Bajo el título, «El nuevo gurú de la economía venezolana. Dieterich y el análisis «científico» de la inflación en Venezuela», Alberto Montero Soler, «profesor de economía aplicada de la Universidad de Málaga», publicó en las primeras planas de los portales rebelión.org y kaosenlared.net, una réplica a mi artículo, «Política económica y discursiva suicida del gobierno venezolano». […]
Bajo el título, «El nuevo gurú de la economía venezolana. Dieterich y el análisis «científico» de la inflación en Venezuela», Alberto Montero Soler, «profesor de economía aplicada de la Universidad de Málaga», publicó en las primeras planas de los portales rebelión.org y kaosenlared.net, una réplica a mi artículo, «Política económica y discursiva suicida del gobierno venezolano». Hubiera deseado entablar un diálogo amigable con el profesor, pero el formato panfletario que escogió Montero no lo permite. Pido disculpas a los demás lectores.
1. La ecuación cuantitativa de la inflación y la ignorancia epistemológica de Soler
Montero Soler aduce tres razones, por las cuales mi uso de la ecuación cuantitativa para analizar la inflación venezolana no tiene validez.
1.1 Dice que, «por principios», no puede coincidir con mi uso de dicha ecuación, porque es de la teoría monetarista y como tal forma parte de las políticas neoliberales. Estimado Montero, el teorema acerca de la inflación como resultado de un desequilibrio cuantitativo entre el circuito monetario y el de bienes y servicios, no fue inventado y aplicado por los neoliberales de Milton Friedman, sino hace cinco siglos.
El robo de los metales preciosos de los pueblos de América por los colonialistas españoles generó la inflación secular del siglo XVI, la que fue diagnosticada correctamente por Martín de Azpilcueta (1493-1586), de la Escuela de Salamanca, como una desproporción entre la masa monetaria y la inelasticidad de la oferta de bienes y servicios en España y Europa. Actualícese profesor: el teorema no nace con los ladrones del neoliberalismo actual, sino con los ladrones del colonialismo español.
Dos siglos después, el científico inglés David Hume, analizando el comercio exterior, vuelve a constatar la misma interacción cuantitativa entre los dos circuitos básicos de la economía. Alfred Marshall la formula en 1899 en una versión conocida como la «ecuación de Cambridge», y uno de los fundadores de la econometría, Irving Fisher (1867-1947) le da la forma y el nombre que se utiliza mayormente hoy día.
Resumiendo: su pose de pureza ideológica encubre dos graves pifias epistemológicas: a) desconoce que los conceptos analíticos de la ciencia se escogen conforme a su utilidad, no por afinidades o veleidades ideológicas personales; b) el razonamiento cuantitativo sobre la inflación no es un invento neoliberal, sino que tiene medio milenio de existencia.
1.2 Montero dice que la ecuación cuantitativa, «como cualquier estudiante de economía sabe o debería saber, no es una explicación en sí misma de la inflación sino una mera tautología que no aclara nada sobre las razones de ese fenómeno (…); la ecuación de cambios de la economía cuantitativa lo único que nos dice es que el dinero pagado por los compradores siempre es igual al cobrado por los vendedores. Pura tautología que encierra una modesta verdad que es cierta en sus líneas generales pero que, en sí misma, se detiene en el punto en el que debería comenzar a ofrecer explicaciones».
Felicidades maestro: descubrió Usted que una ecuación es tautológica. ¿Quién hubiera pensado que 2+2=4, o sea, que 4=4 es una tautología? Lamentablemente, después de su feliz descubrimiento cae en una gran bobería: la inferencia de que una tautología no es útil. Fíjese, que la catástrofe es mayor de lo que usted pensaba: no sólo una ecuación es un constructo tautológico, sino toda la matemática lo es. Por lo tanto, sea consecuente: tire no sólo la ecuación cuantitativa a la basura —por haber sido contaminada por los Chicago Boys y por su status lógico— sino, de una vez, toda la matemática. Y, ya que está en su revolución copernicana, también tire la lógica formal, porque también es tautológica.
