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Colombia y Perú quieren firmar de inmediato. Pero el ALCA no va

La puja del «libre comercio»

Fuentes: Visiones alternativas

Protestas sociales y críticas de ex funcionarios gubernamentales en Perú; apuro oficialista en Colombia, y el tiempo para meditar que anuncia el ejecutivo ecuatoriano, colorean con matices distintos la XII Ronda de Negociaciones para concretar el TLC Andino con Estados Unidos. La reunión transcurre en la ciudad colombiana de Cartagena luego de varios contactos de […]

Protestas sociales y críticas de ex funcionarios gubernamentales en Perú; apuro oficialista en Colombia, y el tiempo para meditar que anuncia el ejecutivo ecuatoriano, colorean con matices distintos la XII Ronda de Negociaciones para concretar el TLC Andino con Estados Unidos.

La reunión transcurre en la ciudad colombiana de Cartagena luego de varios contactos de coordinación que, al parecer, no lograron limar del todo las asperezas, pues se dejarán aun asuntos cruciales pendientes.

Entre ellos, queda para después el espinoso tema agrícola, que los negociadores estadounidenses aspiran termine con la desgravación de todos los productos que entren a los mercados del sur, pero sin reciprocar. En esa falta de igualdad radica -diferencias de desarrollo aparte-, uno de los motivos por los cuales el libre comercio propuesto por Washington no es libre, y menos, justo.

De algún modo, las delegaciones andinas trataron de ir concertadas y antepusieron puntos de vista que hicieron obligatorio negociar, evitando un irreflexivo y humillante «sí» de supeditación.

Pero las posiciones más recientes muestran que no será posible a la subregión mantenerse unida.

Se aprecia en el ejecutivo colombiano una ansiedad por llegar que podría tener base en errores conceptuales, como los ostensibles en las declaraciones del ministro de Comercio, Jorge Humberto Botero, quien ha manifestado el propósito de su país de «integrarnos» a la economía más avanzada del mundo «para que crezca nuestra economía, haya más empleo y se reduzca la pobreza». Los resultados del primer acuerdo de este tipo suscrito por EE.UU. con un país latinoamericano -el NAFTA con México y Canadá- demuestran que esa aspiración quedará en nada.

Claro que, dados los lazos afectivos existentes entre el mandatario Álvaro Uribe y W. Bush, tampoco puede descartarse que la premura busque solo darle gusto a la Casa Blanca; o que sea un intento por ganar puntos en el propósito uribista de asegurar la aún cuestionada reelección.

También en el ejecutivo peruano se percibe una disposición a firmar que augura el fin de cualquier reclamo, y ante el cual numerosas organizaciones sociales y políticas han solicitado a Alejandro Toledo que salga del ruedo y deje la suscripción del acuerdo al gobierno que emergerá de las próximas elecciones para hacerse del mando en el año 2006.

Solo el gobierno ecuatoriano anuncia no estar dispuesto a sacrificar la discusión por un convenio rápido que ate al país, suscribiendo los injustos acápites que dejarán en el cepo a sus agricultores.

El presidente, Alfredo Palacio, ha dicho que su gobierno quiere llegar… pero sin poner la economía nacional en riesgo.

No obstante, campesinos tomaron la víspera la sede del Ministerio de Energía en Quito para exigir la salida de la petrolera estadounidense Oxy del país y la suspensión total de las negociaciones.

EL ALCA, MAL

No es, sin embargo, la tónica complaciente de Colombia y Perú la que marca hoy el contexto latinoamericano.

Los preparativos de la que promete será para Estados Unidos la más controversial y menos dúctil de las cumbres de las Américas celebradas hasta hoy, muestra un panorama de más exigencia.

Según trascendió, en la última cita preparatoria celebrada en Argentina, sede de la Cumbre, no se llegó a acuerdo aún sobre la inclusión en los textos finales, siquiera, de alguna alusión al ALCA, un proyecto que sigue sin avanzar como resultado de las reticencias de la mayoría. Si finalmente no va, el intento hegemónico estadounidense podrá considerarse sepultado, no solo muerto.

En tanto, la mayoría de las naciones latinoamericanas aboga por estampar en la Declaración final preceptos que constituirían una crítica al modelo neoliberal preconizado en los tratados.

Si se recuerda que la denominada Cumbre de las Américas fue instaurada por Estados Unidos para imponer sus designios a la región, y que en ella se lanzó, precisamente, el ALCA, entonces podrá valorarse cuánto han cambiado las cosas para el imperio desde la primera reunión.

Ahora firmarán su TLC Colombia y Perú, rompiendo la naciente concertación andina; pero la situación no es más cómoda para la Casa Blanca.