Hace ya algunos años que viene preocupando a un sector de economistas y comentaristas económicos la posible reducción de la productividad en los países enriquecidos [1] (tengo gusto por esta expresión, que contrapongo a la de países empobrecidos, salvando las causas, pero incidiendo en que ha habido acción de enriquecer y de empobrecer). A mi […]
Hace ya algunos años que viene preocupando a un sector de economistas y comentaristas económicos la posible reducción de la productividad en los países enriquecidos [1] (tengo gusto por esta expresión, que contrapongo a la de países empobrecidos, salvando las causas, pero incidiendo en que ha habido acción de enriquecer y de empobrecer).
A mi modo de ver hay tres aspectos inmediatos a dilucidar en el concepto de productividad: el primero, si a partir del concepto general de obtener más producción (bienes o servicios) con lo mismo o con menos, podemos medirlo y con qué limitaciones; segundo, elemental, pero que ha de servir para evitar errores, distinguir si nos estamos refiriendo a una regresión en la productividad o a una ralentización de su tasa de crecimiento; y, tercero, si, fijado el cómo medirlo, observamos estadísticamente esa reducción absoluta o en tasa de crecimiento. Nos valdrá de apoyo el reciente primer informe francés del Conseil national de productivité: «Productivité et compétitivité: où en est la France dans la zone euro» (abril 2019), considerado una versión preliminar para la discusión, por lo que se considera un estado de la cuestión referido a Francia en el contexto de la zona euro, si bien conviene recordar, como hace el informe, la recomendación del Consejo europeo de septiembre de 2016, por la que todos los Estados miembros de la UE que comparten el euro debían crear un Consejo nacional de la productividad, si bien muchos de ellos no lo han hecho, entre ellos España (ver Bruselas, 27.2.2019 COM(2019) 152 final y anexo), lo cual a mí no me quita el sueño, que la burocracia de la UE vive de la generación de papeles y demás obligaciones y restricciones, hasta el punto que considero que los liberales sinceros y de buena fe forzosamente han de poner en cuestión el papel de la UE frente a la vida de los ciudadanos en libertad. La recuperación del liberalismo de von Humboldt lo considero necesario para resituar al liberalismo en las coordenadas de progreso en que se movió inicialmente, frente al llamado ultra liberalismo actual, de factura regresiva.
El concepto de productividad es relativamente sencillo y podemos desgranarlo así: obtener lo mismo con menos; obtener más con más, siendo el primer «más» un resultado en mayor proporción que el segundo «más»; el obtener más con lo mismo no parece adecuado, pues se puede objetar que se da alguna variación, por elemental que sea, trátese de energía, organización o lo que fuere, para que haya un resultado mayor. Ahorramos al lector ejemplos, que puede imaginar por sí mismo, en la agricultura, la industria o los servicios. Conforme nos alejamos de la acción productiva simple e individual, la dificultad en constatar la productividad presenta mayores dificultades y aún más si pretendemos deslindar entre factores productivos la fuente de la productividad.
La asociación del incremento de la productividad al crecimiento económico, subyace en el miedo a que se frene este, no en vano el informe citado indica que es su principal fuente: «el crecimiento [en los países industrializados] proviene principalmente de las ganancias de eficacia en la utilización de los recursos naturales, humanos, financieros y tecnológicos de los que disponen.» (p. 19). Sin adentrarnos aquí en la polémica del crecimiento, déjeseme subrayar que éste es deseado por las empresas porque evita la competencia feroz de un mercado sin crecimiento, y permite a unos ganar más y a otros ganar algo. No debe sorprendernos, que de ser una medida empresarial, acabe considerándose como un posible»objetivo legítimo de política económica.» Dejemos su discusión para otro artículo.
Suelen manejarse corrientemente dos llamadas definiciones, si bien son mediciones: la productividad del trabajo y la productividad global de los factores (no se sorprenda el lector si al adentrarse en explicaciones de uno u otro autor, constata sutiles diferencias conceptuales que le hagan pensar que no se mide lo mismo por unos y otros). La primera pone en relación generalmente el producto con las horas de trabajo empleadas, en tanto la segunda, considerada multifactorial, mediría la eficacia combinada de capital y trabajo, traduciendo la influencia del progreso técnico y organizativo. El informe concluye, tras brevísimo repaso de opiniones diversas, que no hay un problema de medida de la productividad que haga pensar que la afirmación de que está decayendo la productividad en su ritmo de crecimiento no haya de ser cierta.
Gráfico N. º 1: Productividad horaria del trabajo en los principales países de la zona euro
(1990-2017, en $ PPA 2010)
Según podemos deducir de la visura del gráfico, y medido el PIB a precios constantes, en dólares USA, y en paridad de poder adquisitivo de 2010, desde el año 1990 hasta el inicio de la crisis de las «subprimes» las productividades horarias de EE. UU., Suecia, Alemania y Francia, siguieron sendas ascendentes y bastante próximas entre ellas; Reino Unido, prácticamente en paralelo, pero desde un nivel inferior; Italia y España presentan perfil particular, divergente desde mediados de los 90 con largo estancamiento. La crisis trajo (2009) contracción de la productividad en todos los países contemplados en el gráfico excepto en EE. UU. y España, en que siguió creciendo la productividad. La productividad de todos creció en el año 2010, pero con ritmos inferiores y destacando EE. UU., pero ya con Suecia en paralelo en un escalón inferior, perdiendo la senda homogénea que mantenía con EE.UU. hasta entonces; y en paralelo a Suecia, tenemos a Alemania y Francia, muy juntas, pero por debajo, como consolidando una nueva fase, de la que aún se separa más el Reino Unido, persistiendo el estancamiento relativo de Italia, al que España alcanza prácticamente en productividad horaria tras la crisis, pero en niveles de un 70% respecto de EE. UU., en tanto el R.U. se queda en el 87% de la productividad horaria de EE. UU. De la crisis, EE. UU. es el que ha salido mejor parado en punto a productividad, y España en la recuperación de un retraso, si bien queda como el último de la fila entre los países considerados.
Nota:
(1) Véanse, por ejemplo, el artículo de Raymond Van der Putten: «Le ralentissement de la croissance de la productivité», en CONJONCTURE, septiembre-octubre 2016, nº9 y 10, BNP PARIBAS. También el de Patrick Artus: «Progrès technique et nature des emplois depuis 70 ans aux Etats-Unis et en France», Flash Economie, 24 mai 2017 – 637, NATIXIS.
Fernando G. Jaén es doctor en Economía y profesor titular del Departamento de Economía y Empresa de la UVIC-UCC
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