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Entrevista con José Luis Coraggio, exponente de la economía social

«La redistribución fiscal y regulación del mercado no son suficientes para superar el neoliberalismo, es necesario hacerse cargo de la producción»

Fuentes: Cronicon.net

La corriente favorable a que el Estado juegue un papel destacado en la economía solidaria tiene en el economista e investigador social argentino José Luis Coragggio a uno de sus más destacados exponentes. En su concepto, «la economía no solo es mercado, comprar y vender, sino que también es ver qué hacer con toda la […]

La corriente favorable a que el Estado juegue un papel destacado en la economía solidaria tiene en el economista e investigador social argentino José Luis Coragggio a uno de sus más destacados exponentes.

En su concepto, «la economía no solo es mercado, comprar y vender, sino que también es ver qué hacer con toda la riqueza que se produce. El sentido final es la satisfacción de las necesidades, por consiguiente su propósito no puede ser el de ganar y ganar, y además que ganen unos pocos, sino lograr que estén satisfechas las necesidades de todos».

Al formular su teoría de la economía social a partir del tránsito del sector informal hacia la economía popular, asentada en las economías familiares, este investigador y catedrático universitario con amplia experiencia, distingue tres subsistemas: la economía del capital, la economía pública y la economía social o del trabajo. Esta economía llegaría a ser hegemónica, plantea, si se supera la fragmentación que caracteriza a la economía popular, a través de programas que permitan extender y consolidar redes de cooperación e intercambio, lo que con apoyo del Estado le puede posibilitar ejercer poder en el mercado y en la administración pública.

Es categórico en señalar que la economía social no puede crecer sin el apoyo del Estado, puesto que éste debe ser un elemento para la emancipación, y en particular, de los gobiernos locales, para poder obtener «recursos productivos externos» (o sea los medios de producción) mediante cinco vías: un sistema fiscal progresivo, regulación del intercambio mercantil, donaciones de las agencias de cooperación, transferencia de recursos a través de subsidios, y compras del Estado de la producción de ese sector.

La economía social, agrega, es una alternativa viable al neoliberalismo, porque «lo solidario es lo opuesto a competitivo, es lo opuesto a individualista, es lo opuesto a egoísta, es lo opuesto a egocéntrico, es lo opuesto a la irresponsabilidad, porque en el mercado cada uno busca lo que más le conviene sin tener en cuenta qué efectos tiene sobre los demás», explica.

Activismo social para otro tipo de economía

Defiende el crecimiento de la economía social sin necesidad de expropiar a las clases dominantes, sino fundamentalmente a través de «activar las capacidades de todos los ciudadanos excluidos del trabajo. De este modo, con base en la coexistencia de tres economías, el apoyo del Estado a la economía del trabajo y la potencialización de ésta promoviendo el activismo social, se logrará que en un mediano-largo plazo pueda construirse otro tipo de economía. En sus propias palabras:

«Construir una economía alternativa requiere una conjunción entre la economía pública y la economía social y solidaria que se encuentran y concertan en espacios democráticos, un camino para la soberanía del pueblo, ejercida en el encuentro de las organizaciones sociales, los representantes políticos y los funcionarios públicos. La construcción de otra economía es una tarea para múltiples actores que deben compartir los rasgos estratégicos de una propuesta de transformación y aportar y contar con recursos suficientes para conformar una verdadera plataforma de apoyo a los agentes de esa nueva economía. Es, a la vez, una base firme para la construcción de ciudadanía, dado que los derechos individuales sólo pueden ejercerse a plenitud con autonomía, con las necesidades básicas resueltas y en relación solidaria con otros».

Para lograrlo será necesario profundizar la redistribución progresiva del ingreso, combinando las prestaciones individuales con la constitución de fondos de desarrollo para comunidades y asociaciones, que podrán «decidir de manera autónoma el mejor uso de esos recursos».

Afirma que no hay que llegarse a engaño con la política neoliberal que en algunos casos ha incorporado variantes de la economía social, «pero entendida como microempresarialismo de los pobres. La monetarización de una parte del gasto social bajo la forma de subsidios o bonos (principalmente focalizados en indigentes) ha ido acompañada de la proliferación del microcrédito, en mucho casos perdiendo su vocación redistribucionista inicial y tomando formas abiertamente comerciales. Es imprescindible resignificar esos recursos desde una perspectiva no asistencialista».

La economía social como alternativa

 

Aprovechando su presencia en la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo, el Observatorio Sociopolítico www.cronicon.net, lo abordó para dialogar periodísticamente. 

 

Coraggio es economista de la Universidad de Buenos Aires y magister artium en Ciencia Regional por el Wharton Business School de la Universidad de Pennsylvania. Investigador, docente universitario en algunos países de Latinoamérica y en Estados Unidos. Es autor de varios libros y ensayos publicados en revistas especializadas. Actualmente se desempeña como Director Académico de la Maestría en Economía Social de la Universidad Nacional de General Sarmiento, de la cual también fue su rector, entre 1998 y 2002.

 

¿Usted cómo concibe el Estado en una economía de mercado en la que pueda cumplir sus objetivos democráticos y garantice los derechos sociales?

