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La planificada tiranía del capital financiero

Fuentes: ALAI AMLATINA

La volatilidad reina en el sistema bursátil mundial.  Las bolsas caen, se levantan y vuelven a caer por las sospechas de que grandes bancos son insolventes, porque el desempleo y la desaparición del trabajo asalariado en las principales economías occidentales están reduciendo el consumo y con él la capacidad de reproducción del capital.  A esto […]

La volatilidad reina en el sistema bursátil mundial.  Las bolsas caen, se levantan y vuelven a caer por las sospechas de que grandes bancos son insolventes, porque el desempleo y la desaparición del trabajo asalariado en las principales economías occidentales están reduciendo el consumo y con él la capacidad de reproducción del capital.  A esto se suma la «crisis de la deuda pública» en varios países de la Unión Europea y en Estados Unidos.  Y mientras tanto en varias ciudades de Inglaterra ciertos barrios ardieron por los disturbios y saqueos producidos por algunos de los cientos de miles o millones de excluidos…
 
Y en este contexto la ilusión de una recuperación económica de la Gran Recesión del 2008-2009 está siendo reemplazada por el más realista temor a la recaída en una nueva recesión, o por el convencimiento de que entramos en un largo período de bajo crecimiento y alto desempleo, la «nueva normalidad» a la que en mayo del 2009 aludió Bill Gross, jefe de inversiones de Pimco, (Pacific Investment Management Co. (1).
 
¿Dónde se esconden los gobiernos?
 
Los gobernantes del G7, que durante décadas dictaron la política monetaria y económica del mundo, siguen viviendo en un mundo aparte.  Stephen Harper, el primer ministro canadiense y el más convencido y público defensor del sistema neoliberal, visita países de América latina para vender la rancia utopia del «libre comercio y la protección de las inversiones» junto al «libre flotamiento de las divisas» que solo conviene al gran capital canadiense, es decir a las compañías mineras -con las auríferas en primer lugar-, a los bancos y especuladores financieros -con el Banco de Nueva Escocia a la cabeza- y para que las petroleras canadienses consoliden sus posiciones como predadoras principales Centro y Suramérica.
 
Y en Brasil, con esa ligereza que sólo los cegados por una ideología pueden tener y después de que el ministro de hacienda de Brasil, Guido Mantega dijera públicamente que los países dominantes en el G20 no deberían criticar a Brasil por sus intentos en frenar la especulación en su moneda – respecto al dólar el real aumentó 45.3 por ciento desde comienzos del 2009 -, porque son esos países los que están causando los problemas monetarios y no tienen autoridad moral alguna para hablar contra la intervención en el mercado monetario, Harper comentó de la siguiente manera la actual debacle que sacude el sistema financiero y está generando enormes flujos monetarios que buscan oportunidad de especular en los mercados a corto plazo: «Estamos poniendo mucho énfasis en esta cosa.  De cierta manera es fácil enfocarse en los billones (de dólares) que parecen haber sido perdidos en los movimientos del mercado».
 
Pero hay que reconocer que esta no es la primera ligereza, para llamarla así, que comete el primer ministro conservador de Canadá.  En una entrevista con la televisión de la Canadian Broadcasting Corp. en 2008 y en momento en que se derrumbaban los mercados bursátiles y era evidente una grave crisis financiera de la cual los mercados bursátiles aun no se han recuperado, Harper dijo que pensaba que esas caídas presentaban «algunas grandes oportunidades de compra» para eventuales accionistas, añadiendo que ese era el consejo que como economista (graduado en la facultad de Economía de Calgary, donde reinaban y siguen reinando las teorías de Milton Friedman) había dado a su propia madre…
 
El neoliberalismo y la profundización de la dominación por el capital financiero le han sacado la careta a la democracia liberal y dejado al descubierto los gobiernos de los países dominantes, electos gracias al poder de la caja electoral de los partidos políticos – en las últimas elecciones legislativas en Estados Unidos los partidos Republicano y Demócrata recaudaron cuatro mil millones de dólares provenientes en su mayor parte de los grandes intereses y que fueron gastados en propaganda electoral comprada en los medios masivos de difusión -, que consecuentemente solo responden a los intereses de los grupos dominantes.
 
