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La pobreza no es una estadística

Fuentes: IPS

Combatir la pobreza exige medirla en su complejidad. No se define por uno o dos dólares al día, ni hay ventajas en diferenciar a los muy pobres de los «casi» muy pobres, señala el informe 2005 de la red Social Watch. Aunque la pobreza es consecuencia de la «distribución radicalmente desigual del ingreso», también obedece […]

Combatir la pobreza exige medirla en su complejidad. No se define por uno o dos dólares al día, ni hay ventajas en diferenciar a los muy pobres de los «casi» muy pobres, señala el informe 2005 de la red Social Watch.

Aunque la pobreza es consecuencia de la «distribución radicalmente desigual del ingreso», también obedece al acceso desigual a los activos, oportunidades laborales y servicios sociales, a la participación ciudadana, al poder político y a la información, indica el documento «Rugidos y murmullos. Género y pobreza: más promesas que acciones», divulgado este miércoles en Nueva York.

«El criterio del ingreso menor a un dólar diario fue establecido por el Banco Mundial, en lo que se conoce como línea internacional de pobreza extrema», recuerda el informe de Social Watch/Control Ciudadano, que propone observar al mundo según dos nuevos índices de desarrollo y equidad de género.

El Banco Mundial habla hoy de 1.300 millones de personas pobres, lo que parece constituir un aumento respecto de sus últimas estimaciones oficiales. Pero según las líneas nacionales de pobreza, deberían sumarse otros 500 millones, considerando sólo «a los países de ingresos medios y altos», sostiene el reporte anual de esta red de unos 400 grupos no gubernamentales de 50 países.

Según el Banco Mundial, la cantidad de indigentes en el mundo se redujo en términos absolutos de 1.219 millones en 1990 a 1.100 millones en 2001, en gran medida por los progresos logrados en China. Pero al parecer, volvió a aumentar.

El indicador de un dólar diario no se aplica bien a todas las regiones, entre otras razones por el valor de cambio de la divisa estadounidense y por los precios de bienes y servicios en cada lugar.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) establece en dos dólares la línea de pobreza extrema y en «Estados Unidos el umbral es de unos 12 dólares diarios», señala el documento.

Los investigadores Sanjay Reddy y Thomas Pogge sostienen en un estudio publicado en 2003 que la línea de pobreza elaborada por el Banco Mundial carece de una interpretación común de los poderes de compra entre países y años, por lo que «personas consideradas pobres en un lugar pueden acceder a más productos y consumo que otras identificadas como no pobres en otro sitio».

Para quienes trabajaron en el estudio Control Ciudadano, que se publica anualmente desde 1996, el indicador de un dólar diario obedece a razones ideológicas y políticas, pues llevó al Banco Mundial a afirmar que «la globalización está funcionando, ya que parece implicar que la proporción de personas en la pobreza en todo el mundo está disminuyendo», dijo el activista uruguayo Roberto Bissio.

Al adoptarlo, la comunidad internacional –que acordó en 2000 iniciar una lucha frontal al hambre y la desigualdad– se aparta de otras perspectivas, como la del premio Nobel de Economía Amartya Sen, quien prefiere observar la pobreza como «la privación de capacidades básicas» más que «como escasez de ingresos», agregó Bissio, coordinador de Control Ciudadano.

La Cumbre Mundial 2005 examina entre este miércoles y el viernes en Nueva York la distancia entre el mundo real y los Ocho Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio, adoptados en 2000.

Pero incluso el primero de esos propósitos, reducir a la mitad la proporción de personas con ingresos menores a un dólar diario, se lograría en 2015 solamente en Europa, Medio Oriente, Asia Central y, quizás, en África del Norte.

En América Latina, la lentitud del proceso haría inalcanzable la meta en 2015. Y en África subsahariana «el panorama es desolador», pues entre 1995 y 2004 la cantidad de pobres aumentó en 140 millones de personas, asegura Control Ciudadano.