 

– Lo que yo he dicho es que la economía de mercado no es sin Estado, porque a veces se plantea como oposición entre mercado y Estado. Los neoliberales quieren el Estado, lo que ocurre es que ellos lo quieren para otra cosa que es muy distinta a los que estamos por una democracia o por una sociedad igualitaria. Ya hay una experiencia en la historia reciente del siglo pasado de lo que es un Estado que interviene para democratizar la economía, para desarrollar la cultura de derechos sociales, y que fue el llamado Estado de bienestar en el norte, y el Estado desarrollista que tuvimos acá, o sea que no tenemos que empezar de cero. Sabemos que eso no termina de resolver la cuestión social, y es que en la medida en que hay un proyecto de poder reaccionario como el que se estableció a partir del año 1976 en la Argentina o en 1973 en Chile, o con Regan y con Thatcher en el norte, con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial atrás, el mercado se convirtió en una aplanadora y el Estado se puso al servicio de ese proyecto. Entonces, había un proceso de democratización pero vino un proyecto político que lo paró y lo rompió, ahí faltó capacidad de defensa y fuerza política, pero claro estaba en ese momento además jugándose o eso o el socialismo planificador, talvez era una opción que nos deberíamos haber ahorrado, talvez era inevitable. Pero hoy nadie está planteando volver a ese tipo de Estado de bienestar ni tampoco ir al socialismo de planificación, por lo que la economía social, solidaria, aparece como una manera, no la manera, de comenzar a pensar las cosas de manera distinta, combinando de entrada la fuerza de la sociedad con la de la política y la del Estado, pensando en alianzas más amplias y en resignificar las políticas sociales. En aquella época política social universal de salud, educación, de viviendaza, etc., era una política de asistir que ahora no puede servir porque es estructural el desempleo y la exclusión que hay, entonces hay que cambiar la economía.

¿Y para ello que se requiere?

– No se trata de regular el mercado para que no haya monopolio y además redistribuir a través del sistema fiscal porque no alcanza, hay que hacerse cargo de la producción, y por eso que los proyectos de economía social significa trabajadores autónomos, cooperando, auto organizándose entre ellos, incorporando a las universidades, a las escuelas, a los aparatos técnicos del Estado, eso para mí es la línea para avanzar. No pensar en un Estado que sólo regule el mercado.

¿Si se quiere avanzar en el ámbito político, los sectores sociales y los movimientos populares que han tenido auge en los últimos años en América Latina podrían estar convirtiéndose en sujetos políticos de cambio?

 

– Bueno, esa es la expectativa que tenemos todos porque en general seguimos hablando de los nuevos movimientos sociales, pero se ha llegado a un cierto consenso de que no se puede pensar en el sujeto histórico como se llegó a concebir en algún momento en que los sujetos son construcciones, que son autoconstrucciones sociales, políticos culturales, y que no es una clase por ser clase, porque la clase obrera ha demostrado que puede estar fragmentada entre una revolucionaria y otra reaccionaria. ¿Cómo se va a construir un sujeto? Primero es un sujeto político cultural que tiene un interés económico con bases económicas, pero que no representa un interés económico particular y ese es un proceso que nadie tiene muy claro cómo se va a dar. Se va a dar en cada país de una manera distinta, puede ser que se dé una determinada coyuntura en la que converjan los movimientos y se consoliden como organizaciones. En la Argentina se piensa en organizar y organizar, pero la organización es muy castradora también, debe haber la posibilidad de que ser armen distintas alianzas dependiendo de cuál es el problema. Sobre todo eso estamos para aprender.

Las políticas sociales que están llevándose a cabo en varios países gobernados por sectores progresistas en América Latina no son suficientes para lograr una equitativa redistribución de la riqueza. ¿Qué hace falta para avanzar más?

 

– No se le puede poner una tarjetita al instrumento y decir esto es tal cosa, depende de la coyuntura y del momento. Un país puede estar en un momento de gran crecimiento, que es un crecimiento económico que excluye masivamente, que no genera empleo, que aumenta la riqueza concentrada por pocos, y ser conveniente para la minoría repartir algo bajo la forma de asistencia. Si bien está ayudando a la gente pero es funcional a un proyecto de dominación. En otros casos, uno pude decir que es un instrumento que está orientado a empezar a cambiar las posibilidades de los trabajadores, de los sectores más marginados a tener un mínimo de seguridad para poder pensar cómo construyen su propia economía. También hay que asistir en lo necesario como derecho, que ese es otro problema. Se puede hacer asistencialmente para cooptar a la gente, el punto es qué se subsidia y eso implica una política clara, aunque hace falta proyecto también, el cual tiene que tener una amplia participación de la sociedad. Es un debate que hay que seguir dando.

¿Con la reprimerización de las economías en algunos países de América Latina se avanza hacia una nueva etapa del modelo neoliberal?

 

– El neoliberalismo no murió, lo que sí es que su hegemonía está siendo dificultada por la evidencia de su fracaso, pero siempre va a haber algún oportunista que apunte a lograr algún mercado en Estados Unidos para vender algo sin importarle las consecuencias que va a tener a largo plazo sobre la economía, como ocurre con los países que firman tratados de libre comercio que destruyen toda la agricultura local. Lo que pasa es que quienes hacen eso no son estadistas, son políticos oportunistas que están pensando como reproducen el modelo o tienen un proyecto totalmente reaccionario. En el caso de Colombia cuyo gobierno le apuesta a un tratado de libre comercio con Estados Unidos, hay movimiento social, están pasando otras cosas, aunque es imposible entender esa economía sin tener en cuenta la economía criminal que tiene un peso enorme y que nunca la incluimos en el análisis económico.

 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.