Releyendo algunos textos de Silvia Federici no he podido pasar por alto poner en relación la demanda de salario por el trabajo reproductivo con el debate actual acerca de la propuesta del establecimiento de una «renta básica universal», salvando las distancias. Ésta se presenta desde algunos colectivos como una herramienta para socavar la relación capital-trabajo; […]
Releyendo algunos textos de Silvia Federici no he podido pasar por alto poner en relación la demanda de salario por el trabajo reproductivo con el debate actual acerca de la propuesta del establecimiento de una «renta básica universal», salvando las distancias. Ésta se presenta desde algunos colectivos como una herramienta para socavar la relación capital-trabajo; relación mediante la cual nuestras vidas, las vidas de la clase trabajadora o de las clases subalternas, se subordinan -en todas sus dimensiones, tanto subjetivas como materiales-, a las necesidades del capital en su afán de seguir obteniendo beneficio en un contexto atravesado por la crisis económica iniciada en 2007-2008.
Federici plantea esta demanda en su obra Revolución en punto cero (2013) como una forma de desenterrar «‘el secreto de la acumulación primitiva'» (Federici: 2013, p. 24), así como una manera de establecer nuevas formas de estrategia y de subversión política de esta relación, la de capital-trabajo, la cual determina la explotación y subordinación de las personas que formamos parte de estas «clases subalternas» [1] . Y concluye que, incluso aunque no sea el único punto cero para la revolución (o superación de la relación capital-trabajo):
«Es a través de las actividades cotidianas por las que producimos nuestra existencia que podemos desarrollar nuestra capacidad de cooperar, y no solo resistir la deshumanización sino aprender a reconstruir el mundo como espacio de crianza, creatividad y cuidado» (Ibídem, p. 20)
Y con esta nota, quiero indicar como primer punto de mi reflexión que la demanda por una «renta básica universal» no sería excluyente de otras demandas que se entienden como similares o parejas, tal y como puede ser la propuesta de «trabajo garantizado». De hecho, considero que es uno de los debates más interesantes que mantienen como diferencia en la actualidad Izquierda Unida respecto a Podemos y una de las cuestiones más apremiantes que deben ocuparnos a sus militantes en la articulación de estrategias de lucha(s) colectiva(s). A pesar de ser militante de Izquierda Unida, soy un firme partidario de la Unidad Popular, representada en la coalición de Unidos Podemos. En este caso, defenderé la propuesta de Podemos sobre la demanda de dicha «renta básica universal», puesto que me parece una de sus propuestas más interesantes.
Recientemente Eduardo Garzón esbozaba en el diario digital lamarea.com una serie de «Críticas a la Renta Básica Universal desde la izquierda» (30 enero 2017), que se complementa con otras realizadas anteriormente y en los que se defiende más abiertamente la propuesta programática de Izquierda Unida, me refiero a su otro texto «Siete argumentos contra la Renta Básica Universal y a favor del Trabajo Garantizado», publicado en el mismo diario (13 agosto 2014). Eduardo Garzón basa su argumento en una cuestión pragmática, esto es, de posibilidad de llevar a cabo dicha propuesta o no en términos macroeconómicos y señala el riesgo de generar tensiones inflacionistas como uno de sus principales defectos. No soy economista. En todo caso entiendo que, del mismo modo que expertos como él defienden la imposibilidad -o dificultades- de llevarla a cabo, hay otros que opinan lo contrario como Vincenç Navarro (véase su artículo «¿Qué renta básica?» en el diario Público, 20 agosto 2013), por un lado (más hacia la derecha socialdemócrata, por así decirlo) o Carlos Taibo, por otro (más hacia la izquierda libertaria, para que nos entendamos); quien, este último, a pesar de no ser economista en el sentido estricto, aboga por una «renta básica universal» como lanzadera para su propuesta de «decrecimiento», esto es, interpretada como una fórmula de transición [2] . Me sumo, por tanto, con estos autores a considerar la propuesta de una «renta básica universal» como herramienta para transformar la relación capital-trabajo, y no como un fin en sí mismo [3] .
Eduardo Garzón señalaba además en estos artículos que «la RB [Renta Básica] se canaliza a través del mercado capitalista»; y nosotros nos preguntamos: ¿Es que su propuesta se orienta hacia otra forma de mercado? Estoy con él en que un modelo socialista de reparto de la riqueza tal vez fuese lo más adecuado, y en esa línea entiendo que va su propuesta, pero… ¿No estaremos corriendo demasiado? Se trata de solucionar problemas que son muy cercanos y muy cotidianos, no de debatir futuribles poco probables de acuerdo con el contexto político actual. Y, en este sentido, considero que la propuesta de una «renta básica» puede ser una buena solución ante la situación de emergencia social que atraviesan tantísimas personas en nuestro país. ¿Por qué planteo esto?, es decir: ¿Por qué la asignación de una «renta básica universal» podría ser un incentivo para socavar la relación capital-trabajo?
