Traducido para Rebelión por Marina Trillo
El bombardeo del recinto de Naciones Unidas en Irak ha provocado cólera, pena, altisonantes bravuconadas del gobierno de Bush y promesas irreflexivas de «continuar con la misión humanitaria» por parte del Secretario General Kofi Annan. El debate y la discusión, en el grado en que han aparecido en los medios de comunicación, se centra en quien fue el responsable de los «fallos de seguridad», la ONU y sus partidarios señalan la incompetencia del ejército de ocupación estadounidense, los oficiales estadounidenses culpan de negligencia a los funcionarios de la ONU. Estas discusiones son cuestiones secundarias, técnicas, y omiten ocuparse de los motivos políticos más profundos que subyacen tras el ataque a la ONU.
Previsiblemente, los neoconservadores pro-israelíes de Washington atribuyen el bombardeo de la ONU al terrorismo-árabe-islámico y amontonan juntos el bombardeo de un autobús israelí y el de la ONU como justificación para una mayor violencia por parte de EEUU y de Israel. El centro izquierda alaba las virtudes diplomáticas y humanitarias del representante especial de la ONU en Irak, Sergio Viera de Mello y con indisimulada incomprensión claman que el bombardeo dañó la causa del pueblo iraquí y retrasó el proceso de reconstrucción nacional.
Tanto la ONU como los oficiales de EEUU, neoconservadores e intelectuales de centro izquierda omiten analizar el verdadero papel político de Naciones Unidas en Irak y especialmente el partidista papel político de Sergio Viera de Mello que pudieran haber provocado el ataque.
La ONU dirigida por Kofi Annan no ha jugado un papel imparcial en el conflicto EEUU- Irak. Durante más de una década la ONU apoyó las sanciones económicas contra Irak, causando más de 1 millón de muertos iraquíes, en su mayor parte niños, y la dimisión de dos altos funcionarios de la ONU en protesta. Los inspectores de la ONU supervisaron el desarme de las defensas iraquíes e ignoraron o aprobaron los bombardeos estadounidense-británicos de Irak durante 12 años. Hasta la hora final de la invasión estadounidense de Irak, toda la atención de la ONU se dirigió a presionar al Gobierno Iraquí para que aceptara las exigencias de EEUU, no condenando los preparativos de guerra estadounidenses, aún cuando el Consejo de Seguridad finalmente rehusó aprobar la invasión unilateral de EEUU. El registro histórico de la década que precede a la invasión pone claramente a la ONU del lado de EEUU, hasta el punto que fueron identificados varios inspectores de la ONU que estaban trabajando con la CIA y realizando búsquedas y proporcionando información estratégica a la inteligencia militar estadounidense.
A esto puede oponerse algún escritor y argumentar que la colaboración de la ONU- EEUU fue una cosa del pasado, después de la conquista militar estadounidense la ONU no ha apoyado la ocupación colonial y promovió una transición hacia un autogobierno democrático. Documentos publicados, entrevistas oficiales y resoluciones de la ONU presentan un cuadro muy diferente. Uno en el que la ONU aceptó y trabajó con el gobernante colonial estadounidense, Paul Bremer, en un intento de consolidar el control estadounidense del país ocupado.
Después del desastroso mes del gobierno del primer gobernador colonial estadounidense Garner, y de su reemplazo por Paul Bremer, quedó claro incluso para el más tenaz y sanguinario militarista del Pentágono que ese gobierno imperial trajo como resultado un poderoso movimiento de resistencia de todos los sectores de la sociedad Iraquí y el aislamiento total del régimen colonial estadounidense respecto a todos los gobiernos árabes, musulmanes o europeos (menos Inglaterra y por supuesto Israel). El gobierno de Bush fue inexorable en su reclamación del poder total en Irak, pero estaba dispuesto a permitir que la ONU operara bajo el gobierno estadounidense. Annan despachó a Viera de Mello a trabajar con el gobernador colonial estadounidense Bremer y fue un brillante éxito político en términos que resultaban ventajosos para el poder colonial estadounidense.
La misión de Naciones Unidas de Viera de Mello era colaborar con Bremer y estaba encaminada a crear una junta consultora (Consejo Interino Nacional Iraquí) que proporcionara una hoja de parra al control colonial estadounidense. Actuando bajo la Resolución 1483 aprobada por el Consejo de seguridad el 22 de mayo de 2003, se le asignaron a De Mello ocho áreas de actividad, que tenían que ver todas ellas con la «reconstrucción» del país especialmente en la esfera política. De Mello se mostró muy activo para engatusar a los líderes tribales, clérigos conservadores así como a los prodigios del exilio del Pentágono, para formar la junta con la cláusula de que el gobernador colonial estadounidense tendría que aprobar a todos sus miembros, y que todos aprobaban la invasión estadounidense y la ocupación. En efecto, de Mello organizó una impotente colección de las autoproclamadas élites que no tenía credibilidad en Irak ni legitimidad entre el pueblo Iraquí, para que sirviera de escaparate al gobierno colonial estadounidense.
Una vez que la junta aprobada por EEUU ocupó su puesto, de Mello viajó por todo el Oriente Medio tratando de convencer a los países vecinos de que la «creación» estadounidense, a la que se oponía la mayoría de los iraquíes, era un «régimen de transición» legítimo y representativo. El argumento principal de De Mello era que la junta designada por EEUU era un cuerpo «gubernamental» y no meramente «consultivo», argumento que no convenció a nadie, y menos a los oficiales estadounidenses que estaban repartiendo contratos a Halliburton Corporation y organizando la privatización del petróleo iraquí, e indudablemente tampoco al ejército estadounidense que estaba aterrorizando y disparando a inocentes civiles iraquíes.
