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Venezuela y la dialéctica de la historia

La reelección de Chávez implica la profundización del proceso revolucionario

Fuentes: Rebelión

Las elecciones del próximo domingo en Venezuela cierran el ciclo electoral que se ha vivido este año en América Latina y, con él, el auge espectacular de la izquierda en todo el continente: México, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Ecuador (con el triunfo de Rafael Correa en las presidenciales), Perú, Bolivia, Brasil. Una izquierda no homogénea, […]

Las elecciones del próximo domingo en Venezuela cierran el ciclo electoral que se ha vivido este año en América Latina y, con él, el auge espectacular de la izquierda en todo el continente: México, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Ecuador (con el triunfo de Rafael Correa en las presidenciales), Perú, Bolivia, Brasil. Una izquierda no homogénea, con importantes renuncias en algún caso y derivas populistas en otro, pero en todos estos casos ha existido el mismo común denominador y que no ha sido otro que el intento de iniciar un camino propio y recuperar los beneficios de sus recursos naturales, tradicionalmente en manos de la oligarquía y de las multinacionales extranjeras. Se puede discutir si los partidos que ya están en el gobierno en algunos países están poniendo en marcha un nuevo socialismo o, simplemente, buscan fórmulas más prácticas y eficaces de hacer funcionar el capitalismo. Pero lo que no se puede discutir es que este auge es la consecuencia del fracaso absoluto de las políticas monetaristas y librecambistas impuestas a sangre y fuego por el Fondo Monetario Internacional.

Y tampoco se puede discutir que este auge de la izquierda continental ha estado muy influido por el proceso revolucionario que se vive en Venezuela desde que el pueblo de este país derrotó el golpe de Estado que se dio en abril de 2002, el sabotaje petrolero que se mantuvo durante dos meses (diciembre de 2002 y enero de 2003) y el referéndum revocatorio con el que la oligarquía pretendió desplazar a Hugo Chávez de la presidencia en agosto de 2004. Desde esta fecha, las candidaturas de las organizaciones que apoyan a Chávez (Movimiento V República, Patria Para Todos, Podemos y Partido Comunista de Venezuela, principalmente) han triunfado en las elecciones municipales, de gobernación y parlamentarias. Queda el reto de las presidenciales, que tendrá lugar el día 3 de diciembre. Si hay que hacer caso a las encuestas, Chávez ganará de calle estas elecciones. ¿Y entonces?

Los problemas

1.- El principal será el papel que juegue la oligarquía, aceptando o no los resultados electorales. Su candidato, Manuel Rosales, aún no ha dicho que aceptará lo que haya votado el pueblo. Si la diferencia con Chávez supera los 15 puntos porcentuales tendrá difícil reeditar la campaña de fraude que lanzó en el referéndum revocatorio de 2004, por lo que sólo le quedarán dos bazas por jugar: primero, la inestabilidad social, lo que en Venezuela se conoce como guarimbas, para lo que la población que defiende el proceso está más que preparada no sólo cívicamente, sino en su estructura armada; segundo, el lanzamiento de una campaña separatista en el Zulia, similar a la que la oligarquía impulsa en Bolivia en el departamento de Santa Cruz.

Detengámonos un momento en la primera opción. Los llamamientos a la revuelta, alegando un hipotético fraude se han venido dando a lo largo de toda la campaña electoral desde los medios de comunicación y en ella han participado desde connotados golpistas hasta reconocidos reaccionarios como el escritor hispano-peruano Vargas Llosa. No han faltado reuniones con militares en retiro y llamamientos a las Fuerzas Armadas para que salgan a la calle «a defender el voto» en alusión al suyo, que sería el pretendidamente ganador. Aquí se ponen en marcha dos modelos: el ucraniano, tal y como ya ha venido recomendando e impulsando EEUU desde hace tiempo (1), y el violento (guarimbas). La oligarquía pretende «cercar» los colegios electorales hasta que se cuente papeleta por papeleta «para evitar el fraude» y, si no lo consigue, «incendiar la calle». De hecho, el pasado día 26 de noviembre se hizo público un documento de la embajada de EEUU en Caracas advirtiendo a los estadounidenses sobre «posibles conmociones y perturbaciones» de naturaleza no bien especificada para el día de los comicios. La página web de la embajada en Caracas sugiere a los estadounidenses que sresiden en Venezuela que acaparen alimentos, agua y medicinas ante la previsión de que el domingo se produzcan desórdenes públicos (2). Una sede diplomática acreditada no se dedica a formular augurios sin segunda intención, lo que pone de manifiesto que algo sabe de lo que trama la oligarquía. No obstante, en ambos escenarios habrá respuesta popular en una doble vía: circunscribiendo la protesta a los barrios oligárquicos de Altamira y Los Chorros y enfrentando las guarimbas con una estructura armada. El gobierno, por su parte, dispone de un Plan de Defensa Integral en el que se consideran 7 posibles escenarios de desestabilización que pueden desarrollarse desde el mismo día 3 de diciembre. Nada será igual al año 2002 y las dos partes lo saben.

