Sarah Babiker sabe de renta básica, de feminismo y de contar todo ello. Con matices en todos los sitios, consciente de que simplificar equivaldría a negar realidades y debates. Periodista, diplomada en Antropología Social, socia de El Salto Diario y colaboradora de diversos medios, participó en el XX Simposio Renta Básica Universal e Incondicional que se celebró en Uviéu y Mieres el pasado mes de noviembre. Hablamos con ella de feminismo y renta básica para ir desenredando la madeja de antiguas y nuevas conversaciones en la lucha por la igualdad.
¿Cómo se ubica la renta básica dentro de los feminismos? ¿Es un debate abierto, periférico, central…?
Ahora mismo es un poco difícil decir en qué están los feminismos respecto a momentos anteriores en que había un conjunto más articulado. Hay diversos posicionamientos respecto a determinados temas que van surgiendo en la agenda pública. Personalmente veo una línea de acción de respuesta a los ataques que se reciben en un momento de reacción con la educación sexual, el pin parental… Quizás ha pasado un poco como con el 15M, después de un momento de más visibilización, puede que el papel sea más de retaguardia, eso sí, con mucha gente haciendo muchas cosas en muchos sitios.
Como periodistas nos gusta coger a los movimientos en su momento de ascenso y movilización, como pudo pasar con el movimiento antirracista justo después de la pandemia, pero el que ya no esté en primera plana no significa que no se esté trabajando en diversos frentes. Pues lo mismo con los feminismos, están en mil espacios y actuando, pero los movimientos no son actores unívocos que estén ahí estáticos para que los podamos atrapar en una sola definición, tienen otra naturaleza.
Respecto a la renta básica hubo un momento de más desconfianza, pero creo que ha habido una evolución. La conversación está, pero me cuesta ver una articulación de esa conversación o una propuesta desde los feminismos en torno a la renta básica o el acceso a los recursos siguiendo esta línea. A veces parece que se nos agota el tiempo reaccionando ante urgencias y ataques –violencias machistas, violencia vicaria, retrocesos legales…-, con toda la legitimidad y el sentido, pero nos cuesta llegar a cuestiones más propositivas de construcción.
Sí hubo un momento, hace unos años, cuando se debatió dentro de los feminismos la cuestión del salario doméstico, donde había posturas enfrentadas: quien lo defendía como una forma de dar valor al trabajo reproductivo y de dar independencia económica a las mujeres y quien lo rechazaba por considerar que profundizaba aún más en el encierro de las mujeres en la esfera doméstica o privada, una crítica que también se ha hecho a la renta básica.
Creo que esto ya no es tan tajante como antes. Tengo la sensación, por cómo se extiende la escucha en torno a la renta básica, de que se va superando esa idea de que si nos dan una paga nos quedamos encerradas en casa. Y se supera por una simple cuestión generacional: primero porque ha habido una evolución en los mandatos sociales y las expectativas vitales de las mujeres y cuesta pensar que cobrando una renta fuesen muchas las que decidiesen centrarse exclusivamente en los cuidados y el hogar, y segundo porque en nuestras vidas precarizadas, no tenemos esa mitificación del trabajo remunerado: es difícil pensar que sea emancipador el trabajo remunerado según las condiciones que encontramos en el mercado laboral. (En esta situación una renta básica, pienso, no haría que las mujeres abandonasen el mercado laboral, sino que posibilitaría su participación en condiciones más dignas).
A la vez, vemos cómo el cuidado remunerado es uno de los mayores espacios de precarización, casi de esclavitud. Sin pretender culpabilizar a las mujeres, cuestiones como la conciliación se han abordado a partir de la desigualdad entre las propias mujeres más que generando una mayor igualdad entre hombres y mujeres.