Tanto la resolución 1483 de la ONU en pos de la «reconstrucción» bajo gobierno colonial estadounidense, como el activo papel de De Mello promoviendo y defendiendo el régimen provisional títere de EEUU, no eran actividades humanitarias desinteresadas. Eran posiciones políticas – compromisos que implicaron la aceptación del gobierno colonial estadounidense, y una decisión clara y deliberada de utilizar a las Naciones Unidas como vehículo para la legitimación del gobierno imperial por medio de una junta impotente y corrupta rechazada por el pueblo iraquí. De Mello era plenamente consciente de la concentración de poder en manos de Bremer, era plenamente consciente de que el pueblo Iraquí – al que no se dio en ningún momento voz ni voto en su selección, rechazó la junta; tomó parte activa para excluir del consejo a los críticos anticoloniales. Su estrecha relación de trabajo con Paul Bremer, el gobernante estadounidense de Irak, sin duda socavó cualquier pretensión de que la ONU fuera una fuerza independiente en Irak. A los ojos de los iraquíes y de dos anteriores altos funcionarios de la ONU (Boutros Ghali y Denis Halliday) la ONU y en particular Kofi Annan y De Mello era apéndices del poder colonial estadounidense.
Denis Halliday, el anterior adjunto al Secretario General de la ONU y Coordinador Humanitario de la ONU en Irak declaró recientemente que el bombardeo de la ONU en Irak fue en revancha por la colusión con EEUU. El 24 de agosto de 2003 en una entrevista con The Sunday Herald (Escocia) observó que la «colaboración adicional» entre la ONU y EEUU e Inglaterra «sería un desastre para Naciones Unidas porque se vería inducida a secundar la ocupación ilegal de Irak… La ONU ha sido incitada a ser un brazo de EEUU – una división del Departamento de Estado. Kofi Annan fue designado y apoyado por EEUU y eso corrompió la independencia de la ONU».
En una entrevista con la BBC, Boutros Boutros Ghali, anterior Secretario General de la ONU, hablando de las repercusiones del bombardeo, declaró «la percepción en gran parte del Tercer Mundo es que Naciones Unidas, a causa de la influencia Americana (sic)… es un sistema que discriminó (en contra de) muchos países del Tercer Mundo.» George Monbiot del periódico inglés The Guardian (el 25 de agosto de 2003) indica «El gobierno de EEUU ha dejado perfectamente claro que la ONU puede operar en Irak sólo como subcontratista. Las tropas extranjeras recibirán sus órdenes de Washington.» Ninguna de estas observaciones apareció en modo alguno en ninguno de los medios de comunicación estadounidenses.
La ONU se ha alejado mucho de sus principios fundacionales originales. En tiempos la ONU defendía la paz, la justicia y la autodeterminación social y se oponía a las guerras coloniales, al pillaje de la riqueza nacional y al gobierno colonial. Dado el activo papel partidista de la ONU en Irak, para crear un armazón político compatible con un prolongado gobierno colonial estadounidense, no es ningún misterio por qué la resistencia Iraquí apuntó contra el edificio de la ONU del mismo modo que apunta contra el ejército imperial y los oleoductos que están en venta a corporaciones multinacionales estadounidenses y europeas.
Habiendo tomado partido por EEUU, es el colmo de la hipocresía que altos funcionarios de la ONU digan que son víctimas inocentes. Igualmente es engañoso que EEUU y funcionarios de la ONU declaren que la resistencia anticolonial está compuesta por «extranjeros», «restos» de Saddam Hussein, terroristas de Al Qaeda, extremistas Sunníes o Chiítas Iraníes. La resistencia no está confinada a las áreas donde era popular Saddam Hussein, ni está limitada a áreas de creyentes Sunníes; está al norte y al sur, al este y al oeste, cubriendo todas regiones y los enclaves étnicos y religiosos. La resistencia es nacional, indígena y basada en oposición a la ocupación colonial estadounidense, la destrucción de la infraestructura y la degradación física y psicológica de 23 millones de Iraquíes. Mientras los iraquíes sufren un desempleo del 80% y están sin agua limpia, alimentos ni electricidad, altos funcionarios de Naciones Unidas cobran unos salarios de entre $80,000 a $150,000 anuales, se mueven en coches de lujo y SUV, trabajan en oficinas con aire acondicionado y cenan alimentos frescos importados en confortables apartamentos o chalés – gozando de lo mejor de la vida colonial. Uno no necesita introducir la hipótesis de Al Qaeda para entender que el resentimiento político y personal contra estos engreídos colaboradores imperiales podría bullir en un ataque violento.
Está claro para muchos en Oriente Medio que la ONU se ha convertido en un cuerpo falso de agencias vasallas dirigidas por funcionarios escogidos a dedo como de Mello, cuyo encanto e inteligencia no compensan por su colaboración en la construcción del imperio estadounidense. Para un número creciente de profesionales, periodistas y especialmente para la gente corriente está claro que la ONU ha perdido su independencia y utilidad como fuerza para la paz. Cada vez más movimientos sociales y naciones del Tercer Mundo están buscando organizaciones y foros internacionales nuevos para proseguir con los principios que la ONU ha traicionado. El nuevo cuerpo tendrá que renunciar al carácter elitista de la actual ONU con su sistema de dos filas de votar y poder; tendrá que rechazar como miembros a países que adopten guerras «preventivas» de conquista y gobierno colonial y pillaje de recursos nacionales. En una palabra la nueva organización internacional y su Secretario General no deben ser un apéndice de Washington – si desea evitar la tragedia de la ONU – un cuerpo que comenzó con grandes ideales y acabó como un manipulador cínico de los ideales a servicio del poder imperial.
24 de agosto de 2003