Por medio de copiosa documentación del Gobierno estadounidense, en el libro Imperialismo y Cultura (1979) el sociólogo Octavio Ianni señaló, con la claridad necesaria, la relación indiscernible entre imperialismo y violencia. Para Ianni, el imperialismo gringo, a partir de la II Guerra Mundial, sobrepasó a los demás porque supo desplazar las técnicas militares a todos […]
Por medio de copiosa documentación del Gobierno estadounidense, en el libro Imperialismo y Cultura (1979) el sociólogo Octavio Ianni señaló, con la claridad necesaria, la relación indiscernible entre imperialismo y violencia.
Para Ianni, el imperialismo gringo, a partir de la II Guerra Mundial, sobrepasó a los demás porque supo desplazar las técnicas militares a todos los planos de la sociedad.
La dinámica expansionista del imperialismo yanqui es, pues, la que sin descuidar la fuerza bélica la dilata, como técnica de dominación, al plano financiero, cultural, económico, educativo, transformando al fin y al cabo la propia cotidianidad de los pueblos subyugados en arma de guerra suicida, siempre teniendo en cuenta la relación entre imperialismo y violencia.
Si esta relación de base, imperialismo y violencia, constituye, en diálogo con Ianni, el núcleo del avance técnico-militar gringo, desbordando a todas las esferas de la vida social, la forma de realizar este procedimento está diretamente vinculada al reto de dar una dimensión continental a los problemas de los países latinoamericanos.
La profusión de golpes militares, jurídicos, económicos, mediáticos y congresísticos (todo al mismo tiempo) orquestados por el imperialismo estadounidense en el pasado y en el presente nos ahogó y condenó al subdesarrollo a través de una relación dicotómica entre dictadura y democracia burguesa, al estilo del american way of life: que, ahora, ya se sabe, es death.
Lo que se vislumbra en este horizonte dicotómico de estado de sitio y estado de tregua puede ser analizado como una técnica militar más, al estilo del imperialismo gringo, para América Latina; técnica anclada en el juego bipolar entre estado de excepción declarado, por medio de golpes de estado, y la «normalidad» institucional, estrecha, ya que es sin pueblos como sujetos históricos.
La trágica consecuencia de esta técnica militar de dominación imperialista es la Pax Americana, comprendida simplemente como dominación instalada, lo que sólo es posible cuando la cultura imperialista yanqui se vuelve la cultura de los pueblos subyugados.
En este sentido, la Pax Americana, se constituye como una técnica militar de subjetivación cotidiana del dominio estadounidense.
Es, pues, cuando se vuelve oculta para los dominados y, más que eso, cuando éstos desean el estilo gringo de vida, encarnándolo, subjetivamente, que el imperialismo gringo, como un acto de magia, consigue naturalizar la cultura de su dominación, transformándola en la cultura de los dominados.
Para alcanzar este objetivo, los golpes de estado fueron y son usados como formas de conjurar dos «demonios»: el marxismo revolucionario y el nacionalismo.
El primero, el marxismo revolucionario, porque contiene en sí una perspectiva laica que afirma la historia como proceso positivo de producción de igualdades, poniendo de relieve al propio imperialismo, como referencia a ser necesariamente superada y eliminada; y el segundo, porque presupone la producción de una agenda nacional fuera de la subyugada continentalización de América Latina, cuestionándola como alternativa y, por extensión, rechazando las «recetas» político-económicas presentadas por el imperialismo yanqui.
En este contexto, si los golpes militares son orquestados con el claro objetivo de «cazar brujas» nacionalistas y marxistas, eliminándolas a la fuerza; el momento consecuente de la Pax Americana, para impedir el regreso de los oprimidos, debe apropiarse del sistema de enseñanza y de la industria cultural, con el objetivo de formar cuadros ideológicamente orientados a descalificar al marxismo revolucionario y al nacionalismo.