Ciertamente, el de los cuidados es un tema al que no se le acaba de dar la importancia que tienen más allá de las declaraciones bienintencionadas…
Es más fácil para el poder, para las instituciones, hacerse eco de cuestiones simbólicas y no ocuparse de lo material, que es fundamental para la transformación de la vida. No consigo asimilar que haya un Ministerio de Igualdad, que se hable de los cuidados y que hayamos vivido el abandono de los cuidados que supuso el confinamiento. Que hablemos tanto del salario mínimo, pero que el trabajo doméstico siga con su régimen especial, sin derecho a vacaciones o desempleo. Que haya tantas discusiones sobre prostitución sin atender a las condiciones materiales y a los derechos sociales y económicos. En mi opinión este debería ser el primer punto para un Ministerio de Igualdad y la primera batalla de los feminismos, pero la respuesta institucional feminista ha debajo fuera los reclamos feministas de abajo.
“Se ha trasladado la lógica del cuidado –la disponibilidad o el salario emocional– al trabajo productivo para precarizarlo aún más”
Sin embargo, el tema de los cuidados, de la esfera reproductiva, sigue estando muy presente.
Sí, y el debate no se acaba de cerrar porque lo que vemos es que las lógicas del cuidado, todo eso de la disponibilidad, del salario emocional, del compromiso o de la responsabilidad, se está trasladando al trabajo productivo. Se pasa de debatir sobre remunerar los cuidadosa “cuidadizar” el trabajo productivo, a trasladar a esa esfera las lógicas del cuidado, para precarizarlo aún más.
También creo que hay una cierta desconexión cuando hablamos de cuidados, al separar los cuidados gratuitos que se hacen en la esfera familiar del trabajo remunerado de cuidados que ejercen también mujeres en su mayoría, en los hogares, en las residencias o en las escuelas infantiles. Mientras que los primeros son gratuitos, los segundos están tan mal pagados que no garantizan en muchos casos unos mínimos materiales dignos para las trabajadoras. No sirve mucho hablar de cuidados si no se aborda su dimensión material en lo concreto: la falta de tiempo para cuidad en la esfera familiar, y los salarios insuficientes para quienes asumen esos cuidados de manera remunerada.
Uno de los puntos a favor de la renta básica que destacas es el acabar con la maternidad como una forma de exclusión.
Esa idea la tomo de las feministas italianas que han ido más lejos en la defensa de la renta básica, apostando por ella como una renta de emancipación. Pensaban que esa renta puede ser interesante para el movimiento feminista porque es transversal a la pobreza y la maternidad en solitario ha sido un elemento de exclusión social. Tal como está montado el sistema no es realista que una sola persona pueda llevar a cabo el trabajo productivo y el reproductivo en un hogar con criaturas. Por esto petamos cuando estamos solas y con dos también, pero un poco menos. Hay un alto nivel de pobreza en familias monomarentales, y no solo de quienes vienen ya de estratos más humildes, sino que incluso una mujer de clase media no puede materialmente pagar un alquiler, ocuparse de sus criaturas y tener un trabajo remunerado. Las italianas ven ese colapso y en lugar de ponerse a debatir sobre apego o no, o permisos iguales o no, piensan que es emancipador luchar contra esa vulnerabilidad económica.
En cuestión de maternidad también vemos cómo el debate sigue abierto en cuestiones como las de los permisos.
Hay encuentros y desencuentros en este tema, efectivamente. Para la PPIINA (Plataforma de Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción) una forma de conseguir la igualdad son los permisos iguales e intransferibles, pero una reclamación muy importante para ellas es que el padre y la madre no puedan simultanear permisos, y en la ley el primer mes es obligatorio para los dos, por lo que según ellas aquí el padre entra como “ayudante” y no como responsable total de la crianza.
Mientras tanto las familias monomarentales critican que la mirada de PPIINA deja fuera a las familias monomarentales y perjudica a los derechos de los y las niñas de estas familias, pues contarán con menos tiempo de cuidado en el hogar. Una mirada que se trasladó a la ley y que ha sido contestada por muchas madres en los tribunales.
Luego hay quienes como la Asociación PETRA Maternidades Feministas señalan que estos permisos solo conectan con lo laboral y así se están invisibilizando y devaluando la maternidad y los mecanismos de crianza. Lo que piden muchas madres es ampliar el permiso de maternidad, que se consideran excesivamente cortos, y argumentan que la igualdad no se decide en esos primeros ocho meses obligatoriamente. Yo coincido en que hay una mirada un poco abstracta, o mágica, al pensar que puedes cambiar la división sexual del trabajo (que es un objetivo importante) a través de una política pública que te dice cuándo y cuántos meses puedes estar con tu hija, pasando por encima de la reivindicación de las madres de tener más meses de permiso.