La segunda hipótesis es la más probable. Dada la fragmentación de la llamada oposición, el hecho de que se haya lanzado un candidato más o menos unitario hace que un sector esté apostando por el trabajo a largo plazo y consolidar esta opción antichavista. Para ello se necesita al menos superar el 30% del porcentaje de votos. Pero la oligarquía venezolana no suele jugar a largo plazo. Fragmentada como está, sólo aceptará un repliegue «democrático» si considera que la apuesta de Rosales ha merecido la pena superando los 4 millones de votos que alcanzó en el referéndum del 2004. En caso contrario, la carta que jugará será la desestabilización en la principal zona petrolífera: Zulia. En este estado se produce casi la mitad del petróleo que extrae Venezuela y el modelo a aplicar es el mismo que el de la oligarquía boliviana en Santa Cruz.

2.- El segundo problema tiene que ver con la lucha contra el latifundio, proclamada con reiteración por Chávez y que se está enfrentando al auge del paramilitarismo en los estados agrícolas y ganaderos del país, de forma especial en Barinas, Táchira y Apure, sin olvidar Zulia, el estado gobernado por Rosales. Aquí vienen actuando paramilitares colombianos y sicarios desde hace tiempo, tanto que se calcula que desde 1999 hasta ahora han sido asesinados más de 2.000 campesinos. Sólo en el año pasado se produjeron 566 muertes, la mayoría impunes aún. La reorganización popular también en este sector se está notando, de la mano del Frente Nacional Campesino «Ezequiel Zamora», aunque no sólo. El FNCEZ estimaba en mayo que 300 campesinos han sido asesinados en el estado de Táchira (que es fronterizo con Colombia, como Apure y Zulia) e impulsaba la formación de Guardias Territoriales, en colaboración son los sectores patrióticos de la Guardia Nacional y del Ejército, para prevenir la infiltración paramilitar y la acción de los sicarios a sueldo de los terratenientes. Un poco más tarde, el 18 de agosto, el presidente Chávez otorgaba carta de naturaleza a esta estrategia de protección y anunciaba la creación de unidades civiles y militares en esos estados con la misión de combatir el sicariato y el paramilitarismo.

3.- El tercero tiene que ver con los principales problemas a que tendrá que hacer frente Chávez desde el interior de las fuerzas que lo apoyan. Hay un sector bien instalado en los puestos de poder que plantea desde hace tiempo un «chavismo sin Chávez» y que, en síntesis, implica un rechazo frontal al aún difuso «socialismo del siglo XXI» que se proclama como el principal reto a desarrollar en esta nueva etapa tras las elecciones. Pese a la vaguedad teórica de esta meta, hay un significativo sector dentro del gobierno que no quiere ni oír hablar de la co-gestión en las empresas o la toma de decisiones por las comunidades en el ámbito local porque ello supondría la toma de decisiones en un ámbito horizontal, no vertical, y facilitaría el combate contra la corrupción y el clientelismo ahora existentes.

En los sectores que se engloban en la defensa del proyecto de Chávez hay una tensión soterrada entre la organización social, comunal y popular y la estructura política, muchas veces carente de instrumentos y procedimientos para una toma de decisión democrática. Mientras que por una parte se promueve, se reivindica, se construyen mecanismos de construcción democrática en el marco de esa «democracia participativa y protagónica» que se reclama, por otra se concentra el poder en pocas personas que imponen decisiones sin tener en cuenta a las bases, por no hablar de lo ya reiterado: corrupción, clientelismo y burocracia.