Bajo este punto de vista, corrientes teóricas como estudios culturales, multiculturalismo, pos-colonialismo y decolonialismo, tan en boga en las universidades del mundo entero, pueden ser analizadas como este momento del falso de la Pax Americana, no siendo casual que sean profundamente antimarxistas y antinacionalistas, bastando verificar sus clichés: fin de las dicotomías y de los maniqueísmos, fin del Estado-Nación, fin del sujeto, fin de las ideologías, fin del imperialismo, fin de las grandes narrativas revolucionarias, las llamadas metanarrativas; fin de la universalidad, acusada de autoritaria; fin de la propia idea de finalidad, concebida como despótica, monumental e indiferente a las singularidades y multiplicidades, tan masacradas, es lo que creen, por el socialismo real del siglo XX, en el supuesto de que finalmente son libres, en el genocida contexto de paz de los sepulcros de la guerra total del imperialismo estadounidense contra los pueblos del mundo.
Con tantos fines de los fines, la Pax Americana tiene la siguiente técnica militar, de forma omnipresente, como horizonte de su proyecto de dominación, a saber: el fin de la Historia, entendido como movimento abierto, y su cierre definitivo no sólo en la civilización burguesa, sino primero que todo en el modelo imperialista gringo.
Si la Doctrina Monroe, anunciada por el quinto presidente de EE.UU, James Monroe, y atribuída a él, en 1823, aunque fue John Quincy Adams quien la elaboró y por ello se convirtió en sexto mandatario, fue la contraseña militar-ideológica del imperialismo yanqui para la dominación de América Latina, teniendo en cuenta el juego dicotómico entre los golpes militares y la Pax Americana, la Doctrina Truman, de 1947, presentada al mundo en la Grecia arrasada por la II Guerra Mundial, puede ser concebida como el inicio del proceso de latinoamericanización del planeta, dentro de la misma lógica de la caza de brujas del nacionalismo y del marxismo revolucionario, con el fin de orientar la Pax Americana como el fin de la historia en todo el mundo.
En este sentido, la Doctrina Truman, puede ser analizada como el primer esbozo de modelo cultural-productivo del imperialismo gringo, a un mundo supuestamente sometido, dominado por la hegemonía de la Pax Americana.
Para ratificar tal hegemonía, sería indispensable inscribir la técnica militar básica del imperialismo estadounidense (inscrita en la forma: violencia + paz de los sepulcros, típica de la Doctrina Monroe), en el corazón sin corazón de las nuevas tecnologías de comunicación (o, más bien… de información): nace ahí la industria cultural del imperialismo yanqui, descrita así por Ianni:
«En las relaciones imperialistas, la industria cultural desempeña papeles especiales, además de los que desempeña al interior de la sociedad dominante. La industria cultural del imperialismo se enfrenta constantemente tanto al proletariado como a la burguesía y a la clase media del país dependiente. Las fuerzas militares y policiales de los países subordinados son un objetivo constante y prioritario de esa industria. Esta se enfrenta a la conquista y reconquista, indefinidamente, de unos y otros, de sus concepciones, organizaciones y liderazgos, a fin de que las propias relaciones imperialistas puedan seguir reproduciéndose.» (Octavio Ianni, Imperialismo y Cultura: 26)
Con Ianni, la industria cultural del imperialismo yanqui extiende la Doctrina Monroe al planeta eliminando al marxismo revolucionario y a los nacionalismos, al mismo tiempo en que escribe y reescribe las narrativas dominantes de la Pax Americana en los programas de radio, en el cine, en la programación televisiva, en los diarios impresos, transformando todo en industria cultural, incluso el pensamento, la ciencia, la política y el arte, al mismo tiempo que sustituye el mundo de la producción concreta de la vida, en edición y reedición sin fin de la vida, entendida como valor de uso, carnal, en lo sucesivo transformada y convertida en valor de cambio, hasta el infinito.
