En comparación con los mismos períodos de 2016, los meses de enero y marzo de este año fueron mejores para la industria nacional. Mientras tanto, otros métodos de medición del propio Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) señalan que la fragilidad del sector continua, contrariando el discurso del gobierno golpista de Michel Temer en […]
En comparación con los mismos períodos de 2016, los meses de enero y marzo de este año fueron mejores para la industria nacional. Mientras tanto, otros métodos de medición del propio Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) señalan que la fragilidad del sector continua, contrariando el discurso del gobierno golpista de Michel Temer en relación a la recuperación del crecimiento. Comparando, por ejemplo, febrero y marzo de 2017, la producción disminuyó 1,8%.
Según especialistas consultados por Brasil de Fato, la política económica del gobierno impide una recuperación de la industrialización y, consecuentemente, un crecimiento vigoroso de la economía.
«El actual gobierno no tiene ninguna preocupación en ese sentido, ya que su proyecto es primario exportador», afirma Marcio Pochmann, profesor de Economía de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).
Para Ruy Braga, profesor de Sociología de la Universidad de São Paulo (USP), la agenda de Michel Temer (PMDB) cambia el proyecto económico que el país venía siguiendo: «La sociedad brasileña está pasando por un ajuste muy profundo. Pasamos del modelo llamado neo desarrollista – cuyo núcleo era un régimen de acumulación basado en la explotación del trabajo barato – al modelo neoliberal – cuyo régimen de acumulación se apoya en la expoliación».
¿Recuperación?
El sector pareció haber dado señales de mejora en enero de 2017 al presentar un incremento de 1,4%, comparado con el mismo período de 2016, quebrando una serie ininterrumpida de 34 meses. En febrero volvió a caer (-0,8%), para en marzo subir nuevamente (1,1%). Cuando se analizan otras series históricas, la tendencia de crecimiento de la industria no se concreta.
En términos de rendimiento real, el primer trimestre de 2017 presentó una caída de 6,7% en comparación con el año pasado. En marzo de este año, el acumulado de los últimos 12 meses aun indicaba una retracción de 3,8%. Frente al contexto, la mayor parte de los analistas de mercado entiende que es precipitado anunciar una recuperación.
La situación acentúa la caída de la participación de la producción industrial en la economía brasileña. En 2016, la industria pasó a representar 11,7% del Producto Interno Bruto (PIB) brasileño, el menor nivel desde el inicio de la serie histórica, en 1947. La actual situación, en la perspectiva histórica, parece ser el punto más bajo de una trayectoria de cerca de tres décadas. El nivel de la actividad industrial es uno de los factores para el actual contexto social; el país presenta el doble de desempleados que los registrados en 2014.
Importancia
La industria es vista por parte de los economistas como principal factor de desarrollo económico sostenido a lo largo del tiempo. Pochmann defiende que el sector tiene «trabajadores mejor remunerados», amplía la «capacidad de recaudación del Estado», ya que es la «gran generadora de valor agregado».
El economista cita datos para fortalecer su visión. En la industria, el salario medio anual de un trabajador es de US$ 25 mil. En los otros sectores – agricultura y servicios – este valor cayó a US$ 3.760 y US$ 6.280, respectivamente.
«No hay país que se haya desarrollado sin industria. Es un elemento central para viabilizar la productividad y el crecimiento económico con expansión del empleo», resume.
Reducción
Pochmann dice que el grave escenario es justamente la conjunción de un proceso que viene ocurriendo en las últimas décadas y la crisis actual: «Hay un movimiento convergente entre el cambio estructural de la economía brasileña y el impacto coyuntural, que resulta de la recesión y de la ausencia de medidas de combate contra ella».
«Desde la década de 1990 hay prácticamente el cierre de un ciclo de la industrialización brasileña. En los años 2000, ella resistió un poco. La trayectoria de largo plazo, entretanto, es de reducción sensible de la participación de la industria en el PIB brasileño», apunta él.
Para explicar su análisis en relación al cambio en los regímenes de acumulación, Braga refuerza las peculiaridades de la década pasada, indicando que «[desde el inicio de los años 2000] hasta alrededor del 2012, la parcela de los sectores industriales en el PIB no tuvo una caída tan acentuada. Lo que aconteció fue un reacomodo de los sectores en el interior de la industria: si en la década de 80 la industria de transformación – metalúrgica, química etc. – era la más importante, lo que aconteció en la década de 2000 es que otras áreas surgen como más vigorosas, por ejemplo, la construcción civil y la agroindustria».
Ahora, según el sociólogo, hay una fuerte tendencia rumbo a la «multiplicación del subempleo» y al «deterioro de la capacidad de consumo», marcadas por «una caída muy brusca en la inversión, eliminación de puestos de trabajo y quiebras más o menos generalizadas».
Pochmann, incluso resaltando el proceso continuo de desindustrialización, concuerda: «En 2015, la recesión afectó de forma centrada a la industria. Si analizamos el comportamiento del sector, sufrió mucho en 2015 y a partir del primer semestre de 2016, venía en un movimiento de reducción de la situación recesiva. Con la ascensión de Temer, la industria volvió a ser impactada».
«A pesar de todo, en la década de 2000 se creaban empleos, aunque empleos que remuneraban poco. Era una media de más de dos millones de puestos formales por año. Es evidente que algún empleo es mejor que ningún empleo», resume el sociólogo.
Es en ese cambio – de la explotación a la expoliación – que Braga ve impedimentos para la recuperación con vigor de la economía.
«El concepto de expoliación busca cubrir una variedad de fenómenos. Lo que estamos presenciando en este exacto momento, con las votaciones en el Congreso, es la expoliación de los derechos del trabajo. O sea, el retroceso de la protección laboral. La tendencia es que haya una compresión del valor del trabajo y, consecuentemente, un excedente mayor para las empresas. Esto genera un aumento de rentabilidad», apunta.
Es justamente ese impacto sobre la clase trabajadora uno de los obstáculos al desarrollo: «La expoliación es una estrategia de muy corto aliento. Al atacar, por ejemplo, los derechos laborales y las pensiones, el gobierno está dando un tiro en el pié a la recaudación. Eso comprime la masa salarial, deprimiendo parte de la demanda agregada y, consecuentemente, la recuperación que se muestra es bastante tímida, nunca excederá del umbral, en los mejores momentos, de 2% al año».
Salida
El proceso de desindustrialización, para Pochmann, es un desafío cada vez mayor. Según él, las medidas para tanto son conocidas. El problema, entretanto, es de orden político.
«En verdad, nosotros no tenemos actores que puedan colocar esa agenda, excepto los trabajadores, pero que no son suficientes en ese sentido. Mas que un programa [político], en mi opinión, faltan actores que pauten el tema», lamenta, mencionando el desinterés de empresarios y políticos por la cuestión.
Él apunta que la pauta de la producción nacional ha sido apropiada por movimientos conservadores alrededor del mundo: » Inglaterra no solo salió de la Unión Europea sino que presentó un plan de recuperación de la industria. El programa de Trump [también] coloca eso como un elemento importante».
«Con el pasar del tempo sin que el país tenga una acción organizada para la reindustrialización, ella se torna cada vez más difícil», alerta, por fin.
Traducción: Pilar Troya