Este miércoles se cumplió un aniversario más de la rebelión del 27 de noviembre de 1992, una gesta compenetrada con el huracán bolivariano del 4 de febrero, que también hizo frente al gobierno neoliberal y represor del entonces presidente Carlos Andrés Pérez. Hace 21 años, un movimiento cívico-militar, constituido por una base popular revolucionaria y […]
Este miércoles se cumplió un aniversario más de la rebelión del 27 de noviembre de 1992, una gesta compenetrada con el huracán bolivariano del 4 de febrero, que también hizo frente al gobierno neoliberal y represor del entonces presidente Carlos Andrés Pérez.
Hace 21 años, un movimiento cívico-militar, constituido por una base popular revolucionaria y militares de alto rango pertenecientes a la Fuerza Aérea Venezolana (FAV) y la Armada (ARV), irrumpe nueve meses después del «Por ahora» para demostrar la fragilidad del proyecto puntofijista, que sometía al país con medidas económicas, inflación y exclusión social.
Aunque los hechos del 27N no lograron derrocar a Pérez, si lograron expresar el sentimiento del pueblo y señalar la deslegitimación del sistema bipartidista que en aquella oportunidad estaba bajo los estertores de Acción Democrática.
La rebelión popular de aquel día marcó el fin del liderazgo de CAP, quien luego fue expulsado de su partido, destituido y enjuiciado por peculado. Al mismo tiempo, preparó el terreno para el advenimiento de un cambio social y político en ciernes, que se cumpliría con la victoria electoral de Hugo Chávez en 1998.
Caracas, Maracay y Miraflores
La movilización de tropas y pilotos insurgentes inició en la noche del jueves 26 de noviembre. A las 9:00, todos los factores comprometidos con la rebelión, Fuerza Aérea, Armada y grupos revolucionarios de Bandera Roja y Tercer Camino comenzaron a movilizarse.
Los puntos neurálgicos serían el Palacio de Miraflores, Venezolana de Televisión, el aeródromo Generalísimo Francisco de Miranda, en Caracas, y la Base Aérea Libertador, en Maracay. El devenir de los hechos también incluirían a las bases aéreas Mariscal Sucre, en Aragua y Landaeta, en Lara.
Desde Caracas, el contralmirante Hernán Grüber Odreman comandaría la operación para la toma del Palacio de Miraflores desde el Museo Histórico Militar, en La Planicie, 23 de Enero. Mientras, desde Maracay el general de brigada Francisco Visconti comandaría la operación aérea, cuya tarea inicial era el apoyo a la infantería de marina en la toma del palacio de gobierno.
Paralelamente, grupos civiles revolucionarios y militares se preparaban para la toma del canal 8, la televisora del Estado, y la estación repetidora de Los Mecedores, en el Ávila―donde también se enlazaban las señales de Radio Caracas y Venevisión―con el fin de anunciarle al pueblo las acciones rebeldes que se tomarían para el rescate de la dignidad.
En los alrededores de Miraflores, cuatro oficiales, entre ellos Eliézer Otaiza, quien había desertado meses atrás, junto a la tropa y civiles sumó un contingente de 100 personas que esperaban a la Unidad de Operaciones Especiales de la Armada para realizar el asalto del palacio.
Sobre las 4:30 de la mañana son tomadas las antenas de transmisión de las televisoras y comienza a transmitirse un mensaje grabado por el comandante Hugo Chávez. «Compañeros de armas, por ahora y para siempre el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 vuelve a la lucha con las banderas bolivarianas en alto en busca de la victoria definitiva», expresaba el líder bolivariano en las pantallas de televisión.
Combate aéreo
El plan inicial de la Fuerza Aérea era trasladar en dos aviones Hércules al Batallón de Infantería de Marina Rafael Urdaneta, desde Puerto Cabello, en Carabobo, hasta Caracas, como refuerzo al Batallón de Infantería de Marina Bolívar, para la toma de Miraflores.
Pero en aquellos días cada acción insurreccional era revelada por factores internos dentro de las Fuerzas Armadas, debido a que el gobierno, luego del 4 de febrero, estaba vigilante de los movimientos que hacía la oficialidad.
Como consecuencia, 700 oficiales de la Armada y el Ejército fueron detenidos, la Unidad de Operaciones Especiales no pudo tomar la comandancia del componente naval, ubicada en San Bernardino, Caracas y por ende fue desarticulado el refuerzo de tropas, quedando únicamente la aviación como fuerza insurgente.
La Fuerza Aérea prosigue con los planes que incluían la toma del aeródromo de La Carlota. Despegan de Maracay cuatro aviones Bronco, tres caza Mirages, dos T2D y varios Tucanos T27. Uno de los Mirages es pilotado por el teniente coronel Luis Reyes Reyes.
Además de controlar La Carlota, acción comandada por los tenientes coroneles Wilmar Castro Soteldo y William Fariñas, la FAV también controla las bases Sucre y Libertador, sin embargo, dos aviones F16, cumpliendo la Doctrina de Seguridad Nacional, despegan desde Maracay y vuelan a Barquisimeto para plegarse a la defensa del gobierno de CAP.
