El caso brasileño nos invita a pensar en un amplio campo de debates en torno a los modelos de desarrollo, el rol del Estado y el capital privado.
El ciclo de nuevo regionalismo al que asistimos desde comienzos de siglo generó un sinfín de investigaciones que ponen el foco en caracterizar, a partir de denominadores comunes, la heterogeneidad de los gobiernos y los ámbitos de integración regional que surgieron. Estas también analizan las características del contexto internacional, dada la transición geopolítica (Merino, 2018) y un relativo espacio que habilitó ciertos márgenes de autonomía política visibles, por ejemplo, en las actuaciones del Consejo de Defensa Suramericano (Unasur). Si bien la búsqueda de desarrollo y autonomía se erigieron en elementos constitutivos de los bloques de integración como la Unasur, existieron limitaciones que emergieron con mayor fuerza hacia el final del ciclo de gobiernos neodesarrollistas, en 2015. Se evidenció la agudización de las contradicciones que acompañaron a los distintos gobiernos de la región y la regresión neoliberal con la profundización de rasgos estructurales como la militarización de los territorios, la reprimarización de las economías, el alineamiento con EE.UU., las políticas de liberalización financiera y apertura comercial; y su contraparte, el aumento de la pobreza, la desigualdad y la violencia. Señales de un orden neoliberal que atraviesa una larga crisis, pero que sigue en pie y es aún sostenido por sectores de las clases dominantes locales.
El caso brasileño
Este país transita en los últimos años una crisis política e institucional que empeoró con la emergencia sanitaria actual. Desde el golpe a Dilma Rousseff, se han sucedido abruptos giros en su agenda de política exterior. Con Temer y luego Bolsonaro, se fue desarticulando la política expansiva que caracterizó a los gobiernos del PT y que buscó colocar a Brasil en un lugar de peso regional e internacional. El retorno a la subordinación al EE.UU. de Trump puede ser considerado uno de los elementos principales de dicho viraje, junto con un claro retroceso en materia de soberanía y desarrollo nacional.
Intercalando la política exterior y la política económica, distintas dimensiones se articulan para comprender el fenómeno de la integración regional promovida desde Brasil. Esta agenda involucró a las políticas de promoción del desarrollo que se implementaron con mayor fuerza a partir de 2005. Entre la multiplicidad de políticas que fueron articuladas desde el propio Estado, fueron notables aquellas vinculadas con la inyección de recursos para el financiamiento de obras de infraestructura desde el BNDES y la participación en el COSIPLAN (Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento). El apoyo estatal a empresas de origen nacional como Odebrecht y Camargo Corrêa permitió que éstas se internacionalizaran en paralelo a los procesos de integración suramericana y Cooperación Sur-sur. Asimismo, ante la tendencia hacia la globalización del sistema mundial, el Estado brasileño buscó consolidar determinados sectores y empresas estratégicos, como Petrobras y el presal; combinando la extracción de materia prima con industrialización, promoviendo contenidos locales, controlando los procesos de investigación y desarrollo (Fuser, 2017: 184); evitando así la subordinación a empresas transnacionales.
En una correlación entre los intereses brasileños y la ampliación de mercados regionales y globales, los proyectos de desarrollo e infraestructura fueron un medio para materializar objetivos más amplios de integración (Wegner, 2018:912). Estos fueron parte de las metas de construcción, a partir de América del Sur, de un espacio político y económico que diera respuesta a los históricos problemas económicos, de integración política regional e inserción internacional y de desigualdad estructural. Sin embargo, las estrategias y los intereses de estos actores estatales y corporativos fueron divergentes.
En el abordaje de la compleja relación entre sectores empresariales involucrados en obras de infraestructura y el Estado brasileño, se observa la confluencia entre los objetivos de integración regional, la agenda de política exterior y las políticas de desarrollo. Esto multiplicó los actores de las clases dominantes que se entramaron en los márgenes estatales y que supieron aprovechar, desde sus propios intereses, las condiciones de un contexto que se mostró favorable tanto para el crecimiento extraordinario de las empresas como para el avance de los objetivos políticos del PT. Con condiciones macroeconómicas favorables, la política exterior brasileña consiguió expandir el comercio hacia Suramérica y Asia, así como implementar una política económica que tuvo como eje central una política industrial activa (Bustelo, 2012: 82).
