«Generaciones enteras vivirán por lo que ha hecho», Ben Kingsley
La palabra piñata viene del italiano ‘pignatta’ (olla de barro en forma del fruto del pino) y este del latín ‘pinea’. Esta palabra latina nos dio piña y se asocia con la raíz indoeuropea *peie- que significa ser gordo, hinchado.
Cayó en mis manos el libro «Los amos del mundo» de Vicenç Navarro y Juan Torres López. Me adentré un poco en ese laberinto de la creación de deuda y medios de pago, dinero ex nihilo, expansión monetaria, ahorro, inversión, especulación, divisas, inflación, futuros, bolsas de valores, operaciones de alta frecuencia, arbitraje, carry trade, venta en corto, apalancamiento, titulación, derivados, paraísos fiscales, opciones, seguros titularizados, etc.
Casi al mismo tiempo releí el ensayo «¿Por qué el socialismo?» de Albert Einstein donde expone que: «La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal». En este escrito expresa su preocupación por una «oligarquía de capital privado cuyo enorme poder no puede ser controlado de manera eficaz ni siquiera por una sociedad política organizada de forma democrática».
Antes de relacionar una piñata con el sistema financiero capitalista mundial, debemos analizar la figura del odiador en internet (por ende, las redes sociales) según el escritor especializado en psicología, Francesc Miralles:
El fenómeno de los odiadores en internet revela en ocasiones la profunda insatisfacción de las personas que invierten su energía en menospreciar prácticamente todo.
— Solo expresa opiniones negativas, de la manera más mordaz posible, y hace comentarios cínicos o crueles.
— Intenta ser ingenioso, lo que revela que además de desacreditar quiere obtener relevancia como fruto de sus provocaciones. Suele elegir temas de actualidad, que sean susceptibles de atraer la atención del máximo público.
La energía que invierte el odiador en destruir puede obedecer a variopintas razones, como la envidia y búsqueda de notoriedad. También la «proyección», que se trata de un mecanismo de defensa en el que atribuimos a otras personas nuestros defectos o carencias. Los demás ejercen de espejo en el que proyectamos lo que no hemos resuelto dentro de nosotros mismos. Baltasar Gracián lo simplificó: “Quien critica, se confiesa”.
«La envidia es un odio», dijo Baruch Spinoza. Y César Casal lo amplió: «Es un veneno que oxida por dentro, corroe y paraliza, a la vez que pudre el corazón. Estamos rodeados por individuos que están deseando con ansiedad que caigas, que tropieces, que te jodas. Las redes sociales han multiplicado ese odio que ha existido siempre».
Nos faltó incluir a los frustrados, los oportunistas, los deshonestos y los trepadores, pero la intención de exponer es clara: muchos dentro de ideologías y doctrinas de izquierda (y «moderados» de la centroderecha) señalan y condenan el sistema capitalista contaminados por el lastre de sus taras personales.
Una vez en una posición pública que les permita disfrutar un filete Chateaubriand de ternera en los Alpes suizos, maridado con un Château Lafite Rothschild, tienden a mostrar el refajo. En la República Dominicana tenemos ejemplos ingentes de «sacrificio patriotero», con discursos incendiarios de barricada que se esfuman tan pronto se insertan en la mecánica del poder político y sus mieles.
Volvamos al objeto del argumento. Muy probable que cada lector haya participado en romper una piñata en su infancia en alguna fiesta de cumpleaños y recoger en dura competencia las chucherías en el suelo. En eso hemos convertido el mundo y el enorme poder del sector financiero global es el motor que lo impulsa. Ya el poder político no es otra cosa que una caja de herramientas de ese leviatán.
Esas dos lecturas referidas en este artículo es material obligado para empezar a entender el problema. Pero sin dejarse engañar por prestidigitadores que abundan en el quehacer político con sus agendas individuales disimuladas. Pululan en todos los bandos.
Aún vivimos la fase depredadora del desarrollo humano, como señaló Thorstein Veblen, y superarla es tarea de sociedades empoderadas que, conociendo las causas, decidan cambiar el rumbo. No hay opciones. Bueno, sí, hay otra: continuar analizando las causalidades y quejarnos, esperando que otros resuelvan… lo cual no es excusa por el nivel de interconexión global que disfrutamos hoy día.
Si hay que repetir una y otra vez este espinoso tema, es obligatorio. Esa colosal expansión monetaria, resultado de la creación de deuda, sus diversos medios de pago, la inescrupulosa especulación financiera dentro de este capitalismo financiarizado que provoca, en última instancia, la virtualización del capital y la desmaterialización del dinero sin correlación con la economía productiva real, entre otras más singularidades, está devastando vidas, hábitats, ecosistemas completos. Un molino para carne, implacable e imparable.
No tema no ser economista o político de oficio para abordar cuestiones económicas o políticas. Es su deber y su derecho procurar bienestar para usted y su descendencia. Dé uso correcto al internet y busque informaciones, compárelas, investigue más, intercambie datos, edúquese, pregunte, discuta, pero no sea otro peón desarticulado.
«La sociedad te corta las alas y el pico… hasta que comprendes que vives en la guarida de los animales más salvajes y depredadores del planeta», se lee en internet. Si usted está del lado de los grandes beneficiados de este sistema especulativo es razonable que no le interese a fondo escuchar sobre cambios, como la economía circular y las fuentes de energías limpias y renovables. Mucho menos de un replanteamiento profundo de los sistemas educativos para liberar las mentes y sus potencialidades.
Alguien me cuestionó si podía escribir alguna nota alentadora… definitivamente, sí: estamos vivos. Y vivos podemos corregir. Si tenemos las mentes bien informadas, educadas y alertas, lo que no nos conviene se hace evidente en corto o mediano plazo. Un trabajo coordinado donde participen millones de seres humanos apoyados en estas tecnologías puede mejorar situaciones que actualmente degradan. Hay muchas iniciativas dando resultados.
Como ejercicio, también vamos a sugerir como tercera lectura el siguiente artículo cuyo párrafo inicial es: «Debido a que la Tierra es esencialmente un sistema cerrado, hay una cantidad finita de materia en el planeta y en su atmósfera. Toda la que tenemos ahora, es con la que cuenta la Tierra. Solo habría materia agregada si, por ejemplo, fuera bombardeada por meteoritos y su materia fuera incorporada a ella»:
https://healingearth.ijep.net/es/climatico/los-recursos-finitos-de-la-tierra-y-la-extraccion-humana
Sea usted derechista, comunista, nihilista, anarquista o electricista, sus creencias o inclinaciones políticas pueden actualizarse y ajustarse al bien común. Soñar con un ser humano nuevo, en sociedades nuevas, donde adultos y niños, sanos y estables, deseen divertirse entre ellos con el juego infantil de la piñata cuando lo deseen, sin fingimiento. Una frase de Arthur C. Clarke nos esperanza: «Soy un optimista, y todo aquel interesado en el futuro debería serlo».
Miralles concluye con este breve relato:
«Fui a visitar al misionero Vicente Ferrer en Anantapur, en la India. Me sorprendió que su fundación estuviera cerca de la sede de Sai Baba, un líder espiritual criticado por su afición a toda clase de lujos.
Le pregunté qué opinaba de su adinerado y excéntrico vecino:
—A nosotros nos da el agua —replicó, satisfecho».
Autor del libro sociopolítico La Tríada II en Librería Cuesta.
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