La gira de Harper en Brasil, Colombia, Costa Rica y Honduras fue para fortalecer y garantizar el futuro de la presencia ya importante de los capitales canadienses.  Lo mismo puede decirse de los otros jefes de Estado y de gobierno que frente las sacudidas bursátiles que despluman los fondos de pensiones y acrecientan el poder de los especuladores financieros, que ante el creciente desempleo y la pobreza sólo formulan insinceras promesas de crear empleos mientras ponen todo el esfuerzo de la disuasión en afirmar que es necesario profundizar los planes de austeridad para mantener la «estabilidad» financiera.
 
Jonathan Freedland escribe en The Guardian (9 de agosto 2011) que la «única calma que hemos visto en los últimos días provino de las acciones de personas no electas – y lamentablemente indecisivas en lo usual -, los hombres del Banco Central Europeo».  Y continúa señalando que en las recientes semanas el veredicto de los mercados, en Europa y Estados Unidos pareció ser que los gobiernos electos no pueden tomar las decisiones que se requieren.
 
En su reflexión el columnista británico recuerda el escándalo de los «teléfonos pinchados» en Inglaterra por ordenes de la cadena de medios de Rupert Murdoch, News Corp., y subraya que uno de los aspectos de ese escándalo fue el contraste entre el enorme poder de News Corp. y el cobarde comportamiento de aquellos que elegimos o designamos para que nos protegieran, los políticos.  Y concluye en que «la ironía mayor es que fuera de Gran Bretaña, Europa y Estados Unidos, la gran historia del 2011 fue la primavera de los pueblos árabes () Parecería que justo cuando esas naciones demandan los instrumentos de la democracia, nosotros hallamos que los que tenemos en nuestras manos están oxidados y desafilados».
 
Los grandes planificadores en acción.
 
Difícil ver claro en medio de esta debacle político-financiera que azota a los países capitalistas «avanzados».  Debacle política porque los gobiernos no pueden o no quieren resolver el problema de fondo: cómo extirpar esa oligarquía financiera global que parasitó el sistema y lo está explotando para enriquecerse y ampliar aun más su poder.  Después de haber embarcado el mundo en la destructiva utopia neoliberal basada en la supuesta «autorregulación» de los mercados, que como escribió el economista Karl Polanyi ve en «la planificación y el dirigismo una negación de la libertad y declara la libre empresa y la propiedad privada partes esenciales de la libertad», los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea se convirtieron, bajo el poder que ahora ejerce el gran capital financiero sobre los políticos, en planificadores de una radical transformación política, social y económica en la cual la libertad empresarial ha quedado – como decía Polanyi al referirse a la crisis de los años 20 y 30 del siglo pasado – «reducida al estado de ficción por la dura realidad de las gigantescas fiduciarias (el sector financiero) y del poder principesco de los monopolios».
 
Para explicar la dinámica de la crisis provocada por el neoliberalismo, en un artículo de octubre del 2010 (2) citábamos a Polanyi, quien en su libro «La Gran Transformación» describe cómo después de una fase de laissez-faire sobrevino la crisis financiera y económica de los años 30 del siglo 20, que postró las economías de los países industriales en una depresión, provocando desempleo y empobrecimiento masivo, destruyendo en muchos países las libertades conquistadas por las luchas democráticas y conduciendo a recomposiciones de poder entre las elites dominantes y el Estado, a formas de corporativismo que en la definición del dictador fascista italiano Benito Mussolini constituyó la «primera etapa del fascismo, porque fue la fusión del poder del Estado y las corporaciones» (3).
 
Y una de las características del corporativismo (4) es la adopción de la planificación económica central, un anatema para la ideología de la autorregulación de los mercados del laissez-faire y de su versión neoliberal.
 
La constatación de que hemos entrado en una era de «tiranía financiera planificada» es el anuncio por el presidente de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, Ben Bernanke, de que mantendrá tasas de interés negativas – cercanas al cero por ciento – hasta el 2013, sin duda alguna en beneficio del sistema financiero de Wall Street.
 