Bajo este punto de vista, el libro Who Paid the Piper: the CIA and the Cultural Cold War o ¿Quién pagó al gaitero?: la CIA y la Guerra Fría Cultural (1999), de Frances Stonor Saunders, es bastante ilustrativo porque muestra muy bien cómo la CIA, aún al interior de la II Guerra Mundial, financió, premió y propició reconocimiento planetario a pensadores, escritores y poetas europeos (en lo que se conoció como Congreso Permanente por la Libertad de la Cultura), siempre y cuando que sus producciones teórico-creativas evitaran términos y categorías como imperialismo, civilización burguesa, lucha de clases y, al mismo tiempo, deconstruyesen o disminuyesen la importancia de la política y muy especialmente de la política comprometida con el nacionalismo independentista y con la perspectiva pos-burguesa del marxismo revolucionario.
http://www.lahaine.org/mundo.php/la-cia-y-la-guerra-fria-cultural
La estructura fantasmagórica del imperialismo estadounidense y la lucha de clases planetaria – Los atentados en Francia
La industria cultural del imperialismo gringo puede ser concebida como la plataforma planetaria, bajo el punto de vista de los soportes de las tecnologías de información, que no comunicación, del Congreso Permanente por la Libertad de la Cultura, en el cotidiano de los pueblos del mundo, razón por la cual estuvo y está comprometida con reescribir todos los acontecimentos de la historia humana, del pasado y del presente, de conformidad con la fórmula violencia + Pax Americana, en diversos contextos en que la violencia lo es primero que todo contra la política emancipadora y la Pax Americana, a su turno, lo es para y contra un mundo que se asume como Historia.
Resistencias que, sin embargo, sólo serán posible por medio de una clara comprensión del modelo de funcionamento del imperialismo yanqui, que se articula mundialmente como un holding, centralizando el proceso de expansión del capital financiero, tal que un conglomerado de grandes empresas, perteneciente a los más diversos sectores de la economía, avanza planetariamente (siempre bélicamente) con el objetivo de producir plusvalía a escala mundial.
Si generalmente un holding es administrado por una oficina central, tal vez no sea absurdo decir que el Estado gringo es, en sus diversas oficinas, un holding de holdings actuando de forma concertada, como holding bélico, financiero, jurídico, ejecutivo, mediático, legislativo, resultando de ahí la rueda gigante imperialista formada por instituciones como el Departamento de Estado, la Reserva Federal, la Presidencia de la República, CIA, FBI, Congreso, Pentágono, Wall Street, de donde es posible deducir que se constituye como un imperialismo enmascarado, porque tiene y usa como técnica de guerra subyacente el juego sin fin de las máscaras: la máscara de la Pax Americana, con su teatro hollywoodense de caras eternamente felices, congeladas en una cartelera publicitaria; y la máscara de la violencia pegada caricaturalmente en el otro, en los colonizados, en Oriente, en la periferia arruinada y principalmente en el nacionalismo y en el marxismo heterodoxo, al mismo tiempo socialista y anti-imperialista.
Aunque el uso artificialmente agitado de las máscaras del imperialismo yanqui ocurra a partir de una estructura dicotómica, la Pax Americana y su supuesto otro (todos aquéllos que de una u otra forma resisten), el efecto, siempre teatral, de esta estructura no se hace de forma bipolar, sino por el dispositivo del Herrenvolk (1) o la democracia de los señores, argumento que presentamos en diálogo con Domenico Losurdo en El lenguaje del imperio (2009).
El efecto ilusorio de la estructura de la máscara del imperialismo yanqui se basa, pues, en la democracia de los señores, constituida bélicamente para ser la democracia mundial, fuera de toda dicotomía entre centro y periferia, en un proceso sin fin de captura oligárquica, tal que la propia estructura enmascarada del Gobierno gringo, con las máscaras del Departamento de Estado, de la Presidencia de la República, de la DEA, del FBI, del Pentágono, de Wall Street, en fin, de agencias conocidas y desconocidas, tal que la propia estructura de la máscara del imperialismo estadounidense se produzca y reproduzca mundialmente, incluso incorporando a los señores de la guerra como, por ejemplo, a los terroristas (2).