Parece evidente que la asignación monetaria incondicional a todas las personas que pudiesen acreditar su condición de ciudadanos o de ciudadanas de un país (definición de «renta básica universal»), ayudaría a solucionar cuestiones muy inminentes: ayudaría, en primer lugar, a comprar comida y a pagar los recibos, siendo un revulsivo en la lucha contra la pobreza (y sus variantes más sangrantes como puede ser la pobreza energética, la cual se está cobrando ya no pocas vidas en nuestro país). Es decir, que no entenderíamos la asignación de dicha «renta básica universal» tanto como una cuestión de fomentar el consumo para reactivar la economía, tal y como lo ve cierto sector de la socialdemocracia (y de ahí, sin duda, la crítica de Garzón a que no transforma los elementos tradicionales de la organización del mercado capitalista, fundamentalmente del mercado de trabajo), sino más bien como una herramienta de lucha por unos salarios dignos, los cuales se regulan a través del mercado de empleo o de trabajo (o del desempleo, si tenemos en cuenta la nefasta situación actual). Nos ayudaría, en segundo lugar, a muchos jóvenes en situación de precariedad en la actualidad a no aceptar cualquier puesto de trabajo, y probablemente a no vernos forzados a emigrar, tal y como ya hicieron nuestros abuelos y nuestras abuelas (otra de las cuestiones tradicionales que sirve al capital para regular-se en situaciones de crisis). Se tratan estos de dos problemas gravemente presentes en nuestra realidad que cualquier programa político debe tratar de solucionar como una prioridad; hablo de la fuga de capital humano, asociado a un progresivo envejecimiento de la población y a fenómenos de despoblación y condena secular de atraso de muchas de las regiones de nuestro país (Castilla y León, en concreto -donde yo vivo-, sería un ejemplo muy práctico en este sentido). Obligaría, en tercer lugar, a las empresas, si quieren seguir utilizándonos para obtener beneficios, a ofrecernos mejores salarios y, en este sentido, si se reincentivaría la economía en beneficio de la clase trabajadora.
Es una cuestión ampliamente aceptada en la actualidad que el desempleo (como cuestión estructural dentro de la economía capitalista) sirve para regular los salarios, generalmente a la baja, en beneficio del capital frente al trabajo (si no me equivoco, esta es una de las tesis centrales que defiende Fredric Jameson en su obra Representing capital. El desempleo: una lectura de El Capital, 2011 [4] ). Pero… ¿Qué pasaría si ya no dependiésemos de estar empleados y empleadas para poder subsistir? Estoy seguro de que el mercado laboral se transformaría, y de que esta transformación probablemente beneficiase a la clase trabajadora (independientemente de que también beneficie a las empresas -eso me importa menos). Pero además, todas esas relaciones que no forman parte directamente del mercado de trabajo y que constituyen la relación capital-trabajo entendida desde un punto de vista tradicional también pasarían a ser reconocidas a través de la asignación de una «renta básica universal». ¿O es que cuidar de nuestras casas y de nuestros hijos e hijas no es un trabajo? ¿Es que el trabajo que desempeñan muchas personas mayores en el cuidado de sus familias no debe de ser remunerado? ¿Acaso pre-ocuparnos de que los niños y de que las niñas puedan seguir siéndolo independientemente de la condición socioprofesional y el nivel de ingresos de sus familias no es un derecho? Considero que todas estas cuestiones están incluidas en la propuesta de la asignación de una «renta básica universal», quizá de una mejor manera de la que lo están incluidas en la propuesta de un trabajo garantizado o, en todo caso, de una manera mucho más práctica.
Desde mi punto de vista, la propuesta no sólo de Eduardo Garzón en particular, sino de Izquierda Unida en general, se basa en una concepción demasiado tradicional de la relación capital-trabajo. Y con esto no quiero que se entienda que los efectos de la misma no se dejan sentir en la actualidad por parte de la clase trabajadora, sino todo lo contrario: en un contexto de crisis esta se agudiza. A lo que me refiero es a que, de acuerdo con cierta concepción antropológica del materialismo histórico, el trabajo es el elemento central en función del cual se articula todo lo demás, y, por lo que a nosotros nos interesa en este breve texto, fundamentalmente el conflicto obrero. Esta concepción generalmente se hilvana con la centralidad de la lucha de clases como motor de la historia. El sujeto del cambio, el proletariado, del que se habla en el Manifiesto comunista (1848) como una «clase universal» sería el sujeto del cambio -nos recuerda César Rendueles en un texto reciente de gran interés (Rendueles: 2016, p. 104). No se nos malinterprete. Estamos muy de acuerdo con este planteamiento. Las dificultades estriban a día de hoy en ponernos de acuerdo sobre qué entendemos por proletariado y si todos y todas entendemos lo mismo cuando nos referimos a este colectivo. Eso daría pie a otro debate que no creemos oportuno reproducir en esta ocasión, pero que también serviría enormemente en la elaboración de propuestas programáticas conjuntas. Para ello entiendo que se creó la coalición de Unidos Podemos.