Esta fue acción concertada con el Banco (Central) de Inglaterra que alimenta con liquidez al centro financiero de la City de Londres y que adoptó una decisión similar, y con los bancos centrales de Alemania, Francia, Italia, Japón y Canadá, que «tomarán todas las medidas necesarias para apoyar la estabilidad financiera y el crecimiento en un espíritu de estrecha colaboración y confianza», según el comunicado de la conferencia que tuvo lugar el pasado 7 de agosto entre los ministros de Hacienda y gobernadores de los bancos centrales del G7 (5).
 
La palabra clave de ese comunicado y de todas las políticas adoptadas por los gobiernos del G7, y los gobernadores de los bancos centrales es «apoyar la estabilidad financiera», o sea la decisión de planificar a mediano plazo la inyección masiva de capital gratuito, porque las tasas de interés son nulas o negativas, en el sistema financiero.  Decisiones concertadas fueron tomadas puntualmente por los bancos centrales durante la crisis financiera del 2008-2009, pero ahora se trata de una política trienal (2011 a 2013) que augura el comienzo de planes de estabilización financiera a mediano plazo.
 
¿Planificar para quién?
 
Esta planificación de la política crediticia en Estados Unidos y en Europa viene acompañada por una austeridad planificada del gasto público, o sea el recorte brutal del gasto destinado a los programas sociales que combaten la pobreza, alivian el desempleo y el endeudamiento por los estudios, o facilitan el acceso a los servicios médicos.   Esto es lo que denuncia Bernie Sanders, Senador independiente por Vermont, al afirmar que el acuerdo entre los Republicanos y los Demócratas del presidente Barack Obama para cortar en 2.5 millones de millones de dólares el presupuesto federal, o sea el gasto público, es una decisión política «grotescamente injusta () e igualmente una política nefasta () que costará cientos de miles de empleos»(6).
 
Para el legendario Senador por Vermont, una de las pocas voces verdaderamente progresistas en el Congreso de Washington, el pueblo no será el beneficiario de esta política para reducir el déficit fiscal ni de la política de austeridad.  Y el pueblo tampoco cree en esa política: «En encuesta tras encuesta el pueblo estadounidense dejó claro que cree en el sacrificio compartido.  En vez de poner a la seguridad social, el Medicare y el Medicaid, la educación y la protección del medio ambiente en la picota, la inmensa mayoría ha dicho que la mejor manera de reducir el déficit es poner fin a los recortes de impuestos para los más ricos, las grandes petroleras y Wall Street, y mirar seriamente hacia los gastos en el terreno militar.  No obstante lo que hicieron el presidente Obama y el Congreso fue permitir que los ricos y las grandes corporaciones contribuyeran casi nada, mientras que los más humildes de nuestra nación terminarán siendo los afectados por esos recortes».
 
Y es bien sabido, y muchos notables economistas lo dicen sin que tenga impacto alguno a nivel de los gobiernos o de los «partidos políticos de gobierno», que los planes de austeridad -que forman parte de la planificación central- asfixiarán el ya deficiente crecimiento económico, sin el cual no solo aumentará el desempleo y se extenderán aun más la pobreza con los previsibles recortes a las pensiones, y se acrecentará la ya abismal brecha entre pobres y ricos.
 
Al mismo tiempo, en los países donde se aplican con rigor los planes de austeridad – como en Grecia -, se constata una reducción de las capacidades de recaudación fiscal estatal que agravará la deuda pública – porque al reducir los impuestos sobre los ricos en las últimas décadas se recargó sobre los trabajadores y la clase media en general el fardo principal de la tributación fiscal -, lo que a su vez servirá de justificativo para profundizar la privatización de lo que resta de las empresas públicas y vender a precios de remate, como sucede actualmente en Grecia, las «joyas de la familia», sean las tierras agrícolas, las playas e islas con sus centros turísticos, y por qué no todo el patrimonio arqueológico y artístico.
 
¿Quién se beneficia de todo esto?  Aquellos que pueden extraer la renta de esa deuda pública y de los ingresos por la privatización de los servicios públicos.  El único beneficiario de esta «planificación central» es el dominante sistema financiero, porque los bancos centrales que están efectivamente dirigiendo los destinos de la economía mundial son independientes del poder político representado por los gobiernos, pero están directamente al servicio de los bancos privados (7).
 
La amenaza totalitaria.
 