Esta estructura enmascarada tiene como objetivo lo siguiente: eliminar la vitalidad revolucionaria del movimento de la Historia, por la Pax Americana y sus enemigos, igualmente enmascarados. Éstos, los enemigos enmascarados (en esta dinámica de guerra enmascarada del estado actual del imperialismo yanqui), son, como en un filme-basura de la industria cultural, los sustitutos de la lucha de clases en el campo del mundo del trabajo; en el contexto de la periferia.
El Estado Islámico (EI) es el ejemplo más acabado del argumento precedente. Su función enmascarada es primero que todo la de ocupar el lugar de los nacionalismos y del marxismo heterodoxo, anti-imperialista, sustituyendo la lucha de clases planetaria por el terrorismo fundamentalista (3).
En este contexto, la democracia de los señores inventa el enemigo a ser combatido (y al mismo tiempo retroalimentado) fuera del contexto de la lucha de clases planetaria, eliminando (o intentando) de la faz de la Tierra el impecable argumento de Marx, presente en el Manifiesto Comunista de 1848: «La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases.»
La estructura enmascarada del imperialismo estadounidense tiene como objetivo la siguiente técnica de guerra: sustituir el contenido primario de las sociedades, la lucha de clases, por el contenido manifiesto de una sociedad sin clases, dividida entre las máscaras sonrientes de la democracia de los señores y los enmascarados terroristas.
En este contexto, los enmascarados de la democracia de los señores, dejaron de ser concebidos, por un acto de magia, como los propietarios de los medios de producción; y, a su vez, los enmascarados terroristas, se han vuelto, simplemente y al mismo tiempo, la caricatura y la auto-parodia del mundo del trabajo; en fin, del mundo de aquéllos que no son propietarios de los medios de producción.
Fundamentalmente, bajo este punto de vista, los ataques terroristas en París, el 13 noviembre 2015, no pasan de un juego de máscaras de la lucha de clases planetaria; una manera de esconder su verdadero campo de batalla: la relación entre el imperialismo gringo (los propietarios de los medios de producción del estado actual del capitalismo monopolista planetario) con los explotados trabajadores destituidos de los medios de producción, lo que incluye incluso a Europa y, por lo tanto, a Francia.
Si en el primer volumen de El Capital Marx definió la mercancía como fetiche que sustituye las relaciones de producción y las relaciones sociales concretas realmente existentes, produciendo un mundo fantasmagórico, la estructura enmascarada del imperialismo yanqui tiene como objetivo, en plena orquestación desde la II Guerra Mundial, lo siguiente: producir una humanidad subsumida a la fantasmagoría del mundo de la democracia de los señores, y combatir, eternamente, a los terroristas, ese otro nombre para los explotados de la Tierra.
En la comprensión misma de que el capital se constituya como dinero desnudo (el dinero no incluye el sudor del pan de cada día) y trabajo desnudo (todo puede ser trabajo, incluyendo las desviadas energías mundiales de la lucha de clases), la estructura fantasmagórica del imperialismo estadounidense tiene como objetivo planetario capturar y someter la lucha de clases mundial, poniéndola al servicio de la efectiva dominación del trabajo colectivo y también, por lista, de los nacionalistas independentistas, como lo son primero que todo Rusia y China.
Lo que sucedió en París, el 13 de noviembre de 2015, es parte de esta fantasmagoría mercantil-terrorista de la lucha de clases planetaria. Puro chantaje contra Francia, Europa, el mundo. Chantaje fantasmagórico (sin dejar de ser letal) para que todos seamos los enmascarados de este infierno. Todos los demás, claro, salvo los que en realidad son los enmascarados de plata, los llaneros solitarios, los johnwayne, los terminators, los rambos de la injusticia, de la ignominia, de la perversa violencia planetaria: los EE.UU, enmascarados de y en su propio infierno.