Del mismo modo que las feministas desde los años setenta hasta la actualidad nos han recordado que no todo el trabajo es trabajo productivo, sino que existen otras esferas de la producción (como la reproducción de la fuerza de trabajo -trabajo reproductivo), algunas de las cuales -o muchas de ellas- no aparecen remuneradas a través del salario por el que se regula la relación capital-trabajo, en la actualidad existen nuevos sujetos que también sufren las consecuencias de la actual división del trabajo (aunque se trate porque se encuentran excluidos de ésta) y susceptibles de demandar derechos; el primero de ellos, el derecho a una vida digna. Me parece por tanto que, a falta de propuestas mejores, no debemos de entender la de una «renta básica universal» como desechable, un primer paso en la transformación de la relación capital-trabajo y una forma de incluir a todas esas personas pertenecientes a las «clases subalternas», tal y como las entendíamos al principio de este texto, y hacia las que debemos orientar nuestro programa.
Bibliografía
FEDERICI, Silvia. Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Madrid: Traficantes de Sueños, 2013.
HERNÁNDEZ SÁNCHEZ, Gustavo. «Tan cerca y tan lejos…» en http://grupoeculturalesagramsci.blogspot.com.es/2016/04/tan-cerca-y-tan-lejos.html
GARZÓN, Eduardo. «Críticas a la Renta Básica Universal desde la izquierda» (30 enero 2017) en lamarea.com
GARZÓN, Eduardo. «Siete argumentos contra la Renta Básica Universal y a favor del Trabajo Garantizado» (13 agosto 2014), en lamarea.com
JAMESON, Fredric. Representing capital. El desempleo: una lectura de El Capital. Madrid: Lengua de Trapo, 2011.
MORUNO, Jorge. La fábrica del emprendedor. Trabajo y política en la empresa-mundo. Madrid: Akal, 2015.
NAVARRO, Vincenç Navarro. «¿Qué renta básica?» (20 agosto 2013) en diario Público.
RENDUELES, César. En bruto. Una reivindicación del materialismo histórico. Madrid: La Catarata, 2016.
TAIBO, Carlos. «Seis observaciones de Carlos Taibo» en https://teoriadeldecrecimiento.jimdo.com/qui%C3%A9n/te%C3%B3ricos/carlos-taibo/
Notas:
[1] Empleamos este término para diferenciarlo del de «clase trabajadora» en un sentido más amplio, de la forma en que lo entendía Antonio Gramsci, ya que consideramos que englobaría a toda esa mayoría de la población que está sometida a distintas relaciones de subordinación no sólo en términos materiales, sino también simbólicos y de poder, como pueden ser las mujeres, las personas dependientes, etc. así como, por supuesto, las personas trabajadoras (que formarían parte de la «clase trabajadora» en la que se incluye de manera directa dicha relación capital-trabajo). Incluye, por tanto, las desigualdades basadas no sólo en términos de clase social, sino también de raza, género, edad, condición personal o el origen geográfico de las personas.
[2] Véanse, por ejemplo, las «Seis observaciones de Carlos Taibo» en https://teoriadeldecrecimiento.jimdo.com/qui%C3%A9n/te%C3%B3ricos/carlos-taibo/
[3] En Podemos, es quizá Jorge Moruno uno de los más firmes partidarios de la «renta básica universal», véase el último capítulo de su libro La fábrica del emprendedor (2015) y la reseña que sobre el mismo hicimos en «Tan cerca y tan lejos…» en
[4] De acuerdo con Jameson «el desempleo» sería una de las cuestiones centrales de la gran obra de Marx, El Capital (1867, tomo I.; 1885-1894, tomos II y III., editados por Engels). En función de esta interpretación, se estaría instrumentalizando la pobreza como incentivo al trabajo, sirviendo la «presencia espectral del desempleado» como herramienta que permite a los empresarios «manipular a placer las condiciones laborales de sus asalariados y reprimir cualquier atisbo de rebeldía» (Jameson: 2011, pp. X-XI)
Gustavo Hernández Sánchez, departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea. USAL
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