«Esos dos aviones F16 que se nos escaparon a nosotros comenzaron a hostigar a los aviones nuestros, los aviones patriotas que estaban volando sobre Caracas», recordaba el general Visconti, en una entrevista realizada en Venezolana de Televisión, el 27 de noviembre de 2012, cuando se cumplieron 20 años de la rebelión.
Cuando un avión rebelde, pilotado por el teniente Carlos Mitil, toma posición para el aterrizaje en la base Libertador, es derribado por los dos aviones F16 y ante la agresión, desde Maracay se da la instrucción de comenzar la misión de ataque sobre Miraflores, Fuerte Tiuna y El Helicoide, sede de la desaparecida Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip).
Era cerca de las 11:00 de la mañana cuando comienza el combate aéreo sobre Caracas. Los aviones Bronco se enfrentan al grupo F16, leal al gobierno, únicamente logran replegar a la brigada de Tanques que se aproximaba a La Carlota.
Una batería antiaérea ubicada en Fuerte Tiuna atina al Bronco OV-10 conducido por el teniente Luis Magallanes, quien se eyecta antes del siniestro de la aeronave y cae en la pista de La Carlota. En Lara, otros dos aviones Bronco que se dirigían en misión de apoyo a la Base Landaeta también fueron derribados por el grupo F16.
El asedio por parte de tanques blindados a la Base Aérea Libertador y el fuego de alta magnitud precipitó la evacuación de los 41 oficiales y 37 miembros de tropa rebeldes en un avión Hércules con destino a Perú, el cual voló escoltado por tres Mirage rebeldes comandados por Reyes Reyes, quien luego se rindió en Barquisimeto.
Pueblo
Horas antes del combate aéreo, al amanecer, el grupo insurgente comandado por el capitán del Ejército, Eliézer Otaiza inicia el asalto a Miraflores, donde abren fuego contra ellos diezmando al contingente hasta repĺegarlo.
Lograron vencer los primeros dos cercos del palacio pero quedaron encerrados en medio del fuego cruzado de la Guardia de Honor y la Policía Metropolitana. «Quedamos como tres o cuatro vivos. Ya habían matado a 14 personas del grupo. Un teniente y dos soldados heridos después de entregar sus armas los ametrallaron», narraba Otaiza en una entrevista hecha por el diario Ciudad CCS.
Luego fue trasladado al Hospital Militar Carlos Arvelo, para una intervención quirúrjica. El capitán había sufrido una fuerte hemorragia, con un cuadro de infarto y paro respiratorio.
En la víspera del amanecer otro grupo de civiles rebeldes logra salir en vivo por el canal 8 para enviar un mensaje insurgente al pueblo, cuestionando «al gobierno inepto y corrupto de Pérez» y para pedir a las fuerzas leales a CAP que se replegaran.
A las 8:00 de la mañana, el presidente Pérez anuncia a través de la emisora Radio Rumbos, que el Ejército iniciaba acciones para recuperar La Carlota y la Base Libertador, sin embargo, horas después, durante la jornada informativa, el gobierno decide allanar la emisora y cerrarla.
Grupos de personas comenzaron a protestar en el centro de la ciudad y Petare, mientras que en Catia, La Vega y Caricuao, se producen intentos de saqueos y en el resto de las zonas populares de la ciudad se escuchaban cacerolas y consignas en contra de Pérez.
Luego de allanado el Museo Histórico Militar por la Disip y la División de Inteligencia Militar (DIM), a las 5:00 de la tarde se rinden los efectivos rebeldes en La Carlota y algunos comandantes, entre ellos Grüber Odreman y Luis Cabrera Aguirre. En el gobierno de Rafael Caldera fueron sobreseídos de sus causas.
Unidad cívico-militar
Muchos voceros representantes de la entonces ya vieja política subestimaron el impacto moral que estos hechos tuvieron en los venezolanos, se continuó con la aplicación de medidas neoliberales y antidemocráticas en contra de un pueblo que desde el 27 de febrero de 1989 había comenzado a expresarse.
El mismo presidente Pérez se refirió a los insurgentes como trasnochados que «todavía están pensando que existe la Unión Soviética»; y quien fuera en esa fecha gobernador del Distrito Federal, Antonio Ledezma, calificó al pueblo como personas que «ni siquiera tienen capacidad intelectual».
«Fue una insurrección cívico-militar, la integración de los dos sectores del pueblo (…) El pueblo uniformado y el pueblo sin uniforme», resaltó Visconti al ser entrevistado en VTV, donde aprovechó para reivindicar la movilización popular que acompañó el 27N y que ha sido la misma desde El Caracazo.
El 27N pasó a la historia como la fecha que terminó de romper con la estructura endeble que tenía el sistema bipartidista y sus representantes, aceleró su crisis política y preparó el camino para la Revolución Bolivariana, como parte de un proceso histórico que sobrevivió al ideario bolivariano 200 años después.
Fuente: http://www.avn.info.ve/contenido/rebeli%C3%B3n-del-27n-determin%C3%B3-quiebre-del-puntofijismo