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La posverdad es el prefascismo

Fuentes: Página 12

El título no es arbitrario: refiere a una pancarta vista en Berlín durante las multitudinarias movilizaciones contra la xenofobia, ante el crecimiento del racista AfD (Alternativa por Alemania). La construcción de posverdad en Brasil, a través de la utilización de las fake news, fue vital para el triunfo de Jair Messias Bolsonaro. Folha de Sao […]

El título no es arbitrario: refiere a una pancarta vista en Berlín durante las multitudinarias movilizaciones contra la xenofobia, ante el crecimiento del racista AfD (Alternativa por Alemania). La construcción de posverdad en Brasil, a través de la utilización de las fake news, fue vital para el triunfo de Jair Messias Bolsonaro. Folha de Sao Paulo, diario que jamás podría ser tildado de lulista o petista, difundió los millonarios contratos a diversas empresas que regaron los grupos de Whatsapp de todo el país de información falsa.

¿Qué difundían? Que Haddad legalizaría la pedofilia; que había distribuído un «kit gay» a niños en escuelas; que el agresor a Bolsonaro era asiduo de Lula; que una señora mayor había sido golpeada por comandos petistas; entre otras cosas. Nada de eso pasó, pero acoplado a una demonización mediática-judicial que ya lleva más de una década sobre el Partido de los Trabajadores, favoreció el ascenso de Bolsonaro. ¿Por qué? Asustó a una parte del electorado: particularmente a la centroderecha que sufragaba por el histórico PSDB, el partido de Fernando Henrique Cardoso, que con un estrepitoso 5% entregó a sus votantes a los brazos de Bolsonaro. Tuvieron más miedo a un retorno del PT al Planalto que a un gobierno con presidente y vice del ejército y siete ministros militares.

La cadena Globo News lo reconocía tras conocerse los primeros datos: el voto fue anti-petista, no a favor de Bolsonaro. Quien hoy se supone «Salvador de Brasil» supo concentrar más de una década de estigmatización al PT, aprovechando la ausencia -vía cárcel e inhabilitación- de Lula, quien lo superaba en todas las encuestas hasta que fuera confinado en una celda de 15 m2 en Cutiriba. Bolsonaro posó de outsider con Récord TV, del evangelista Edir Macedo, de su lado. La propia demonización al PT hizo que factores del poder (o figuras con influencia pública) se pronunciaran bien tarde, cuando ya todo estaba definido: el llamado a votar a Haddad por parte del ex presidente de la Corte Suprema Joaquim Barbosa es el mejor ejemplo en ese sentido. Lo hizo el sábado por la noche, cuando las cartas ya estaban jugadas. Menos tibio, igual, que el propio Cardoso o Ciro Gomes, más dolidos con el PT que con lo que se vendrá.

Terminada esta elección, profesionales de la comunicación política a nivel continental y mundial comenzarán a estudiar la campaña de Bolsonaro. Otros pedirán -con razón- una reglamentación sobre la comunicación informal de las campañas: ¿cómo regular democráticamente lo que circula en redes sociales? ¿cómo evitar que lo sucedido en Brasil se traslade a otros países?. 

Finalmente, aquellos que alardean con la supuesta «muerte del PT» -raro deceso: 47 millones de votos, 45% a nivel nacional, 4 gobernaciones y la bancada parlamentaria más importante del país, disputando el quinto ballottage de forma consecutiva- no reconocerán que quien murió en América Latina (o al menos envejeció rápidamente, hasta agonizar) es la tan mentada «nueva derecha moderna y democrática», de la que Aécio Neves formaba parte. Maduró pronto, y se pudrió bien temprano, podría decirnos la poesía del Indio Solari sobre este segmento de candidatos. Y, junto al Lava Jato direccionado contra el PT y el impeachment a Dilma, dejó a Bolsonaro con un moño (y una ametralladora) en la puerta del Planalto.

Para cerrar, retomamos el título de la columna. Los simpatizantes del nuevo presidente electo lo llaman «el mito», atribuyendo al diputado crónico supuestas condiciones sobrenaturales: a juzgar por las armas -hablamos de las discursivas, no de las otras, que también las tiene- que lo condujeron a la victoria, bien podríamos decir que es un apodo que encaja a la perfección, pero por otra acepción. Mito también es una historia que altera las verdaderas cualidades de una persona o cosa. Miente, miente, que algo quedará, dijeron alguna vez en Berlín, lugar donde precisamente apareció la pancarta. Miente, miente: ahora gobernarás. 

 

Juan Manuel Karg. Politólogo UBA / Magister en Estudios Sociales Latinoamericanos.