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FMI

La princesa está triste, y pálida

Fuentes: InSurGente

Cual la princesa del bardo modernista Rubén Darío, el FMI está triste, el FMI está pálido. Y no precisamente por falta de amor, porque su gran pasión, el neoliberalismo, vive y colea aún, a pesar de estar herido en el pecho y en el flanco. Me equivoco. El Fondo Monetario Internacional, uno de los puntales […]

Cual la princesa del bardo modernista Rubén Darío, el FMI está triste, el FMI está pálido. Y no precisamente por falta de amor, porque su gran pasión, el neoliberalismo, vive y colea aún, a pesar de estar herido en el pecho y en el flanco.

Me equivoco. El Fondo Monetario Internacional, uno de los puntales del sistema de mercado ciego, más bien anda sumamente preocupado. Y no es para menos: la famosa locomotora de la economía mundial, con el 25 por ciento del PIB planetario en su haber, los Estados Unidos, está abocada a una crisis que comenzó con la de las hipotecas de alto riesgo (subprime), que luego se extendió a los mercados financieros, y amenaza con campear por sus respetos, acendrada, en todo el orbe.

¿Cómo no andar intranquilo con el hundimiento de las plazas bursátiles en Wall Street y el resto del globo cuando han resultado tan breves los períodos de recuperación y tan largos los subsiguientes retrocesos? Recordemos que en enero los tres indicadores de la Bolsa de Nueva York acumularon las mayores pérdidas en dos años. Y que tanto la crisis inmobiliaria como la financiera configuran un todo, que no parece ceder ante medidas tales como las frecuentes reducciones de las tasas de interés, las inyecciones millonarias de capital -ojo, 150 mil millones de dólares para incentivar el consumo dizque salvador- y otras curitas de mercurocromo.

Curitas, sí, conforme a augurios basados en las estadísticas: el crecimiento de la economía estadounidense en el 2007 se ubicó en una tasa de 2,2 por ciento, en contraste con el 2,6 por ciento registrado en el 2006 y muy por debajo del 3,5 por ciento del 2005. Algo así como la caída en picada de un caza de cuarta o quinta generación de que tanto blasona Washington.

No en balde la reunión del Foro Económico Mundial recién efectuada en Davos, Suiza, se comportó la mar de pesimista con respecto a las perspectivas de la economía gringa y de la mundial para este año. Los expertos consideran que el PIB de la primera potencia, de la suficiente Unión, podría reducirse a 1,9 por ciento, situación que generalizaría un índice de ampliación, crecimiento, menor que el previsto inicialmente.

Por ello, la princesa, digo, el FMI, que todavía no osa repetir la palabra recesión, ha tenido que recortar sus pronósticos de aumento económico mundial, los cuales, según cálculos quizás todavía optimistas, pasarán de 4,7 por ciento en 2007 a 4,1 por ciento en 2008, con el peor rendimiento desde el 2003, cuando la producción aumentó 3,6 por ciento.

Ahora, aseveran que los males, y los presagios, no vienen solos, sino como en compactas filas de vibrantes espadas. De acuerdo con la organización Internacional del Trabajo (OIT), unos cinco millones de personas perderán sus empleos en el 2008, al vaivén de la crisis financiera desatada se sabe dónde, del aumento poblacional y del alza de los precios del petróleo.

Así que, con el esperado desplome económico del año en ciernes, el desempleo planetario podría alcanzar una tasa de 6,1 por ciento. Ello, sin contar que unos 487 millones de trabajadores no devengan salario suficiente para sobrepasar la línea de pobreza por debajo de un dólar por día, y que mil 300 millones no alcanzan los dos dólares.

Tan complejo resulta el panorama, que la humanidad ha visto lo inimaginable hasta hace muy poco. Como señala el colega Alberto Montero, en la publicación digital Rebelión, de repente el Fondo Monetario Internacional -nuestra princesa- ha cambiado su discurso de los últimos cinco lustros, cansino hasta la saciedad, de que la responsabilidad fiscal, la reducción de los déficits públicos, el saneamiento de las finanzas públicas y el desmantelamiento de los estados de bienestar nacionales eran la base de un crecimiento sostenido y estable.

Como por arte de birlibirloque, el FMI se «percata» de que la política fiscal se habrá de complementar -escuchen bien- con una política monetaria expansiva, de cara a estimular las economías principales y, con ellas, la economía mundial. O sea, en el caso de los elegidos del Norte, que no todos deberán gastar tanto en un planeta regido por el dios capital. Para unos pocos, más dinero, más papel, aunque ello suponga incurrir en déficits fiscales. Qué bien, ¿no?

Creo que la princesa, perdón, el FMI, se tragó el bulo, rodado por él mismo, de que el fundamentalismo del mercado, el mercado casi excluyente, iba a resolver todos los problemas económicos y sociales, y ahora está como alelado, sin saber qué hacer ante una crisis del modelo ortodoxo, liberalizador, que, repitamos, comenzó con la explosión de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, a causa de la expansión descontrolada y la especulación con hipotecas de alto riesgo, a personas con escasa capacidad de pago.

Pero ¿el FMI apreciará en toda su magnitud la notoria semejanza del imperio norteamericano con el romano en los instantes previos al comienzo del derrumbe histórico? ¿Verá con la claridad necesaria signos como la pérdida de valores, de la civilidad política, de las prácticas públicas, acompañados por otros como una política de contraproducente expansión militar y una sustancial irresponsabilidad fiscal del gobierno central, con despegue de los impuestos? Sí, como en la Roma final, como alguien señalaba.

Citados por Prensa Latina, diversos analistas coinciden en que muchos de los factores que ponen en peligro el sistema son los eternos problemas de la sociedad norteamericana, como la polarización de la pobreza; el desempleo; la discriminación; el auge de la drogadicción, de la criminalidad, de la cifra de indigentes -alrededor de nueve millones-…. Y detengámonos aquí, para que nadie estime que nos ensañamos.

Claro que el Fondo Monetario Internacional tiene que estar preocupado, y dando pronósticos variables. Sí, pues donde dijo Diego dijo digo… Lo cual en buen cubano sonaría distinto: el FMI se ha visto obligado a cambiar de palo para rumba. Y no sólo en cuanto a pronósticos de crecimiento, sino en cuanto a sugerencias sobre políticas fiscales inclusive.

Mas no pequemos de ingenuos. Difícilmente la augusta institución logre apreciar que las contradicciones internas del capitalismo a escala global no se solucionan ni con el desmantelamiento de los estados de bienestar, y las rígidas políticas fiscales, ni con un gasto que se tornaría excesivo e inflacionario… Creo que pésele a quien le pese, el Fondo Monetario Internacional seguirá por mucho tiempo pálido y triste, como la princesa de Darío, si no perece antes de que la tristeza y la palidez se conviertan en su nueva carta de presentación.