No obstante, y paradójicamente, dicha alianza entre Estado y empresas terminó por obturar la continuidad del proyecto político del PT, poniendo de manifiesto contradicciones estructurales que dicho vínculo acarreaba, en diferentes niveles (Barrenengoa, 2020). Por un lado, entre los actores e intereses dispares que participaron en la alianza de gobierno, cuyos conflictos se fueron agudizando. Por otro lado, algunas tensiones emergieron en torno a decisiones de política exterior, a partir de lo que fue criticado como el alineamiento con el “eje Habana-Caracas”. Esto implicó una construcción ideológica alejada de la realidad, pero efectiva a la hora de unificar sectores y fuerzas políticas en la oposición al PT, tanto dentro del propio Itamaraty como en ámbitos de peso como la FIESP (Federación de Industrias de São Paulo). En este sentido, el doble juego entre su proyección regional y la inserción global con otras zonas emergentes, generó problemas por la oposición de sectores que veían con desconfianza el creciente acercamiento a China. En este sentido, el peso del liderazgo brasileño también conllevó asimetrías con algunos de los Estados de la Unasur, tanto en relación a los saldos favorables de su balanza de pagos y al protagonismo del BNDES, como por su pertenencia al BRICS y el freno al Banco del Sur, entre otros conflictos intrarregionales. A pesar de esto, el contexto posibilitó llevar adelante una amplia agenda de integración suramericana donde la articulación estatal en los ámbitos de la política exterior, desarrollo e infraestructura fue clave en el caso brasileño.
La relación Estado- empresas y la integración regional
Ante las discusiones en torno a la relación entre sectores del empresariado y los gobiernos del PT, podemos decir que se trató de una alianza pragmática que sirvió a los fines de dar sustentabilidad a su proyecto político. Mientras esto se conseguía, las empresas también lograban enormes volúmenes de ganancias, en un proceso de financierización. En cuanto el contexto comenzó a manifestar signos de desaceleración del crecimiento, causados por la crisis financiera global y otros fenómenos a escala nacional e internacional, comenzó a verse el giro que se producía en toda la región con el retorno de los gobiernos neoliberales. Si bien el fluctuante vínculo Estado- empresas cobró mayor notoriedad con la Operación Lava Jato, el modo en que se entremezclan los intereses corporativos en ámbitos estatales es parte de un proceso que ha ido en ascenso y que está lejos de ser revertido.
El caso brasileño nos invita a pensar en un amplio campo de debates en torno a los modelos de desarrollo, el rol del Estado y el capital privado allí. Para ello es preciso incorporar una mirada sobre la dinámica del capitalismo global, que proporcione elementos para repensar el futuro de los proyectos nacionales y el lugar de América Latina en la economía mundial, con su histórico problema de dependencia. Ante el inminente ascenso chino y de la bilateralización de las relaciones con este, se vuelve urgente fortalecer a la región como bloque, con una estrategia en común para negociar con actores de peso geopolítico y evitar una integración subordinada. Los tiempos actuales ponen de manifiesto la necesidad de analizar y recuperar desde el pensamiento crítico latinoamericano aquellas contradicciones estructurales que acompañaron el ciclo de neodesarrollismo y aportar algunas claves que permitan retomar los objetivos de autonomía, desarrollo e integración como horizontes reales para los proyectos populares.
Notas
Este artículo fue publicado en el Boletín “Integración regional. Una mirada crítica”, Nº 10, agosto – septiembre 2020. Grupo de Trabajo Integración regional y unidad latinoamericana de CLACSO.
Amanda Barrenengoa es Doctora en Ciencias Sociales por la UNLP, docente de la FaHCE-UNLP y becaria post doctoral del CONICET. Integrante del Grupo Geopolítica y economía desde el sur global y del Grupo Trabajo CLACSO “Integración regional y unidad latinoamericana”.
Referencias bibliográficas
Barrenengoa, Amanda (2020). ¿Territorialidad neoliberal? Las políticas de desarrollo e integración física en tiempos del lulismo. Geograficando, 16(1), e064, 2020.
Bustelo, S. (2012). Desenvolvimento e políticas industriais: um estudo comparativo entre a Argentina e o Brasil (2002-2008). Dissertação de Mestrado, Instituto de Economía UFRJ, Río de Janeiro.
Fuser, I. (2017). Reflexões sobre as burguesias sul-americanas e a integração regional. Revista estudos internacionais, Belo Horizonte, v.5 n°3,112-125, 2017.
Merino, G. (2018). Del apogeo “lulista” a la destitución de Dilma: el devenir nacional popular neodesarrollista en Brasil. Revista Latinoamérica, México. Ed. enero 2018.
Wegner, R. C. (2018). Integração e desenvolvimento econômico: estratégias de financiamento do investimento de infraestrutura sul-americana. Economía y Sociedad, Campinas, vol. 27 n° 3 (64), 909-938. Setembro-dezembro 2018.