1.3 Después de decir que la ecuación cuantitativa no sirve porque es «pura tautología», agrega que «encierra una modesta verdad que es cierta en sus líneas generales». Dejando a un lado nuestro deseo de saber qué es una «modesta» verdad que es cierta en «sus líneas generales» —frente a, por ejemplo, una «inmodesta» verdad «cierta en sus líneas particulares»—, es decir, dejando a un lado su confusa palabrería, hay que aclarar que un enunciado analítico o tautológico no puede «encerrar» una verdad, porque la verdad de la tautología es una verdad por definición, es decir, su verdad radica en su forma, no en algún contenido.
Hace 87 años, que Ludwig Wittgenstein logró explicar que la utilidad de los sistemas tautológicos radica precisamente en su carácter tautológico, porque permite la manipulación cuantitativa de contenidos empíricos cualitativamente diferentes, sin afectar la relación entre estos contenidos o su integridad física.
1.4 Last but not least, según Montero, la ecuación es «una mera tautología que no aclara nada sobre las razones» de la inflación. Efectivamente profesor. Otra razón, tan válida como las anteriores, para tirar la ecuación a la basura. Y, nuevamente, aproveche: deseche también la teoría del Big Bang. Ésta explica, que el universo nace con la expansión de la materia extremadamente compactada hace 13.6 mil millones de años, pero no explica las causas de la compactación de esta materia ni las causas de su génesis. Tire también el tomógrafo, porque la tomografía demuestra la existencia de un tumor, pero no explica por qué está allá.
Profesor, cuando sus «aplicaciones de economía» le dejen un tiempo libre, tome un curso de epistemología para aprender las diferencias entre el positivismo vulgar (el suyo) y el lógico (Wittgenstein), así como las existentes entre las hipótesis descriptivas y explicativas, para no andar dándose de trompadas con las tautologías, como el Don Quijote con los molinos de viento. Porque en su caso, como en el de su ilustre antecesor, tiene perdida la guerra antes de comenzarla.
2. Las elecciones y las trampas del positivismo vulgar
Montero dice que mi argumento de que la inyección masiva de liquidez durante los años electorales 2006 y 2007 aumentó la inflación, es inválido, porque no se observa el mismo fenómeno en los procesos electorales de 1999, 2000, 2004 y 2005. Aquí, nuevamente el Quijote de la «economía aplicada» cae en las trampas del pensamiento lineal, en lugar de razonar en términos de efectos acumulados y procesos no-lineales.
¿Será tan difícil entender, Profesor, que hay una diferencia cualitativa entre las elecciones presidenciales, las regionales, los referendos revocatorios y los referendos constitucionales? O, ¿que cada año electoral es un fenómeno sui generis en cuanto a sus condiciones políticas, económicas y sociales concretas?
De 1999 a 2002, por ejemplo, no existía un programa coherente de política desarrollista y social, como, las misiones de Barrio Adentro, la alfabetización o los Mercal. De la misma manera, en los primeros cinco años del gobierno la economía acumuló una caída del Producto Interno Bruto (PIB) del 15.5%, es decir, que disponía de grandes capacidades ociosas cuando entró en su fase expansiva. ¿No sabe Montero, que el impacto de una variable sobre un sistema, en este caso el gasto público, es una función del estado general del sistema?
3. Lo que Dieterich «no sabe de la inflación»
Mi ensayo sostiene que la inflación venezolana y el desabastecimiento tienen tres causas principales: el exceso de liquidez introducido por el gobierno, los precios administrativos (estatales) irreales para una gran parte de los 400 rubros reglamentados y la liquidez crediticia otorgada por los bancos.