4.- La amenaza de agresión exterior no ha desaparecido. EE.UU. está financiando la campaña electoral de Rosales con una cantidad declarada de 26 millones de dólares a través de la USAID y la NED y acaba de anunciar que lanzará una «ofensiva» para crear un frente anti Chávez en Latinoamérica (3) con la intención declarada de «disminuir la influencia del presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, en la región», según el secretario para Asuntos Políticos del Departamento de Estado, Nicholas Burns. No es nuevo, pero en este sentido hay que mencionar que se está rodeando a Venezuela con una serie de bases militares. A la ya conocida de Manta (Ecuador) hay que sumar la que se está construyendo en Curaçao, en las Antillas Holandesas, muy cercana geográficamente a Zulia.

Los desafíos

Rosa Luxemburgo hablaba de la necesidad de aprender en la dialéctica de la historia, es decir, el derecho de la clase obrera a equivocarse y a aprender de esas equivocaciones porque así es como se continúa el proceso revolucionario. En Venezuela hay una nueva sociedad en construcción, que avanza pese a los constantes embistes a que es sometida desde dentro y fuera del país, incluso desde el interior de quienes dicen estar con este proceso.

1.- El debate viene de lejos y se va a reiniciar con fuerza tras el 3 de diciembre. Chávez suele hablar de que en Venezuela se está haciendo una revolución económica, política y cultural. Pero ¿puede haber una revolución económica cuando la Constitución de 1999 recoge una definición clásica de la defensa de la propiedad privada y de la economía de mercado? Los chavistas más críticos por la izquierda dicen que no, y se acogen a lo sucedido con la nacionalización del petróleo. Este sector habla de «desnacionalización» puesto que se otorgó a las empresas privadas una participación del 40% en las empresas mixtas que se constituyeron en marzo de este año con Petróleos de Venezuela (PDVSA). Otro sector chavista considera que sí, y en referencia al petróleo indica que la empresa había quedado muy tocada tras el sabotaje petrolero -que supuso pérdidas estimadas en más de 20.000 millones de dólares y provocó pérdidas irreversibles en determinados pozos- y que era necesario reestructurar el sector para recuperar la soberanía sobre todos los pozos.

2.- Pero la revolución económica va más allá del petróleo y abarca la tierra y las Empresas de Producción Social. Este tipo de empresas pretende ser un modelo que supera a las cooperativas desarrolladas a través de la Misión Vuelvan Caras, cuyo balance abarca desde fracasos sonoros a éxitos incuestionables pasando por muestras de corrupción y favoritismo en la entrega de créditos junto a la tendencia a satisfacer primeramente los intereses de los cooperativistas y no de las comunidades en que se insertan. Las EPS van más allá, están orientadas a satisfacer las necesidades del pueblo y no en producir objetos para el consumo. De su desarrollo depende en buena medida el futuro del «socialismo del siglo XXI» puesto que se pretende constituirlas en promotoras y fortalecedoras de redes socio productivas, de materias primas agrícolas y de valor agregado para generar encadenamientos socio-productivos endógenos. Todo ello con el objetivo de desarrollar una sustitución progresiva de la lógica del mercado por una economía de equivalencias, donde exista una nueva propiedad colectiva de los medios de producción y unas nuevas relaciones sociales de producción basadas en la cooperación inteligente: conocimiento, respeto y apoyo mutuo.

En cuanto al desarrollo de la Ley de Tierras, que inicialmente favorecía sólo a la agroindustria en detrimento del campesino y del pequeño productor, ha de enfrentar nuevos retos e ir más allá del actual «método Chaz» (acrónimo de Chavez-Azpurúa, un terrateniente de Barinas que llegó a un acuerdo con el gobierno para entregar parte de las tierras ociosas -no productivas- de su hacienda a los campesinos y evitar así la expropiación) que, en la práctica, legaliza para los terratenientes tierra propiedad del Estado. Desde el mismo momento de la independencia de la metrópoli española los terratenientes vienen usurpando tierras que son propiedad del Estado, que no consta ningún documento oficial referente a su propiedad. Esas son las tierras que inicialmente ocuparon los campesinos, donde se centró la reforma agraria y a las que se circunscribe el método «Chaz». Los sectores campesinos, que en un primer momento aceptaron lo que se conoce como «pacto de conciliación de clases», plantean ahora dar un paso más: la creación de la Agencia Socialista para el Desarrollo Endógeno que rompa sustancialmente con el modelo burocrático actual, desarticulado funcional y territorialmente lo que conlleva la no consecución de productos y resultados sociales esperados.