El informe reconoce que los Objetivos del Milenio –que incluyen compromisos en salud, agua y saneamiento, educación, igualdad de género y ambiente– constituyen un enfoque más completo de los problemas de la pobreza.

Pero los 48 indicadores elegidos por la ONU (Organización de las Naciones Unidas) no facilitan comparaciones ni visiones generales y, en muchos casos, no hay información disponible de todos los países ni series históricas.

En materia de pobreza, Control Ciudadano propone ir más allá de la dimensión única del ingreso y evaluar con otros instrumentos distintas capacidades de la población.

Así, el Índice de Capacidades Básicas (ICB) de Control Ciudadano se basa en tres indicadores: cantidad de partos atendidos por profesionales de la salud, mortalidad de menores de cinco años y número de niños que permanecen en el sistema escolar hasta quinto grado.

Fusionando en un número esos tres indicadores de fácil acceso en todos los países, es posible «comparar situaciones y sacar conclusiones globales», apunta.

Una de esas conclusiones es que «la pobreza extrema no está decreciendo, sino aumentando en África, América Latina, Medio Oriente, Europa oriental y gran parte de Asia», continente en el que los avances están concentrados en tres países, China, India y Vietnam.

Los 10 países en peor posición según el ICB son, en orden ascendente, Chad, Etiopía, Ruanda, Guinea-Bissau, Níger, Madagascar, Bangladesh, Burundi, Laos y Pakistán. Y los mejor ubicados son Suiza, Suecia, Portugal, Holanda, Nueva Zelandia, Noruega, Luxemburgo, Japón, Islandia y Grecia, en orden descendente.

«Estamos probando nuevos índices y aspiramos a construir series comparativas temporales», dijo a IPS la socióloga uruguaya Karina Batthyány, quien coordinó al equipo de investigadores de Control Ciudadano en Montevideo, sede del secretariado internacional de la red.

En diversas pruebas realizadas, «el ICB se correlaciona de manera muy positiva con todos los indicadores de desarrollo con los que trabajamos» para medir aspectos como seguridad alimentaria, salud y educación, entre otros.

Al no considerar la variable de ingresos, el ICB no requiere de las encuestas de hogares realizadas por los gobiernos, y habilita a efectuar mediciones en distintos planos, nacional, regional o municipal.

El otro asunto que acapara el interés de Control Ciudadano es la desigualdad entre mujeres y hombres, que se sigue verificando en todos los países, según la organización. Sin nivelar el campo de juego no será posible ninguna estrategia de desarrollo, afirman los activistas.

El Índice de Equidad de Género (IEG) considera tres dimensiones: el empoderamiento, la actividad económica y la educación, para obtener una cifra no conectada al grado de desarrollo socioeconómico de cada población.

El empoderamiento incluye la participación femenina en los parlamentos y gabinetes ministeriales y la proporción de mujeres profesionales y técnicas.

Para la actividad económica se tomó en cuenta la proporción de mujeres en la población económicamente activa y la brecha salarial entre trabajadoras y trabajadores. Y en materia educativa se consideró la matriculación femenina combinada en los tres niveles de la enseñanza.

«El IEG permite clasificar a los países y compararlos entre sí, aunque una de sus limitaciones es la falta de información», dijo Batthyány. Con todo, el índice cubre 134 países en una escala de 1 a 12.

Los países mejor ubicados (12 puntos) son Australia, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia, seguidos, con 11 puntos, por Moldova, Letonia y Lituania, Canadá, Colombia, Estados Unidos, Rusia, Francia y Gran Bretaña.

Las naciones con mayor inequidad de género, según el IEG, son Yemen (tres puntos), Costa de Marfil, Egipto, Pakistán y Togo (cuatro), Arabia Saudita, Argelia, Guatemala, India, Líbano, Nepal, Siria, Sudán y Turquía (cinco puntos).

«Las posibilidades de varones y mujeres en todos los países del mundo son desiguales», sostuvo Batthyány. «Casi 70 por ciento de los pobres del mundo son mujeres», añadió. (FIN/2005)