Frente a este argumento Montero enumera una serie de factores inflacionarios y medidas antiinflacionarios del gobierno, que según él, yo desconozco («Lo que Dieterich debería saber, y no sabe, de la inflación en Venezuela».) Entre ellos, el aumento de los precios en restaurantes y hoteles durante el año 2007; la emisión de títulos denominados en dólares; «el Impuesto sobre Transacciones Financieras que gravaba en un 1,5% las transacciones financieras realizadas por empresas entre el 1 de noviembre y el 31 de diciembre de 2007 y que probablemente ha sido repercutido sobre el precio final de venta al público de sus productos por parte de los empresarios»; el aumento del IVA sobre cigarrillos y licores; la disminución del IVA y la tasa de cambio entre el bolívar y el dólar.
Montero, el problema del dólar es parte de los rubros regidos por precios administrativos irreales, por lo tanto, es parte de mi argumento central. Los demás factores inflacionarios que aduce, no los menciono porque son secundarios y hasta irrelevantes para el problema. Y no discuto las medidas antiinflacionarios del gobierno, porque, como él mismo reconoce y como el mismo desarrollo de la inflación demuestra, han sido fracasos completos.
Al final de su larga odisea por el reino de lo insignificante y lo fracasado, Montero tiene que reconocer que el problema son el exceso de liquidez y los controles de precios. «En quinto lugar, también hay que tener en cuenta la presión que la demanda interna y, más concretamente, el consumo privado está realizando sobre la producción nacional» y que sobrepasa «la capacidad productiva en determinados sectores».
Montero: cuando la demanda efectiva sobrepasa la capacidad productiva, ¿no hay exceso de liquidez frente a la oferta disponible? Ésta es mi primera razón para explicar la inflación venezolana. ¿Y de dónde viene esa liquidez? ¿Cae del cielo o es creada por el Estado y los bancos privados?
4. El objetivo político de mi ensayo
El objetivo político-económico de mi ensayo consistió en llamar la atención venezolana sobre tres debilidades estructurales que pueden poner en peligro el proceso bolivariano a partir de las elecciones de noviembre 2008: la inflación, los desabastecimientos y la política comunicativa del gobierno. Contrario al discurso gubernamental, los tres problemas son esencialmente endógenos, hecho por el cual hice una propuesta tendiente a neutralizar sus efectos en este año electoral.
Ganadas las elecciones de noviembre 2008, hay tiempo para implementar soluciones económicas y comunicativas estructurales, que permitirían triunfar en las elecciones de la Asamblea Nacional en el 2010, las presidenciales del 2012 y, en algún momento intermedio, un referendo constitucional que permita que Hugo Chávez compita en las elecciones del 2012.
Nada en el confuso y contradictorio panfleto de Montero, que exhibe la típica mezcla de arrogancia e ignorancia que caracteriza a tantos españoles cuando hablan de América Latina, me indica que las tesis centrales de mi ensayo son equivocadas. La misma inferencia se deriva de las medidas económicas que el Presidente Chávez está tomando; de la «Memoria y Cuenta de 2007» del Ministerio de Alimentación, que señala que «la regulación de precios de algunos rubros, en cuanto a insumos y a consumo final, generaron desequilibrio en las cadenas productivas, suscitándose el desabastecimiento de dichos rubros» y del reconocimiento del Ministro de Planificación, Haiman el Troudi, sobre la relación entre el alto gasto público y los procesos electorales.
5. La academia latinoamericana descubre al genio
Una última preocupación me queda. Montero dice en su blog: «Soy codirector académico y docente del primer curso de doctorado en Economía Social que se va a impartir en Bolivia, en la Universidad Mayor de San Andrés. Y, en este último año, también he pasado a integrar la plantilla de investigadores de CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), dentro de su Grupo de Trabajo sobre Integración Latinoamericana.» No precisamente una laudatio para los directivos de la UMSA y de CLACSO.
Sin embargo, el problema es político. Recientemente la vicepresidencia boliviana, a cargo de Álvaro García Linera, invitó a Toni Negri para dar lecciones en universidades y comunidades indígenas. Si ahora la UMSA invita a este Don Quijote de la epistemología a formar futuros líderes de América Latina, me temo que no habrá Dios capaz de salvar a la Patria Grande.