Hace un año, cuando los gobiernos occidentales gastaron billones de dólares para evitar la quiebra de los bancos, parecía que se tomarían medidas para impedir una nueva crisis. Hasta ahora ha habido pocos cambios. Los excesivos salarios de los ejecutivos y las altas primas, como las otorgadas recientemente a los banqueros de Goldman Sachs, han […]
Hace un año, cuando los gobiernos occidentales gastaron billones de dólares para evitar la quiebra de los bancos, parecía que se tomarían medidas para impedir una nueva crisis. Hasta ahora ha habido pocos cambios. Los excesivos salarios de los ejecutivos y las altas primas, como las otorgadas recientemente a los banqueros de Goldman Sachs, han acaparado la atención de la prensa. Pero hay otros dos temas polémicos: un impuesto a las transacciones financieras para detener las actividades especulativas (conocido como «tasa Tobin»), y el restablecimiento de una contención entre las actividades bancarias comerciales y las operaciones de riesgo, como las llevadas a cabo por los bancos de inversión.
El impuesto a las transacciones fue adoptado por Francia y Alemania. En forma inesperada se sumó el primer ministro británico, Gordon Brown, y propuso que el G-20 considerara la medida. Pero de inmediato el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, puso paños fríos.
Lord Turner, presidente de la Autoridad de los Servicios Financieros del Reino Unido, comentó hace unos meses que gran parte de las actividades financieras de ese país no tiene valor social y propuso el impuesto a las transacciones financieras para frenar la especulación. Los banqueros lo atacaron duramente. Mientras tanto, en Washington hay un gran debate acerca de si es necesario impedir que las instituciones financieras se involucren en inversiones de riesgo para proteger los fondos de los depositantes.
La Ley Glass-Steagall, promulgada por el Congreso de Estados Unidos en 1933 a partir de las lecciones de la Gran Depresión, establecía la separación entre la banca de depósito y la banca de inversión, protegiendo a los depositantes. Pero en 1999 se derogó la ley y se abrió la posibilidad de que las instituciones financieras realizaran operaciones financieras de mayor riesgo. Muchos analistas consideran que esta desregulación fue una de las principales causas de la crisis actual. En la medida que están involucrados los fondos de los depositantes y las operaciones están tan interrelacionadas, las instituciones financieras gigantes se han vuelto «demasiado grandes como para caer». Por eso, hubo que gastar miles de millones de dólares de fondos públicos para impedir su caída.
Personalidades influyentes, como el ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos Paul Volver y el ex directivo de Citicorp John Reed, reclamaron una nueva ley basada en el principio Glass-Steagall, que separe las funciones de las grandes instituciones financieras. Reed, quien en 1999 impulsó la derogación de la Ley Glass-Steagall, se disculpó el 5 de noviembre por haber contribuido a la creación de un gigantesco conglomerado que combina la banca comercial con otras operaciones. En 1998, Citicorp -un banco comercial- se fusionó con Travelers Group Inc, dueño de la firma inversora Salomón Smith Barney Holdings, para formar el Citigroup, una de las instituciones que tuvo mayor responsabilidad en la crisis financiera, así como también la más afectada. Perdió 27.700 millones de dólares en 2008 y tuvo una reducción de activos del orden de los 118.000 millones de dólares. Se mantuvo a flote gracias a los 45.000 millones de dólares de ayuda directa recibida y una cantidad muy superior en garantías de préstamos.
En una entrevista con la agencia Bloomberg, Reed consideró que las reformas de las regulaciones financieras por parte del Congreso de Estados Unidos deberían ordenar a los bancos que tuvieran más capital que aseguraran que la remuneración a los ejecutivos se adecuara a la rentabilidad a largo plazo y prohibieran a las empresas que toman depósitos la participación también del negocio de capitales e ingresos fijos. «Yo dividiría la industria en compartimentos por la misma razón que se compartimentan los buques», dijo Reed. «Si usted tiene una filtración, no se propaga y hunde el buque. De manera que, hablando en términos generales, habría que separar la banca del consumo, del comercio de bonos y capitales».
El Congreso se equivocó al derogar la Ley Glass- Steagall en 1999, reconoció Reed, una medida que en ese momento él apoyó, y añadió: «Aprendemos de nuestros errores».
El Citigroup fue pionero en la producción de obligaciones de deuda colateral, montones de préstamos convertidos en acciones que se vendieron a los inversionistas y perdieron valor cuando los deudores de hipotecas subprime (de alto riesgo) dejaron de realizar sus pagos. Esto fue una parte muy importante de la reducción de activos y pérdidas de la institución financiera.
Según Robert Wissman, presidente del grupo de consumidores Public Citizen, la derogación de la ley Glass-Steagall en 1999 cambió la cultura de la banca comercial para emular el criterio de inversión especulativa de alto riesgo de Wall Street. Esto fue un factor importante en el desencadenamiento de la crisis financiera.
Weissman formula las siguientes propuestas para salir de esta maraña:
* Retorno al principio de Glass-Steagall de que las instituciones de depósitos respaldadas por la protección de seguro federal no pueden involucrarse en operaciones especulativas de riesgo de la banca financiera mundial.
* En la misma línea, y de manera más amplia, los bancos comerciales no deberían estar en el negocio de la especulación, ya que su tarea es ofrecer crédito a la economía real y no involucrarse en apuestas sobre derivados y otros instrumentos financieros exóticos.
* Las instituciones financieras gigantes ejercen demasiado poder político y por esa razón deben ser divididas.
* Una amplia reforma en la esfera del dinero y la política que incluya restricciones a los grupos de presión y a las «puertas giratorias» por las que las mismas personas pasan de ocupar posiciones en el gobierno a ocupar posiciones en el sector bancario.
Martin Khor, fundador de Third World Network (TWN), es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.