3.- Una nueva estructura política que rompa definitivamente con los vicios heredados de la anterior etapa (que en Venezuela se conoce como IV República) y que se han mantenido en el primer mandato de Chávez. El 9 de septiembre el presidente llamó a la creación de «un gran partido de la Revolución Bolivariana», pero las dudas son muchas. Unos lo ven como una iniciativa interesante «dependiendo del contenido» que se quiera dar a esta nueva organización, en especial si sirve para profundizar la unidad popular y poner fin al desorden existente, acaba con el clientelismo político y la corrupción y pone en marcha un proceso de democratización política donde prime la dirección colectiva y la participación de las bases. Otros entienden que sólo profundizando la revolución, en el sentido de una revolución social que quiebre las estructuras más opresivas del mando capitalista, burocrático y político existente podrá garantizar la unidad necesaria. Y hay quienes creen que si se cometen los mismos errores que el FSLN, una amalgama de los partidos existentes con igual reparto de poder, se producirá un retroceso en las propuestas de democracia participativa y protagónica con protagonismo de las comunidades. En cualquier caso, es un intento de enfrentar los planes del imperialismo y consolidar al proyecto bolivariano.

4.- La estrategia internacional de Venezuela, centrada en la adquisición de un papel relevante dentro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). La forma de inserción internacional define el marco político interno, puesto que los caminos son diferentes: o se hace una política soberana o una subordinada. Venezuela ha optado claramente por la política soberana y ha adquirido un relieve internacional como nunca antes en su historia. Si sonada ha sido la batalla por lograr un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, no lo es menos el hecho de que Venezuela haya recuperado el control de sus reservas de petróleo, como bien indica el premio Nobel Joseph Stiglitz (4).

Es este punto el que preocupa especialmente a EE.UU. En el mes de junio, el Comando Militar meridional en América Latina elaboró un escrito en el que se decía que los esfuerzos de Venezuela, Bolivia y Ecuador por ampliar el control del estado sobre sus reservas de petróleo y gas «amenazan la seguridad del petróleo de los EE.UU» (5). Aunque estos países -junto a México- producen sólo el 8’4% del total del petróleo del mundo, suponen el 30% de las importaciones de EE.UU. y una interrupción de los envíos podría en serios apuros a la economía estadounidense. De ahí que los EE.UU. se hayan tomado muy en serio la amenaza de Chávez de suspender los envíos si se produce algún intento de derrocamiento o intervención abierta. Tanto que el 2 de octubre, en una reunión de ministros latinoamericanos de Defensa que tuvo lugar en Managua, el general Bantz Craddock acusó a Chávez de ser una fuerza de desestabilización en América Latina. El hecho de que un responsable militar hable de esta manera dice mucho de las amenazas potenciales a que se enfrente Venezuela en la nueva etapa que se abre después del 3 de diciembre.

Chávez ha intentado diversificar el comercio de Venezuela: ha estrechado relaciones con China y Rusia, ha fortalecido el MERCOSUR, ayudado a Ecuador y Argentina en sus pagos de deuda externa para eliminar el tutelaje impuesto por el Fondo Monetario Internacional y sus políticas de ajuste estructural y ha retirado 20.000 millones de dólares que tenía invertidos en la reserva federal de EE.UU. Consolidar estas nuevas alianzas serán definitivas para el proceso revolucionario en esta nueva etapa.

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(1) Alberto Cruz, «Venezuela como prioridad para el movimiento antiimperialista» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=28439

(2) (http://caracas.usembassy.gov/wwwh2848.html)

(3) Agencia Bolivariana de Noticias, 22 de noviembre de 2006

(4) Alberto Cruz, «No es Iraq, es Venezuela» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=39775

(5) The Financial Times, 25 de junio de 2006