningún aspecto aceptará otra cosa que la causa libertaria y patriótica, la revolución tendrá un inmenso futuro por delante.