“Una renta básica en detrimento de los servicios sociales, que no sea para todas, que se ciña a las limitaciones de la Ley de Extranjería o que sea insuficiente no es feminista”
Curiosamente, una de las críticas a la renta básica es que “la gente” se va a quedar en casa vagueando, pero a la vez las mujeres se cargarían de trabajo reproductivo, por lo que “la gente” se referiría únicamente a los hombres.
Hay una base en esta crítica feminista de que las mujeres puedan quedar más subyugadas dentro del trabajo de cuidados, porque en esta lógica laboral que tenemos hay una parte material que empuja a esa división sexual del trabajo. Para tener un ingreso más decente en la familia alguien tiene que trabajar a jornada completa y seguramente hasta hacer más horas de lo que implica una jornada completa y eso no es compatible con cuidar a un hijo o una hija. Si yo tengo una renta básica que me permite vivir bien, a lo mejor prefiero dejar un trabajo que no me compensa, o trabajar pocas horas, y así no tengo que contratar a alguien para que vaya a buscar a mi hija a la salida del colegio.
El trabajo remunerado sigue, a pesar de sus lastres y la precariedad, teniendo más prestigio que el de cuidados.
Aquí hay una mirada limitada. Primero asumir que es mejor el trabajo remunerado que durante un tiempo ocuparse de los cuidados. Y segundo, me parece que hay una mirada de los cuidados un tanto abstracta: o como idealización (y entonces se habla de lo bonita que es la primera infancia, pero quedan fuera los cuidados que precisan dependientes y mayores) o como carga (algo que desvaloriza los cuidados y los convierte en una molestia para ocuparse de lo realmente importante, el trabajo productivo). Desde esa perspectiva de la carga, dedicar tiempo a los cuidados se percibe como algo que “pierdes” años en tu vida laboral y con esa palabra ya estás estableciendo lo que es pérdida y lo que es ganancia. Además, se pierde de vista que hay hombres que tampoco quieren este mercado de trabajo en las condiciones en las que están, pero no hay bases materiales para plantearse abandonarlo o reducir tiempo de trabajo, porque eso implica que te quedas sin recursos. Cierta mirada feminista no se despega de esa ética del trabajo remunerado y pasa por ese tamiz todo, por lo que parece peor “someterte” a tu hija que a un jefe en un bar doce horas…
Sin olvidar que hay una defensa de la renta básica desde posiciones liberales, que lo ven como una vía para acabar con los servicios públicos y a la vez una vuelta reaccionaria a la familia tradicional.
Es primordial que la renta básica sea feminista. Una renta básica en detrimento de los servicios sociales, que no sea para todas, que se ciña a las limitaciones de la Ley de Extranjería, que sea insuficiente, que sea un complemento que acaba completando el empleador porque ya tienes una paguita, todo eso no es feminista.
¿Cómo saber entonces si la renta básica es feminista?
Una renta básica universal, al igual que cualquier herramienta que lleve hacia la igualdad, es feminista porque el feminismo es una búsqueda de igualdad. No es suficiente, porque una sola herramienta no puede solucionar todo de un plumazo, pero también es urgente porque apunta a esa cuestión material, de derechos económicos y sociales, y contar con una herramienta que garantiza ese mínimo básico para la supervivencia ya es un avance, sin olvidar que tendríamos que contemplar a la vez otros derechos como el derecho a la vivienda. Pero sería un punto de partida muy digno para pelear por todo lo demás.
El tiempo para debatir, para pensar, es un privilegio, pero hay muchas que no tienen ningún derecho al tiempo. Una renta básica nos daría seguridad vital para dejar de corretear tanto, para salir de relaciones violentas, para tomar decisiones a largo plazo y para detener la inercia de esta dinámica patriarcal que nos hace estar exhaustas.