Pero volvamos a Polanyi y su exhaustivo análisis de la Gran Depresión y de la «gran transformación» a que dio lugar: «Ninguna sociedad compleja podía vivir sin que funcione un cuerpo legislativo y un cuerpo ejecutivo de carácter político.  Un conflicto de intereses de grupo que tuviese como resultado paralizar los órganos de la industria o del Estado (uno u otro, o ambos) representaba un peligro inmediato para la sociedad.  Sin embargo, eso es precisamente lo que se produjo durante los años 20.  El partido obrero se atrinchera en el Parlamento, donde el número de legisladores le daba su peso, los capitalistas hicieron de la industria una fortaleza desde la cual regenteaban el país () Los capitanes de la industria se ocupaban de desviar la población de sus simpatías hacia los dirigentes que ella había electo libremente, mientras que las organizaciones democráticas hacían la guerra al sistema industrial del cual dependía la vida de cada uno.  Finalmente llegaría el momento cuando el sistema económico y el sistema político estarían ambos amenazados de parálisis total.  La población tendría miedo, y el papel dirigente recaería por fuerza en quienes ofrecieran una salida fácil, sin importar el precio final.  Los tiempos estaban maduros para la solución fascista» (4).
 
Mas adelante Polanyi escribe que el liberalismo económico, que reinó durante las primeras décadas del siglo 20, nunca logró restablecer la libre empresa, que «estuvo condenada al fracaso por razones intrínsecas.  Fue debido a sus esfuerzos que el big business se instaló en varios países de Europa, así como, por otra parte, los diversos matices de fascismo.  La planificación, la reglamentación, el dirigismo que (los defensores del liberalismo) querían ver desterrados como peligros para la libertad, fueron ahora utilizados por los enemigos jurados de ésta última para abolirla totalmente.  En consecuencia, fue la obstrucción hecha por los liberales a toda reforma comportando planificación, reglamentación y dirigismo lo que rindió prácticamente inevitable la victoria del fascismo.  La privación total de libertad en el fascismo es, ciertamente, el resultado ineluctable de la filosofía liberal que pretende que el poder y la obligación son el mal, y que la libertad exige que no estén presentes en una comunidad humana (página 330 de la obra citada).
 
¿No se encuentran Estados Unidos y varios países europeos, donde los gobiernos y las empresas descartan totalmente abordar cuestiones esenciales, como la de extirpar esa oligarquía financiera global que parasitó el sistema y lo está explotando para enriquecerse y ampliar aun más su poder, yendo hacia tal situación?
 
La Vèrdiere, Francia.
 
– Alberto Rabilotta es periodista argentino.
 
1.- http://www.bloomberg.com/news/2011-08-10/pimco-s-gross-proves-summers-wrong-as-selloff-shows-new-normal-is-real.html
 
2.- Ver el artículo «Neoliberalismo, Corporativismo y totalitarismo», Http://alainet.org/active/41325〈=es
 
3- Denis Mack Smith, «Modern Italy: a Political History». Publicado por University of Michigan Press, 1997.
 
4.- El corporativismo nazi-fascista tuvo un carácter totalitario. Pero también hubo un corporativismo que utilizó la planificación central de la economía y respetó los márgenes de la democracia representativa, como el caso de New Deal en Estados Unidos, forjado a partir de la alianza entre el Estado, la industria y los sindicatos, que repercutió en varios países de América Latina, como México, Argentina y Brasil, y Europa, permitiendo la etapa de desarrollo económico que, entre otros aspectos más, mejoró la situación de la clase trabajadora y fue la base de la formación de las clases medias.
 
5.- Central Bankers World Wide Race to Save Growth in 72 Hours of Policymaking (Bloomberg, 10 de agosto 2011).
 
6.- Bernie Sanders: Por que voté en contra del acuerdo sobre el presupuesto. En español en http://www.cubadebate.cu ; en inglés en Huffington Post.
 
7.- Ver el artículo de agosto 2009 en Spiegel:  (http://www.spiegel.de/international/business/0,1518,635051,00.html)
y lo documentado en The «Towers of Basel»: The World’s Biggest Central Bank Has Private Shareholders By Washington’s Blog.
http://www.globalresearch.ca/PrintArticle.php?articleId=25823
 
8.- – Karl Polanyi, La Grande Transfomation, Editions Gallimard, páginas 304 y 330.

http://alainet.org/active/48658