NOTAS:
(1) Herrenvolk: concepto de la ideología nazi que significa master race o raza superior y, también, hecho nada curioso, título para la cuarta temporada en estreno de la serie televisiva de ciencia ficción gringa The X-Files. Los gringos siempre han sido fanáticos de las formas de propaganda nazi: basta decir que son los que con mayor descaro han aplicado la sentencia de Goebbels: «Miente, miente, miente, que algo queda» y luego la de Hitler: «Una mentira mil veces dicha se convierte en verdad». Todo ello, claro, por vía del filósofo político Carl Schmitt (1888-1985), quien trabajó para la administración de G. W. Bush, padre, y dejó sentadas las bases de la Doctrina de Seguridad Nacional, eufemismo para la paranoia convertida en guerra contra los pueblos del mundo a partir del histórico auto atentado a las Torres Gemelas, del 11 septiembre 2001. La gran mentira sobre un supuesto atentado de Al-Qaeda que jamás se comprobó, que nunca fue verdad, pese al esfuerzo en contra desatado por EE.UU en la prensa nacional y en la del resto del mundo.
https://www.youtube.com/watch?v=6TXhtS57q28
(2) Como se puede ver en este artículo del periodista e investigador Manuel Freytas (IAR Noticias): http://www.iarnoticias.com/secciones_2007/norteamerica/0092_cia_terrorismo_tercerizado_05jul07.html
(3) Paso a paso: cómo EE.UU creó al Estado Islámico. «Lo más importante que hay que entender sobre el Estado Islámico es que fue creado por EE.UU», afirma el historiador Robert Freeman en el portal de noticias Common Dreams [Sueños Comunes] . Su creación pasó por tres etapas importantes, precisa.
La primera etapa de la creación del grupo Estado Islámico se produjo durante la guerra de Irak y el derrocamiento del gobierno secular de Sadam Husein. Según el autor, el régimen de Hussein fue «corrupto, pero estabilizador»: durante su gobierno Al Qaeda no existía dentro de Irak, y el Estado Islámico tiene su origen precisamente en Al Qaeda. Además, EE.UU. dejó el poder en Irak -la mitad de la población del país es sunita- en manos de un Gobierno chiíta. El hecho de que el Ejército iraquí y kurdo -los peshmerga- fueran derrotados por el Estado Islámico se debe a que los sunitas prefieren aliarse con sus correligionarios yihadistas a hacerlo con sus «adversarios religiosos» chiítas, afirma el historiador.
La segunda etapa se dio en la campaña contra el Gobierno de Bashar al Assad en Siria. El presidente sirio contaba con una fuerza que durante muchos años mantuvo en «paz relativa» a un conjunto de sectas religiosas dentro del país , estima Freeman. En sus intentos de desestabilizar al Gobierno de Siria, EE.UU. ayudó a los «precursores» del Estado Islámico en el país, entre los cuales, según el autor, se encuentra el Frente al-Nusra.
La tercera etapa de la formación del Estado Islámico tuvo lugar cuando «EE.UU. organizó a Arabia Saudita y Turquía para que financiaran y apoyaran a los rebeldes en Siria», quienes, según Freeman, ya eran un «proto-Estado Islámico». Arabia Saudita profesa principalmente el wahabismo, una de la más «virulentas y agresivamente antioccidentales» versiones del Islam. Lo que explica que 15 de los 19 terroristas que secuestraron los aviones del 11 de septiembre de 2001 fueran sauditas, así como el propio líder de Al Qaeda Osama bin Laden, recuerda.
https://actualidad.rt.com/actualidad/view/141159-eeuu-creo-estado-islamico
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